Café con Sabor a Placer
Estaba consciente que aquella invitación implicaba un riesgo, el riesgo de ser infiel; el café era una excusa y aquel hombre mi mayor tentación
_Lo siento, murmuré avergonzada
El mesero hizo una venia y se inclinó a recoger los vidrios de la copa, que gracias a mi distraimiento se había estrellado contra el porcelanato del selecto restaurant Palace. Juan Carlos, mi esposo, pasó sus dedos por mi mejilla tratando de restar importancia al incidente; le sonreí y mientras desdoblaba el periódico, eché un vistazo por encima de su hombro, alcanzando a percibir la discreta seña que me hizo el empleado antes de retirarse.
_Discúlpame un segundo querido, voy…voy a retocarme un poco, mentí
_Como gustes linda, aunque luces preciosa.
Le di un rápido beso en la mejilla y con cierta curiosidad por la actitud sigilosa del camarero me dirigí a los sanitarios; el mesero me alcanzó en el pasillo y de forma discreta me entregó una nota que guardaba en su camisa.
_Para usted señora, me pidieron que se la entregara con discreción
_Gracias respondí algo extrañada
_Con su permiso.
Una vez que el muchacho se retiró leí la nota, eran unas breves líneas que por lo inesperadas me arrancaron una sonrisa
“Colega, las circunstancias se ensañan en hacernos coincidir…empiezo a creer que es obra del destino.
Antonio Ordoñez.
Instintivamente alcé la vista percatándome que el autor de la misiva se encontraba a escasos pasos pendiente de mis reacciones, con similar interés al que noté en su mirada cuando coincidimos en el estacionamiento del restaurante.
Me sonrió y se acercó lentamente, con esa peculiar forma de caminar ocultando las manos dentro de los bolsillos; lucía un atuendo informal que iba de maravilla con su rostro a medio afeitar y el cabello húmedo peinado hacia atrás. Su fisonomía era la un tipo cuaretón de lo más común, pero su presencia netamente masculina me resultaba atrayente, sobre todo sus ojos negros que se clavaban profundamente en los míos.
_Al menos logré hacerle sonreír murmuró estrechando afectuosamente mi mano.
_Digamos que me causó gracia su curiosa forma de referirse al destino, respondí devolviéndole la sonrisa.
_Honestamente era escéptico con respecto a esos temas, pero usted licenciada, está cambiando mis percepciones; por cierto, hay una historia curiosa tras mis conjeturas añadió en tono místico _ me encantaría contársela mientras tomamos un café.
_Hummm así que la intención de esta charla es invitarme un café?
_Considerando lo creativo que intento ser debería aceptar mi invitación, sugirió con un guiño de ojo_prometo no defraudarla
_Buen punto, pero me acompaña mi esposo y no sé si le plazca invitarnos a los dos murmuré con sarcasmo
_Por supuesto, señaló con firmeza_aunque preferiría que el próximo café sea a solas, temo que a su esposo no le agrade charlar sobre …sobre el destino, aclaró con media sonrisa
_Antonio, por lo visto usted está obsesionado con los temas místicos o me equivoco?
-Mmmm yo diría más bien que obsesionado con tomar un café en su compañía
Le regalé otra sonrisa y una respuesta que abría una vaga posibilidad:
_Quizá, quizá en algún momento…
_Perfecto, le parece si nos ponemos de acuerdo y…
_Estem…ya que me ha hablado tanto del destino, sería justo dejarlo en sus manos, ya veremos si está en sus designios el tomarnos un café, concluí con cierta coquetería
_Jajaja buena jugada de evasión mi querida Camila, siempre lo hace, pero estoy seguro que el cosmos confabulará a mi favor, así que sigue en pie mi invitación
Le guiñé un ojo por respuesta y opté por despedirme, Antonio rompió la poca distancia que nos separaba y se inclinó a besar mi mejilla, sus labios se posaron cerca de la comisura de mi boca, a su contacto un par de mariposas aletearon en mi estómago, un par de mariposas que pese a mis 38 años, me hicieron despedir nerviosa, nerviosa como una adolescente
Con paso torpe regresé al salón principal, Juan Carlos continuaba leyendo la prensa y dando uno que otro sorbo a su bebida, me senté a su lado intentando disimular la inexplicable emoción que me produjo el encuentro con Antonio
_Demoraste un poco cariño, sucedió algo?
