Calabreses (3)
F/mm, incesto.
Los minutos se hacían eternos metido en aquel viejo armario y Giulio empezaba a perder la paciencia. Eran aún las once, así que decidió hacer un intento serio de estudiar. Eligió biología, ya que el inglés lo había practicado suficientemente ese día, y se puso a estudiar a la luz de la linterna. Era una asignatura que no le entusiasmaba, pero al menos no le aburría como la física, a la que aborrecía gracias a su profesor.
La idea de estudiar demostró ser muy útil para matar el tiempo y, cuando miró el reloj, Giulio se llevó la alegría de ver que eran más de las doce y media. Siguió enfrascado en su estudio y, de repente, sonó el timbre de su casa. ¿Quién sería? Giulio puso en práctica una de las partes más arriesgadas de su plan de espionaje y salió del armario silenciosamente colocándose detrás de la puerta cerrada de la habitación de la abuela. Oyó los pasos de su madre que llegaban a la puerta de entrada de la casa, que estaba muy cerca de la habitación de la abuela. La puerta se abrió y Giulio oyó a su madre decir:
-Ah, eres tú, Luca. Oh, has venido con tu amigo Luigi. Muy bien, pasad los dos, veréis qué bien lo pasamos.
La puerta de la calle se cerró y Giulio oyó cómo los pasos se alejaban. Pensó en Luigi, un chico que había venido algunas veces a jugar con su hermano a casa. Tenía 14 años y le llevaba sólo unos meses a su hermano. Era un chico no demasiado atractivo en opinión de Giulio (sí, el tenía opinión, no era de esos que no opinan sobre los hombres de manera objetiva por miedo a caer en la homosexualidad), que medía aproximadamente metro sesenta y cinco, era algo menos delgado que Luca y era moreno.
Giulio sabía que tenía que hacer algo, tenía que ir a espiarles, pero le temblaban las piernas de la emoción y del miedo a ser descubierto. Por fin, se decidió, pero lo que hizo fue tan sólo abrir muy suavemente la puerta y dejar una rendija por la que poder mirar el pasillo. Pudo ver cómo su madre salía de su habitación e iba a la cocina. Luego volvió sonriente y pudo oír que decía:
-Venga, vamos a lo nuestro.
Luego se oyó el golpe de la puerta al cerrarse y a Giulio le pareció ése el momento adecuado de salir e ir a la ventana. Eso fue precisamente lo que hizo. Fue muy lentamente hasta la ventana y vio, para regocijo suyo, que la rendija seguía igual que el día anterior. Mirando dentro vio que su madre estaba sentada sobre la cama y que los dos chicos estaban ya desnudos con los penes erectos y preparados a su lado.
-Venga, me voy a desnudar, ¿o preferís desnudarme vosotros? -dijo Francesca.
Los dos chicos respondieron casi al unísono que preferían hacerlo ellos, ante lo cual la madre de Giulio asintió y les dijo que empezaran. Luigi, cuyo pene de 14 cm destacaba un poco comparado al de Luca, comenzó a tocarle las tetas y la vulva a través del vestido negro mientras Luca se lo iba bajando desde arriba. Poco a poco la prenda fue cediendo y las tetas sujetadas por el sostén aparecieron ante los excitados ojos de Giulio. Era un sostén pequeño que apenas podía contener las grandes tetas de Francesca.
Los dos niños terminaron de bajarle el vestido a la madre de Giulio y ésta se quedó en ropa interior, con su pequeño sujetador y sus exiguas bragas tipo biquini. Giulio podía ver los gordos pezones y las areolas de su madre a través de la fina tela de sus prendas íntimas, así como la negra mancha de su vulva. Su pene se puso erecto de inmediato, no sólo por el hecho de ver a su madre casi desnuda, sino por el ver cómo era desnudada por los dos niños con los penes duros y los glandes rojos.
Francesca se llevó las manos a la espalda y se desenganchó el sostén, que inmediatamente cayó, vencido por sus grandes tetas. Giulio podía ahora ver desnudas las tetas de su madre, sobre las que tanto había fantaseado cuando era más pequeño. Eran enormes y le encantaba ver cómo se movían de un lado a otro.
Su madre se subió en la cama y apoyó la espalda en el cabecero. Los dos chicos se acercaron rápidamente a ella y agarraron sus bragas bajándoselas a tirones dejando al descubierto su poblada vulva negra. Francesca, una vez los niños terminaron de sacarle las bragas, separó las piernas mostrándoles su fruta prohibida. Los dos chicos no cabían en ellos de excitación; estaban algo tensos, sobre todo Luigi, como el niño que tiene delante de él un juguete tan bueno que no sabe qué hacer. Esta vez el juguete era Francesca, y era toda para ellos.
