Café Venus

Entre los escombros de mi alma, búscame, escúchame. En algún sitio, mi voz sobreviviente, llama, pide tu asombro, tu iluminado silencio Jaime Sabines.

Café Venus

  • Bésame. Me dice acercándose a mí.
  • ¿Qué? Pregunto algo confusa.
  • ¡Que me beses! Me impone.
  • No te besaré, Gabriela… Así no. Digo alzando mi brazo para detenerla.
  • ¡Soy tu novia! Me dice intentando besarme por la fuerza.
  • ¡Pero eso no te da el derecho a tratarme así! Le dije escapándome de ella.
  • Seguro si te lo pide Laura se lo das ¿no? me dice desde el otro extremo de la casa.
  • ¡Vete a la mierda, Gabriela! Me cansé de tus insultos. Si no quieres creerme cuando te digo que la que me besó fue ella y sin mi permiso… es tu problema. Le digo, ya cabreada con ella.
  • Pues no hiciste mucho por detenerla. Me dice sarcástica.
  • ¡¡Joder!! Me tomó desprevenida… no me lo esperaba o ¿Tú sí te esperas que al voltearte te besen? Digo exasperada.
  • No, pero no la detuviste. Me dice acercándose de nuevo.
  • ¡¡¡No duró ni 10 segundos!!! Digo defendiéndome.
  • ¡¡Demonios, Andrea!! Pero dejaste que pasara. Dice obviamente enojada.
  • No dejé que pasara. No fue intencionado, no me volteé porque quería que me besara, me volteé porque escuché mi nombre. Le dije dando unos pasos hacia atrás.
  • Ella te gusta. Me dice y se detiene en una esquina.
  • ¡¡No, carajo!! Dije cansada.
  • ¡La besaste! Responde levantando la voz.
  • ¡No! Entiende… te estoy diciendo que no. Dije ya sin argumentos.
  • ¡Estabas enamorada de ella! Dice dejando la esquina para acercarse a mí.
  • ¡Ya! Es suficiente, llevamos tres días en lo mismo… ya no lo soporto más. Le dije cansada ya del tema.
  • ¿Qué quieres decir? Me pregunta y se para.
  • Yo estoy enamorada de ti, no de la tal Laura. Si mi palabra no es suficiente para ti… es mejor que lo dejemos hasta aquí. Dije y caminé hacia la puerta.
  • ¿Me estás terminando? Me pregunta confusa.
  • No quiero, créeme, pero sí, lo estoy haciendo. Le dije seria.
  • Entiendo… Me dice mientras toma su cartera.
  • No deseo tener a mi lado una mujer que no confía en mí ni en lo que le digo. Le dije con firmeza.
  • ¿La prefieres a ella como tu novia?
  • ¡¡Mierda!! ¿Qué parte del "estoy enamorada de ti, no de ella" no entendiste, Gabriela? Le dije levantado mi voz.
  • Sólo la parte en donde te veo besarla. Me dice dando unos pasos más.
  • ¡¡¡Que yo no la besé!!! ¡¡Con un demonio!! Le dije cabreada.
  • Como quieras, Andrea. Me voy, pero después no vengas a buscarme. Me dice desafiante.
  • Pierde cuidado, que no lo haré. Dije al tiempo que abría la puerta para que se marchara.
  • ¡Adiós! Me dice mientras salía.
  • Adiós. Dije yo cerrando la puerta.

La puerta se cerró de golpe. Sentí el ruido de sus tacones en las escaleras mientras me encaminaba a mi cama. No sentía ganas de llorar, no era justo conmigo. Es ella la que tiene que cambiar, no yo, lo que pasó no es mi culpa. Ni conozco a la chica que me besó, no la había visto jamás. Seguro fue una ex novia jugándole una mala pasada a ella. No me merezco el trato miserable que me da, yo la quiero, pero también me quiero a mi misma y no estoy dispuesta a aguantarme sus insultos de nuevo. Una vez… pasa. Dos, nunca.