_No querido, solo saludaba con…con un colega
_De la oficina?
_N-no, en realidad alguien que conocí en el seminario municipal, señalé intentando ser honesta
_ Ahh entiendo, respondió sin darle importancia al asunto y volviendo la vista al periódico continuó_escucha linda esto te va a sorprender…
Mientras Juanca comentaba un par de noticias de la prensa, no pude evitar distraerme pensando en mi colega, reviviendo la sensación de aquellos labios prohibidos cerca de los míos, el picor de su fina barba, el olor de su cuello; sé que hubiera bastado un sutil movimiento para sentir la carnosidad de su boca, su tibieza, su humedad. Dos segundos más hubieran sido suficientes para romper los pocos centímetros que nos separaban, lo anhelaba, lo deseaba, pero me contuve ante un camino que quizá por haber sido siempre fiel, me atemorizaba explorar.
Con Juan Carlos, mi esposo, llevaba una vida estable. Le conocí en mi época universitaria, cuando cursaba licenciatura contable, en ese entonces él gerenciaba una empresa productora con la que mi facultad mantenía un convenio de prácticas estudiantiles, por lo que me desempeñé como asistente en su departamento contable.
Además de atractivo siempre fue un tipo fascinante, un hombre maduro capaz de cautivar con sus atenciones, mientras que yo era una chiquilla ansiosa de comerme el mundo. Nos relacionamos y más pronto que tarde terminamos enamorándonos. Contra todo pronóstico, una relación que aparentemente no pasaría de una aventura, terminó formalizándose bajo la ley.
Formamos un matrimonio, procreamos un hijo cimentando una relación sólida. Es cierto que con los años la pasión se nos fue esfumando, pero a cambio había germinado un amor genuino basado en el cariño y el compañerismo. Honestamente durante mucho tiempo no creí necesitar nada más para ser feliz.
Lastimosamente mis conceptos poco a poco fueron resquebrajándose, las rutinas se instalaron en casa, las ocupaciones tomaron posesión de nuestro tiempo, nuestras vidas se volvieron grises y empecé a cuestionar el verdadero sentido de ser mujer. Pese al cariño algo había cambiado, algo intangible nos distanciaba; reconocía en mí una necesidad profunda de sentirme viva…de quemar…de experimentar….
Creo que el error fue no hablar de eso con mi pareja, intuyo que a él le sucedía lo mismo pero ninguno dio pie a abordar el tema, supongo que como la mayoría de parejas asumíamos que eran etapas normales del matrimonio, sin darnos cuenta que estábamos boicoteando nuestra intimidad.
Precisamente en aquella época de cuestionamientos conocí a Antonio, un hombre de mundo, cautivante a rabiar pese a no ser tan atractivo; compartimos un seminario de proyectos comunales por espacio de un par de meses en los que tuvimos la oportunidad de relacionarnos. Al término de la pasantía coincidimos en uno que otro lugar, pero de alguna forma siempre procuré mantener la distancia porque estaba consiente que era un hombre peligroso, peligroso para mis emociones ya que encarnaba la tentación de todo lo prohibido.
Siendo casi un extraño estremecía mi vida, despertaba sensaciones en mi cuerpo, deseo entre mis muslos y aunque la infidelidad física no se había consumado me sentía confundida, incluso culpable porque mi esposo era un gran hombre, que confiaba en mi a todas luces y no quería lastimarle, pero igual que la insensata mariposa que se siente fascinada por el fuego, disfrutaba el riesgo, creyendo que fácilmente podría huir sin quemarme las alas…craso error.
