Calor de verano
Las consecuencias de dormir desnudo por el calor
Aquel verano estaba siendo especialmente caluroso y yo soy de natural caluroso. Encima ese año me había quedado sin vacaciones. Menos mal que solo trabajaba por las mañanas, lo cual lo hacía más llevadero. Pero después de comer me entraba una modorra que me llevaba a tumbarme en cama a hacer la siesta.
Encima vivo en el último piso de mi edificio. Una mole de doce pisos que me acerca un poco más al sol. Habría jurado que esa diferencia de altura se notaba.
En fin… Verano, calor, siesta. Y claro con tanta calor yo no aguantaba ni los gayumbos, así que me eché en pelota picada sobre la cama. Cuando desperté estaba boca arriba y empalmado como un burro igual que siempre al despertar. Me desperecé y me quedé un momento tumbado mientras planeaba que haría durante la tarde. Miré hacia la ventana pensando en ir a la playa y entonces la vi.
Vivo en una avenida de dos carriles en cada sentido con una mediana de medio metro separando ambas direcciones. En uno de los edificios de enfrente alguien se escondía tras una cortina. Habría jurado que era una mujer que vivía como yo en el ático con la diferencia de que el suyo disfrutaba de una terraza. Después de esperar un rato mientras miraba atentamente al ventanal de enfrente llegué a la conclusión de que lo había imaginado así que me levanté y seguí con mi vida. Pero no se me iba de la cabeza que allí había alguien espiándome.
Cuando llegó la hora de irse a dormir seguía haciendo una calor infernal. Así que me acosté con la ventana y la cortina abiertas de par en par para aprovechar algo la brisa marina y al igual que por la tarde, me acosté desnudo. Como suelo hacer dejé la lámpara de la mesilla encendida para leer un poco antes de dormirme pues soy un gran aficionado a la lectura.
Esa noche elegí la táblet para leer algún relato erótico en todorelatos y pasó lo que tenía que pasar. Era un relato muy bueno y a los cinco minutos tenía el rabo más duro que la porra de un guardia. De repente percibí un movimiento por el rabillo del ojo. De nuevo había movimiento en la misma ventana. No lo había imaginado. ¿Qué hacer? Como en el fondo me la pela que me vean, no me moví y giré un poco la cabeza para intentar saber quién era la cotilla contando con que la penumbra me taparía lo suficiente.
Efectivamente tal como pensaba era una mujer. Sí. Era una mujer joven y a pesar de la distancia pude apreciar que tenía buen tipo. Lo que me sorprendió era que me parecía haberla visto acariciándose. Tal vez la oscuridad y la noche me jugaban una mala pasada. Pero hubiese jurado que era así. Pues si lo estaba pasando bien no la dejaría con el calentón. Que disfrutase. Me encerré tras el libro y la dejé disfrutar de las vistas.
Cuando al cabo de diez minutos dejé el libro la mujer parecía haber desaparecido. Así que apagué la luz y me dormí planeando la siesta del día siguiente.
Cuando le levanté aquella luz estaba apagada. Desayuné y me fui a trabajar como siempre. La mañana se me hizo eterna pensado en la tarde. Al llegar a casa vigilé la misteriosa ventana, pero no parecía haber nadie. Después de comer entré en el dormitorio y me desnudé para “dormir”. Los días seguían siendo calurosos y agradecí la brisa en la piel. Me tumbé sobre la cama y me eché de lado mirando hacia la ventana. Puse un brazo bajo la cabeza y simulé dormir pero mis ojos no se apartaban de la ventana.
