Calor en las duchas (2)

por Dios...¿cómo puede un equipo ser tan caliente? voy a morir de excitación!

Después de aquella última aventura en los vestuarios, me di cuenta que no podía esperar hasta el próximo día que el entrenador nos hiciera entrenar con los de la categoría menos (14-16).

Y siempre que llegaba para entrenar (que es cuando acababan éstos), me fijaba en Javier y Alberto… Pero también había otro que me llamaba la atención. Era Aitor.

Os lo describiré: el pequeño Aitor tiene 13 años (éste año cumplirá 14), es bajito, aproximadamente 1’70 (digo bajito porque yo soy más alto que el, le saco una cabeza lo menos), y es delgadito, tiene unos bracitos flaquitos pero cuando los mueve se nota que es atleta porque debajo del hombro se le marca esa hendidura que demuestra que está fuerte. Lo que no sabía es si tenía unos buenos abdominales, porque nunca le había visto sin camiseta… Tiene el pelo muy corto (al 1 o al 2), y es guapo, muy mono. Y no tiene un solo pelo en las piernas. Creo que se los depila, pero la idea de que no le hubieran crecido era muy excitante

El caso es que por fin llegó el muy esperado día en que volvimos a entrenar con los cadetes. Todo fue muy bien (el baloncesto es un deporte de contacto, y Javier y Alberto se aprovecharon de ello), hasta que terminamos, y intenté hacer tiempo yendo a comprarme un agua, a hablar con un amigo que conocía que estaba en las gradas… El caso es que mientras hablaba con mi amigo comprobaba como iban saliendo los compañeros de equipo, y cuando a mi juicio ya se habían ido muchos, me despedí y entre en el vestuario.

El caso es que Aitor estaba solo, y aún vestido con ropa deportiva, lo que me extrañó y le dije:

-¿Cómo es que aún estás aquí?

-Es que me ha llamado mi madre, y me ha dicho que si tenía llaves de casa, que ellos llegarían un poco tarde, y me las he olvidado en casa

-Amm… lo siento.

-No pasa nada…Oye, cierro con llave, ¿te importa? Es que así nos podemos duchar tranquilos sin miedo a que las chicas abran

-Claro, mejor.

Me fijé que a medida que se acercaba la puerta, que sus anchos pantalones de baloncesto dejaban ver la silueta de un culito pequeño, pero de esos musculazos, que dan gusto tocar… El caso es que cuando vuelve, yo ya me estoy desnudando, y noto que a medida que me bajo los calzoncillos, se queda mirando mi polla. Pero no le miro directamente, pero de reojo veo que tiene la boquita abierta, y me esta mirando. Yo hago como si nada, y el se despereza y empieza; todo esto en silencio.

De golpe, mientras cojo la toalla me dice:

-Si que…estás crecido, ¿no?

Yo le miro, con una sonrisa y le digo:

-¿Por qué lo dices? ¿Por esto?-digo, enfocando con mi mirada a mi polla.

-Sí…-contesta tímidamente, con la boquita abierta. Sabía que tenía que alargar esa conversación como fuera… ¡Es tan mono éste Aitor!

-Bueno, ¿y tú qué? Ya tienes edad de crecer, ¿no?-se empieza a desnudarse para ducharse mientras le pregunto.

-Ya, pero…por no crecer, no me han crecido ni pelos en las piernas…-me dice sin mirarme, mientras se desnuda. Veo que tiene el culito blanco, sin ni un pelito, musculadito, ligeramente más plano en los lados. Qué monada

-Quieres decir que…aún no… ¿no te ha crecido?

-Eso mismo

-¡No te preocupes hombre! Crecer, ya crecerás hombre- se gira y le puedo ver la polla (pollita).

-Mira,- me dice señalándome su polla- ¿ves? ¡Es enana!

-Pues a mí me parece una monada

No se por qué dije eso, salió de mí sin más, pero lo dije. Él me miró con su cara bonísima, y la boquita abierta… estaba para comérselo, lo juro.

Él se fue acercándome, y cuando con la luz vi que su cuerpo se veía brillante debido al sudor, me excité de golpe, tuve una erección, que no pasó desapercibida para él. Se acercaba más, y pude oler su sudor. No era en absoluto un olor desagradable, al revés: invitaba a acercarse más (malditas feromonas, ¡cómo sois de atractivas!).

Se acercó y me dio un besito. Un contacto de labios corto pero intenso. Me dio otro, y esta vez, le mordí ligeramente el labio. Esto fue demasiado, y me abrazó y nos fundimos en un bonito beso, sin demasiada pasión, de aquellos babosos, no; fue delicado, suave.

Sus manos buscaron mi culo, un poco peludo (no demasiado, pelo rubito), y las mías buscaron el suyo. No pensaba que fuera tan suave, parecía lavado con Mimosín. Se lo acariciaba por donde acaba la espalda y se convierte en culo, en mi opinión la parte más excitante. Con la otra mano le tocaba sus pequeñas tetillas; pequeñas debido a su delgadez (que, no os confundáis, no es exagerada), y era delicioso.