-Venga, Luigi, acércame la colita para que la chupe. Seguro que sabe a pipí. . . Mmm, a mí me encanta el sabor de las colitas de los niños. . . -decía la madre de Giulio para asombro de éste, que se quedaba estupefacto.
Luigi acercó su pene a la boca de Francesca, quien de inmediato comenzó a lamérselo. Mientras tanto, Luca se metía entre sus piernas y empezaba a lamerle el coño, por el cual él había salido trece años antes. Giulio se quedaba de piedra ante las escena de sexo oral orgiástico. Su madre estaba lamiéndole el glande a un chico de 14 años mientras su hermano le comía el coño.
-Ah, ah, ah. . . Mmm, qué rica está tu colita, Luigi. . . ¿Has hecho pipí antes de venir aquí. . . ? -le preguntó al chico.
-S. . . sí. . .
-Mmm, me encanta. . . -decía entre suspiros mientras el chico gozaba y le tocaba las tetas.
Luca tampoco perdía el tiempo, y estaba degustando lentamente la raja de su madre. Sus fluidos eran gotas del más delicioso zumo para su paladar incestuoso y degenerado, y el chico no paraba de recorrer la raja de arriba abajo sin desperdiciar una sola gota del manjar que su madre le ofrecía. Ésta tenía las piernas sobre la espalda del chico, apretando su cabeza con sus muslos rellenos y suaves. Francesca se estremecía con su hijo centrándose ahora en su clítoris. Se retorcía de placer mientras chupaba el pene de Luigi, ahora dentro de su boca.
-Ahhhhhhh, así. . . Ahhhhhhhhhhhh hhhhhhhhhhhhhhhhhh, ¡¡así. . . !! -gritó entre gemidos Francesca retorciéndose por el placer que le daba el primer orgasmo.
Luca siguió lamiéndole el coño durante uno o dos minutos para después levantarse y acercarse de rodillas por encima de la cama a su madre. Luigi se puso entre las piernas de Francesca y colocó su pene en la entrada de su vagina. Entonces, ayudado por las piernas de la madre de Giulio que apretaban su culo hacia ella, se deslizó dentro, hundiendo su virilidad en la cálida humedad de la "nave scuola".
-Ohhhhhh. . . -suspiró Francesca.
Luigi deslizaba su pene dentro y fuera de la vagina de la viuda mientras ella se comía la polla de su hijo. La chupaba frenéticamente con Luca sentado sobre su pecho a horcajadas. Adoraba el sabor del pene de su hijo y lo lamía y saboreaba como si fuera un polo. Siempre había soñado con polos con sabor a pene, pero se tenía que conformar con penes de verdad, con ese sabor que a ella tanto le gustaba.
-Vamos, Luigi, cielo, fóllame. . . ¡Métemela!¡Fóllame más rápido! -gritaba Francesca ante los ojos atónitos de Giulio, cuyo pene iba a atravesar los pantalones que le impedían salir.
Luigi se la metía rápidamente, gozando de la estrechez húmeda del coño de la mujer hambrienta de sexo. Francesca casi no podía aguantar más y volvió a correrse retorciéndose en la cama mientras seguía disfrutando del pene de su hijo. Las contracciones del orgasmo de la "nave scuola" aceleraron el orgasmo del adolescente, que se corrió dentro de su vagina sin haberlo podido evitar. Su adolescente esperma llenó la comfortable vagina que le había provocado el orgasmo sin que Francesca se molestara. A ella le gustaba el riesgo y el pensar que podía quedarse embarazada de aquel chico la excitaba de forma sobrenatural.
Después de que Luigi se retirara, Luca, que se había quedado al borde del orgasmo en la boca de su madre, le metió la polla en el coño y se lo folló rápido para correrse pronto, cosa que hizo poco después de empezar a penetrarla, pero él lo hizo sobre su cuerpo. El primer chorro llegó hasta la cara de su madre, quien lamió el semen de su hijo y lo saboreó en su boca durante un rato mientras otros chorros caían sobre sus tetas, su barriga y los pelos de su satisfecho coño.
Giulio seguía mirando la escena sin salir de su asombro y con una erección pétrea que iba a estallar. Su madre, tan calladita y modosita normalmente, era una auténtica máquina de dar y recibir placer que nunca se cansaba. Vio cómo su madre y los chicos se seguían tocando y besando despacio. Luigi jugueteaba con un pezón usando la lengua y Luca besaba a su madre en la boca, entrelazando su lengua con la suya e intercambiando saliva con ella.
