Caliente vuelta al hogar

Juan y Ana siguen disfrutando, acompañados de Roberto, esta vez de una caliente vuelta al hogar.

Habían pasado unas cuantas semanas desde el encuentro entre mi novia Ana y Roberto, nuestro vecino, que relatamos en http://www.todorelatos.com/relato/108633/ Desde entonces, el sexo con ella había sido de película, nos quedábamos exhaustos después de cada polvo. En alguno de ellos recurríamos a ver los vídeos que ella había grabado. Cada poco le sacaba el tema de que cuando repetiría, aunque ella siempre respondía con evasivas:

Yo: Nunca me vas a dejar ver como te lo tiras, en directo?

A: Y dale perales! Parece que tienes más ganas de que me acueste con él, que contigo.

Yo: No es eso, es que sólo imaginármelo... Mira como me pone.

A: Anda, loco, ahora resulta que necesitarás verme follar con otro para animarte tu.

Agarré su mano y la llevé a mi bragueta. Según notó la dureza en mi ingle, empezó a reírse.

A: Vaya, si esto lo consigues sólo imaginándotelo... Si que va a ser buen afrodisíaco el ponerte los cuernos.

Yo: Eso significa que te lo volverás a montar con Roberto?

A: Yo no he dicho tal cosa.

Yo: Estoy seguro que ningún tío te ha suplicado por ello, pero...

A: Tu cara es un poema, cariño. Bueno, déjame que me lo piense y ya veremos.

Yo: Genial!

A: Ahora, que te parece si dejas de decir tonterías y aprovechas que la tienes como una piedra para echarme un buen polvo?

No le di tiempo ni a moverse, como pude le arranqué la ropa e hicimos el amor en el sofá, como si fuésemos dos chavales de instituto, inexpertos, con prisas, con pasión... Últimamente, mi novia se había vuelto muy ruidosa, haciéndome sospechar que lo forzaba, como queriendo ser oída por nuestro vecino. Aquella tarde no fue diferente.

Unos días después tuve que irme de viaje, a visitar a unos clientes. Era una buena ocasión para que Ana diese rienda suelta a la pasión.

Yo: Cariño, sólo te pido que si te lo tiras, hagas como la otra vez y me vayas contando como va, o mejor, me mandes algún video.

A: No seas idiota, aunque te parezca que soy una perra en celo, no es tan fácil.

Yo: Será que se te va a resistir.

A: No, pero tenemos que encontrarnos, tiene que surgir... Que narices! Esto es el colmo, estoy dándole explicaciones a mi novio de por qué no le pongo los cuernos!

Yo: Excusas, y excusas. Jajaja

A: Anda, lárgate ya, que todavía pierdes el vuelo.

Yo: Si, será mejor. Recuerda ir a buscarme al aeropuerto el viernes, mi avión llega a la 1:15 de la madrugada.

A: Como usted mande monseñor.

Nos despedimos con un beso de tornillo y un buen magreo a su culo. Desde ese momento, no se me quitó de la cabeza el tema.

Todas las noches la llamaba, hablábamos un rato de como nos había ido el día y, como no, le acababa preguntando si había hecho progresos. No hubo suerte, no se vieron, o eso decía ella, ninguno de los días que estuve ausente. Eso si, entre una cosa y otra, la conversación siempre acababa por los mismos derroteros, y entre fotos y charlas calientes, acabábamos masturbándonos y marchándonos calentitos para la cama.

Llegó la noche del viernes, y por fin arribé al aeropuerto. Cuando salí por la puerta de llegadas, ahí estaba ella, preciosa, con una falda a medio muslo con un poco de vuelo, verde y una camiseta de cuello barco negra; el pelo rubio, le caía suelto sobre los hombros. Apenas me dio tiempo a soltar la maleta y la tenía encima, comiéndome la boca. En el minuto que estuvimos parados en medio del pasillo debimos dar un buen espectáculo, entre besos, caricias y arrumacos.

A: Cariño, si no te importa, saca tus manos de debajo de mi falda, que ya ha visto mis bragas todo el aeropuerto. - dijo sonriendo.

Yo: Déjales que al menos puedan disfrutar un poco de este monumento que tengo por novia, aunque sólo sea de tu culo.

A: Que me tire al vecino, que le enseñe el culo a todo el aeropuerto... Tu estas desatado!

Yo: Vámonos al coche y te enseñaré lo que esta desatado.

