Café Venus 2

Me doy cuenta de que me faltas y de que te busco entre las gentes, en el ruido, pero todo es inútil Sabines

Café Venus 2

  • No, Carlos. No tengo ni menor idea de quién es. Dije mientras me sentaba en el sillón.
  • ¡Vamos, Andrea! De alguien tienes que sospechar. Me dijo sentándose a la vez.
  • Pues no. No sé y lo que más me inquieta son las tarjetas, el contenido. Dije pensativa.
  • ¿El contenido? Pregunta interesado.
  • Sí. El contenido de las tarjetas es… y no, sólo tiene que ser coincidencia. Dije sacudiendo la cabeza.
  • ¿Qué quieres decir? No te entiendo, Andrea. Me pregunta inquieto.
  • Carlos, dirás que estoy loca, pero… me la recuerda tanto, Carlos. Dije mirándolo.
  • ¿Que te recuerda a quién?
  • A Valentina. Los poemas, la caligrafía… los adornos de las cajas. Los detalles… todo. Todo me la recuerda. Dije aliviada de poder decirlo.
  • Muéstrame las cajas y tarjetas. Me dijo serio.
  • Bien, pero no le comentes nada a Jose, ni a Paola ni a nadie. Dije mientras me dirigía a mi dormitorio.
  • Te lo prometo.

Realmente, pensé que Carlos me diría que estaba loca, que se reiría de mí, pero no lo hizo y, en respuesta, me pide las cajas con una expresión seria. Sé que tiene que ser una coincidencia nada más, el parecido tan familiar de esas tarjetas, los poemas… Esto tiene que ser una broma. No puedo sentir estas cosas por alguien que ni conozco y que no quiero conocer… ¿No quiero? Aggg, mejor se las llevo a Carlos, para que me diga lo que piensa al respecto.

  • Aquí las tienes, son 4 en total hasta el momento. Me llega una diaria a la librería. Dije dejando las cajas en la mesita de centro.
  • ¿Una por día? Me pregunta mirándolas.
  • Sí, cada una viene con una tarjeta escrita a mano y una flor diferente por día. – Dije pensativa. – Aunque la primera venía con una P.D.
  • ¿Qué decía?
  • Que el día que me llegue mi flor favorita, le haga el favor de llevarla conmigo todo el día. Para así, ella o él, pueda saber cuál es la correcta. Dije mientras miraba a Carlos leer la primera tarjeta.
  • Ya veo. – dice pensativo – déjame leerlas todas y te digo lo que creo, ¿ok?
  • Bien. Voy a preparar café mientras.
  • Sí, gracias. Hoy hace más frío de lo habitual. Dijo al tiempo que comenzaba a inspeccionar las cajas.
  • Sí, ese es el motivo por el cual no quise ir a la librería hoy. Amanecí toda entumida y… no me dieron ganas de levantarme. Dije caminando hacia la cocina.
  • Entonces… ¿No recibirás caja hoy? Dice levantando la cabeza para mirarme.
  • Creo que no. Dije risueña.

Dejé a Carlos con las cajas. Necesitaba saber que no estaba loca, que a él también se le venía Valentina a la mente como a mí, al leer las tarjetas o cada vez que releo esas tarjetas, pero… tengo que reconocer que me emociona un poco recibirlas, me he sorprendido expectante al llegar la hora en la que usualmente llegan… hoy sería la quinta, pero no fui. Y como ya es hora del almuerzo… el mensajero habitual no debe haberla dejado en la puerta, ni nada. Es certificada, por lo que debe de firmar alguien para poder entregarla… grrrr, quisiera, quisiera… ¡mierda! La tetera.

Puse dos tazones en la mesa de cocina y les eché café a uno y al otro té con canela. Y antes de ponerle el agua le puse azúcar al café. Carlos se toma el café demasiado dulce para mi gusto, Jajaja… mejor llevo los tazones a la salita. Necesito saber qué piensa Carlitos y dejar de pensar en esa quinta bendita caja, que no recibiré hoy.

Cuando salí de la cocina y vi a Carlos, sentado y callado, sumergido en sus propios pensamientos, intuí que le había pasado como a mí.