-Bueno, ¿os ha gustado? -les preguntó cuando acabó de besar a Luca.
-Mucho -respondieron los dos a la vez.
-Luigi, ¿tú lo habías hecho alguna vez antes?
-Sí -respondió el chico.
-Pero, ¿no te lo había dicho, mamá? Luigi se acuesta con su madre. Quiero decir, como vive solo con ella pues los dos han dormido casi siempre en la misma cama, pero hace unos meses acabaron follando. . . -dijo Luca.
-Ah, ¿entonces follas con tu madre? -le preguntó sonriendo Francesca.
-Sí, de vez en cuando lo hacemos. . . Como está tan sola, pues. . .
-Claro, es normal que le guste tener la colita dura de su niño en el chocho. . . ¿Ella te deja que te corras dentro?
-Sí, pero nosotros normalmente usamos preservativos. A ella le da pánico quedarse embarazada, pero dice que no puede dejar de follar conmigo. Tiene un coño lleno de pelos como el tuyo que me encanta y algunas veces me deja que se la meta sin condón. . . -dijo Luigi.
-Mmm, se ve que tú y tu madre disfrutáis en la cama. . . -observó Francesca.
-Sí, ella siempre se corre dos o tres veces, pero la primera vez es casi siempre cuando le toco el coño antes de follar.
-Mmm, veo que por aquí por Calabria no soy la única madre que disfruta con su niño dentro del agujerito. . . En fin, pues tú cuando quieras puedes venir aquí y me metes la colita en el chocho a mí también.
-Gracias, me ha gustado mucho cómo me lo has hecho, pero me gusta no engañar a mi madre, de verdad. . .
-Eso es bueno, bonito, yo lo entiendo. . . El calor del chochito de mamá siempre gusta más. . .
-Sí.
Los tres se quedaron allí, tocándose y besándose despacio durante un rato. Luigi acariciaba las tetas y los pezones de Francesca, mientras ella le acariciaba a él el pecho y el abdomen. Luca también acariciaba de vez en cuando las tetas de su madre, pero también sus brazos, sus piernas y su sexo. Ella le acariciaba la cara, los brazos y el pene, que estaba en semierección, pero más cerca de la erección que de la flacidez. Le encantaba tocar sus testículos duros y su resbaladizo glande aún enrojecido.
Giulio contemplaba la escena con gran interés, acariciándose el pene a través de los pantalones vaqueros. Al ver que su madre se movía y se ponía a cuatro patas sobre la cama, supo que iban a empezar otra vez. En efecto, Luigi se sentó sobre la almohada con las piernas abiertas y el pene de nuevo erecto. Luca se colocó detrás de su madre y empezó a penetrarla lentamente mientras ella lamía el glande del pene de Luigi.
Luca empujaba con fuerza a su madre desde atrás, metiendo y sacando su virilidad con renovadas fuerzas. Francesca ahora chupaba el pene de Luigi bajando y subiendo la cabeza a lo largo de éste. Era cuanto menos curioso el movimiento de su hijo dándole desde atrás y el de su cabeza bajando y subiendo rápidamente mientras las tetas le botaban con los pezones rozando las sábanas.
Esta segunda sesión de sexo no fue tan enérgica como la primera, pero se prolongó durante más tiempo, al menos el tiempo de la unión carnal. Al cabo de cinco minutos, Luca aceleró el ritmo de sus caderas acercando las de su madre con las manos puestas en ellas. La misma Francesca aceleró el ritmo de la felación que estaba haciéndole a Luigi. Luca se aproximaba al final y éste coincidió con el orgasmo de su madre, que retuvo su pene dentro e hizo que el chico no pudiera sacarlo y se corriera dentro. Entretando, Francesca terminó de chuparle el pene a Luigi, quien se corrió en su boca. Francesca tragó sin inmutarse el semen del chico mientras su hijo aún permanecía unido a ella por la vagina.
Los tres se quedaron allí en aquella postura durante un tiempo y luego los dos chicos se abrazaron a Francesca y la besaron en la boca varias veces acariciándole mientras el cuerpo. Al final se sentaron todos sobre la cama y comenzaron a vestirse. Francesca se lo pensó mejor y decidió ir a darse una ducha, ante lo cual Giulio, el excitado hijo mirón de la promiscua mujer, salió disparado y se encerró de nuevo en el armario para masturbarse en su oscuridad. Lo que había visto había confirmado que su madre era una auténtica amante de los adolescentes.