No tardé en ver como la cortina del otro lado de la calle se movía. Tras asomar una cabeza durante unos instantes salió el resto del cuerpo. Ahora con la luz del día podía apreciarla. Se trataba, al contrario de lo que pensaba, de una mujer veterana. Pasaría de los cuarenta y cinco, pero tenía un cuerpo de escándalo. Llevaba una simple bata ligera abierta. Tenía unas caderas rotundas y unos pechos generosos. Su larga melena rubia le caía por delante hasta casi taparle uno de los pechos. Tras unos momentos de titubeos llevó una de sus manos hacia un pecho y comenzó a masajearlo mientras la otra bajaba a su sexo. Desde la distancia no podía ver si su vello era rubio o si lo tenía totalmente depilado. La mano dejó el pecho y se escondió un segundo tras la cortina para aparecer con unos pequeños prismáticos.
—Que cabrona —pensé—. Vouyer nivel pro, la tía.
Le dejé hacer simulando estar dormido durante unos minutos. Mientras me observaba con los prismáticos la otra mano se ocupaba de darse placer en el coño con ansia. El verla me excitaba cada vez más y notaba como mi polla estaba más dura a cada momento. Al final aun tendría que aliviarme yo así que decidí probar. Haciéndome el dormido me tumbé de espaldas. Ella se quedó quieta un momento, expectante. Al comprobar que nada parecía haber cambiado decidió seguir con la atención que le prestaba a su sexo con fruición. Deje pasar unos segundos hasta ver que ella seguía disfrutando de las vistas y me llevé la mano hasta el rabo. Ella se detuvo un segundo y enseguida volvió a la faena. Comencé a acariciarme la polla lentamente. Ella volvió a detenerse un segundo pero enseguida volvió a reanudar el movimiento de sus dedos acariciando su sexo. Se sentía cada vez más confiada y el espectáculo parecía ganar interés para ella. Cuando comencé ya a masturbarme claramente ya no se detuvo y siguió dándole cada vez con más ganas.
De repente se me ocurrió una idea. Tal vez era una locura, pero no perdía nada intentándolo. Sabía que en la mesilla tenía una libreta que usaba en ocasiones para tomar notas cuando leo. Me giré hacia la mesilla y abrí el cajón. Por el rabillo del ojo vi que le desconocida se escondió tras la cortina y asomaba tan solo la cabeza. Cogí la libreta y el bolígrafo y escribí mi número de teléfono lo más grande que pude. Confiaba en que con los prismáticos fuese capaz de leerlo. Volví a tumbarme de espaldas y apoyé la libreta contra la cadera mostrando el número. La desconocida seguía escondida y solo asomaba un poco la cabeza.
Me pareció ver que echaba mano de los prismáticos para ver mejor la libreta, así que procuré no moverme para que pudiese leer el número con claridad. Después de unos segundos desapareció de mi vista. No sabía si la había asustado, pero sí tenía claro que le había demostrado que la había visto vigilándome. Ahora tocaba esperar.
Pasó casi media hora hasta que recibí un whatsapp.
—? —no decía nada más, pero estaba seguro que era ella. Pensé que debía actuar con cuidado para no espantarla.
—Hay buenas vistas desde tu ático?
Tardó un buen rato en contestar.
—No están mal. Tú también vives en un ático? —pensé que quería asegurarse de que no se confundía de persona.
—Si. Pero yo no tengo prismáticos. No sé lo que me pierdo.
Volvió a tardar un buen rato en contestar. Seguramente estaba pensando si daba un paso más o lo dejaba correr. Finalmente me envió un primer plano de un pecho. Se veía nítidamente la areola marrón en la que destacaba un pezón erecto que pedía una lengua a gritos. Se había decidido y aquello prometía.
—Nada más? —quería saber si estaba dispuesta a llegar al final.
—Con los prismáticos tampoco tengo una vista tan clara… —que hijaputa, pensé. Aquello era un intercambio. Pues de acuerdo, me dije.
Saqué una foto de mi polla en primer plano desde un lado y otra de frente. Tras evaluar cuál le podría poner más decidí enviar la que se veía de lado. Así podría apreciar mejor la longitud y el grosor. Y de verdad que ninguna de las dos dimensiones son despreciables.