Agarrándome de la mano me llevó hasta el coche. Según nos metimos en él, me abalancé sobre ella, levantándole la camiseta y llevándome la sorpresa de que no llevaba sujetador.

A: No se, supuse que vendrías con prisas.

Se excusó, poniendo cara de niña buena. Mientras, yo me centraba en disfrutar de sus tetas, estrujándolas, jugando con mi lengua sobre ellas, mordiendo ligeramente sus pezones... Entre tanto, ella jugaba con su boca en mi oreja y me susurró:

A: Que tal si te recuestas un poco y dejas que te coma la polla?

Yo: Me estoy muriendo de ganas de que lo hagas.

Rápidamente recliné el asiento, a la vez que ella se pegaba con la bragueta de mi pantalón, apartó mi slip hacia abajo y mi pene saltó como un resorte hacia su cara. Ni cinco segundos estuvo al aire, se la tragó entera, con avaricia, sin miramientos. Comenzó una mamada frenética, sin cariño. No se cual de los dos mostraba mas necesidad.

Se puso a cuatro patas sobre el asiento del copiloto, sin que en ninguno momento su boca y mi polla perdiesen contacto. Su cabeza subía y bajaba febrilmente. Una de mis manos se posó sobre ella, marcándole un ritmo más pausado, pero también más profundo. Mi otra mano fue a parar a sus tetas, que colgaban y se balanceaban libremente, amasándolas, retorciendo sus pezones, tirando de ellos. Subía y bajaba mi palma por todo su cuerpo, recorriendolo, alternando las caricias en sus pechos, con algunos masajes a su culo.

Volvió a incrementar el ritmo que marcaba con la boca, y empecé a notar que no tardaría mucho en correrme. Mis dos manos descansaban ahora, una sobre su cabeza y otra en su cuello.

Yo: Me voy a correr, voy a llenarte esa boquita preciosa de leche...

A: Hummm, Faaahhhle, gruuuummm.

Cerré mis manos en torno a su cabeza y cuello, sujetándola, empezando a moverme yo, arriba y abajo, con violencia... Podía ver como su cara se ponía roja, y como la saliva caía boca de su boca, resbalando por mi pene y yendo a parar a mi pubis. Pero nada me importaba, sólo estaba centrado en disfrutar. Noté como algo surgía de lo más hondo de mi, y metiéndole toda la polla en la boca, empecé a correrme. Mientras, un gemido se me escapaba. Uno, dos, tres.... Perdí la cuenta de los chorros de semen que iban directamente a la garganta de mi novia.

Me desplomé sobre el asiento del coche, relajando todos mis músculos. Sólo entonces Ana pudo librarse de mi presa. A duras penas y boqueando, recuperaba el aliento, respirando con dificultad.

A: Cabronazo, un poco más y me asfixias!

Yo: Perdona, perdona... No se que me ha pasado, pero sólo podía pensar en correrme.

A: Y vaya si lo has hecho, pero directamente en mi estómago.

Abría la boca, como queriendo confirmarme sus palabras, donde no se veía ni rastro de semen. Todavía se la veía algo congestionada. Abrazándola, la eché sobre mi. Notaba sus tetas aprisionadas contra mi pecho, su respiración todavía agitada... Y no pude resistirme, nos fundimos en un profundo beso, nuestras lenguas se unían, nuestras manos inspeccionaron mutuamente los cuerpos.

Después de lo que pareció una eternidad, nos separamos, ella se volvió a poner la camiseta y se sentó correctamente.

A: Venga, revoltoso, que todavía tenemos que llegar a casa.

Yo: A sus órdenes jefa!

Entre burlas y chascarrillos, nos adecentamos y emprendimos camino a casa.

Yo: Siento haberte dejado a medias.

A: A medias? Dirás a enteras no? Jajaja

Yo: Bueno, tu me entiendes! Pero ahora en casa prometo resarcirme.

A: Eso espero, si no, duermes en el sofá y me llevo al vecino a la cama.

Yo: Mírala ella que lista! Pero eso será si yo te dejo.

A: Ahora me vienes con remilgos?

En esas estábamos, cuando enfilábamos ya la calle que nos llevaría al garage, entonces una moto se puso a nuestro lado, y subiendo la visera del casco nos saludó.

Yo: Hablando del rey de Roma...

Roberto: Hola vecinos!

Sin más, aceleró y, maniobrando, se paró ante la puerta de la cochera.

Yo: Se te pone todo de cara, bonita.

A: Tiene narices la cosa!

