Calentón nocturno
Me despierto sintiendo tu mano acariciar mi entrepierna, lentamente; escuchando tu acelerada respiración y los frenéticos latidos de tu corazón. No puedes más, y yo tampoco.
Me despierto sintiendo tu mano acariciar mi entrepierna, lentamente; escuchando tu acelerada respiración y los frenéticos latidos de tu corazón.
No puedes más, y yo tampoco.
Te beso, entrelazo mi lengua con la tuya para después sacarla de tu boca y morder con suavidad tus carnosos labios, ardientes. Mis manos recorren tu cuerpo con pasión, prestando mayor atención a las zonas donde mis caricias te provocan un gemido de placer.
Tú, al mismo tiempo, introduces tu mano en el interior de mis calzoncillos, aferrándote a mi polla y pajeándome con el frenesí que provoca el dedo corazón de mi mano derecha, que pugna por abrirse camino a través de tu apretado culo.
Abandono tus nalgas y llevo mi mano a tu boca, para que chupes mis dedos y los lubriques con tu saliva, cosa que haces mirándome a los ojos, pidiéndome más placer. Vuelvo a presionar tu apretado agujero y esta vez consigo introducir un dedo, lo que te arranca un incontrolable grito.
Me muerdes el cuello y yo recorro toda tu oreja izquierda con mi legua.
- Gime para mí, mi putita. - Te susurro, introduciendo un dedo más.
Comienzas a restregar tu coño contra mi pierna, empapándome de fluídos, mientras mis dedos se follan tu culito.
De pronto, te subes sobre mí, sacando mi polla de su prisión y besándome con mayor intensidad, sin dejar en ningún momento la tremenda paja que me estás haciendo. Tu elocuente mirada me hace sacar mis dedos de tu culo y empiezas a bajar lentamente por mi cuerpo, besando mi cuello, mordisqueando mis pezones, lamiendo mi ombligo, hasta llegar a mi polla, que te metes en la boca sin pensártelo dos veces, mirándome de nuevo a los ojos con una sonrisa traviesa en ellos.
Chupas lentamente, succionando, disfrutando de mis gemidos y mis estremecimientos. Noto tu lengua jugueteando en mi frenillo y dejo escapar un hondo suspiro de placer, llevando mis manos a tu cabeza y pasándolas por tu pelo, que acarica mi barriga haciéndome cosquillas. Aceleras progresivamente el ritmo de la mamada, llevándome al cielo con los juegos de tu lengua. Justo cuando voy a correrme te detienes y, depositando un último beso sobre mi glande, regresas a tu posición anterior, montada sobre mí, con tu coñito justo sobre mi polla.
Besándote de nuevo, bajo mi mano hasta tu clítoris y lo acaricio suavemente, haciéndote gemir de nuevo.
- Por favor, fóllame. Métemela ya, no aguanto más...
Respondo a tu súplica y llevo mi polla a la entrada de tu coño, introduciéndola fácimente por lo mojada que estás.
Apoyando tus manos sobre mi torso, comienzas a cabalgarme salvajemente, gimiendo con toda la fuerza de tus pulmones. Veo tus tetas botar ante mí, me levanto y te las chupo, lamiendo tus durísimos pezones, mientras mis manos aprietan tus nalgas. Abrazándote, me tumbo de nuevo, atrayéndote hacia mí sin que detengas los ardientes movimientos de tu cadera. Azoto tu nalga derecha y me muerdes el cuello entre gemidos. Vuelvo a introducir mis dedos en tu culo, ya dilatado, y noto como te corres por primera vez, gritando sin pudor alguno.
Cambiamos de posición a la del misionero. Tan clásica y a la vez tan placentera, sé que te encanta por lo que estás a punto de hacerme. Llevo mi boca a tu cuello, alternando los besos con tiernos mordiscos que hacen que tus manos recorran mi pelo, buscando un lugar al que agarrarse para no perderte en el enorme placer que estás sintiendo. Levanto la cabeza y veo tu sonrisa pícara, leyendo tus intenciones en tus ojos chispeantes. Te llevas los dedos a la boca, sin dejar de gemir con mis embestidas, y después comienzas a acariciar el agujero de mi culo. Ahora es mi turno.
Te abres paso con dos dedos al mismo tiempo, penetrándome sin piedad como sabes tan bien que me gusta. Me abrazo a tí desesperadamente, sintiendo tus grandes pechos apretados contra mí y que te estás corriendo de nuevo. Sé que no voy a aguantar ya mucho más y, con una última embestida tras dejar de sentir tus contracciones, abandono tu coño y coloco mi polla empapada en tu canalillo. Tú aprietas tus tetas y me miras con tu mirada más cerda.
Sé que estás deseando que me corra y comienzo a follarme tus tetas. Colocas tu boca de forma que, con cada embestida, mi glande se introduce en ella y tu lengua lo acaricia.
Al cabo de pocos segundos dejo escapar un resoplido y estallo sobre tu cara, lanzando numerosos chorros de semen sobre tí.
Sonríes y chupas mi polla, arrancándome más gemidos y bebiéndote las últimas gotas de corrida.
Te beso con dulzura y me tumbo a tu lado, abrazándote tan fuerte como soy capaz.
- Te amo. - Te susurro al oído.
- Y yo a ti, más que a nada. - Detecto la sonrisa en tu voz.
Nuestras respiraciones se van acompasando y, entre besos cada vez más distanciados entre ellos, nos dormimos de nuevo, entrelazados, empapados en sudor y fluídos.