  • Aquí tienes. Dije entregándole el tazón.
  • Gracias.
  • ¿Qué piensas? Le pregunté curiosa.
  • Que tienes razón, la caligrafía es muy parecida a la de Valentina… los poemas, esos me sorprenden ¿Cómo pueden coincidir tanto? Cada párrafo es exacto a como ella los recitaba o escribía en sus libros. Me dice dejando su espalda caer hacia atrás en el sillón.
  • Lo sé, por eso quise que los vieras, para que no pienses que es porque la extraño mucho. Le dije, sentándome en el sillón frente a él.
  • ¿Qué has sabido sobre tu libreta? – Dice cambiando el tema – Ahí tenías casi todos los fragmentos de poemas favoritos de ella. Me dice tomando un sorbo de café.
  • Lo sé, eran todos. Porque ella los escribió antes de regalármela a mí. Y no, no he sabido nada. Como te dije el día que almorzamos juntos en tu casa. Se me quedó en el baño del café, pero las meseras me dijeron que no la encontraron ni vieron a nadie con una libreta como la que les describí
  • Entonces, puede que la persona que te envía las cajas la tenga y los saque de ahí. Me dice tranquilizador.
  • No, Carlos. Eso no es posible. Le dije tomando mi té.
  • ¿Cómo? Pregunta curioso.
  • Pues, esa libreta lleva conmigo años, y es lógico que a estas alturas ya la haya llenado ¿no? Dije interrogante.
  • ¿Qué quieres decir? Sigue curioso, sin comprender.
  • Pues que, como es una libreta de esas a las que puedes quitar las hojas, ya que viene como archivero… los poemas no están ahí, los tengo yo guardados en una caja. No los he leído desde que ella… ya sabes. Dije algo incómoda.
  • Cierto, Valentina la obtuvo por pedido en la tienda… lo recuerdo. Me dice inquieto.
  • Sí. Dije bebiendo de mi té otra vez.
  • Entonces… ¿Cómo puede ser que esta chica escriba en las tarjetas sus fragmentos de poemas favoritos? Me pregunta esperando una respuesta de mi parte.
  • No tengo idea, pero lo voy a averiguar como sea. Eso te lo puedo asegurar, Carlos, pero... ¿Cómo puedes afirmar que es mujer? Le interrogué yo esta vez.
  • Pues por la caligrafía. Es de chica... es muy delicada y redonda para ser de hombre, Andrea. Dijo sonriéndose.
  • Es cierto. Dije riéndome con él.
  • Bueno, tengo que irme al trabajo ya. Me dijo dejando el tazón en la mesita.
  • Bueno, yo haré un par de cosas aquí e iré a la librería un rato. Dije levantándome con él.
  • Ya… ¿Quieres ver si aún te llega la caja de hoy, no? Me dice algo burlesco.
  • Si quiero saber quién me envía las cajas, sí.
  • No te estarás ilusionando ¿verdad? Me dije curioseándome con su mirada.
  • No. Eso no pasará.
  • Bien. Aunque no sería malo que te enamoraras. Me dice mientras caminaba hacia la puerta.
  • No digas tonterías, Carlos ¿Cómo puedo enamorarme de alguien que no conozco? Dije algo pensativa.
  • Te enamoraste de Vale antes de que te la presentaran ¿no? Me dice interrogante.
  • Eso es diferente. Dije abriéndole la puerta.
  • No, no lo es. Me dijo al tiempo que salía por la puerta.
  • Sí lo es. Ella y yo nos habíamos visto antes. Le dije mientras lo besaba en la mejilla.
  • Ok, nos vemos el fin de semana, o sea, mañana. Me dijo sonriéndome.
  • Bueno, en tu casa a las 8… Da mis saludos a Paola. Chao.
  • Chao, peque. Cuídate y no te cabecees mucho con esto ¿quieres? Lo que sea que signifique, lo sabrás pronto. Me decía mientras se alejaba.
  • ¿Cómo sabes? Dije casi gritándole.
  • Sólo lo sé. Alcancé a oírle.