¡Joder! Pensé que me quería, que era importante para ella esta relación, pero siempre está con sus celos mal fundados opacándolo todo. No puedo así, una relación así no sirve. Después de 2 meses juntas, sólo estábamos haciéndonos daño. Yo más que ella, por calarme su maltrato verbal… hice bien en terminarla de una vez. Esta vez no caeré de nuevo, no le perdonaré nada, que se vaya y me deje en paz. Sola estoy mejor.

Nunca debí dejarme llevar por mis amigas, no tenía por qué buscarme una relación seria, sola y con los romances fugaces estaba más que bien. No sufría yo ni la otra parte. Sólo era sexo casual y ya. Era feliz, pero tenía que dejarme llevar por el estúpido vacío ese, que se te acumula después de 7 años sin tener una compañera con quien despertar a diario.

Ahhhh, si ella estuviera aquí, seguro no me sentiría tan perdida como me vengo sintiendo, como me siento ahora. Si el estúpido camino no hubiera estado mojado, quizás ese accidente no hubiera ocurrido y mi Valentina aún estaría conmigo ahora… ¡Joder! Le pedí infinidad de veces que no manejara ese día, que mejor tomara el bus, que iba con ella para que no estuviera sola en el auto, pero nada dijo, sólo me sonrío y besó en signo de despedida.

Aquel día, llovía. El cielo estaba negro y una angustia injustificada, pensé en ese momento, me llenaba el pecho y, al ver el rostro de Carlos tornarse pálido mientras atendía la llamada, entendí… entendí, sin que él me dijera nada, que ella ya no estaba más. Él cayó en el sillón soltando el celular, yo enmudecí y sólo me encaminé hacia las escaleras, a su habitación, nuestra habitación.

No fui a su entierro, no me aparecí por la casa de sus padres, no me atreví. Carlos me insistió, pero no me atreví a interrumpir con mi presencia, que bien sabemos Carlos (su hermano) y yo, nunca ha sido bienvenida. Me quedé en nuestra casa, sentada en el sillón de la sala, como esperando que apareciera por esa puerta y me dijera: "Hola, amor". No fui a verla al cementerio tampoco, ni lloré por su pérdida. Estaba enojada con ella, le pedí que no fuera, casi le rogué, pero me dijo que era necesario enfrentar a sus padres de una vez, que postergarlo no serviría y la dejé ir en contra de mi propio presentimiento.

Ahora han pasado 7 años y aún me prohibo enamorarme de alguien más. Sé que a ella le gustaría verme bien y feliz, pero yo... simplemente no puedo pasar de largo lo que era tenerla a ella conmigo.

Gabriela, aunque la quiera, y diga que estoy enamorada, no es mi prototipo de mujer. Me miento a mi misma con pensar y decir que me enamoré de ella, sabiendo que en realidad no es así. Mi corazón sigue siendo de ella y no sé si es porque yo lo quiero así o es porque no ha llegado la chica que me conmueva como lo hizo ella la primera vez que la vi.

Tendrían que desaparecer sus recuerdos para dejar de pensar en ella. No sirve con que ya no esté conmigo, porque de todas maneras va de mi mano donde quiera que esté y vaya… ¡¡¡Dios!!! ¿Haré bien en no permitirme enamorarme otra vez? Quizás me esté censurando como dice Carlos, o me estoy perdiendo de la vida, como me dice Jocelyn, pero ¿Qué puedo hacer? Nadie tiene esa esencia, esa alegría, esa sonrisa que contagia… ninguna de las chicas que he conocido me mira como lo hacía ella… Aggg, mejor me voy por un café a la cafetería de la vuelta antes de que… ¡Joder! La puerta.

  • ¿Quién será a esta hora? Son las 10 de la noche ya.

Bueno, quien sea, se tendrá que ir por donde vino o venir conmigo a tomarse un café. No pienso quedarme en esta casa, sola, un día viernes. Es demasiado depresivo y, además, no quiero que piensen que estoy mal por Gabriela… abrí la puerta con la intención de echar a quien fuera que esté parado al otro lado