Yo: Te lo vas a llevar a la cama?

A: No seas liante!

Yo: Serás tu muy zorra?

La pregunta quedó en el aire, no dio tiempo para más, ya que se abrió el portón y tuve que meter el coche. Cuando nos bajábamos del auto, Roberto todavía estaba dando vueltas alrededor de su moto, aunque llevaba un rato aparcado. Parecía como si se estuviese haciendo el remolón. Al acercarnos vi que su cara mostraba un poco de inseguridad y, mirando a mi novia, vi casi la misma expresión. Tal vez estaban preocupados por mi reacción, ya que era la primera vez que nos cruzábamos, los tres, desde su aventurilla.

Yo: Hola Roberto, que tal? - saludé con la mayor naturalidad posible.

R: Bien, bien, y vosotros? - preguntó tímidamente.

A: Igual, recién llegados de recoger a Juan del aeropuerto.

Yo: Ya me ha contado Ana, que esta vez no habéis coincidido.

Lo dije guiñándole un ojo a Roberto, pero él se puso en tensión automáticamente.

Yo: Tranquilo, no pasa nada, yo también lo disfruté, no tanto como vosotros, pero si bastante.

Parecía que se relajaba un poco, pero seguía alerta, como Ana.

Yo: Venga, vamos, no os vengáis con disimulos, y saludaros todo lo efusivamente que queráis.

Dije, dándole una palmada en el hombro a Roberto y luego besando a mi novia. Parece que aquello consiguió relajar el ambiente y entre sonrisas, se dieron dos besos en la mejilla. Ana, como pidiéndome permiso, se quedó mirándome y con un pequeño gesto le confirmé que tenía libertad. Segundos después, le daba un tercer y cuarto beso, pero estos bastante menos castos que los anteriores, mientras Roberto aprovechaba para acariciar el cuerpo de mi novia furtivamente.

Cuando se separaron, los pezones se marcaban perfectamente en la camiseta de Ana.

Yo: Vaya, parece que desagradar, no te ha desagradado. - dije señalándolos.

A: No seas tonto, será por el frío que hace en este maldito garage. - respondió entre las risas de los tres.

Yo: Claro, claro. Oye, si queréis, podéis montaroslo encima del coche. jajaja

Aunque para mi fue una ocurrencia, por las caras que pusieron ambos, no les parecía una idea tan descabellada. Continuamos con una charla intrascendente, preguntando que de donde venía él, que qué tal lo había pasado yo, etc... Cuando quisimos darnos cuenta, llevábamos unos 15 minutos de cháchara.

Yo: Parecemos tontos, que tal sí subimos a casa?

R: Es una buena idea, si queréis pasar a mi casa a tomar algo... Mis padres se han ido de fin de semana.

La frase quedó en el aire, Ana me miraba expectante, igual que Roberto. Parecía que yo tendría que cargar con toda la responsabilidad de lo que fuese a ocurrir. Agarré a Ana de la mano y emprendí camino hacia el ascensor. Ella hizo lo propio y sujetó la mano de Roberto, que nos siguió.

Piqué en el botón del ascensor, y comenzó una tensa espera. Estaba en el quinto, y parecía que los números tardaban una eternidad en ir pasando. Se abrieron las puertas y, apartándome, dejé que pasase Ana. Mi sorpresa llegó cuando, con una mano en su culo, la seguía de cerca Roberto.

Una vez en el ascensor, marqué el séptimo. Antes de que las puertas se cerrasen completamente, noté a mi espalda como se acercaba mi novia y me susurraba sensualmente al oído:

A: Por fa, me das permiso?

Yo: Ajá.

Me di la vuelta, y ya estaban abrazados el uno al otro, besándose, acariciándose con desesperación. Apoyándome en la pared, me dispuse a disfrutar del espectáculo. Cuando íbamos por el segundo, la camiseta de Ana estaba ya en el suelo y la boca de Roberto cubriendo sus pezones, en el quinto, sus bragas en las rodillas y las manos de él en su coño. En el sexto, la mano de mi novia se pierde dentro de la bragueta de nuestro vecino.

Llegamos al séptimo, suena el timbre y se abren las puertas. Ana me mira, en sus ojos hay necesidad, él sigue concentrado en darle placer a ella. Con un gesto trato de hacerla entender que no se preocupe. Doy un par de pasos hacia atrás y quedo apoyado, sujetando la puerta. Ahora sólo ellos están en el ascensor. No quiero perderme ni un segundo.