No tardó en responder con un primer plano de su sexo. Resultó que su vello púbico era rubio y estaba recortado con mimo. El final del vello se podía apreciar como sus labios estaban un poco abiertos. Estaban brillantes de humedad. Seguía excitada y seguramente la conversación mantenía el nivel. Era demasiado morboso.
—Me gusta. Se ve muy sabroso —contesté para alabar lo que veía al tiempo que demostraba mi interés en enterrar la cabeza entre sus piernas.
—Gracias. El tuyo también parece muy apetitoso —bien por ella. También le gustaba saborear un buen rabo.
Era el momento de dar el paso definitivo. El todo por el todo. O se iba todo a tomar por el culo o nos follaríamos como locos.
—Dónde? —esperaba que entendiese sin problemas la insinuación.
—Piso? —contestó.
—12C
—Ok. Media hora —¡bien! había aceptado sin dudar.
—Aquí estaré.
Me levanté y me di una ducha para refrescarme un poco. Después me puse una camiseta de manga corta y un pantalón de lino muy holgado. Me pareció demasiado chabacano esperar totalmente desnudo. Puse música suave y esperé.
Ella fue puntual. A la media hora exacta sonó el timbre. Cuando pregunté me contestó con un simple “hola”. Su voz sonaba firme y decidida, pero suave y sugerente como la seda. Cuando llegó al piso yo esperaba en la puerta. Abrí de par en par cuando salió del ascensor invitándola a entrar con una sonrisa. Llevaba una minifalda lo suficientemente larga para resultar elegante y una camiseta de tirantes muy ajustada, sobre la camiseta. En la mano llevaba un pequeño bolso tipo bombonera y una cazadora de piel muy fina. Su atuendo lo completaban unos tacones que estilizaban mucho sus piernas perfectas.
—Hola. Yo soy… —comencé a presentarme
—No quiero saberlo —contestó tapándome la boca con un dedo. Olía a flores—. Sin nombres. Si quieres, puedes llamarme como quieras. Incluso insultarme, si te apetece. De hecho me gusta que lo hagan.
—De acuerdo. Tú mandas —acepté invitándola a pasar.
—¿Quieres un refresco? ¿O prefieres una copa? —aunque la cosa fuese de sexo tampoco era cuestión de perder los modales.
—Algo con alcohol y un poco de hielo.
—Enseguida.
Puse dos copas de güisqui con hielo y le ofrecí una. Ella se había sentado en el sofá con las piernas cruzadas. Sobre el respaldo reposaban su bolso y su cazadora.
—Por nosotros —brindé levantando mi copa.
—Por nosotros —contestó ella sonriendo con picardía mientras entrechocaba su copa con la mia.
—No sabía que tenía vecinas aficionadas a espiar a la gente —dije para romper el hielo.
—Y no lo hago. Te vi por casualidad y me gustó lo que vi. Así que aproveché el espectáculo. ¿Quién te manda dormir así?
—Tenía calor… —me justifiqué.
—Y más que provocaste, cabrón —contestó riendo.
Me acerqué más a ella y pasé un brazo por el respaldo del sofá a su espalda. Nuestras caras estaba muy cerca.
—¿Cabrón? —pregunté sonriendo mientras ponía mi mano en su rodilla—. No parecía que te hubiese molestado.
—Puedes comprobarlo tú mismo —Invitó abriendo un poco las piernas mientras en su cara se pintaba una pícara sonrisa.
Me pilló por sorpresa. Pero intentando disimularlo y sin dudar subí mi mano poco a poco hasta llegar a sus muslos. Allí seguí subiendo con un solo dedo. Ella entrecerraba los ojos disfrutando la caricia. Cuanto más arriba llegaba mi dedo más abría ella las piernas. Al llegar a su sexo me encontré con que no llevaba ropa interior. Acaricié su pubis con cariño, enredado mis dedos en aquellos suaves pelillos. Después bajé hacia su raja. Ella echó el culo ligeramente hacia delante para facilitar el acceso. Tenía los ojos cerrados y la boca entreabierta. Su respiración comenzaba a acelerarse y parecía disfrutar.
