Calor y calentura
Un almuerzo, un dia de mucho calor, un abogado con anillo de compromiso y un cliente caliente. Una pasión que se desborda en un lugar oscuro.
Caminé como diez o más cuadras desde el estacionamiento hasta el restaurante donde él me esperaba, y en ese trayecto que estúpidamente hice a pie, me derretía de calor. Era el noviembre más caluroso del siglo y aunque me iba a encontrar con un abogado, me vestí con unos jeans limpios pero gastados y una camisa sport con los primeros botones desprendidos.
La cita era para hablar de algunas cuestiones vinculadas con la sucesión de mi padre, y mis hermanas me habían enviado como su representante, en particular, para enterarme del estado de un desalojo de unos intrusos que habían invadido una casa que habíamos heredado..
Gabriel Conessa me había dicho por teléfono que ese viernes tenía que salir de viaje a las tres de la tarde y que el único rato que tenía disponible era el de su almuerzo, por lo que me había invitado a comer con él, en un restaurante de la esquina del estudio jurídico donde trabajaba.
Mis hermanas y especialmente mis cuñados, me conminaron a ir en su representación preocupados por la situación de la casa ocupada, .ya que, invadida por intrusos no podría venderse y ellos querían liquidarla para repartirnos el dinero.
Yo no recordaba la cara de Conessa, apenas tenía una vaga imagen de un muchacho de mi edad (29), casi de mi estatura, siempre muy formal y bronceado, y pese a su juventud un buen abogado: era de la mayor confianza de los socios del estudio, todos señores maduros , aristocráticos y muy conservadores.
Me asombró verlo vestido en remerita de algodón, bermudas y unas sandalias sin talón, indumentaria que jamás hubiera esperado de un abogado, pero que se adecuaba muy bien a la temperatura sofocante de ese mediodía. Seguía siendo el hombre bronceado y formal que yo recordaba, salvo por la ropa. Se excusó enseguida de saludarnos, haciendo referencia al largo viaje en automóvil que lo esperaba luego de comer.conmigo, la temperatura, etc.
Lo que yo no recordaba era la belleza de este tipo: no selecciono a la gente por su aspecto físico, pero mi sensibilidad estética se impresionó con tanta perfección y armonía, por su ojos inmensos, brillantes y oscuros, su cabello algo largo y bien cuidado, la barba de 24 horas que sombreaba sus mejillas, su frente despejada recorridad por gotitas de sudor y esa boca carnosa y brillante de dientes blancos y perfectos.
Pero traté de que no notara mi indudable atracción. "Gabriel es hetero" pensé mirando el anillo de compromiso que llevaba en la mano derecha para convencerme, y además yo no suelo dar a conocer a personas que no conozco bien, la circunstancia esencial de que me gustan los hombres. Me muevo en un ambiente de homofóbicos, mis dos cuñados lo son. Había cometido la "imprudencia" de comentar mi condición con mis hermanas y desde entonces las cosas nunca había vuelto a ser iguales. Me había dado cuenta que ninguna de ellas volvió a dejarme a sus hijos para que los cuidara. Pensarían que yo era un pervertido o que lo mío era contagioso. Pero ese muchacho frente a mi , hetersexual y comprometido me gustaba, me gustaba. "Soy un tonto" pensé.
La conversación se hizo fluída y cordial desde el principío y el me explicó con lujo de detalles el estado del expediente de desalojo de la propiedad que habíamos heredado con mis hermanas, mientras ordenábamos el almuerzo. Me habló de una medida cautelar y yo que no se mucho de leyes, trataba de no perderme palabra alguna para estar preparado para informar a mis familiares.
Le pregunté varias veces lo que no entendia, pero mientras lo hacía, admiraba sus ojos brillantes y húmedos, su piel bronceada, su voz con muchos matices, la manera como trataba de no usar palabras técnicas que yo no hubiera entendido, sus manos de dedos largos y piel suave, las uñas bien prolijas, y sobre todo su paciencia infinita cuando le pedía que me repitiera algo.
Ninguno de los dos tenía demasiado apetito, por lo que cuando me informó que las porciones de ese lugar eran muy abundantes, decidi compartir el plato con el. Ordenó un "Plato del día". Pidió una bebida sin alcohol y yo una cerveza. Continuamos hablando del juicio y de sus perspectivas mientras esperábamos la comida. Yo sentía una evidente erección en el fondo de mi bragueta: este chico me gusta pensé y me estoy "enamorando de él" Se que eso suena ridículo pero yo soy asi. Soy lo que en Buenos Aires se llamaría "un flor de boludo". Un tonto, y encima de tonto un puto que se calienta con el primero que le habla y le presta un poco de atención.