Hacía mucho que no sonreía por alguien sin razón aparente. Y ahora me sonrío por saber que es mujer. Claro que es lo lógico, como dice Carlos… pero no sé como explicarme lo de los poemas. Son tan exactos, simétricamente iguales ¿Cómo es posible que pueda haber una persona que me la recuerde tanto? Después de siete años, siete años sintiendo este vacío y su ausencia. Llega esta chica y lo remueve todo sin saberlo siquiera.

No tengo idea del por qué de su atrevimiento, pero el hecho en sí no deja de sorprenderme, de emocionarme y, de cierta manera, de ilusionarme. No creo que esta chica esté jugando, ni mucho menos tenga la mínima idea de lo que está logrando con sus tarjetas y escritos, pero no veo una intención definida en ello… Su última tarjeta me conmovió tanto, su sensibilidad, la pasión que se imprimía en cada oración, mmm...

"Ya no sé dónde estás. Yo ya he olvidado quién eres, dónde estás, cómo te llamas. Yo soy sólo una parte, sólo un brazo, una mitad apenas, sólo un brazo. Te recuerdo en mi boca y en mis manos. Con mi lengua y mis ojos y mis manos te sé, sabes a amor, a dulce amor, a carne, a siembra , a flor, hueles a amor, a ti, hueles a sal, sabes a sal, amor y a mí. En mis labios te sé, te reconozco, y giras y eres y miras incansable y toda tú me suenas dentro del corazón como mi sangre" S.

¿Cómo puede ser tan exacta en su escritura? Es imposible que sea ella, es imposible que haya vuelto, es… no es nada. No es ella, es alguien más, ajena a mi amor, indiferente a todo lo que era estar con ella. Se le puede parecer, pero no será nunca ella, no tiene su esencia, no tendrá su olor, el sabor dulce de sus labios, no tendrá su sonrisa…¡¡Dios!! Aquella sonrisa ¡Cómo extraño su sonrisa! Tan inmensamente risueña que contagia.

Me niego a que me guste, a ilusionarme y me niego más a que me conmueva. Averiguaré quién es, lo sabré tarde o temprano y le haré saber, le reprocharé el que se haya atrevido a enviarme esos poemas, que no son suyos, son de ella aunque no los haya escrito, son de ella…¡¡Ahhhh!! ¿Qué estoy haciendo? Peleando con alguien que… ni al caso. Esto es una estupidez, pero aún así me estoy poniendo mi abrigo y tomando mi bolso para salir a la librería con la esperanza de que vuelva el mensajero con aquella cajita.

Ansío leer mi próxima tarjeta, quiero ver cual es la flor que me enviará ahora, deseo, en mi fuero interno, que sea la indicada, que sea un tulipán y que esta incertidumbre de no saber, se acabe. Quiero y necesito saber quién es, por qué hace esto, por qué los poemas, de dónde los sacó... ¿Tendrá ella mi libreta? ¡¡¡Ahhhh!!! ¿Cómo demonios voy a averiguar todo eso? Son demasiadas preguntas sin respuesta y me inquieta, me deja demasiado intranquila el hecho de que sepa cosas de mí sin yo conocerla ni nada. Me parece injusto, no estamos en igualdad de condiciones y me jode, para qué adornarlo, que esta pinche mujer tome mis recuerdos como si fueran sus recuerdos. Aunque ella no tenga una idea de ello, me jode muchísimo.

Tomé las llaves de la mesa y, tras cerrar la puerta, me encaminé a la librería. Distraer mi mente, en otras cosas, me ayudará y dejaré de cabecearme por ello al menos por unas horas. No necesito encapricharme ahora que decidí reiniciar mis estudios, ambiciones… no sé bien qué haré, pero creo que ya es tiempo de que comience. Tengo 25 años, no tengo más profesión que la de librera, jajaja… eso no una profesión aceptable para mí. Necesito hacer algo más… ser algo más.

Quizás sea bueno que pase por la cafetería más tarde cuando me vaya a casa. Me tomaré un café mientras pienso en cómo esta chica sabrá si le atinó en la flor o no, quizás así pueda deducir quién es, qué hace y demás cosas que no sé decir, si quiero saber. Garabatearé mi libreta en una hoja y le pediré a la mesera que la pegue en la ventanilla o algo así, de esa manera comenzaré a buscarla. No puede haber desaparecido así de la nada. La chica con la que hablé me dijo que cerraron a la media noche ese día, ¿Qué tanta gente pudo haber entrado después que me fui? De todas maneras, no creo que todas hayan ido al baño. En fin… ya estoy aquí, en la librería y no hay cajita alguna.