Metí un dedo en aquella cueva y ella lo agradeció con un gemido. Saqué el dedo y acaricié sus muslos jugando a la entrada de la cueva del deseo. Acaricié cada milímetro de piel acercándome y alejándome de la entrada. Su respiración se detenía cuando me sentía a punto de entrar. Finalmente no la hice sufrir más y metí de nuevo mis dedos en su interior. Estaba encharcada de jugos y mis dedos entraron sin dificultad. Lubriqué mi pulgar con sus propios jugos vaginales y busqué el clítoris para acariciarlo con cuidado para provocarle al mayor placer posible.
—Como me gusta —dijo con voz ronca por el deseo—. No pares, por favor.
—¿Te gusta, putita? —pregunté introduciendo los insultos en el juego.
—Me encanta —aceptó entre suspiros—. Me gusta mucho ser una puta.
—Pues entonces disfruta como la puta que eres —dije dándole más.
Decidido a complacerla seguí e incluso intensifiqué mis caricias mientras tenía dos dedos dentro de ella. La follé despacio con los dedos. Ella acompasaba sus jadeos al movimiento de mis dedos mientras se llevaba las manos a las tetas para acariciarlas por encima de la tela mientras se dejaba caer hasta quedar tendida en el sofá.
Era el momento de soltar la cremallera de su falda y deshacerme de la prenda. Ella me ayudó levantando un poco el culo. Después separé un poco sus piernas y busqué su sexo con mi boca. Pasé mi lengua por sus muslos repartiendo besos por donde pasaba. Poco a poco fui acercándome a mi destino final. Estaba empapada. Pasé la lengua a lo largo del exterior de sus labios mayores arrancado un estremecimiento de placer al tiempo que incrementaba sus jadeos. Cuando al fin metí la punta de la lengua en si interior gimió de deseo. Ella misma levantó sus piernas aguantándolas con las manos para que tuviese acceso total a su sexo. Ahora podía ver también su esfínter. Pasé la lengua por fuera de su coño hasta llegar al ano. Cuando llegué al final dio un respingo, pero se relajó enseguida y no intentó apartarme. Volví a llevar mi lengua a su interior y me apliqué a trabajar su clítoris mientras la follaba con dos dedos.
Sus gemidos eran cada vez más continuos y su respiración más fuerte. Saqué los dedos de su coño y la follé con la lengua metiéndola tanto como podía.
—No pares. Que estoy a punto de correrme. No pares, cabrón —exigió.
—Córrete puta —la animé—. Correte como la zorra que eres.
Comencé a incrementar el ritmo y de repente metí un dedo en su culo por sorpresa. Ella intentó cerrar el culo instintivamente pero enseguida lo relajó disfrutando de la sensación. Su cuerpo agradeció el castigo en sus dos agujeros agitándose cada vez más al tiempo que sus jadeos eran ya continuos.
—Me corro —avisó—. Me corrooooo.
Su cuerpo comenzó a convulsionarse como si sufriese un ataque mientras gemía desesperada y llenaba mi boca de sus jugos que bebí goloso mientras seguía dándole con todo.
Poco a poco fui rebajando el ritmo hasta que ella consiguió recuperar el aliento. Cuando al fin recuperó el aliento empujó mi cabeza separándome de su coño y se levantó para besarme y saborear sus propios jugos del interior de mi boca. Cuando se separó me miró a los ojos.
—Sí que eres bueno, cabroncete —dijo sonriendo con picardía.
—Se hace lo que se puede —le sonreí sabiendo que lo había disfrutado—. Y me encanta hacerlo.
Sin decir nada más se sacó la camiseta dejando ver unos generosos pechos de buen tamaño y pezones que me apuntaban amenazantes. Alargué un brazo para acariciar uno de esos hermosos globos pero ella se echó hacia atrás juguetona mientras me daba una palmada en el dorso de la mano.