Pero algunos años de experiencia me habían hecho desconfiado. No había amabilidades gratuitas. Varias decepciones me habían convencido que al menos en esta ciudad, no existía nada parecido al altruísmo: que nadie es generoso porque sí, que todos quieren sacar provecho en algo. Que el buen trato tiene siempre un precio. Traté de convencerme a mí mismo, que la cordialidad con que se expresaba Gabriel, la confianza, el tono amable de su explicación, eran parte de un papel que el representaba, quizás por instrucciones de los dueños del estudio de abogados: mi padre había sido un buen cliente y el juicio sucesorio comprendía numerosos bienes. Mientras no le sacaba los ojos de encima, me convencí que nada era gratuito, y que al final todo me lo cobraría, en su factura de honorarios.
Traté de despejar mi cabeza del absurdo pensamiento de que el tipo estaba seduciéndome, que yo le gustaba y que por lo tanto, yo no era sólo un cliente sino alguien que le gustaba. Sonó mi teléfono móvil en el preciso momento en que nos traían el plato que ibamos a compartir. Olía muy bien y tenía esa presentación "gourmet" que está tan de moda, cocina de fusión, con mucho cilandro, algunos chiles, hongos yitaque, queso mascarpone, reducciones especiadas de vino Malbec y vegetales salteados al wok, donde se conjugan sabores con colores, y en los que se busca presentar platos "con volumen y diferentes texturas". Atendi el llamado, era mi hermana Verónica interesada por saber antes que nadie, que pasaba con la casa ocupada. Le dije que iba a empezar a almorzar y que luego la llamría.
Mientras hablaba por mi teléfono celular, vi como Gabriel cortaba muy cuidadosamente el pollo y dividía sus guarniciones coloridas, y servía una porción en mi plato. Me sentí muy halagado por eso, era como una caricia: hacía años que nadie me cortaba la comida asi: y mientras escuchaba a la charlatana de Vero, que no terminaba de cortar, imaginaba una comida a solas, con alguien que me amare, no una comida "de negocios": y que ese alguién, cortara mi comida con cariño: como quien auxilia a un amante, a quien hasta le sirve pequeños bocados en la boca, como a un niño. Cuando corté la comunicación noté con vergüenza que tenía los ojos llenos de lágrimas.
Me preguntó que había pasado y le di una excusa. Cambié de tema, agradeci que me hubiera servido mi porción y pretendí salir del paso, comiendo el pollo que estaba muy sabroso Pero mis manos temblaban y el cuchillo se me cayó al piso y antes que la camarera viniese a cambiármelo, me agaché a levantarlo y el hizo lo mismo y nuestras cabezas se chocaron levemente y nos largamos a reir.
Su risa era blanca, sincera, masculina, abierta. Me encantás pibe, me encantás, pensé, pero claro no se lo pude decir y rehuí su mirada. Cuando me agaché para levantar el cuchillo también vi sus piernas, apenas cubiertas por un bermudas azul muy claro casi celeste, e impecable que le llegaba hasta la mitad del muslo, eran piernas musculosas, fuertes y bronceadas con un suave vello rubio y me calenté aún más. Sus pies enfundados en sandalias sin talón, eran grandes, con dedos largos, el segundo dedo de cada pie, mas largo que el dedo más gordo. Todo el me gustaba, sus manos un poco mas grandes que las mías, sus oyuelos en las mejillas, su cuerpo delgado pero no tanto, sus ojos. Este pibe me calienta "mal" me dije para mi, y traté de pensar en enfermedades, catástrofes en Pakistán, sunamis en Sumatra, cientos de heridos en un atentado con coche bomba en Viena, manifestaciones violentas en Atenas, inundaciones en Bangladesh, algo que me sacara del cerebro, ese absurdo "enamoramiento" que me producía Gabriel Conessa. Es el calor pensé. Demasiado calor. Mucho, mucho calor.
"Puto no te enganches, me dije. No seas mariconazo y no lo mires con ojos de vaca enamorada. Que el no recibe tus ondas. El patea para otro lado. Es heterosexual, por ahí, encima quizás, es mata putos, homofóbico, está comprometido para casarse y te atiende, amablemente no porque le gustes, puto boludo, sino porque sos un cliente: o sea por plata ."
El pollo ya no me resultó tan sabroso. El puré se caía del tenedor, la salsa de hongos se enfriaba, se ponía "chirle" y no parecía tan tentadora, y mientras yo intentaba mojar un poco de pan en la salsa, el hablaba: yo seguía callado, escuchando con aparente atención, preguntando a veces., pero reprimiendo mis deseos, prohibiendo a mis instintos demostrar el menor indicio.
En mi slip la pija humedecida y expectante contradecía mis pensamientos. El sexo y la razón no iban por el mismo camino.