  • Hola, Andrea. Me dice Carlos en la entrada de la puerta.
  • Carlos… hola. Dije sorprendida de verlo a esta hora en mi entrada.
  • ¿Puedo pasar? Dice dando un paso hacia adelante.
  • Sí, sí… pasa. No, mejor no pases… voy de salida. Dije tomado mi bolso, que estaba colgado detrás de la puerta.
  • ¡Andrea! Me dice con cara de matarme.
  • En serio, no me mires así. Si quieres te dejo acompañarme. Dije empujándolo hacia la salida.
  • ¿Dónde? Me dice levantando la ceja.
  • A la cafetería de la vuelta… ¿recuerdas? Digo mirándolo.
  • ¿Venus? Dice extrañado.
  • Sí. La misma. Digo dándole la espalda.
  • ¿Aún está? Pensé que ya no existía. Me dice resignado.
  • Bueno, tiene nueva dueña o dueño, no tengo idea, pero aún está ahí. Conservaron el nombre. Dije cruzándome mi bolso por sobre la cabeza.
  • Bueno, vamos y hablamos. Dice poniendo sus manos en los bolsillos.
  • Bien, deja, quito… las llaves de la cerradura. Digo metiendo mi mano por dentro… vamos.
  • Te sigo. No puedo creer que aún vayas al mismo lugar de siempre cada vez que piensas en ella. - Dice sonriendo - No me mires así, te conozco.
  • Es una costumbre que me gusta, Carlos. No me regañes. No estoy deprimida. Sólo quiero tomarme un buen café. Dije comenzando a caminar.
  • Bueno. Supongo que sabes a que vengo ¿no? Dice abriéndome la puerta del edificio.
  • Sí, puedo suponerlo y desde ya te digo que no iré contigo al cementerio. Le dije con seriedad.
  • Andrea, que mañana se cumple otro año de su muerte. Dice mientras me sigue el paso.
  • Ella no esta ahí, Carlos. A estas alturas ya es polvo. Dije con desgano.
  • ¡No seas insensible, mujer! Dice levantado un poco la voz.
  • No me vengas con lo mismo cada 20 de Junio entonces. Le dije tomándolo del brazo.
  • Tienes que superarla de alguna manera, Andre. Me dice mirándome.
  • No me llames así, Carlos. Es Andrea.
  • No cambias. Ven conmigo mañana… tengo que entregarte unas cosas.
  • ¿De ella? Pregunto inocentemente y curiosa.
  • Sí, encontré una cajita hace unos días en su habitación cuando terminaba de desocuparla. Dice mientras cruzábamos la calle.
  • ¿Quitaste todas sus cosas de ahí?
  • Sí, ya era tiempo y además, ya sabes que Paola está por dar a luz y el bebé necesita una habitación. Estoy seguro de que Valentina no se opondría.
  • Es verdad, te habría ayudado a decorarla. Dije pensativa.
  • Sí. Entremos. Me dice y se detiene.
  • Sí. Dije, al no percatarme de que habíamos llegado.
  • No entiendo esa manía tuya de andar siempre con tu cuaderno de notas a todas partes. Me dice mientras nos sentamos.
  • Pues uno no sabe cuando le llegue la inspiración… Jajja. Dije bromeando.
  • Jajajja… entonces, ¿Vienes mañana? Dice a ver si me pilla desprevenida.
  • No, Carlos. Perdóname, pero no puedo. Dije tajante.
  • Andrea, llevas 7 años en lo mismo. Lo único que me tranquiliza algo, es que tienes pareja estable y te estás dando la oportunidad. Me dice esperanzado.
  • Pues… ya no. Terminé con Gabi. Le dije algo indecisa.
  • ¿Por qué? Pregunta exaltado.
  • ¿Te parece poco lo de hace tres días? Dije mirándolo.
  • No, pero pensé que lo superarían. Dice mirando la mesa.
  • Pues no. Respondí con firmeza.
  • Bueno, bueno. Esta vez no te diré nada, pero intenta avanzar ¿sí? Me dice inclinándose hacia mí.
  • No. Ya no seguiré tu consejo de momento. Dejaré pasar un tiempo, si no te molesta. Le dije y me mira molesto.
  • Está bien, con tal que no sean años. Me dice serio.
  • Jajaja… no tranquilo. Me pides un café mientras voy al servicio ¿sí? Le dije mientras me levantaba de la silla.
  • Sí, ve, te espero. Me dice llamando a la mesera.