Los gemidos y murmullos de ambos de entremezclan. Una mano de Roberto se mueve en la entrepierna de mi novia, la otra sujeta con firmeza uno de sus pechos, que dirige a su boca, lo espera con la lengua fuera. Cuando ésta roza el pezón de Ana, ella sufre un pequeño escalofrío que le recorre el cuerpo. Su mano ya ha sacado el pene de él de su pantalón. Lo masajea, muy lentamente, recorriendo toda su extensión, adelante y atrás. Mi novia echa la cabeza hacia atrás, momento que aprovecha el chaval para lanzarse a su cuello. Ella abre la boca, como queriendo gritar, pero nada sale de ella. Por cómo mueve las caderas, al menos tiene un dedo en su interior, la mano de Roberto se mueve frenéticamente, arriba y abajo; se puede ver que ya la tiene cubierta de humedad, humedad que chorrea de la vagina de mi novia.

La mano libre de Ana va a la cabeza de él y, sujetándole del pelo, le dirige a su pecho. Nuestro vecino entiende el mensaje y se lanza a mordisquear y cubrir de saliva las tetas de mi pareja. Ella le controla, y le hace alternar un pecho y otro, ninguno se queda sin ser atendido.

Ella baja la cabeza y le susurra algo al oído, sólo entiendo dos palabras sueltas: "clitorix" y "círculos", pero es bastante para entender las intenciones. Mientras, su mano no está ociosa sobre la polla de él, que ya está roja, muy brillante e hinchada. Debido a los tirones, sus huevos asoman, también, por la bragueta. A través del espejo, puedo ver el pezón de mi novia entre los dientes de Roberto, como su lengua juguetea y se recrea con él.

Ana empieza a mover frenéticamente las caderas, adelante y atrás, en círculos... La mano que tiene sobre la polla de él, se ha detenido, pero, por lo blanca que esta, puedo imaginar que se la esta agarrando con fuerza. Súbitamente, le pega un tirón con la mano que esta sujetándole del pelo, separándole de sus pechos. Lleva su boca hacia la de él, y comienza a besarle con pasión. Unos segundos después, ahoga un grito en su garganta, que evita que despertemos a todo el vecindario.

El pecho de mi novia se mueve agitadamente, arriba y abajo, parece que le cueste respirar. Su camiseta en el suelo, sus tetas se ven brillantes, por la saliva de él y el sudor de ella, la falda enrollada en su cintura y las bragas en los tobillos, prácticamente desnuda. Se apoya contra la pared del ascensor, tomando aire. Roberto está ahora sólo, de pie en el ascensor, a unos centímetros de mi novia, con su polla erguida y fuera del pantalón, con la respiración también acelerada, pero completamente vestido. Se ven tan desiguales...

Ambos miran hacia mi, su mirada es de súplica. Mi único gesto es mover afirmativamente la cabeza. Ana se acerca a él, le besa con dulzura y lentamente se va agachando ante Roberto. Acaba, finalmente, arrodillada ante él, lleva sus manos al culo de su amante, su polla apunta directamente a la boca de mi novia, separada por apenas unos centímetros.

Ella abre completamente la boca, muy despacio, y sin apenas tocarla, se la va metiendo. Puedo ver como su garganta se dilata, o más bien es dilatada por la polla de nuestro vecino. Le ataca una arcada. Se detiene, cierra los labios, posándolos y rodeando la tranca de él. Se ve que le está costando, contiene más arcadas como puede. Con parsimonia desanda el camino, pero esta vez sus labios dejan un rastro de saliva a su paso. Toda la polla vuelve a estar fuera de su boca, con la lengua dibuja un círculo sobre su glande, y luego lo besa con esmero, disfrutando del momento.

Ana me mira, su cara esta enrojecida por el esfuerzo y respira con dificultad, toma aire. Por primera vez miro hacia abajo, y veo un gran bulto en mi bragueta. Ella también baja la mirada. Con premura, como si nada hubiese pasado hasta este momento, saco mi polla. Esta casi tan hinchada y brillante como la de nuestro vecino, pero sin saliva de mi novia por encima. La miro y ella se relame.

Acto seguido comienza a hacerle una mamada de campeonato a nuestro joven vecino, controlando ella la situación y marcándole el ritmo, con sus manos en el culo de él. Roberto ha posado sus manos en la cabeza de mi chica, y no hace más que dar bufidos. Yo me estoy haciendo una paja, una mano en mi badajo y otra en los huevos, amasándolos.