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La centenaria avenida Mireli lucía bullanguera, el parque histórico otrora desolado albergaba decenas de personas que pululaban por las carpas instaladas para la feria del libro. Aquella mañana salí de casa, con el ánimo de zambullirme en mi mundo de obras; había pasado un par de horas entre estantes curioseando portadas, deambulando de un lado a otro hasta que el cansancio empezó a hacer mella y decidí aventurarme a buscar un refugio donde tomar un café.
Caminé un par de cuadras sin encontrar un lugar disponible, pues los locales estaban a reventar debido a la magnitud del evento. Con la idea de descansar un poco para luego continuar curioseando, opté por cruzar la avenida hacia la plaza donde silletas a la sombra de arbustos permitían tomar un respiro.
Apenas me había encaminado, cuando escuché a mis espaldas una voz familiar:
_Confirmado!! el cosmos está de mi lado
Un brincoteo de mi corazón me hizo voltear intuyendo de quien se trataba .No me equivocaba, a un par de metros con paso firme y semblante risueño se aproximaba Antonio, traía como de costumbre la barba a medio afeitar, el cabello húmedo y las manos dentro de los bolsillos.
Nuestras miradas como siempre se engancharon, pero intentando disimular mi emoción con cierta indiferencia comenté:
_La ciudad es chica colega, no resulta difícil coincidir
_Nada de coincidencias mi estimada Camila, entérese que he movido unas cuantas fichas y el destino me ha ayudado con otras respondió con su acostumbrado tono intrigante
_Hummm así que ahora pretende despertar mi curiosidad
_Entre otras cosas, señaló desviando la mirada a la cadenilla de plata que caía en el discreto escote de mi blusa. Instantáneamente sentí el poder de su mirada sobre mis senos y para su satisfacción se abultaron mis pezones. Sonrió notando mi descontrol, pero discretamente retiró la vista y continúo comentando
_Permítame le explico. La verdad es que vine con la absoluta intención de encontrarla. Sé que ama los libros, así que era muy probable que usted visitara la Feria, lo que ni remotamente podía intuir es la hora de su llegada y para sorpresa mía le vi cruzar la avenida breves momentos después que yo aparcara mi automóvil y optara por tomar esta ruta, así que considero que hice mi parte visitando la feria y el destino la suya permitiéndome encontrarla
_Mmmm veo que le gusta sacar conjeturas algo extrañas respondí sonriente
_En realidad lo que me gusta es verla sonreír murmuró bajando la vista a mi boca_sus labios roban absolutamente la atención cuando lo hace
Volví a sonreí esta vez con nerviosísimo. Sin mayor esfuerzo lograba confundirme, debilitarme, desarmarme; él lo sabía y tomaba ventaja de ello.
Sí, justamente así Camila… como lo hace ahora… usted… me vuelve tan vulnerable…
Me mordí el labio excitada quería que la sangre fluyera para calmar mi ansiedad o al menos tener fuerzas para evitar su cercanía. Con torpeza retrocedí un paso y casi sin saber que decir pregunté:
_ A..Antonio, conoce una cafetería por aquí? es que…buscaba una, pero en esta cuadra todo está a reventar
_ Usted me invita un café???? Preguntó exagerando graciosamente los gestos_ definitivamente el cosmos está de mi lado
_Jaja hombre no sea exagerado, la mañana está fresca y se me apetece uno
_Camila hace cuanto no toma un café de chuspa? pero ojo, el tradicional de las abuelas
_Hace mucho, casi solo se lo encuentra en provincia
_Pues en mi cocina nunca falta el grano recién molido, la chuspa, y hasta las tortillas de tiesto; ventajas de visitar con frecuencia la finca del abuelo añadió con un guiño
_Pues por mi parte ya casi he olvidado las campiñas, el aroma del café invadiendo las cocinas de barro, las charlas familiares junto a la fogata..