Este local, me trae tantos recuerdos. Aquí la vi por primera vez… mmm... aún lo recuerdo como si fuera ayer, su mirada perdida por el ventanal al pasar por fuera del lugar y esa media sonrisa que le vi al entrar. Todo eso me embobó con una rapidez asustadiza. En ese entonces, no tenía conciencia de mi tendencia a las mujeres, pero ahora entiendo que tenía que ser ella la que me lo hiciera ver… con esa mirada triste pero emocionante, aquella que siempre me cohibía con tanta facilidad que tenía que hurtarle los ojos para no delatar ese amor que me inspiró luego de sólo entablar una pequeña conversación cordial sobre qué iba a pedir para tomar o comer.

No tuve necesidad de preguntar su nombre. La etiqueta en su uniforme lo decía... Valentina, Val… así la llamaba desde que mis idas a la cafetería eran diarias. Al principio no alcanzaba a entender el por qué de mi emoción cada vez que la veía, ni lo incompleta que me sentía después de pasar un rato de conversa con ella. Poco a poco nos hicimos amigas, salíamos… a veces al parque, otras a caminar por alguna plaza. Siempre había algo que hacer, pero siempre volvíamos al mismo lugar… la cafetería.

Recuerdo que muchas veces la regañaban por sentarse conmigo en la mesa a tomarse un jugo y reíamos sin parar. Tenía esa habilidad de reírse sin excusa y a mí… lograba siempre desinhibirme con esa gracia en sus ojos. Carlos tiene razón, siempre vengo aquí cunado pienso en ella y tengo la necesidad de tenerla, aunque sea en recuerdos. Me gusta mucho el ambiente y a veces, siento su aroma en el aire. Eso me transporta sin darme cuenta y cierro mis ojos dejándome llevar por unos instantes… hasta que la camarera me interrumpe para saber si quiero algo más. Un fastidio.

Es mejor salir, tomarme ese café y seguir diciéndole a Carlos, que no iré con él mañana. No soy capaz de eso, he hecho muchas cosas que ella desaprobaría y que de seguro me reprocharía… ajjaja, aunque no pueda hacerlo, yo sentiría que lo hace. Es por eso que no voy a verla y también porque tengo miedo a enfrentar que ya no está más acá Por suerte Carlos ya había pedido el café y estaba en la mesa. Me llamó la atención la mujer sentada en una esquina, siempre con su Netbook en la mesa y un café, que estoy segura seguía intacto y frío. Desde que abrieron este local nuevamente, siempre la veo ahí, en la misma esquina como observando de reojo a todas las personas que entraban. Es extraño.

  • Te has demorado en el servicio, peque. Dice ya con un tono suave.
  • Sí, algo. Pero ya estoy aquí. Le dije sentándome.
  • Está bueno el café, con este frío nos caerá bien. Me dice bebiendo su café.
  • Sí. ¿Cómo van tus cosas? Pregunté cambiando el tema.
  • Regularmente normal. Como siempre diría yo. Me dice con fastidio.
  • Eso es bueno, Carlos. No pongas esa cara de desgano. Pronto nacerá tu

hija y te cambiará la cara. Le dije tomando la taza.

  • Jajaja… lo mismo me dice Paola. Que con la llegada de Valentina, estaré de mucho más ánimo. Dice sonriendo.
  • ¿Valentina? Pregunto con la taza en los labios.

  • Sí, Andrea. Lo decidimos hace meses, sólo que no te lo había comentado aún. Dice mirándome.

  • Será la nena más afortunada. Dije sonriéndole a medias.
  • Lo sé. La mimarás hasta decir ¡basta! Me critica bromeando.
  • Jajaja… pero no seré la única ¡eh! Le dije a mi vez riendo.
  • Cierto… Jajaja. Entonces, como no irás conmigo mañana, vente a almorzar con nosotros. Me dice aprovechando mi humor temporal.
  • Bueno, eso sí te lo acepto. Iré, lo prometo. Le dije para tranquilizarlo un poco.
  • ¡Genial! Algo logré después de todo. Comenta riéndose.
  • Jajaja… vas progresando, Carlitos. Le dije algo burlesca.
  • Jajaja, bueno… es mejor que me vaya. Paola me espera. Me dice buscando algo en sus bolsillos.
  • Dale mis saludos. Le dije mientras terminaba mi café.
  • En tu nombre. Me dice levantando la mano para que le trajeran la cuenta.
  • ¡Bien! Te veo mañana a eso del medio día en tu casa. Le dije levantándome.
  • No me falles ¡eh! Me dice mirándome serio.
  • Despreocúpate. No lo haré. Le dije mientras tomaba mi bolso.
  • Eso espero, Andrea. Me dice mientras pagaba la cuenta.
  • Ok, ok. Le respondí al tiempo que caminábamos a la salida.
  • Bien, hasta mañana, peque.
  • Hasta mañana, Carlos.