—Espera —dijo pícara—. Ahora me toca a mí.
—De acuerdo. Todo tuyo —acepté levantando las manos.
Ella se acercó y me sacó la camiseta. Pasó sus manos por mi pecho y yo aproveché para agarrar uno de sus pezones. Ella volvió a darme un golpe en la mano mientras reía y volvía a acariciar mi pecho bajando hasta mi vientre. Después acercó su boca a la mia y me besó. Luego bajó la cabeza para acariciar con su lengua mi pecho. Acarició mis pezones provocando que una corriente eléctrica me recorriese de pies a cabeza. Siguió bajando hasta llegar al vientre. En ese momento metió la mano dentro del pantalón. Pareció alegrarse de no encontrar obstáculos para encontrar mi miembro con un ronroneo.
Con la otra mano abrió el pantalón para liberar mi polla. Cuando la tuvo a la vista la contempló unos segundos como valorando lo que había encontrado.
—Al fin la veo de cerca —dijo besando la punta.
—Toda tuya —la animé.
—¿Puedo? —preguntó mientras movía su mano arriba y abajo a lo largo del rabo.
—Por favor —la invité—. Chupa como una putita buena.
Sin pensarlo más abrazó el glande con sus labios. Después recorrió toda la longitud con la punta de la lengua. Yo eché la cabeza hacia atrás y cerré los ojos disfrutando de las sensaciones que recorrían mi cuerpo. Era una maestra chupando una polla. Se metió uno de mis huevos en la boca y tiró ligeramente de el. Después volvió a encargarse de la polla. Se la metió en la boca y fue introduciéndola toda muy despacio mientras la envolvía con la lengua. Cuando hubo llegado al fondo todavía quedaban un par de centímetros fuera. Se la sacó de la boca y me miró. Yo la miraba otra vez. Disfrutaba del espectáculo que me estaba brindando.
—Parece que tendré que esforzarme un poco más —dijo guiñando un ojo mientras sonreía.
—¿Podrás? —la reté.
—La duda ofende —dijo antes de volver a engullir mi rabo—. Esta puta puede con lo que sea.
Esta vez llegó hasta el fondo, aunque noté que se había provocado una arcada. En el siguiente envite ya se la tragó toda sin problemas.
—¿Pude o no?
—Nunca lo dudé —le aseguré satisfecho—. Se te nota que te gusta chupar pollas.
Ella volvió a concentrarse en chupar. Que bien lo hacía. No tardó en tenerme a punto de caramelo. Nunca había estado con una mujer que dominase tan bien ese arte. Un par de minutos más tarde la avisé.
—Estoy a punto de correrme. zorra—gemí caso sin poder articular palabra.
Ella incrementó el ritmo invitándome a acabar.
—Dámelo todo. Córrete para mí —pidió jadeando por el esfuerzo sacándosela un segundo para seguir chupando como una posesa.
No pude aguantar más. Con un rugido de placer solté toda mi carga. Ella lo recibió gustosa sin dejar de chupar mientras intentaba tragar. Algunas gotas de leche se escapaban por sus comisuras, incapaz de tragar todo mi torrente. Cuando sintió que y no salía nada más se la sacó de la boca y subió hasta mi cabeza para besarme de nuevo y darme a probar ahora a mí mis propios jugos. Me pareció justo así que respondí a su beso con ansia. Nos quedamos abrazados unos minutos mientras nuestras respiraciones volvían a la normalidad.
—¿Estás listo para otro asalto? —me preguntó con una sonrisa pícara.
—Aquí el colega igual necesita ayuda para despertar —contesté señalando mi rabo—. Pero no me queda duda de que después cumplirá como el mejor.
Fue suficiente estímulo. Bajó de nuevo la cabeza para meterse en la boca mi miembro que todavía no había despertado. El calor de su boca logró que enseguida comenzase a levantarse.