_Quizá algún fin de semana pueda acompañarme al campo Camila, creo que lo disfrutaría mucho. Por ahora le invito un café de chuspa, seria delicioso tomarlo mientras revisamos las obras que ha comprado, incluso quizá le interese curiosear en mi biblioteca o simplemente charlar…
. Estaba consciente que aquella invitación implicaba un riesgo, el riesgo de estar a solas; el café era una excusa, los libros también; aun así, como la insensata mariposa que disfruta el peligro quise volver a aletear cerca del fuego…
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El café recién preparado aromaba la biblioteca. Dos tacitas en una mesa de centro, unos cuantos libros regados en el tapete, mi cartera en el sofá y mis tacones junto a sus zapatos…
Nunca habíamos compartido tan íntimamente, mis dudas las dejé en las escalinatas del departamento permitiéndome disfrutar del momento sin cuestionarme nada, lo necesitaba, lo merecía. Las risas y confidencias poco a poco se redujeron a un encuentro de miradas donde nada quedaba oculto, el deseo estaba a flor de piel y parecía no haber escapatoria posible.
Me enfrentaba a dos caminos, agarrar mi cartera y huir o dejarme llevar y terminar en su cama, así de simple, así de real. Lastimosamente yo continuaba indecisa, no tenía fuerzas para escapar ni la suficiente decisión para desatar mis instintos, nada estaba dicho, todo o nada podía suceder.
Me recliné en el sofá consciente de que la falda de gasa ocre, subiría unos cuantos centímetros por encima de mis rodillas, dejando que mis muslos morenos con distraídos movimientos captaran su atención. Su mirada inquieta deambulaba, de mis pupilas a su taza de café y de su café a la abertura de mi falda haciéndome disfrutar del poder de sentirme deseada, un poder que en mi casa y en mi cama hace mucho había pasado a segundo plano.
Mientras revisábamos uno de los libros me incliné ligeramente hacia adelante, dando lugar a una perspectiva más profunda de mi escote, el dije de la cadenilla de plata bamboleaba entre mis senos, logrando que su vista se distrajera en la marcada redondez de unos pechos que aún se conservaban bonitos.
La fina tela de la blusa permitía ver la sombra del encaje del brasier que a su vez transparentaba mis inquietos pezones, prueba irrefutable de mi propia debilidad ante su juego de miradas. Quizá solo era cuestión de tiempo o de tacto, para que aquel broche del corpiño se abriera o el cierra de la falda bajara…
Un inquietante calorcito me tenía con las mejillas sonrosadas, con los labios trémulos y las mariposas aleteando ya no solo en mi estómago sino también entre mis muslos. Sé que la reacción de otro hombre al intuir mi excitación probablemente hubiera sido abalanzarse sobre mí, pero Antonio parecía ser del tipo de hombre que hacía de la paciencia su mayor fortaleza; después de todo, las cosas caen por su propio peso y la piel se desnuda por sus propias ganas.
Su presencia tampoco me resultaba indiferente, más de una vez, abandoné las hojas del libro que curioseaba, para posar mis ojos en sus labios carnosos, en sus manos grandes cálidas al contacto, en el vello oscuro que asomaba entre la abertura de su camisa y en un par de ocasiones casi sin darme cuenta, terminé con la mirada fija en el bulto que se formaba en su entrepierna, una erección que sin duda era yo quien la provocaba.
Hubo un momento en que al retirar la vista de aquel sexo endurecido me encontré de lleno con sus ojazos negros, cobardemente intenté rehuí su mirada, pero él me sujetó de la barbilla impidiéndolo y contrario a todo lo esperado tomó mi mano colocándola en su bragueta
Usted la pone así…dura….dura, sin necesidad de hacer nada…
Aquellas palabras terminaron de encenderme; dejé mi mano sobre su miembro sintiendo su palpitar, su calor, su necesidad de refugio; con un pequeño apretón le transmití todas mis ganas de hacerla mía, de saborearla, de hundírmela hasta lo más profundo pero presa aún de mis inseguridades titubeando pregunté
A-Antonio quiere m-más.. mas….café?
