Calcetines y sexo

Una variante con Ana, la de lindos pies, sexo con sus calcetines.

Hace un tiempo, cuando mi relación con Ana estaba llegando a su fin, tras haber probado absolutamente todas las variantes de sexo con los pies, descalza y con sandalias de dedo, sandalias de tiritas con las que yo me subía a caballito de su pie y ella me hamacaba los testículos con sus deditos envueltos en las tiritas de la sandalia, y yo me masturbaba hasta terminar sobre su delicado pie calzado, otra vez en una alberca pública, conmigo en el agua y ella sentada en el borde, con sus pies dentro de mi traje de baño, en fin las mil y una noches y días de placer con sus pies.

Nos faltaba una que no habíamos probado, a veces me acarició el miembro con pantyes de seda, le besé los deditos a través de la prenda, pero nunca llegamos a un orgasmo así.

Una noche de otoño, después de ir a cenar, volvimos al hotel donde me establecía por negocios y empezamos a acariciarnos y besarnos para hacer el amor.

Ana llevaba una blusa verde oscuro, chaqueta de cuero negro y pantalones de mezclilla grises. Sus adorables pies estaban calzados con unos zapaticos cerrados de color negro, de punta cuadrada y pulsera en el tobillo, muy años veinte. El cuero era muy flexible y blando, y dejaba adivinar levemente la forma de sus formidablemente hábiles deditos.

Como era nuestra costumbre se sentó en la cama, cruzó las piernas y esperó a que la descalzara. Le saqué los zapatitos y me ofreció sus piecitos enfundados en unos calcetines de rayas horizontales grises y blancas, de lycra, cortitos y con voladitos en el elástico. Sus preciosos pies se transparentaban, dejando ver los bellimos deditos con las uñas barnizadas de color carmín. La visión me sobrecalentó, así que comencé a besar cada dedito, a lamer el empeine y las plantas y pronto (bah, a los veinte segundos) pasé a chuparle los deditos juntos, metiéndome en la boca a todos ellos. La porosidad de la lycra hizo que la piel se le humedeciera con mi saliva y me enloquecí de deseo por que me acariciara con sus formidables pies enfundados en sus calcetines.

Una prenda embellece un pie femenino en muchos casos, pero si una mujer tiene los pies bellos, no hay prenda o calzado que no le quede bien, salvo las sandalias de trekking tipo varón. Los pies y las mujeres me gustan bien femeninos. No hay nada más seductor que un lindo pie de mujer en sandalias de tacón.

Bueno, vuelvo al relato.

Le dije lo que quería y ella me desprendió el cinturón, me sacó los pantalones, calzoncillos y medias y me hizo acostar en la moqueta. Con sus calcetines lubricados con mi saliva me acarició la cara, el pecho y fue directo a mi miembro endurecido. Tomó delicadamente entre las plantas de sus hermosos pies el tronco y empezó a subir y bajar deliciosamente. Cada tando llevaba un pie a mi boca para lubricar de nuevo el calcetín que ahora me ofrecía el contacto extraño y extremadamente placentero de sus pies con otra textura.

Sorpresivamente se detuvo, se sacó los pantalones, las bragas y se arrodilló sobre mi rostro, hundí mi lengua en su suave y perfumada vagina y la hice estremecer, ella estaba muy caliente, tanto que cuando tomé su pequeño clítoris entre mis labios y empecé a chuparlo suavemente, en unos minutos se estremeció en un primer orgasmo que la hizo gemir, luego se dio vuelta y sentada sobre mi pecho me acarició el miembro de arriba abajo con los dedos de sus pies divinos enfundados en

los calcetines húmedos.

Le pedí nuevamente sus pies en mi boca, y ella se tumbó boca abajo sobre mí, aferrándose a mis talones y comenzó ella a chuparme los dedos de los pies, mientras se frotaba contra mi pene durísimo atrapado entre sus muslos y en contacto con su vulva. Su pies buscaron mi rostro y enterró los deditos de uno de sus pies en mi boca ávida. Le quité el calcetín del otro pie y le empecé a lamer el espacio entre los dedos, sin olvidarme de los dos deditos más chicos, mis favoritos, mis deleites y mis perdiciones. Por fin ella estuvo, tanto como yo, al borde del clímax, por lo que se dio vuelta, se montó boca abajo sobre mi torso y con un pie encalcetinado y otro descalzo me comenzó a masturbar justo sobre el glande. No me pude contener más y estallé en un orgasmo de los impresionantes (nunca ninguna mujer me hizo gozar con los pies como mi actual compañera, así que si los logrados con Ana eran de otro planeta, imaginate ahora... de todos modos conozco uno

que otro delicioso piecito femenino cada tanto). Ella abrió las piernas y siguió frotándose unos instantes contra mi pecho, hasta que acabó entre suspiros.

Y así fue mi primer orgasmo encalcetinado, hubo otros, pocos pero muy buenos. Me gustan los pies descalzos, pero una buena caricia con calcetines de seda o de lycra, y una deliciosa chupada y lamida de deditos a través de la tela me pone como una moto.