Me hizo sentar en un banco, que estaba caliente porque debajo hay radiadores. Él se tumbó en el banco y me cogió la polla. Me miró a los ojos con aquella carita tan bonita y la boquita entreabierta, y le sonreí. Como para no sonreírle a una cosa tan mona. Y se metió el capullo dentro de su boquita.

El calor de su boca y la humedad de su lengua en contacto con mi capullo me hizo poner los ojos en blanco durante un instante, hasta que se la fue introduciendo poco a poco. Era una ricura, os lo aseguro. Esto me hizo pensar, ¿cuántos gays habría en aquél equipo? ¿Sería yo su primera experiencia? El caso es que movía la lengua como un santo

Luego de introducirla unas veces más, cuando se la sacó, le puse los dedos índice y corazón en los labios, para que parara y se levantara. Me chupé un dedo, y nos besamos, mientras le introducía el dedo chupado en el ano y le tocaba esas nalgas yermas con mi otra mano.

Al cabo de bastantes entradas y salidas de dedo, y varios besos después, le hice apoyar las manos en el banco, agachado sobre él, dejando ese blanco culo en exposición. Os lo aseguro, tener a un chavalín sin pelos dispuesto así… Es una sensación indescriptible.

Le agarre las nalgas por los lados (¡Qué nalgas, por dios! Suaves, suaves…) Y puse el capullo en el agujero, pero sin entrarlo.

-Sshhh…- le hice, para que se relajara.

Entró el capullo, con delicadeza. Vi que no tenía que aguantarme de sus nalgas, así que con la mano derecha le cogí el pene erecto, pequeño pero algo precioso, y con la otra le acariciaba la nalga.

Entonces me decidí a entrar el resto. Fue lento, poco a poco, mientras le intentaba distraer del dolor sobándole la pollita. Que delicia de ano, suave, blanquito

Cuando entró toda, empecé lentamente a sacarla y meterla dentro. Noté cómo su recto hacía presión contra mi polla, dándome verdadero placer. Y él gemía. Gemía con una voz de niño, que aún no ha cambiado de voz, que no es adulto. Una monada. Cuando vi que la presión del recto era muy excitante, aumenté la marcha, y el ritmo de sus gemidos aumentó. Me iba a correr pronto.

Y al cabo de varias repeticiones, pasó. Tuve unas convulsiones en las piernas, que aumentaron dramáticamente el ritmo de la penetración, y fue subiendo hasta el pecho y poniéndome los ojos en blanco. Él gemía más rápido, y tuve que volver a agarrarle del culito para sujetarme.

Después de venirme, apoye mi torso brillante sobre su espalda, y le susurré al oído:

-Qué monada eres…toda una delicia.

Pero no le di tiempo a responder, tenía algo pendiente con él: esa maravillosa pollita. No quería que estuviera acomplejado por no crecer, así que le hice sentar, vi como su torso musculazo brillaba por el sudor… Por Dios, ¡Cuánta atracción! Y esa cara tan bonita, tan mona

Cogí su pollita, la miré y me la introducí como lo hizo él: primero el capullo, y lentamente el resto después. Era una ricura: una polla que no ha crecido tiene un sabor mucho más dulce, lo aseguro. Después, me aproveché de que no tenía pelos para comerme sus testículos… pequeñitos, pero con la piel durita a causa de la desnudez: la piel no estaba flácida, o sea que era todo un camino de rosas, lo ponía todo tan fácil

Se la comí, y oí que gemía, una delicia mirar como cuando gemía se contraían sus abdominales en un movimiento empezando por la tableta hasta las tetitas, y subiendo hasta su boca que producía el gemido

Después de introducirme su pene muchas veces, baboseándolo (pero no excesivo ni pegajoso, en el punto justo) mientras le tocaba los testículos, noté como sus piernas temblaban. Un temblor que fue subiendo, por los abdominales, tetitas, los brazos que se tambalearon desde el antebrazo hasta el hombro, hasta su gemido y su corrida.

La corrida más deliciosa del mundo. Un chico sin un pelo, que se corría en mi boca. Tuve la corrida unos segundos, mientras él me miraba con esa carita tan preciosa, abrí la boca para enseñársela, y me la tragué. Él sonrió, que preciosidad. Y nos fuimos a duchar, sin una palabra, pero nos tocábamos el culo, y nos reíamos pícaramente. Todo un banquete sexual.

Y esa noche no pude dormir hasta tarde, pensando en aquella deliciosa tarde que acababa de pasar. ¿Por qué no entrenábamos cada día con los cadetes? ¿Cómo podía el pequeño Aitor ser tan mono y excitante a la vez?

¡Hasta el próximo entreno!;)