La pregunta era realmente estúpida en un momento como ese, imperdonable hasta para una colegiala, pero lejos de contrariarse, sonrió divertido
Café ahora? Jajaja dudo que pudiera ser más oportuna, hasta me parece una idea estupenda acotó graciosamente
Me sonrojé un poco por mi idiotez y con cierto nerviosismo me dirigí a la cocina
Ok, se..se lo traigo ahora mismo…
No huía o tal vez sí, lo cierto es que necesitaba un minuto de aire y un momento de lucidez que me permitiera recobrar el control; no era fácil para mi estando casada tener cerca a un hombre que despertaba toda mi carnalidad, tampoco era fácil traicionar a un esposo bueno, ni ceder a mis ganas aunque tuviera el sexo inundado…
_Mierda!!! Debe estar riéndose de mí, proferí mientras servía un par de tazas de café. Aún no las había endulzado cuando escuché los pasos de Antonio a mi espalda
_Nunca me reiría de usted Camila, todo tiene su momento y quizá este no era el nuestro murmuró abrazándome por la espalda
_Es que usted no entiende…
_Entiendo más de lo que cree, me desea pero aún se siente insegura
_No sé qué demonios le hace pensar que yo…
_No meta a los demonios en esto Camila, esto es cosa de los dos, susurró subiendo las manos por mi abdomen hasta rozar mis senos disimuladamente
La suave caricia me estremeció de pies a cabeza, sentir la tibieza de sus palmas y el calor que emanaban nuestros cuerpos me debilitaba; hace mucho no me estremecía otra piel, ni deseaba tanto las caricias de nadie…
Mis luchas internas de pronto se vieron avasalladas por sensaciones que me empujaban al placer, a una búsqueda por satisfacer mis instintos, por gozar…por aullar …por follar…
_Ahhhh …u-usted es un… ahhh..
_ Lo que quieras Camila… soy lo que quieras, mientras me dejes gozar de tus senos… los tienes deliciosos, me pasaría horas acariciándolos
_Ahhh Antonio…
Sus yemas estimulaban mis pezones hasta hacerlos crecer desmesuradamente, intercalando movimientos suaves con tirones enérgicos; excitada le di más libertad para que introdujera sus manos dentro de la ropa. y en breves momentos con pasmosa habilidad zafó los botones de la blusa y los broches del sujetador. El placer era inigualable, sus manos ascendían desde mi abdomen hasta mis senos arrancándome gemidos que se confundían con sus susurros entrecortados…
_Camila…que tetas mujer!!! que tetas….
_Sigue Antonio sigue…
_Ahhh Cami al fin son mías, que ganas que tenía de manoseártelas…
Ya no pensaba en nada, solo disfrutaba de sus caricias, del deseo encerrado en sus palabras, de sus labios sobre mis hombros, de su pelvis restregándose en mi trasero, de su miembro punteando mis nalgas…
Me di vuelta y le abracé del cuello, Antonio respondió acariciando mi cabello y buscando mis labios con desesperación; los besos eran intensos, cargados de deseo, de ganas reprimidas; con el ardor propio de los amantes que se permiten disfrutar de caricias prohibidas, de cuerpos ajenos, de fluidos distintos…
Nos comimos a besos permitiendo que nuestras lenguas exploraran nuestras cavidades, dejando que la saliva suavizara los labios y fluyera de boca a boca como preludio del momento al que ambos queríamos llegar. Recorrió sin prisas desde mi clavícula hasta mi ombligo para volver a ascender en busca de mis pechos….
Con suavidad me tomó de la cintura sentándome en el filo del mesón, ansiosa separé los muslos para que tuviera acceso a mi cuerpo y arqueando la espada hacia atrás le ofrecí mis senos; era deliciosa la sensación de aquellos labios carnosos succionándome, aquella boca abriéndose para chupar sin cansancio y aquellas manos que sabían muy bien que hacer para excitarme más.
