Caliente viaje a Marruecos (1)

...desde esa posición me llegaba a vaharadas el olor del vergajo, y la mezcla de aquel perfume con los efluvios del alcohol y con la maría, me produjo un efecto inesperado...

Caliente viaje a Marruecos (1)

Al principio de este verano mi novia me dejó por otro. Ni que decir tiene que se me hundió el mundo, porque yo la quería mucho. Este curso que viene comienzo en la universidad, en España, y mi familia, que está bien situada económicamente, decidió que sería bueno que hiciera un viaje para recuperarme de ese abandono.

Yo, la verdad, no tenía muchas ganas, pero por no contradecir a mis padres, con la buena intención que tenían, acepté. Decidimos (más bien lo hicieron ellos por mí) viajar a Marruecos, y pocos días después ya estaba volando hacia Rabat.

Al día siguiente llegué a la zona donde iba a realizar la mayor parte de mi estancia, en Marrakech. Me identifiqué en el hotel, que estaba muy bien, y poco después ya estaba en mi habitación. La verdad es que apenas había visto algo del país, porque seguía ensimismado pensando qué había hecho mal para que mi novia me abandonara.

El caso es que aquella noche, tras cenar, me fui al bar del hotel, a tomar una copa. Estaba allí tomando un whisky con hielo, cuando me fijé que en una mesa cercana había un chico marroquí, como de mi edad, 18 años, bien vestido, que estaba tomando un refresco de naranja; al cruzarnos las miradas, el chico me sonrió; yo, por pura educación, le correspondí, aunque noté que fue una sonrisa triste.

El chico pareció quedarse perplejo ante esa sonrisa tan deprimente, y, tras un momento de duda, finalmente se levantó y se acercó a mí.

--Perdona, ¿estás solo? –Me dijo en un perfecto español-- Es que veo que andas bastante triste, y me da pena que un extranjero, en mi país, tenga ese estado de ánimo, cuando hay tanto que ver y disfrutar aquí.

Yo no me esperaba aquello, aunque lo cierto es que las reglas de urbanidad siempre las tengo en cuenta.

--Pues… gracias por interesarte.—Dudé un momento, pero después pensé que no había nada de malo-- ¿Quieres sentarte conmigo? Quizá me haga bien hablar con alguien sobre mis penas, si no te molestan.

Tal y como lo dije, pensé, ¿éste soy yo? Porque soy más bien retraído, y no sé por qué me había ofrecido a contarle mis cuitas a aquel perfecto desconocido. Quizá era que tenía buen aspecto, aseado y con ropa de calidad, y tenía mi edad, y tal vez alguien que no me conociera pudiera ser lo ideal como confesor.

Le invité a otra bebida, que aceptó, aunque siguiendo con su refresco de naranja, por razones religiosas. Yo me pedí un whisky doble, y, tras un buen trago, le conté las desventuras con mi novia.

Cuando terminé me tomé otro whisky. La verdad es que me había quedado más tranquilo, tras hablar de mi tema. El chico, comprensivo, me estuvo hablando sobre un caso similar que le pasó a él el año anterior, y cómo, poco a poco, fue olvidándolo.

Yo le dije que no sabía por qué me había abandonado, y le pregunté si, en su caso, lo sabía.

El chico sonrió un poco pícaramente, y me dijo que le daba vergüenza decirlo.

--¿Por qué? – le pregunté – Creo que ya tenemos bastante intimidad después de haberte contado yo toda mi historia con mi chica.

El muchacho, que por cierto se llamaba Alí, dudó un poco y finalmente me dijo:

--Verás, es que mi novia Aixa se quejaba de que… bueno, por el tamaño de mi miembro… pues, le dolía mucho cuando hacíamos el amor

Me quedé con la boca abierta: así que era una cuestión de tamaño de polla; joder, no creo que fuera eso en mi caso, porque mi nabo es de tamaño estándar.

Me tomé otro whisky. La verdad es que me estaba sentando bien la bebida, me notaba como eufórico, aunque también algo mareado, y la conversación y la compañía de Alí era muy agradable.

Era ya tarde, y el bar lo estaban cerrando. No quería dejar de hablar con Alí, así que le invité a mi habitación. El chico, al principio, dudó un poco, pero después me dijo que mejor íbamos a la suya, donde tenía algunos "canutos" que podíamos fumarnos. Yo me he fumado alguna vez algunos cigarrillos de marihuana, y la verdad, me apetecía.

Nos fuimos a su habitación, y Alí me dijo que me pusiera cómodo. Me dijo que se iba a dar una ducha.