—Pues parece que sí tiene ganas de más —comentó ella tras un nuevo lametazo al glande.
—Es de fiar —le aseguré mientras yo buscaba su coño para acariciarlo. No tardó anda en comenzar a humedecerse de nuevo.
En cuanto consiguió que mi polla estuviese de nuevo dura y lista para el combate se sentó sobre mi pelvis y comenzó a frotar su sexo contra el mio. Yo ya estaba impaciente por penetrar en aquel sueño de coñito. Se deslizó hacia delante y después con una gran maestría volvió a hacerlo hacia atrás para esta vez empalarse ella sola con mi polla. Siguió deslizándose hacia atrás hasta que toda la tranca quedó alojada en su interior. Cuando se sintió empalada hasta el fondo su cuerpo se tensó como un arco.
—Cómeme las tetas —pidió gimiendo.
No me hice de rogar y agarré aquellos dos generosos pechos y acerqué uno a mi boca. El pezón estaba duro como una piedra y lo mordí ligeramente arrancándole un gemido de placer. Seguí amasando, besando, mordiendo ambos pezones mientras ella comenzaba a cabalgarme despacio para luego ir incrementando el ritmo. Sus ojos permanecían cerrados pero su boca jadeaba mientras parecía derretirse ante mis embistes para acompasarme a sus movimientos. Sus uñasse clavaron en mi pecho mientras me cabalgaba cada vez más rápido buscando un nuevo orgasmo. No tardó en llegar. Al cabo de un par de minutos sentí como sus jugos envolvían mi polla y ella gritaba poseída por la lujuria del orgasmo.
—Sí. Así. Fóllame duro, cabrón. No pares que me corro…
Siguió follándome duro hasta que al fin se corrió. Su cuerpo se arqueó de nuevo. Yo tenía cogidas sus tetas y cuando su cuerpo se echó hacia atrás casi le arranco un pezón. En lugar de molestarle, pareció gustarle más a tenor de los alaridos de placer que soltaba. Yo levanté las caderas para ensartarla un poco más. Quería llegar hasta el fondo de su coño. Ella agradeció el gesto moviendo sus caderas en pequeños círculos mientras no dejaba de jadear gemir. La muy puta lo estaba disfrutando a placer.
Cuando su orgasmo terminó se dejó caer sobre mi pecho, todavía ensartada. Poco a poco su respiración volvió a la normalidad.
—¿Te ha gustado, putita? —pregunté.
—Uffff, mucho. Pero tú no te has corrido aun. ¿Verdad?.
—Cierto —dije—. Aun podrás tener un tercer orgasmo. ¿No te apetece?
—Lo estoy deseando. ¿Quieres follarme el culo? —preguntó con un guiño.
—Será un placer —dije levantando la cadera. Ese movimiento le arrancó un nuevo gemido.
—Pues ven —dijo levantándose y colocándose en cuatro a mi lado.
No me hice de rogar y me arrodillé tras ella. Tenía el culo levantado invitándome a entrar. Su sexo brillaba húmedo y abierto. Me acerqué y pasé la lengua a todo lo largo de su raja hasta llegar al culo. Ella ronroneaba golosa, esperando el momento de la clavada. Decidí que era mejor trabajar un poco ese esfínter así que pasé la lengua alrededor mojándolo bien. Empujé con la lengua hasta que se abrió un poco. Sus gemidos me decían que le gustaba. Seguí trabajando aquel agujero mientras volvía a meter un par de dedos en su coño y la follaba despacio con ellos.
—Métela ya, cabrón. No me hagas esperar más —pidió.
—¿La quieres, puta?
—Sí, por favor. Fóllame ya el culo —pidió de nuevo.
—Muy bien. Pues ahí va. Te romperé ese culazo que gastas.
—Sí —gritó como un victoria—. Rómpeme el culo. Rómpemelo ya.