Veo las tetas de Ana bamboleandose, produciendo un pequeño chasquido, de vez en cuando, al chocar entre sí. Las manos de mi novia van a parar ahí directamente, a sus pechos, soltando a nuestro acompañante. Juegan con ellos. Poco a poco ella deja de moverse y es el chaval quien toma el control de la situación, acelerando el movimiento.

La cabeza de mi pareja está ya completamente quieta, no se sí porque ella se ha parado, o porque la han detenido las manos de él. Ahora es nuestro vecino quién se mueve sin descanso. El sudor cae por su frente, mientras tiene la respiración descontrolada. Sus huevos golpean en la barbilla de mi novia, una y otra vez, entre grandes esfuerzos de ella por albergar toda su polla dentro de su boca.

Ana libera una de las manos de sus tetas y la tiende hacia mi. Me mira de reojo. Pongo la maleta en la puerta del ascensor, para que no se cierre y me acerco. Captura mi polla con sus dedos y comienza a hacerme una paja, la velocidad es rápida, pero nada en comparación con la manera de moverse de Roberto. Le esta follando la boca a lo bestia.

Los movimientos de nuestro vecino empieza a desacompasarse. Se mueve ligeramente hacia delante, y soltando una de sus manos de la cabeza de mi chica, la lleva hacia sus tetas. Las amasa con fuerza, me da la sensación de que incluso le hace un poco de daño a Ana.

R: Jodeeeeer, me corroooooo.

La paja que me esta haciendo a mi se vuelve furiosa. Roberto da un paso hacia atrás y, sacando su polla de la boca de mi chica, sujetando su mano, hace que sea ella la que le haga correrse manualmente.

A: Venga niñato, enseñale a mi novio lo que es correrse de verdad!

R: Toma, ahí lo tienes zorra! Tomaaaaaa!

De su tranca empiezan a salir chorros de semen, que van a parar sobre mi novia. Sobre su pelo, nariz, labios... En el cuello, sobre las tetas... Nunca había visto tanta cantidad. Ella no para de pajearle, pero mientras la mano sobre mi polla se mueve a toda velocidad, la suya reduce el ritmo y lo hace despacio...

A: Ahora te toca a ti, amor. A ver de que eres capaz.

No se que me pone más cachondo, si el tono de voz, la mirada de ella o el verla cubierta de la leche de otro. No, quizás sea él tener al otro al lado, mirando.

Ana se mete mi polla en la boca, es una diosa comiendo pollas, pero es que además, conoce mis puntos débiles. Apenas dos minutos después...

Yo: Ahora me toca a mi, zorrita. Como veo que te has quedado con ganas de leche...

A: Huuuummmm

Yo: Quieres un poquito más? Quieres que me corra en tu cara?

A: Ffiiiiii, arrrgggg.

Rápidamente ella se saca mi polla de la boca. Sujetándola del pelo, tiro de su cabeza hacia atrás, mientras con la otra mano me pajeo con ganas. Me corro en su cara, ella cierra los ojos. Apenas tres latigazos, nada en comparación con nuestro amigo... Aunque entre los dos es un digno espectáculo como la hemos dejado.

Su cara es como un lienzo, cubierto de lechazos. Pero aún así esta sonriendo. Por su barbilla escurren restos hacia sus tetas, que también se han llevado su premio. Es una sensación rara la que siento, por un lado, parece que asco, pero por otro excitación. No se que me da más miedo, si haberlo deseado o que ella haya sido capaz de hacerlo. Pero ahora no me puedo arrepentir, lo hecho, hecho esta.

Mi novia, con la mano libre, se quita los restos de semen de los ojos como puede. Con la otra mano sigue masajeando la polla de Roberto. Cuando ya puede abrir los ojos, lleva su mano a mi polla y repite el tratamiento que le hace a él. Se las lleva a la boca alternativamente, las lame despacio, con cariño... hasta que ambas están flácidas.

Con su camiseta trata de limpiarse la cara, al menos. Nosotros seguimos de pie, y ella de rodillas, entre ambos.

A: Te espero en casa, cariño.

Con prisa coge su bolso y sale del ascensor. Nosotros nos quedamos parados, sin saber como reaccionar.

R: Uf! Ha sido una pasada.

Yo: Si, la verdad es que si.

R: Espero que no te moleste, pero... podríamos repetir?

Yo: En eso confío. - respondo con una sonrisa.