Son las 3 de la tarde. Abriré unas horas y luego me iré a tomar un cafecito antes de encaminarme a casa… Me gusta estar sola conmigo misma, pero últimamente me deprime un poco mirar a mi alrededor y no encontrar a nadie esperándome al llegar, pero bueno, es lo que me he buscado. Mejor abro de una vez, y esperaré a ver que pasa. Comenzaré por ordenar esos libros, me dije mientras entraba. Llevan días ahí, uno encima del otro, luego me sentaré en mi sillón de atrás a leer un poco. Eso siempre logra despejar del todo mi mente.

  • ¡Bien! Vamos dándole. Dije riéndome.

Comencé por voltear el letrero de cerrado a abierto. Me quité mi abrigo, dejé mi bolso tirado en un rincón, como siempre, y me senté en el suelo a ordenar los libros por tema para después llevarlos a los respectivos estantes, así se me hace más rápido. Aunque de igual manera no termino hasta pasadas unas horas… esta manía mía de releer un poco cada uno antes de saber donde los pondré siempre me quita tiempo, pero no puedo evitarlo.

Aggg, no pensé que fueran tantos. Me da la sensación de que ha pasada más de una hora, me duelen mis nalgas por estar sentada en el piso, las siento heladas y cada vez que pienso "es la última tira de libros" aparece una más atrás ¡Qué fastidio! En realidad quiero un café, por estar sentada en el suelo me ha dado frío, siento los pies heladillos ya… ¡ohh! Viene alguien. Me paré del piso y caminé hacia la puerta...

  • Hola. Me dice el mensajero.
  • Hola.
  • Tengo un paquete para usted, vine por la mañana, pero estaba cerrado. Me dijo dejando la caja en la mesa frente a él.
  • Gracias por volver. Le dije al tiempo que buscaba en mi bolso un poco de cambio para darle.
  • De nada, firme aquí nada más y nos vemos mañana. Me dijo mientras me indicaba donde firmar.
  • Sí. Gracias. Dije al tiempo que le daba la propina y lo veía marcharse.
  • Que tenga un buen día. Me dijo antes de cerrarse la puerta.

No le respondí nada al mensajero. Me quedé mirando la caja, estaba envuelta en una bolsa. Por la lluvia, me dije mientras sacaba la caja de esta misma. No la abrí en seguida, como siempre, desde que llegan, la miré por fuera. Me gustan los diseños artesanales que tienen, son rústicos, no definidos, perfectos en cierta manera y sencillos. Me parecen geniales. Cuando me dispuse a abrirla, me sentí extrañada de mí misma, estaba emocionada, con cierta pizca de alegría, pero no medité mucho en ello y proseguí con lo que hacía.

Efectivamente, dentro de la caja, estaba la tarjeta junto con una… no, ¡Dios! Es un tulipán. Sentí que se me dilataban las pupilas al ver la flor ¡mi flor favorita! Es naranja, y se ve fresca, a pesar del tiempo que pasó dentro. Quizás sea por la humedad que hay en estos días y el frío, no sé, pero al fin le atinó con la flor la mujer… Jajaja, ahora tendré que llevarla conmigo y a la vista todo lo que queda del día.

Tomé la tarjeta mientras me sentaba en la silla y comencé a leerla

"Tú tienes lo que busco, lo que deseo, lo que amo, tú lo tienes. El puño de mi corazón está golpeando, llamando. Te agradezco a los cuentos, doy gracias a tu madre y a tu padre, y a la muerte que no te ha visto. Te agradezco al aire. Eres esbelta como el trigo, frágil como la línea de tu cuerpo. Nunca he amado a una mujer delgada pero tú has enamorado mis manos, ataste mi deseo, cogiste mis ojos como dos peces. Por eso estoy a tu puerta, esperando." S.