Yo me senté en la cama, un poco borracho. Cuando salió Alí, venía sólo con una toalla anudada a la cintura; entre las piernas se notaba una prominencia que, ciertamente, no era normal; me acordé de lo que me había dicho, y estaba claro que no era un farol lo de que tenía un nabo de tamaño descomunal.

Se sentó junto a mí en la cama, sacó de la mesilla unos canutos, encendió uno y me lo pasó; él se encendió otro.

Pronto los dos estábamos un tanto mareados por la marihuana. De repente, Alí propuso poner un vídeo porno que tenía en su equipaje. Con una risa floja, le dije que me parecía de puta madre, y no tardó en colocarlo en el DVD de la habitación del hotel.

La peli era de una tía rubia que le chupaba la polla a un negro, una polla como de caballo; la tía apenas si podía meterse aquel vergajo en la boca.

Yo me empecé a poner caliente, la verdad, porque la escena era muy excitante; miré un momento hacia Alí, por curiosidad, y vi que bajo la toalla algo estaba creciendo de una forma alarmante

--Perdona – me dijo, azorado—

--No pasa nada, es lógico.

¿Sabéis una cosa? No podía quitar la vista, aunque fuera de reojo, de aquel bulto que no hacía sino crecer. Me entró una curiosidad tremenda por ver esa herramienta; no sé si era por efecto de los whiskeys que me había tomado, o por el canuto. Armándome de valor, le dije:

--Oye, por mí no te prives, si quieres, hazte una paja.

El chico me miró, dudando, pero finalmente se abrió la toalla y… apareció una polla realmente descomunal, como de 28 centímetros de larga y gordísima, con un diámetro que no bajaba, seguro, de los siete centímetros; pero además, el glande era especialmente grande, hermosísimo.

Me quedé embobado mirándolo: no podía dar crédito a mis ojos; el negro que follaba a la rubia en el vídeo tenía un nabo más pequeño que aquel

--Ahora entiendo por qué tu novia te dejó, Ali—acerté a decir.

--¿Lo ves? Es un problema, me cuesta un trabajo encontrar alguien con quien follar… De hecho, hace ya más de tres meses que no follo… -- Me dijo Alí, mientras bajaba los ojos, quizá algo avergonzado de contar tanta intimidad.

--Joder – le dije --, pues sí que es tiempo.

A todo esto, yo no podía dejar de mirar aquel prodigio de la naturaleza, mientras Alí se la sobaba y se hacía una paja. El chico debió darse cuenta de que no le quitaba ojo de encima, porque en un momento dado me dijo:

--No sabes lo que me gustaría que la paja me la hiciera otra persona

Y me miró con la boca entreabierta, con un punto de deseo.

Yo lo miré, miré también a su nabo, con ese glande espléndido, rezumante ya de líquido preseminal. Los generosos whiskeys y la marihuana debían de estar haciendo efecto, porque me escuché decir, sin creérmelo yo mismo:

--Bueno, estamos entre tíos, ¿no? Es normal pajearse entre dos tíos, ¿no?

Y tal y como lo dije, puse mi mano sobre aquella maravilla de la naturaleza. Tocarlo fue una impresión inolvidable: era como tocar la piel de un caballo, fuerte y suave a un tiempo; estaba caliente, muy caliente, y transmitía una sensación de potencia tremenda.

Empecé a pajearle, primero con timidez, después ya con más familiaridad. Era una sensación gratísima sentir en la mano aquella bestia.

--Voy a verla más de cerca, realmente es imponente – me oí decir a mí mismo, sin yo mismo creérmelo.

Me acerqué hasta tener el nabo del chico a unos escasos 20 cm. Aquello era realmente enorme. Desde esa posición me llegaba a vaharadas el olor del vergajo, y la mezcla de aquel perfume con los efluvios del alcohol y con la maría, me produjo un efecto inesperado: sin que mi mente diera orden alguna, mi boca se acercó hasta el glande y comenzó a lamerlo.

Alí comenzó a gemir, y yo interpreté, no sin razón, como que le gustaba; el sabor de su glande era excitante, sabía a macho, a hombre joven, a precum… Me metí el glande en la boca, y me la llenó entera prácticamente… Qué bien sabía….

Empecé a lamerle el nabo por los lados: era una sensación distinta, pero también tan deliciosa… Lo lengüeteé por todos lados: estaba como hipnotizado por aquella prodigiosa herramienta, mi mente no quería entender lo que estaba haciendo, sólo me dejaba llevar por mis impulsos.

Me fijé entonces en los huevos: eran grandes, hermosos, casi sin vello, y no pude resistir la tentación: empecé a lamerlos, y me encantó aquel sabor.