"Te pasa algo", preguntó. Había advertido mi cambio de humor, mis lágrimas contenidas de hacía un rato, el temblor de mis manos.
"¿Te dieron una mala noticia? Me costó mucho contestar: "Nada" y fingir que todo seguía igual, volver al momento de conversación seria de antes. Sabia que luego del café que pedimos, junto con la adición, nos ibamos a separar. Cada uno seguiría por su camino y quizás no nos veríamos nunca más.
"Se que la muerte de tu papá es muy reciente, pero la vida sigue" agregó mirándome a los ojos. Asentí con la cabeza, pero sabía que no era la muerte de mi viejo lo único que me tenía tan triste, tan desamparado. Era la soledad. Soy un puto sin pareja, me dije. Y por lo tanto mal cogido, necesitado, pajero, muerto de miedo de quedarme solo y de morirme solo. Un gay que no encuentra alguien que lo quiera. Una planta sin riego. Un puto sometido a una vida que no me hacía feliz. Había salido del placar como suele decirse con mis hermanas y con eso había perdido la poca familia que me quedaba.
Volví a asentir, yo siempre asentía, pero mi humor se había hecho pedazos. Ni tenía ganas de levantarme, salir al calor insoportable, tomar un taxi hasta la playa de estacionamiento donde habia dejado mi auto, y volver a mis ocupaciones No quería volver, con la retina de mis ojos añorando esa mirada , esa sonrisa, ese cuerpo semi vestido, la tersura infinita de su piel tibia. La piel de Gabriel Conessa. Yo era un puto caliente. Encaprichado con alguien imposible.
Pedimos café y agua mineral y luego la cuenta. Hicimos chistes de compromiso, hablamos de un par de cosas intrascendentes y yo seguí fingiendo una virilidad exagerada y un tono machista, que no me caía demasiado bien. No fuera cosa que sospechara de mi
Gabriel no me dejó pagar. "Va por cuenta del Estudio "dijo y puso su mano sobre la mía impidiendo que yo le abonara a la camarera.
Esa mano tibia y suave, apoyada por un instante en la mía. me hizo temblar: intenté oponerme, protestar pero el sacó su tarjeta de crédito y pagó.
Al rato nos levantamos y el me preguntó hacia donde iba: "Te puedo acercar#, me dijo. Comenté que tenía el auto a unas cuadras. "Te llevo, me queda en el camino", agregó y nos dirigimos a su cochera, el delante y yo detrás. Que lindo que es, pensé. Tiene un culito chiquito y parado, piernas musculosas y largas, espaldas anchas, hombros fuertes. El hombre me calentaba y el calor reinante, me hacia transpirar. Que tonto me sentía .. Entramos a la cochera y el me abrió la puerta para que subiera a su auto. Estaba oscuro y no había un alma. El calor había espantado a todos los otros ocupantes del estacionamiento. Los había barrido como moscas.
No encendió el motor, y en la oscuridad ví sus ojos brillantes y oscuros. Y sentí su pierna desnuda tocando la mía. Intenté correr mi pierna pero no pude, estaba al palo, erecto, me dolían los huevos. Me miró sin decir palabra alguna. Y antes que yo pudiera decir algo, me tomó la mano. Me agarró la mano, y sentí como una puntada en la cabeza. Percibí su mano acariciando la mía, como si fuera en un sueño, en una película de cine mudo. Sus dedos acariciaron los míos, y se adueñaron de mi mano, como si fuera un conquistador español en una tierra americana desconocida. Y buscó mi boca , seca, y mis mejillas cubiertas de lágrimas y me besó. Sin mediar palabra., mirándome a los ojos como queriéndose meter en mi vida, y su lengua ocupó mi boca, saludó a mi lengua, caminó por mis dientes, lavó con su saliva dulce el gusto salobre de mis labios, de mi cuello, el último pelito de mi cabeza. Y me tocó la pija, la masajeó despacido con su mano con anillo de compromiso. La sobó y la sobó, hasta que ya no pude más y abrí el cierre de mi bragueta y mi poronga pordiosera salió de su encierro, de su abandono, de la cárcel de mi tristeza, y se proyectó gorda y blanca por la oscuridad, hasta que el la besó, la recorrió con su boca tan caliente como el clima, tan necesitada como la mía. Se metió mi verga en la boca, y la mamó con gusto y nunca sentí una mamada así en la vida, nunca había sabido que pudiera haber un lugar así de cálido y húmedo y tan receptivo y comencé a gemir, a respirar con esfuerzo, a repetir su nombre como si fuera un mantra . Y el levantó los ojos desde lo profundo de mis piernas, y me miró y yo comencé a reir, mientras el me la chupaba una y otra vez, mientras mojaba mis huevos olvidados, con su savia vivificante. Levanté su cara y lo besé en la boca, y mis besos eran besos con ruído, con mucho mucho ruido y el decía shhhhhhhhhhh como tratando de acallarme, no fuera cosa que nos oyeran.