¡¡Dios!! ¿Qué querrá decirme con todo esto? ¿Qué pretenderá? ¿Enamorarme? Quizás crea que con todo este despliegue de palabras puede lograrlo, pero… ¿Cómo? No me conoce, no sabe cómo soy, qué hago ni nada ¿Cómo puede gustar de mí? Porque para haberse atrevido a esto debo por lo menos gustarle, quizás haberme visto de algún lado, no sé… No alcanzo a entender cómo es que estoy en esta situación. De un día para otro comienzan a llegarme estas cajas, con tarjetas, flores y demás cosas que de pronto tienen tanto significado para mí. Significado que es ajeno para ella, no creo que tenga idea alguna de lo que me está haciendo con todo esto y… no lo entiendo. Todo es muy confuso, de pronto irreal y ahora, ahora sólo quiero saber quién es esta mujer y qué quiere conmigo

  • Hola. Dice alguien.
  • ¿Eh? ¡Hola! Sí, dime. Dije al tiempo que me despabilaba.
  • No… yo sólo… ¿Me puedes decir tu nombre? Me pregunta sin más.
  • ¿Mi nombre? Pregunto curiosa.
  • Si, discúlpame la pregunta, pero prometo que hay una razón por la cual soy así de directa contigo sin conocernos si quiera. Me dice toda apresurada.
  • ¡Wow! Digo sorprendida.
  • ¿Qué? ¿Dije algo malo?
  • No… ¡no! Sólo me ha sorprendido que dijeras todo eso sin respirar. Le dije risueña.
  • ¡Oh! Perdona. Dice algo avergonzada.
  • No, no hay por qué, tranquila… Soy Andrea. Dije mirándola.
  • Yo… – Empieza diciendo y titubeando un tanto. – Yo tengo algo para ti. Termina diciéndome.
  • ¿Sí? Pregunto curiosa.
  • Sí, esto… – Dice mientras me entrega una bolsa de papel. – Creo que es tuyo. Acabó por decir al tiempo que se la recibo.
  • ¡Ey, mi libreta! Dije mirando dentro de la bolsa.
  • Sí, lamento no haber podido venir antes, pero se me presentaron algunos problemas. Dice mirándome.
  • No tienes por qué disculparte. Gracias por devolvérmela… es algo importante para mí. Dije mirándola a mi vez.
  • Imagino por tu expresión que sí. Me dice observándome.
  • Sí, es que es un regalo especial y… Dije sacando mi libreta de la bolsa.
  • No te preocupes. Me dice ahora mirando a su alrededor.
  • ¿Dónde la encontraste? ¿Cómo sabías que era mía? Dije mientras observaba cómo un par de personas entraban en la librería.
  • ¡Oh! Disculpa de nuevo, me distraje… – dice sin dejar de mirar los libros en los estantes. – En la tapa dice tu nombre y dirección, pero nunca creí que fuera una librería. Me dice esta vez mirándome.
  • Eres libre de mirar si quieres. Dije al ver sus ojos algo brillosos.
  • Sí, gracias, lo haría… pero debo irme. Tengo que estar en casa antes de las siete. Dice tomando en sus manos un libro de poesía.
  • ¡Vamos! Son las 6 de la tarde. – dije mirando en mi celular la hora. – ¿Qué tanto te puede tomar? Dije sorprendiéndome de mis palabras.
  • ¡Cierto! Pero voy a querer llevarme por lo menos un libro y, lamento decir, no traje conmigo mi billetera. Me dice ojeando el libro.
  • Te regalaré el que quieras… – Comencé a decir sin pensar. – En retribución por traerme mi libreta. Dije al final justificándome.
  • ¿Lo dices en serio? Pregunta curiosa.
  • Sí. Muy en serio. Respondí algo intimidada.
  • ¡Genial! Dice y me sonríe.
  • ¡Bien! Los de poesía están en el estante de atrás. Le sugerí mientras miraba como entraba otra persona al local.
  • Gracias. Iré a mirar mientras tú atiendes. Me dice al ver que el chico que entró se dirige hacia nosotras.
  • Sí, adelante. Dije al tiempo que veía al chico detenerse a mirar unos libros.

