Café con leche

Un destino cruzado por una mudanza. Dos chicas que se mueren por pertenecer a la vida de la otra y un abandono forzado.

-¡Cuánto rui…do…!.

Ni bien terminaba la frase cuando me cayó el peso de los recuerdos. Nuevamente una fría mañana, nuevamente vecinos, nuevamente ruidos… Ruidos que recorren mi ser, erizan mi piel, aceleran mi corazón, y sobre todo, desentierran recuerdos que mi alma mantiene en anestesia general. Recuerdos que empiezan a bombardearme, cual campo minado. Detonando uno tras otro. Recordándome que el tiempo no nos hace olvidar, solo nos ayuda a maquillar las memorias, protegiéndonos del bombardeo. Los recuerdos duermen hasta que llegan momentos como éste, en donde es imposible seguir reprimiéndolos.

Cierro mis ojos, abrazo a mi almohada, con la esperanza de que alguna migaja de su esencia aún esté impregnada en ella, independientemente del tiempo que llevamos sin compartir la cama. Y, me dejo inundar por los recuerdos, dejo que todos se junten, quizá así podré sentirla cerca. Desde que se fue me he hecho la fuerte, fingiendo una sorisa, esquivándola de  mis pensamientos, siguiendo mi vida como si nada hubiera pasado, tragándome la tristeza y las lágrimas, que en veces despistadas amenazaban con salir. Aunque lo que realmente quisiera, en esos momentos de tormenta, es estar en cama, enrollarme en mis cobijas, como ahora, y llorar hasta dormir, con su nombre en mis labios, bañados de lágrimas, y su recuerdo tatuado en mis pensamientos. Dormir con la esperanza que al despertar ella estuviera aquí, como pasaba en nuestras discusiones huecas. O por lo menos verla en mis sueños y darle a mi corazón ese abrigo de confort que lleva tiempo buscando, sin conseguir resultado.

Los ruidos me hacen recordar el día que la conocí. Han pasado un par de años y parece  como si fuera esta mañana cuando por primera vez la vi… Una mañana fría y con mucho ruido, como esta…

*          *          *

Iba saliendo para el trabajo, tarde como es ya mi costumbre. Al salir del departamento me encontré con cajas y bolsas. “Nuevos inquilinos al apartamento 12”. -Pensé-

Camine hacia el elevador, escuchando como a mi espalda sonaban pasos. Al abrirse el elevador entre y ella detrás de mi.

-          ¿Piso? -Le pregunté-

-          Cero, por favor. -Sonrió hermosamente-

-          Claro… Así que… ¿nueva?, ¿falta mucho de la mudanza?. -Quise romper el silencio que nos acompañaba-

-          Para nada. Realmente, acabo de salir de la casa de mis padres, así que no tengo muchas cosas. Ya sabes, ‘aprender a vivir sola’. Ya me toca. -Soltó una pequeña risa-

-          La realidad te espera, bienvenida. Yo vivo en el #13. Cuando gustes –Le sonreí y la vi por primera vez a los ojos. Quedé maravillada, ese ‘café con leche’ que tenía en la mirada me atrapó por completo. Fue el ‘eureka’ que hace tiempo no sentía. Todo me latió armónicamente. Un indescriptible deseo de beberme su alma a través de ellos surgió de entre lo más profundo de mi ser. Ahí empezaba aquella gula insaciable de pertenencia.

-          ¡Te lo agradezco!, ya te daré lata después por ahí.

-          No es así… Te dejó que voy muy tarde y aún debo superar el tráfico. Nos vemos por ahí..

-          Así será, vecina.

Lo último que pude ver fue su hermosa sonrisa.

No dejaba de pensarla, y sabía bien que me estaba haciendo bolas la cabeza por nada. Era la imagen de la mujer perfecta: linda, amable, pero fuerte y decidida. No había cruzado ni tres palabras con ella, pero ya había despertado por completo mi interés.

-¿Pero en qué piensas? –me cuestioné- Ella no podría prestar atención a esta alma maltrecha

¡Pero que ojos!. No me concentraba en mi quehacer, y aún peor, parecía que ese día todo mundo me necesitaba. Sólo quería que fuera la hora de salir para irme a casa, lo bueno del día es que sólo trabajaba un par de horas, y acercarme a ella con el pretexto de ayudarle. El día pasaba lento, más que de costumbre. Cuando por fin fue hora de salir me sentí aliviada. Salí como rayo.

  • *         *

Al llegar a casa vi que el departamento #12 estaba en silencio. No parecía haber alguien dentro. Confieso que me sentí un tanto triste, me venía idealizando el poder verla. Y ese siempre ha sido un problema mío, pienso lo que no es, pongo palabras y acciones en otras personas y al final duele, porque nadie me engaña, sólo yo.

Me dispuse a preparar mi cena, pero en mi ser todavía no moría la esperanza de poder verla ese día. Y me empece a cuestionar mi comportamiento, ese interes que con un 'hola' habia nacido. Que habia en ella que condicionaba mis pensamientos idealizando fantasias a su lado. Y hasta hoy no encuentro una respuesta, simplemente me llamó poderosamente la atención, me puso una sonrisa torpe en la cara y un deseo desbocado por conocerla, por beberme sus gustos, sus ideas, sus sueños, su vida entera. Sentí un grito en mi interior que puso en alerta a todo mi sistema. Me sumergí en mis pensamientos, hasta que el ruido del timbre me hizo regresar. Dejé mi comida a medio preparar y camine hacia la puerta, la abrí y… Era ella, al verla un escalofrío recorrió mi ser y apenas si articule el saludo.

-          ¿Qué tal vecina?, ¿todo bien?.

-          Lía, me llamo Lía. Sí, claro. Un poco cansados, pero aún en lo mismo. Me preguntaba si… ¿podrías ayudarnos con una carga…?. Somos dos mujeres, bueno tres de hecho, mi amigo está peor que nosotras.

-          ¡Claro!, deja tomo mis llaves. Ya vengo.

-          ¡Huele rico! -la escuche gritar-.

Yo estaba emocionada, no sé si por verla o porque me haya pedido ayuda, no sé si eran mis ideas locas, pero algo me latía... [Continuará ^^']

P.D ¿Qué les parece?. Se aceptan criticas constructivas. ¡Gracias!.