Calor en el cine

En la ultima fila de un cine, un hombre me hace rugir de placer con el visto bueno de su pareja.

Esta historia es mitad verídica y mitad ficción

Había viajado para hacer una entrevista de trabajo y mi avión de vuelta no salía hasta la noche así que tenía todo el día para visitar la ciudad.

El calor apretaba y tras la comida no me apetecía otro museo así que me metí en un cine a ver una peli alemana y oscura que resultó ser infumable. El cine estaba vacío; sólo había una pareja en las primeras filas, y yo, en la última, me quede dormido.

Al despertar me noté muy caliente. El sopor del sueño parecía haberse concentrado en mi entrepierna; quizás algún sueño erótico que no recordaba. El caso es que allí sólo en la oscuridad del cine me entraron unas ganas terribles de masturbarme.

Casi sin pensarlo me desabroché el cinturón, los botones y la cremallera del pantalón y comencé a acariciarme el rabo por encima del boxer. Esto hizo que se me endureciese de inmediato. Decidí bajarme un poco el boxer para liberar mi polla y me dediqué a menearla despacio mientras con la otra mano me agarraba los huevos. El morbo de hacerme una paja en un cine me estaba calentando al máximo y la tranquilidad de que nadie podía verme me permitía tocarme como sólo lo haría en la intimidad. Lo cierto es que me estaba haciendo una paja memorable.

Si, si, en la intimidad... Cuando tenía la polla como una barra de acero, los huevos a punto de explotar y los labios apretados para sofocar los gemidos que me hubiese gustado lanzar, en ese momento el hombre que estaba sentado con su pareja se levantó y recorrió el pasillo del cine hasta mi fila, y mi fila hasta llegar a la butaca contigua, en la que se sentó.

Sólo me dio tiempo a colocar mi americana encima de mi marco de operaciones. Todo el calor de mis huevos se me subió a la cabeza y me quedé mirando la pantalla fijamente intentando disimular y como si lo que estaba ocurriendo no fuese conmigo.

El tío, como si fuese la cosa más normal del mundo, metió su mano bajo mi chaqueta y comenzó a rebuscar al tiempo que me decía: "déjame que acabe yo…"

Todo fue muy rápido. La situación me superaba y el miedo y vergüenza que sentía sólo me permitieron susurrar: no, no, déjalo, que paso

Pero el tío ya había encontrado mi polla, la agarraba con fuerza mientras la movía muy despacio y me dijo con contundencia: shhhhh, mi mujer está dormida pero como se despierte montará un escándalo ¿quieres que venga la policia o qué? Tranquilízate y disfruta, te voy a hacer una paja que vas a recordar toda tu vida, tienes un rabo enorme, cabrón.

Estaba paralizado, y a la mezcla de miedo y vergüenza se unió un placer que se movía por oleadas entre mi polla, mis huevos y mi estómago. Sentía un morbo tan increíble que decidí estarme quieto y disfrutar de aquella paja tan alucinante. El tío me quito la chaqueta y mi polla, que efectivamente es y estaba enorme, salió de su escondite a la penumbra del cine. Yo vigilaba por todos los lados pero realmente no había nadie; ni siquiera se veía a la mujer que al estar dormida se habría recostado en el asiento.

El muy hijo de puta sabía muy bien lo que hacía. Me la estrujaba como si me fuese a ordeñar. Yo estaba alucinando y tan nervioso que todo comenzó a dar vueltas. Cerré los ojos, pues me estaba mareando de verdad, y eso me permitió concentrarme: quería terminar lo antes posible e irme de allí echando chispas.

De pronto el tío me soltó la polla durante un instante en que abrí los ojos y pude ver como su propósito no era otro que intercambiar su mano por su boca. Ahora lo tenía recostado sobre mi asiento tragándose mis veintidos centímetros y agarrándome los cojones; más bien estrujándomelos.