La observé marcharse en la dirección que le sugerí y no pude evitar sonreír para mis adentros. No me esperaba esto… mi libreta otra vez en mis manos, esta vez no la perdería de nuevo. Tendré que dejar mi manía de llevarla a todos lados como si fuera parte de mí, aunque lo sea… ya no la llevaré conmigo siempre.

No me esperaba esto hoy. En realidad no tenía esperanza alguna de encontrar mi libreta. Gracias a Dios la encontró ella y no alguien que quisiera quedársela, jajaja… ¡¡ufff!! Por fin se decidió este chico...

  • Hola. Me saluda el chico.
  • Hola ¿Llevarás eso? Pregunto mirando el libro que tiene en las manos.
  • Sí ¿no tienes "Los cuentos de Maddison"? Me pregunta mientras me entrega el libro.
  • No, lo siento. Se me acabaron, pero llegan la semana que viene. Dije al tiempo que le cobraba el libro y lo guardaba en una bolsa.
  • ¡Oh! Entonces te veo la semana que viene. Me dice algo pícaro al darme el dinero.
  • Sí. Gracias. Le digo dándole la bolsa con el libro.
  • De nada, chao. Me dice yéndose.
  • Chao.

El chico se marchó algo desanimado por mi indiferencia, pero me dio igual. No es que no sea guapo o amable, es sólo… que los hombres me dan igual, a menos que sea en plan de amigos. En fin… seguiré con mis libros apilados, que ya nada más me quedan dos columnas que ordenar. Quizás en ese lote esté el libro que el chico necesitaba, pero ganas de buscar no tenía. Sólo tengo frío y ganas… ¿Qué estará haciendo? Está hace media hora ahí atrás. No siento movimiento alguno, y las personas que entraron antes ya se han ido.

Tendría que ir a ver, me dijo que tenía que estar en su casa antes de las siete de la tarde. Quizás sea su novio que la espera para cenar juntos o algo así ¿Qué sé yo? mejor admito que quiero ir a ver qué hace. Sería lo mejor y de paso, le aviso la hora. Eso… le avisaré que es tarde ya. Sí...

Intento mirarla desde el mostrador pero no la veo. Me levanto, decido que es mejor tomarme el café que aún no termino por prepararme. No me gustaría interrumpirla, porque lo más seguro es que esté leyendo… ojeando algún libro. El brillo que tenía en los ojos me dice que le gustan. Su entusiasmo al decirle que le regalaría el libro que quisiera, fue genuino. Le dio alegría, jajaja… ¿Por qué me estoy riendo? Porque la mujer que esta ahí atrás te gusta y te hace sonreír sola.

Ok, es guapa, su sonrisa es preciosa, pero de ahí a… ¡demonios! ¿Qué no puedo decir que tiene buen par de senos? No sé ni lo que estoy pensando. No tengo ni la menor idea de por qué le dije lo del libro. Creo que es porque me gusta el brillo de sus ojos. Su mirada tierna y directa, con algo de misterio y un tanto de tristeza, ¡joder! ¿Por qué no me fijo en el culito respingón que tiene, o en su físico en general? Tengo que fijarme en su lado emocional.

Iré a verla ahí atrás, ya son casi las siete y yo también quiero irme a casa. Así dejo de pensar estupideces sobre ella. Ni siquiera sé su nombre, pero ya sé que su mirada me conmueve y me cohíbe un tanto… ¡Dios! Mejor me concentro en lo principal y eso es que tiene a alguien que la espera, seguro es su novio, marido o amante, jajaja… siempre pensando lo peor sin saber nada aún. Típico en mí, cualquier cosa menos admitir que la mujer me gusta.