Alí estaba disfrutando de lo lindo, y me guió la cabeza de nuevo hasta su glande. Allí empecé a chupar como buenamente pude, recordando como lo hacía la rubia del vídeo. Probé a meterme más parte de la polla, y con esfuerzo conseguí meterme en la boca casi 15 cm. de aquel pollón; pero la punta del nabo chocó con las amígdalas, y pensé que ya no cabía más. Alí dio un golpe de pelvis que casi me atraganta; instintivamente, ahuequé la garganta y, en el siguiente golpe de pelvis del chico, el glande traspasó la campanilla y se adentró dentro de mi garganta; otro golpe de pelvis más, y aquella maravilla se quedó encajada entera dentro de mi boca: era como si tuviera metido un camión en la cavidad bucal, notaba como el glande debía tenerlo prácticamente asomado al esófago.

Alí me retiró de su polla.

--No quiero correrme tan pronto – me dijo.

Me miró a los ojos y me dijo:

--Me gustaría correrme entre las cachas de tu culo.

Yo pensé en el tamaño de aquel nabo, y, horrorizado, le dije:

--No quiero que me la metas, me vas a partir en dos.

--No – me dijo él, tranquilizándome--, sólo frotarte el glande por la rajita, para que me corra como si fuera a las puertas de un coñito, vale?

Tranquilizado por lo que me decía, le dije que sí.

Alí me colocó boca arriba, me abrió las piernas y me las puso sobre sus hombros:

--Así estarás más cómodo, ya verás como te va a gustar.

Se humedeció un dedo y me lo metió por el ojete del culo; al principio le costó un poco, pero finalmente cedió. La verdad, aquel dedo metido en mi agujero me proporcionaba un gustito muy agradable… Después metió otro dedo humedecido, y después otro.

--Oye – le dije--, ¿hace falta meter tantos dedos para refregar el glande por el agujero?

--Sí, hombre, así es más fácil, porque la polla y el culo están húmedos los dos, y se puede rozar con más gusto.

Me pareció bien, y me dejé hacer. Poco después, Alí situó su glande en la puerta de mi agujerito, y empezó a frotarlo contra él: ah, qué placer

El chico apretó un poco, y el glande amenazó con empezar a entrar. Me dolió un poco, así que me quejé.

--No te preocupes, es sólo un poco, para que goces más

Me dejé hacer, aunque me molestaba un poco aquella cosa tan grande apoyada en mi agujerito.

Entonces, Alí, sin previo aviso, dio un poderoso golpe de pelvis, y media polla se me encajó dentro del culo. El dolor fue vivísimo, di un alarido, no sé como no acudieron los de seguridad del hotel.

--¿Qué haces, me dijiste que no me ibas a follar?

--Es sólo un poquito, para que disfrutes más

Yo me sentía como si me hubieran metido una barrena por el culo, me dolía muchísimo, pero a la vez empezaba a sentir un placer que no podía describir

Alí dio otro fuerte golpe de pelvis, y aquel garrote inmenso se me alojó entero en el culo. Grité de nuevo, sintiéndome morir ante aquella bestia que me partía en dos, pero el placer seguía allí, y cada vez era más fuerte

Entonces Alí comenzó un furioso metisaca, cada vez más fuerte, y cada vez yo sentía tanto dolor como placer. Finalmente, se arqueó inverosímilmente, gritando, y sentí como se corría con largueza dentro de mi culo.

Cuando sacó el enorme nabo de mi culo, lo acercó a mi boca y me puso allí el glande: mi excitación seguía a tope, así que se lo lamí con fruición, y la leche remanente que le quedaba sobre semejante aparato me pareció sabrosísima: seguí rechupeteando hasta que se la dejé limpia.

Después, Ali me besó en la boca, y por un momento nos peleamos por las perlas de su leche.

--¿Te ha dolido mucho? –Me preguntó.

Yo, por toda respuesta, le di un beso de tornillo, mientras notaba como la leche me corría por los muslos, saliéndoseme de mi culo: me sentí una gran puta, y decidí que quería que aquella preciosidad de chico me partiera en dos cuantas veces quisiera.

Aquella noche dormimos juntos; cuando me desperté, por la mañana, Alí tenía el nabo duro, con el empalmamiento matutino, y casi todavía dormido, como un autómata, me metí aquella belleza en la boca y comencé a mamársela como si fuera un biberón, hasta que se corrió en mi boca como un caballo.

Aquella semana en Marruecos fue inolvidable; y no me estoy refiriendo a los paisajes marroquíes (aunque también), sino por los placeres que de la mano de Alí fui conociendo.

Pero esa es otra historia