Besé a Carlos en la mejilla y me dispuse a pensar un poco. Abrí mi libreta de notas y saque mi lápiz una vez más. Como cada año desde que no está y como también cada año, la hoja queda en blanco. No quería verlo, pero pensar en ella estaba desgastándome de a poco. Sin embargo, no considero que tener una relación sea la solución para olvidarla. Desearía que llegara la mujer, que me cautivara como lo hacía ella, para vivir esa vida que pude tener con ella.

Miré mi reloj, eran las 11:15 de la noche, hora de irme. Saqué un billete de mi bolsillo al pararme de la silla y lo dejé sobre la mesa marchándome de ahí sin mirar atrás. Siempre me pasa que el día antes me abstraigo de todo, sólo ella acapara mi mente y… ¡no tengo idea de qué demonios hago! Esto es un torbellino, un espiral que me marea sin cesar.

En la calle no me detuve a mirar nada, sólo el suelo. Sentía a la gente pasar a mi lado, pero no me detenía a mirar a la persona que entraba en contacto conmigo tras un leve choque de hombros y seguía, sumida en ese recuerdo que me robaba una sonrisa sin querer. Es habitual en mí sonreír al pensar en ella y eso… ¡Es tan a menudo! Sigo amándola como la primera vez que lo dije en voz alta y me sorprendí a mi misma con ello… fue entre risas que se me escapó, ella se sumió en el silencio, ambas sentadas en el sillón de su casa. Aquella tarde se me ha venido muy seguido a la mente en estos días. Al llegar a la entrada de mi departamento, me percaté de que se me había quedado mi libreta en el café. No me di a la tarea de ir por ella, era muy tarde ya. Iré mañana, si es que aún la tienen. Me dije mientras cerraba la puerta detrás de mí… Pasaré luego de terminar mi trabajo en la librería y de paso, me tomaré un café y… ¡Demonios! Mañana me toca ir a lo de Carlos… ¡ah! Eso es a la hora de almuerzo. Estoy salvada… Jajaja, a estas horas mis neuronas ya están en estado senil. Entré a mi cuarto mientras tiraba mi ropa al suelo, me puse una camiseta y me encaminé al baño a higienizarme antes de tirarme en la cama. Puse música y programé el equipo para que se apagara en una hora, más o menos… dicen que es mala costumbre esta de escuchar música antes de dormir, pero es que conmigo hace lo contrario. Me relaja y me duerme tan rápido que ni cuenta me doy y, mientras eso pasa, tarareo las canciones, en este caso, "Fix You Up" de Tegan & Sara

No me percaté en qué momento me dormí, pero no me molesta. Dormí genial y como me lo esperaba, soñé con ella. No quiero llorar, pero tengo una ganas tremendas… lo he pospuesto demasiado al parecer. Por no llorar me cambié a este departamento. No quería seguir viviendo en una casa donde todo me la recordaba, su aroma estaba en todos lados, desde la entrada hasta el patio trasero. Sus plantas, esas que se empeñó en tener y que yo, por no verle esa carita de decepción, consentí que lo hiciera… Jajaja, aún puedo verla saltar de alegría cuando me vio llegar con la tierra y semillas. Lo daba todo por no verle esa expresión triste en el rostro.

A veces la puedo oír regañándome por mi manía de ducharme con agua helada en el invierno y salir a la calle con el pelo mojado. Sacudo la cabeza al pensarlo y procuro seguir. Terminar de vestirme, arreglarme, tomar mi bolso y mis llaves para salir a la librería, así como lo hago ahora.