Acerqué el glande a la entrada y empujé hasta que entró. Ella soltó un pequeño grito de dolor y placer. Esperé unos segundos hasta que el anillo pareció relajarse un poco aceptando el intruso. Entonces comencé a empujar despacio pero sin pausa. Sus jadeos se incrementaban a cada centímetro que entraba en su interior. Cuando faltaban apenas un par de centímetros decidí meterlos de una sola estocada. Agarré sus caderas para afirmarme y de un solo empujón metí lo que quedaba. Ella soltó un grito de sorpresa que enseguida se convirtió en un gemido de placer.
Tenía un culo maravilloso. Empecé a empujar y retirar mi polla de aquel maravilloso agujero.
—¿Te gusta, zorra? ¿Te gusta que te follen el culo?
—Ahhhh. Me encanta. No pares cabrón. No pares, por favor.
—Muy bien. Tómalo todo —dije empujando de nuevo.
La metía hasta el fondo y luego volvía a sacarla hasta dejar solo el capullo dentro. Después de un solo empujón, volvía a clavarla hasta el fondo. Me eché hacia delante y metí un par de dedos en su coño. Ella dejó caer su pecho sobre el sofá y colaboró acariciándose el clítoris. Seguí bombeando no sé cuánto tiempo. Después de haberme corrido una vez mi aguante aumentaba, así que disfruté de ese maravilloso culo todo lo que pude. Pero antes de lo que yo hubiese querido mi polla me advirtió de que estaba a punto de soltarlo todo de nuevo.
—Me voy a correr, zorra. ¿Tú te correrás conmigo?
—Joder. sí. Me corro otra vez. Lléname el culo de leche, maldito cerdo.
—Tus deseos son órdenes, puta. Toma mi leche —dije mientras sentía una corriente eléctrica que me indicaba que mi leche estaba a punto de salir.
Incrementé el ritmo y la profundidad de mis estocadas. El culo ya estaba totalmente abierto, rendido ante el empuje de mi rabo que lo perforaba una y otra vez sin misericordia. Ella jadeaba loca de placer ante el castigo de su culo y el que sus dedos y los míos le proporcionaban de nuevo a su coño. Mientras al fin mis huevos se vaciaban en su culo, sus espasmos de placer me indicaron que un nuevo orgasmo la inundaba. Ahogó sus gritos de placer en el cojín que tenía ante si mientras empujaba el culo hacia atrás buscando que la ensartase más y más profundamente.
Rendido me dejé caer sobre su espalda. Dejé allí un beso tracé un surco con la uña desde su cuello hasta una nalga. Un estremecimiento de placer me dijo que le había gustado la caricia. Mi polla comenzó a perder firmeza, así que la retiré mientras disfrutaba de la vista de aquel ano totalmente dilatado. Me tumbé a su lado boca arriba. Ella se tumbó sobre mi sonriente.
—¿Te ha gustado mi culo? —preguntó sonriente.
—Me ha encantado. Tienes un culo maravilloso. Y un coño de lo más sabroso —añadí llevando mi mano hasta el. Ella cerró los mientras se mordía el labio inferior disfrutando la caricia.
—Tú también tienes muy buena herramienta —dijo cuando abrió los ojos de nuevo—. Y he de admitir que sabes usarla.
—¿Solo esa? Pregunté mientras sentía su mano acariciando mi polla.
—De lengua tampoco estás mal —rió buscándola en un húmedo beso.
Después de eso fuimos a la ducha. Allí volvió a chupármela y yo le comí el coño una vez más. Después nos tomamos una copa, todavía desnudos.
—Es tarde. Debo irme —dijo de repente.
—¿Ya? Con lo bien que lo estábamos pasando —protesté.
—Tal vez otro día te haga una nueva visita —guiñó un ojo pícaramente—. Si me gusta lo que veo desde mi ventana.
Y así me aficioné a dormir siempre desnudo y con la cortina abierta. En invierno el gasto en calefacción es considerable. Pero merece la pena cuando recibo un whatsapp que me pregunta si estaré disponible en media hora.