Y cuando no pude mas, me vine, y acabé litros de semen sobre su cuello, sobre su pecho, en la comisura de sus labios, y después sorbí de su boca mi leche caliente y espesa.
Acaricié su culo cubierto por el suave algodón de su bermudas, y mientras lo besaba, se las bajé y apareció su pija en todo su esplendor, soberbia, prepotente, gorda, morcillona, mojada y el llevó mi cabeza suave pero firmemente hasta su piel y cuando senti el olor de su pubis , el aroma a limpio de sus bolas, me volví como loco y me tragué su pija deliciosa como quien engulle un manjar, un helado de crema americana delicioso, pero caliente, tan caliente como el clima, tan fuerte como la pasión.
Busque su boca una y otra vez, y luego volvía a ponerme aquella pija cabezona y dura en la boca y la chupaba con desesperación. El puso su mano en mi cabeza como para impedir que me fuera: como para que no interrumpiera ese placer prohibido que mi lengua, mi boca, mi saliva y mi garganta, le daban a su posesión más valiosa, a su pija grande y tentadora.
En la oscuridad, me detuvo. No quería venirse tan pronto. Deseaba prolongar el placer lo más que se pudiera. Entonces busque en la oscuridad sus pies blancos y le saqué las sandalias, y chupé sus plantas y cada uno de sus dedos, como si fueran pequeñas pijas y el comenzó a gemir y yo no le dije shhhhhhhhhhhhhhhhhhhh porque quería que gimiera, porque quería darle placer, volverlo loco con mi mamada única e histórica.
Cuando ya no pudo resistirlo, se vino. Con varios chorros de leche que inundaron el auto, que salpicaron mi ropa, que se expandieron por el tapizado casi nuevo del asiento delantero.
Y se recostó en mi exhausto. Como un maratonista luego de correr los diez kilómetros de competición, como un nadador de larga distancia tras cruzar el Canal de la Mancha.
Acaricié su pelo algo largo pero cuidado, era suave , muy fino, deliciosamente liso: lo abracé. Acaricié como pude su culito hermoso, su hermoso culo de macho que parecía derretirse al calor de mis manos afiebradas. Nos secamos como pudimos con una toalla vieja que sacó de un rincón del asiento, y fuimos eliminado uno a otro los rastros de leche de nuestras caras y nuestros cuerpos. Antes de salir, nos besamos una y otra vez, y el no encendía el motor y yo me preguntaba que esperaba. Fue cuando habló : fue cuando me dijo que no estaba comprometido, que el anillo era una farsa para evitar sospechas entre los socios conservadores y mata putos de su estudio. Y me lo dió, puso su anillo en la palma de mi mano derecha y cerró el puño. "Estaba esperando que aparecieras vos " me dijo y aunque por ahí era una mentira, le creí y me puse el anillo en el dedo anular de mi mano derecha y aunque algo justo entró hasta el final , y nos largamos a reir . No fuimos hasta la playa de estacionamiento a retirar mi auto. Lo llevé a mi casa, a mi casa vacía , y mi perro le lamió las manos y le hizo fiesta. Lo tomé del brazo, lo empujé hasta mi cuarto , lo tiré en mi cama , y le fui sacando la ropa una a una con una lentitud infinita: la remerita de algodón, el bermudas azul claro casi celeste manchado con leche no se de quién , mía o de el , que importaba .., las sandalias sin talón, y por fin el slip chiquitito , que apenas podía contener su hombría desbordada y su culo delicioso.
Se puso boca abajo como esperando mi voracidad con su culo blanco y liso, parado y valiente, y se lo comencé a chupar diciendo shhhhhhhhhhhhhh shhhhhhhhhhhhhhhhh para evitar que sus jadeos despertaran a los vecinos.
Se la meti lentamente o mientras le daba besitos cortitos y dulces en su nuca, en su cabeza, en sus orejas, en su cuello, en el camino sinuoso de su espalda, y se la metí hasta el fondo, hasta que me pareció descubrir la parte mas recóndita de su ser, para hacerlo mío, para que nunca se fuera, para que gritara de placer , para que me pidiera una y otra vez que lo cogiera, que lo poseyera, que lo amara, que compartiera mis dias.
galansoy. Un relato más para todos mis consecuentes lectores. Es una historia tan real como la soledad, y tan bella como el descubrimiento del amor en el medio del engaño, la oscuridad y la mentira. Besos .g.