En cuestión de minutos mi falda quedo enrollada en mi cintura quedándome prácticamente desnuda ,solo con un biquini que trasparentaba las escasas pelusas que solía dejar en mi pubis; me sentía húmeda y sabía lo que venía, pues Antonio parecía disfrutar anticipándomelo :
_Hummm Cami…mira nada más como has mojado la tanguita…me provoca hacértela a un lado y darte lengua
_Ahhh Antonio…uffff
_Lo quieres o no? Vamos mujer ábrete y demuéstrame lo que quieres
_Antonio Ordoñez deja de jugar conmigo y cómeme de una vez que me muero de ganas!!!
_Mmmm así me gusta verte amor, caliente y pidiendo tranca
Colocó su cabeza entre mis piernas aspirando el olor a coño mojado, estremeciéndome con la sensación de su lengua entre mis ingles, y haciéndome gemir cada vez que me apretaba el trasero. Me arrebató la tanguita y sin compasión se abalanzó sobre mi sexo saboreando mis fluidos. La suavidad de mis labios depilados me permitían sentir la frescura de su saliva, los soplidos tibios sobre mi clítoris y la inminente entrada y salida de sus dedos en mi orificio, todas eran sensaciones nuevas porque estaban cargadas del morbo de lo prohibido.
Gemido tras gemido, sacudida tras sacudida, me hacían ir del cielo al infierno al ritmo de las embestidas de sus dedos, ya no resistía más, en el centro de mi cuerpo se formaba un remolino de sensaciones que amenazaban con la imperiosa llegada de un orgasmo, levanté mis caderas empujándolas contra su boca pero él se apartó y abriéndose el pantalón susurró:
_No se te antoja correrte con esto dentro? Ven, ven Cami para que te la midas completa
_Salté de la mesón y me apretujé contra su cuerpo buscando una posición que permitiera la penetración, pero tomándome de la mano me condujo hacia su habitación…
_Ves esa cama Camila? Preguntó acariciándome las nalgas_Ahí es donde he fantaseado infinidad de veces contigo, me la he jalado duro pensando en ti…
_También yo Antonio también yo he fantaseado contigo
_Como me imaginabas amor? Dándote tranca?
_Cogiéndome Antonio, cogiéndome duro..muy duro…
_Qué rico amor, que rico, muero por hundírtela, susurró mordiendo mi oreja
_ La quiero toda!!! Gemí apretando sus testículos la quiero completa!!
_Ponte en cuatro Camila así es como te soñaba, quiero deleitarme mirándote antes de clavártela..
Le empujé contra la pared, di vuelta y sensualmente me solté la melena, despacio muy despacio bajé los últimos centímetros del cierre de la falda que aún estaba atrapada en mi cintura quedándome en total desnudez…
_Esto es lo que querías ver Antonio? Pregunté inclinándome en el filo de la cama
_Ohhhh Camila….
_Así está mejor? Volví a preguntar ubicando las rodillas en el colchón, de forma que mi cuerpo al tomar la posición en cuatro mostraba todo mi sexo
_Camila carajo!!! Eres una verdadera delicia…
_O quizá así? Pregunté elevando el cuerpo de forma provocativa
_Ohhhh cosita, mira como me la pones!!! La vas a hacer reventar…
Satisfecha al oír sus gemidos giré; sus pupilas brillaban de deseo y su sexo pedía guerra; inmediatamente se abrió los botones de la camisa y se bajó los pantalones…
Caímos en la cama fundiéndonos en un beso desesperado, chupándonos, explorándonos a conciencia; ya no había vuelta atrás, el deseo se imponía a la razón. Decidida a tomar la iniciativa me deslicé por su cuello, dejado rastros de mi saliva en su pecho que extendí hasta la profundidad de su vientre. donde airosa se levantaba su tranca.