Respiro hondo antes de comenzar a caminar las 7 cuadras que recorro todos los días, desde que se me ocurrió aceptar la oferta de mi tío de atender aquella librería. No estaba en mis planes, pero ahora es mía… lo cual tampoco era lo que esperaba... jajaja. Tendría que ir por mi cuaderno a la cafetería. No quiero que lo registren mucho, si bien no tiene mi número de celular, sí tiene la dirección de la librería. Bien, después de comer con Carlos y Paola iré a la cafetería por él.

  • Jocelyn… ¿Qué te trae por aquí? Pregunto sin detenerme.
  • Tú. Me dice siguiéndome.
  • Te has enterado de que terminé con Gabriela. Te advierto que no cambiaré de opinión. Le digo sin aminorar mis pasos.
  • Lo sé, vengo del cementerio. Dice sin mirarme.
  • Ok. Con razón estás de pie tan temprano. Dije indiferente.
  • Jajaja, que no se te olvide que pedí el día en la revista. Dice sonriendo.
  • Jajaja, bueno, bueno… entonces dime ¿Qué quieres de mí? Dije parándome en la entrada de la librería.
  • Nada. Sólo vine a pasar el resto de la mañana contigo mientras llega la hora de irnos donde Carlos. Me dijo metiendo sus manos en los bolsillos de su abrigo.
  • Ahhh, te invitó también. Dije mientras sacaba las llaves de mi bolso.
  • Sí, ayer por la tarde me llamó.
  • Ya. Esto es un complot, ustedes dos quieres algo, pero aún no sé bien qué. Dije poniendo las llaves en la cerradura.
  • Jajaja... no, mujer. Sólo comeremos. Dije sonriendo algo inquieta.
  • Ya, como si no te conociera, Jose. Dije mientras entrábamos en la librería.
  • Bueno… en serio te digo, no pretendo nada, por lo menos yo. Dice sentándose en una silla.
  • ¡Bien! Dije mientras corría la cortina de la ventana.
  • ¿Cómo estás con eso de que Gabriela te dejó? Me dijo mientras se quitaba el abrigo.
  • ¿Que me dejó? ¡Ja! Dije con ironía.
  • ¿Qué? Me pregunta curiosa.
  • Nada, la que terminó con ella fui yo, pero bueno… Dije, encogiéndome de los hombros.
  • Sí. Terminó siendo una joyita la chica ¿no? Me dijo colgando su abrigo en el perchero.
  • Sí, para la otra, fíjate mejor antes de presentarme a alguien más. Le dije señalándola con el dedo.
  • ¡Ey! Que no es mi culpa. Me dice risueña.
  • No dije que lo era, Jose, sólo que… nada. Mejor prepara el café. Le dije mientras me quitaba el abrigo.
  • Bueno, pero no te acostumbres. Dice caminando hacia la parte trasera.
  • Sí, sí…Jajaja ¿Como si vinieras todos los días? Dije levantando la ceja.
  • Cierto, cierto. Dice haciendo un ademán medio raro con la mano.
  • ¡Bien! Mientras tú haces el café, yo daré vuelta el letrero de cerrado a abierto y te alcanzo para conversar mientras entra alguien. Le dije caminando a la puerta.
  • Ok, pero dime que tienes azúcar.
  • Bueno, no… endulzante.
  • Aggg, peor es nada. La última vez que pasé por aquí no tenías ni eso. Me dijo haciendo una mueca.
  • Por eso tengo ahora, Jajaja… para que no te dé algo. Dije riéndome mientras daba vuelta el letrero.
  • Jaajja... gracias entonces. Dijo poniendo el hervidor.
  • De nada, de nada. Dije volteándome.

Caminé hacia la parte trasera del local. Se me había olvidado que ayer había llegado un pedido con unos libros que tenia interés en leer antes de ponerlos a la venta. Me gusta la poesía y más aquella… encontré la caja donde la había dejado ayer y la tomé llevándola hacia donde estaba Jose, pero me detuve a ordenar unos libros que estaban fuera de lugar antes de que comenzara a llegar gente.

