Calentón en Springfield (1)

Un día normal en la vida de la familia Simpson terminará en un depravado desenfreno sexual...

Bart simpson arrugó el papel de la Krusty-Chocolatina y lo tiró al suelo. Aquel había sido uno de los mejores capítulos de Rasca y Pica de toda la temporada. El verano prometía, ya tendría tiempo de estudiar las seis asignaturas que le había cateado la estúpida Karapapel. La Señora Simpson salió de la cocina donde transcurría la mayor parte del día y al ver el papel tirado en el suelo gritó:

-Baaaart, ¿eso son modales, señorito?. ¿Te parece normal que tenga tu madre que estar todo el día detrás de ti? Mientras tú ahí tirado en el sofá viendo esos horribles dibujos animados sin pegar un palo al agua

-Multiplícate por cero! Tampoco creo que sea para ponerse así.-gruñó Bart.

-Perdona hijo, llevo todo el día limpiando esta pocilga para que encima tu padre no me lo agradezca. Tengo los pies hechos polvo-musitó Marge Simpson.

-Vale mamá, lo siento, para compensarte te daré un masaje-Propuso Bart.

La Señora Simpson claramente sorprendida soltó la fregona y se sentó en el sillón junto a su hijo.

-A ver, ¿quieres que te de un masaje en la espalda?.-Preguntó Bart.

-ummmm…eso estaría bien aunque lo que me duele realmente son los pies

-Eso está hecho mamá.

Marge se descalzó y acomodó en el sillón. Bart, frente a ella tomó su pie derecho en su regazo y comenzó a masajearlo. Sus pies eran algo grandes pero muy femeninos, delgados con unos perfectos dedos, uñas de manicura, la curva del pie era pronunciada. La piel de la planta tenía pequeñas arrugas de estar calzada pero no obstante sus pies estaban relativamente cuidados y no sudaban.

-mmmmm…no sabía que tenías tan buenas manos, al menos para otra cosa que no fuera apedrear pájaros con el tirachinas-gimió Marge.

-Vaya, gracias jajaja, me lo tomaré como un cumplido-rió Bart.

El gastado vestido verde de su madre se había subido hasta los muslos, iba depilada. Para sus 36 años tenía unas piernas bastante firmes y delgadas, parecían muy suaves.

-Me está sentando genial el masaje-Marge seguía tumbada con los ojos entrecerrados y una sonrisa de satisfacción en la boca. Sin poder evitarlo la polla de Bart Simpson comenzó a hincharse dentro de sus pantalones de manera alarmante.

-Espero que ese bulto sea…tu teléfono móvil jajajaja- Inquirió la Señora Simpson al percatarse de la tremenda erección de su pequeño.

-cla…claro mamá, el móvil.- Balbuceó Bart rojo como un tomate.

-Vaya…me está picando éste pie-Respondió Marge y sin mediar nada más colocó su pie izquierdo sobre el abultado paquete de Bart. Acto seguido comenzó a restregar su pie lentamente contra el pene de su hijo que por momentos adquiría un mayor tamaño.

Bart Simpson, totalmente petrificado, sintió un cosquilleo de placer desde la base del nabo hasta su endurecido glande. Parecía increíble, su beata madre tumbada en el sillón pajeándole con el pie con una pícara sonrisa en la boca. El pie de su madre masturbaba su polla una y otra vez a través de la fina tela del pantalón. Bart sintió ganas de bajarse los pantalones, tirarse encima de ella y, clavarle el rabo a su madre en la boca. Decidió que lo más inteligente era proseguir con el masaje y dejarse hacer.

Marge Simpson continuó moviendo el prepucio de su hijo de arriba abajo cada vez a mayor velocidad. Ya no solo con la punta de los dedos, ahora magreaba su paquete con toda la planta del pie. Bart observó el marcado relieve de sus pezones contra el vestido. Sí, su madre al parecer estaba disfrutando de la situación. Pasaron un par de minutos, pocos, aunque no le extrañará al lector que Bart estuviera a puntito de correrse.

-Bueno, me parece que ya ha sido suficiente. A tu padre ni una palabra de todo esto.- exclamó de repente. –Vete a la cama que es muy tarde.

Aquella noche Bart Simpson casi no pegó ojo. Había descubierto una faceta oculta de su madre. Marge Simpson, la conservadora y beata mujer de pelo azul, su madre, le había cascado una paja en toda regla. Metió su mano bajo las sábanas y agarró su verga por enésima vez en esa noche.

Al día siguiente, sábado, Bart tras una última paja en honor de su madre, bajó a desayunar. Homer Simpson propuso a la familia ir a una competición de comer hamburguesas. La empollona de su hermana lisa respondió:

-No, papá, recuerda que me prometiste que hoy iríamos a ver la exposición de mariposas en el museo.

-Mosquis! Otro de esos rollos aburridos. Por qué no me habré muerto!-exclamó el bueno de Homer.

(-Sí, ¿por qué no te habrás muerto?)-pensó Bart.-(-Iba a reventar a polvos a ésta calentona que tienes por esposa y yo por madre).

-¿Qué le pasa a éste?, Lleva todo el día sin decir palabra, ¿Qué estás tramando?-Preguntó su padre agitando el puño.

-Nada, me encuentro mal, creo que tengo fiebre.-Respondió Bart.

Marge Simpson que hasta durante el desayuno había evitado mirar a su hijo, levantó la vista y dijo:

-¿Por qué no vais Lisa y tú a ver la exposición?. Yo me quedaré cuidando a Bart…ah y podeis llevaros también a Maggie.

A media tarde Homer, a regañadientes, salió con Maggie y Lisa camino del museo. Bart estaba tumbado encima de su cama expectante y lo peor de todo, empalmado de nuevo. No sabía qué pero algo estaba a punto de suceder. Al poco tiempo, su madre, con su bata rosa de estar por casa entró en su habitación, sentándose en el borde de su cama dijo:

-¿Aún tienes fiebre?.

-Ssssí, creo que sí- respondió él.

Marge simpson colocó su mano en la frente de Bart para tomar la temperatura.

-Sí, estás un poco caliente, por qué no te vas a tomar un baño para bajar la fiebre?.-Propuso su madre con un extraño matiz en la voz.

Bart Simpson obedeció, entró al baño, se desnudó, abrió el grifo y entró en la bañera rezando para que el agua fría aliviase su ardiente estado de ánimo, cuando de repente entró su madre en el cuarto de baño

(Continuará).