Era la primera vez que un tío me comía la polla, y me estaba haciendo gozar tanto que me hubiese corrido hacía rato, pero la ansiedad que sentía retardaba la llegada de mi climax, y eso me hacía retorcerme de placer aún más en la butaca. Tenía los ojos cerrados y las piernas tan abiertas como me lo permitían los pantalones que para entonces lo llevaba a la altura de las rodillas.

De vez en cuando notaba como su saliva y mis jugos preseminales rodaban por mi polla y mis huevos perineo abajo: me notaba empapado. Mi asaltante detuvo entonces la felación. Mi polla brillaba en la penumbra, chorreante de babas, y pude ver como él se embadurnó los dedos de la mano derecha, mientras con la otra me agarraba mi polla de nuevo. Entonces acercó su boca a mi oreja derecha y la mordió mientras me susurró entre jadeos: "¿qué tengo que hacerte para te corras de una puta vez…? Venga cabrón, abre las piernas todo lo que puedas y mira lo que te voy a hacer…"

Él me apretaba la polla sin moverla. Mi pelvis temblaba buscando un movimiento que me subiera al último escalón del placer y al moverme encontré la punta de los dedos de su mano derecha buscando mi ano. Me imaginaba lo que iba a suceder pero estaba entregado a la lujuria de ese momento y aceptaba cualquier cosa. Introdujo un dedo sin dificultad y lo retorció dentro de mí… joder, tuve que apretar los labios para no aullar de placer. Alguna tía me lo había hecho antes y era algo que realmente me volvía loquito, especialmente cuando ya llevaba un rato caliente.

Después de menear su dedo dentro de mi culo durante unos segundos lo sacó y volvió a apretarme la polla con su otra mano: apretaba y soltaba, apretaba y soltaba, apretaba y soltaba; jamás había gozado tanto de una paja. Entonces deslizó 2 dedos dentro de mi ano que entraron menos profundo pero sin ninguna dificultad y elevo los dedos en mi interior. Buf!, no sé que coño hizo pero fue algo que jamás he vuelto a experimentar. La excitación y el placer que sentía habían conseguido que mi polla alcanzase un tamaño y una dureza que yo no había sentido nunca.

Sus dedos moviéndose en mi culo, su mano machacándome la polla con dureza, mis piernas aprisionando su brazo, sus dientes mordiendo mi cuello, su voz en mis oídos susurrándome: córrete cabrón, córrete de una vez. Fue demasiado

Una mano me tapó la boca mientras yo soltaba ríos de semen (el primer disparo saltó por encima de mi cabeza); era la mano de la novia de mi amante, que según me dijo más tarde, llevaba varios minutos observándonos, con el acuerdo de su chico, y temió que mis gemidos alarmasen al personal del cine.

Y allí estaba yo, tirado literalmente en una butaca de cine, con el culo ensartado por unos hábiles dedos, y con dos manos delicadas pero firmes que en perfecta sincronía me exprimían la polla. La mujer emulaba a su novio mordiéndome el cuello y diciéndome al oído: "te ha gustado, suéltalo todo, disfruta la corrida; tienes una polla deliciosa…" Me daba todo igual, estaba teniendo uno de los mejores orgasmos de toda mi vida y tenía el cuerpo electrizado. Veía todo a mi alrededor como en una película (nunca mejor dicho).

Yo volvía en mí poco a poco pero mi rabo seguía durísimo. Ya no sabía ni que hacer, ni que decir, ni nada. La chica se retiró de mi cuello y me dijo, refiriéndose a su novio: "¿te gustaría follártelo delante de mi? Te podemos dar dinero si quieres…, vente con nosotros; lo que te va a pasar no lo olvidarás nunca". El tío añadió: "si te decides a venir con nosotros te esperamos en la puerta del cine en un coche con los cristales oscuros" y sin más palabras salieron disparados.

Quedaban cinco horas para mi avión y decidí que quería seguir viviendo ese sueño.

Si quieres saber lo que pasó lee la segunda parte de este relato "tras el cine, al hotel"