Sin prisas me introduje su glande y con un constante jugueteo en la extensión de su miembro le arranqué varios gemidos; subía y bajaba aumentando y disminuyendo el ritmo, lo que provocaba que su sexo se endureciera a tope. La insistencia con la que me desplazaba ocasionaba que algunos hilillos de saliva se desparramaran por mis comisuras suavizando la chupada. A momentos por el cansancio de mis maxilares tomaba un respiro, pero lejos de retirarme embestía con más fuerza.
Luchado contra su propia naturaleza o más bien con su necesidad de correrse en mi boca, me sujetó de la cabeza en un intento vano de recobrar el aliento, sin embargo, a los pocos segundos con movimientos rápidos de cadera hundió su miembro en mi boca con verdadera saña
Continué con el oral, a cada lamida propiciada respondía con un jadeo y a cada succión con un gemido, era cuestión de breves instantes para que su blanca esencia terminara en mi garganta, pero negándose a su propio placer ,me dio vuelta quedando sobre mí
Esta vez sus labios se concentraron en mi cuerpo, siguiendo la ruta de los hombros hacia los pechos, de los pezones hacia el ombligo y del vientre en caída limpia hacia mi sexo, un sexo cuya humedad permitía que jugueteara con los dedos. Hábilmente succionó mis pliegues, a la vez que estimulaba con ritmo el capuchón de mi clítoris, con constancia, con sabiduría, y cuando estuve a punto de alcanzar u orgasmo levantó mis muslos por encima de sus hombros enterrándome a profundidad su armamento.
El contraste de las sensaciones en mi piel, la promiscuidad de los besos y lo certero de la clavada desencadenó un orgasmo intenso que me robó gran parte del aliento. Abierta de piernas a más no poder, recibí estocada tras estocada sin poder más que gemir entregándome completamente al placer
Un hábil movimiento de mis piernas engarfiándose en sus caderas permitió un acoplamiento rítmico que facilitaba la entrada y salida de su miembro en mis entrañas, sin descaso, sin compasión; ya no hacíamos el amor, follábamos, con palabras duras, duras como su verga y calientes, calientes como mi coño.
Su rostro era la viva imagen del placer, los ojos entrecerrados, los maxilares apretados, esperado tan solo el desenlace, pero yo no estaba dispuesta a dar término de forma pasiva, así que le empujé contra la cama y me senté sobre él. Co ritmo lento me la introduje, balaceado las caderas, subiendo y bajando, aflojado y ajustado, en total sintonía con mis ganas. En cuestión de segundos acelere los movimientos volviéndolos profundos y precisos mientras que Antonio levantó las caderas con violencia; no necesitábamos más, los espasmos y los gemidos eran prueba de casi simultáneamente habíamos alcanzado la gloria…
Terminamos envueltos entre sábanas, ya no olía a café ni se respiraba a ganas, nuestros cuerpos hambrientos se habían saciado y el inmenso placer era reemplazado por besos dulces. Todo era casi perfecto, pero las sombras de la culpa no tardaron en llegar y en el m momento menos esperado me trajeron la imagen de mi esposo, su cabello gris, su rostro sereno y sus ojos dulces; aquellos ojos dulces que aunque ya no despertaban una pasión arrolladora, era los que veía en cada amanecer…
Antonio ajeno a mis pensamientos, me abrazó con ternura como si quisiera alargar el momento
_Eres preciosa Camila, este es el mejor café que he compartido en mi vida
_Y probablemente… el último conmigo respondí con melancolía
-No mi niña, no digas eso, murmuró besando mi frente, conseguiré que el destino juegue mi favor.. .
Sonreí con tristeza. Antonio no se dio cuenta que voltee el rostro para que no viera un par de lágrima que rodaron por mis mejillas, ni comprendió porqué pese a la llovizna, precipitadamente tomé mi ropa para marcharme; no podía explicarle que irónicamente me sentía triste y feliz, mucho menos confiarle, que el hombre con el que había compartido mi vida durante años, aquel al que nunca hubiera querido herir, después de hacer el amor también solía decirme : mi niña…