  • ¡Hey, Andrea! Ven. Le escuché decir a Jose.

Tomé de nuevo la caja y me dije que terminaría luego de ordenar esos libros. También revisaría las demás estanterías para verificar el orden. Las personas tienden a tomar los libros y dejarlos en donde no deben. Es un fastidio, pero bueno… me entretiene ordenarlos después.

  • Dime. Dije mientras dejaba en el suelo la caja que traía en brazos.
  • Llegó esta cajita para ti. Me dice indicando con el dedo una caja en la mesita.
  • ¡Ah! ¿Quién la trajo? Pregunté mientras me sentaba en la silla.
  • El cartero. Firmé por ti, porque es certificada. Me dice sirviendo café para ambas.
  • ¡Qué raro! No debe de ser de algún proveedor ¿Segura que es para mí? Le pregunté tomando la caja.
  • Pues lee. Ahí dice "Andrea Riveros" muy clarito.
  • ¡Ahhh, cierto! Y también está escrita esta dirección. Dije mirando la tapa de la caja.
  • Ábrela. Así sabrás de quien es.
  • Sí. Dije mientras quitaba la cinta adhesiva.
  • Seguro es alguna publicidad o algo así. Me dice mientras le echaba endulzante a su café.
  • Si, quizás, pero debería decir el nombre de la publicidad y… - Me quedé muda.
  • ¿Qué? Me preguntó inclinándose hacia mí.

Al quitar el envoltorio la vi. La caja medía unos 30 cm 2, quizás un poco más. Por fuera parecía una caja común, pero si la miraba de cerca, tenía unos dibujos en ella, era color cartón y los dibujos eran negros. Linda, rústica, artesanal… en el interior contenía algo así como hojas de otoño, eran naturales y tenía paja. Un detalle precioso, pero lo mejor fue el contenido principal. Una tarjeta echa a mano, color amarillo con diseños primaverales de un color café claro, se me figuraban a mariposas y flores… contenía también una rosa blanca. Cosa extraña, es costumbre mandar rojas. Era una caja especial.

  • Lee la tarjeta. Me dice interrumpiéndome.
  • Está bien… ¡Es un poema! Dije exaltada.
  • ¿Sí? Me dice mirándome extrañada.
  • Sí… de Jaime Sabines. Dije mientras leía.
  • ¿Qué más dice? Sigue interrumpiéndome.
  • Algo que, a mi parecer, no es de tu incumbencia, Jose. Le dije mirándola.
  • Bueno, tampoco lo digas así. Por lo menos dime si dice quién te la envió.
  • No, no dice, pero a juzgar por la letra, adivino que es mujer. Dije mientras repasaba el contenido de la tarjeta en mi cabeza.
  • ¡Tienes una admiradora secreta! Me dice entusiasmada.
  • Jocelyn, ¿Qué dices? Dije levantando la mirada.
  • Pues que una chica está interesada en ti. Me dice tomando un sorbo de café.
  • ¿Cómo sabes? Quizás sólo sea una broma.
  • ¡Vamos! Te emociona… Te lo veo en los ojos, te brillan. Me dice riéndose de mí.
  • ¡No es verdad! Ahora, si me disculpas, iré al baño. Dije levantándome.
  • Di mejor que vas a pensar. Me dice sonriendo burlesca.
  • Voy y vuelvo. Tapa mi café. Dije caminando ya.

Abrí la puerta del baño y me encerré en él. No sabía qué pensar… esa tarjeta, la escritura, el poema

"Amo tus ojos, amo, amo tus ojos.

Soy como el hijo de tus ojos,

como una gota de tus ojos soy.

Levántame. De entre tus pies levántame, recógeme,

del suelo, de la sombra que pisas,

del rincón de tu cuarto que nunca ves en sueños.

Levántame. Porque he caído de tus manos

y quiero vivir, vivir, vivir" S.

¿Por qué me envía precisamente ese poema? Estaba escrito en mi libreta, en la tapa… Valentina lo escribió ahí, hace mucho tiempo. Su favorito… es una coincidencia nada más. No quiere decir nada, pero no deja de llamarme la atención… toda la caja en si me la recordó tremendamente.

Iré por mi libreta antes de ir donde Carlos.