Caminé hacia los estantes traseros con cuidado de no hacer ruido, no quiero asustarla, pero quiero ver qué hace sin que me vea. Mejor iré por el pasillo del final, de esa manera es más seguro que no vea, ya que si está mirando los libros de poemas, estará de espaldas a mí. Así la veré sin que se percate de que la miro, con tranquilidad

Ok, sólo veo su nunca y parte de su cuerpo. Está sentada el sillón, seguro leyendo un libro concentradísima. De todas maneras no veo mucho, aunque el sillón está algo inclinado hacia el lado derecho y deja ver sus piernas cruzadas y una de sus manos descansando en el respaldo de este… la luz de la lámpara que puse al lado está encendida. Es más que seguro que está leyendo entusiasmada… me acercaré despacio para no asustarla, la llamaría, pero no sé su nombre, sólo sé que me gusta sentirme conmovida por su mirada

Me acerqué despacio al sillón. Hay poca luz, sólo la lámpara, pero esta sólo ilumina el lado izquierdo y me da la impresión de que ella la movió de tal manera de que la luz le dé hacia un lado específico… doy pasos silenciosos, no quiero asustarla, pero quiero sorprenderla en lo que hace, que tonto de mi parte eso. Es mejor hacerle ver que estoy ahí… daré la vuelta, así llegare por su lado y me sentirá al acercarme.

Debe de estar muy entretenida la lectura como para que no se percate de que estoy caminando hacia ella. No mueve las manos, es extraño… ¡joder! se ha quedado dormida, y yo que me cabeceaba porque no quería asustarla y nada. El libro que comenzaba a leer, lo tiene en el pecho sujetado con su mano izquierda… su rostro está inclinado a la izquierda, sin embargo, la luz de la lámpara me deja ver que tiene las mejillas sonrojadas, siente frío y tiene que haber estado bastante cansada como para dormirse aquí, en el sillón que, a decir verdad, no es nada cómodo… jajaja.

Me arrodillo a su lado con la intención de despertarla. Iban a ser las siete de la tarde y yo debía irme a casa, con mi tulipán a la vista, pero ella… su expresión, tan tierna, con sus ojos cerrados y esas pestañas larguísimas la hacen ver tan bella en su posición tan dejada por el cansancio… la miraría por mucho tiempo y es una estupidez pensarlo. La moveré un poco del hombro para despertarla, por más que sienta ganas de abrigarla con un abrazo, no puedo. No la conozco de nada… y aún así, siento ganas de cuidarla. Estoy loca, en serio

  • ¡Ey! Dije al tiempo que le tocaba en hombro, sacudiéndolo.
  • ¡Ahh! Balbucea comenzando a despertarse.
  • ¡Hey, linda! Despierta, ya es tarde. Dije aún arrodillada ante ella.
  • ¡Oh, lo siento! Perdóname. Me dijo sonrojándose.
  • No te preocupes, nos pasa a todos una vez o dos. Dije intentado tranquilizarla.
  • De todas manera, Andrea. Lo siento, yo… – Dice mirando su reloj. – ¡Dios! Es tardísimo. Me dice levantándose.
  • Sí, por eso vine a ver como ibas, creo que te escuché decir que te esperaban. Dije levantándome a la vez.
  • Sí. Me están esperando. Lo siento de nuevo, debo irme. Dice tomando su bolso del suelo.
  • No te preocupes. Anda tranquila… tu novio seguro debo de estar preocupado porque no llegas. Dije mirándola a los ojos.
  • No tengo novio… ¿Puedo venir mañana por mi libro? Aún no decido cual. Me dice haciendo una mueca con los labios algo rara.
  • Si, claro. Ven cuando quieras. Aquí estaré. Dije algo entusiasmada.
  • Genial! Hasta mañana, Andrea. Dice dándome un beso en la cara antes de irse.
  • Si, chao. Fue lo único que pude decir.

¿Qué me pasa? ¿Por qué me entusiasma tanto esta mujer? Bueno, es que tiene una sonrisa preciosa y su mirada es tierna con un tanto de misterio y tristeza… ¡joder! otra vez en lo mismo, pero es verdad, la mujer me gusta. Me gusta mucho como me mira y además se comporta como si me conociera de antes y… a mí me parece tan familiar. Quizás sea por eso que sentí ganas de protegerla y darle abrigo cuando sentí que tenía frío…no sé, es mejor no cabecearme con eso.

Vendrá mañana… eso me pone contenta y me sorprende a la vez, pero no sé. En realidad lo único que sé, es que tengo que irme a casa. Tomarme un café en el camino y llevar conmigo mi tulipán, esperando que la chica de las cajitas me vea. Aunque me inquieta un poco el no saber… ¿Qué me enviará ahora que ya le ha atinado con la flor?