Cafe con leche
Una madre obstruye la salida de mi plaza de garaje, yo me armo de paciencia, una avería me da opción a invitarla a café, ella acepta y es el café mas caliente que he tomado en mi vida...
CAFÉ CON LECHE
Me llamo Carlos y actualmente tengo 35 años, mido uno con setenta, hago deporte esporádicamente, lo suficiente para no oxidarme, tengo un punto canalla que me da un valor añadido con las mujeres. Tengo una empresa en la que trabajo solo, con la ayuda eventual de un par de colaboradores. básicamente realizó trabajos para clientes que quieren evitarse engorrosas negociaciones y papeleos, a cambio de un generoso porcentaje, es decir que para nada tengo apuros económicos y de tarde en tarde me doy un capricho de esos que parten el riñón. En cuestión de mujeres no tengo pareja estable, y mis preferencias son las casadas o comprometidas.
Vivo en un duplex, en la parte alta de un edificio, amplio y bien iluminado con vistas a la sierra, en un barrio a las afueras de la ciudad, es tranquilo y está bien comunicado. La salida del garaje da a la entrada de un colegio, y salgo a la hora en la que los chicos entran, y estos en su mayoría van acompañados de sus madres, alguna de las cuales están de muy buen ver. Tres de cada cinco días al salir del garaje un Audi está estacionado en el vado, con una mujer sentada al volante y un niño de unos siete años en los asientos traseros. Espero paciente tres o cuatro minutos hasta que el niño besa a la mujer y bajando del coche entra en el colegio corriendo, momento en el que el coche arranca y yo salgo detrás. El motivo de mi paciencia es poder admirar a la mujer, morena, con un perfil altivo maquillaje discreto, entre treinta y cinco y cuarenta años, solo veía de los hombros para arriba, gafas de sol a modo de diadema en su cabello negro y liso, media melena, anhelaba poder ver el conjunto completo.
A fuerza de repetir esta paciente escena, al bajarse el niño, la dama me miraba y con una sonrisa me agradecía la paciencia. La semana siguiente ya me saludaba con su bella sonrisa en cuanto me paraba al lado de su coche, mi respuesta era sonreír con un ligero cabeceo y un gesto con la mano, durante la espera veía como ella me miraba de reojo. Sus ojos castaños brillaban con simpatía enmarcados por largas pestañas. Ese jueves al salir del garaje el Audi no estaba, con cierto pesar permanecí esos minutos rememorando sus gestos miradas y sonrisas que intercambiábamos casi a diario de lunes a viernes, miré el pequeño bullicio de la puerta del colegio por si la veía, resignado reinicié la marcha lentamente, casi al final de la calle vi a una mujer caminando, zapatos de tacón bajo, una falda azul hasta las rodillas y una chaqueta roja, un andar elegante media melena negra de cabello liso. Al llegar a su altura la miré, era ella su perfil familiar la hacía inconfundible, un bolso azul colgaba de su hombro. Toqué el claxon y detuve el coche a su lado.
- ¡Hola!
- ¡Hola! – saludó sonriendo al reconocerme.
- ¿Y el Audi?
- Se le ha llevado mi marido, el suyo se averió.
- Si quieres te acerco a donde vayas.
- Gracias, pero no te molestes… no tengo prisa.
- Te llevo encantado, para mí será un placer.
Me miro a través de sus gafas de sol, con una leve sonrisa y ladeando ligeramente la cabeza, miro a uno y otro lado de la calle dudando. Abrí la puerta del copiloto invitándola a entrar.
- Por favor…
- De acuerdo… pero a cambio permíteme invitarte a un café.
- Con mucho gusto.
Con gesto elegante se sentó a mi lado sujetándose la falda y con gesto mecánico se abrochó el cinturón de seguridad antes de cerrar la puerta. Inicie la marcha hasta el semáforo
- ¿Vas a algún lugar en concreto?
- Cualquier parte del centro me viene bien.
- Por cierto, me llamo Carlos.
- Yo Marta.
- Encantado, Marta. – dije inclinándome para darla dos besos.
Pero los cinturones y el semáforo en verde con la impaciencia del conductor de atrás nos lo impidieron. Ambos nos reímos con nerviosismo, me puse en movimiento y ella guardando las gafas de sol en el bolso me miro con sus ojos castaños chispeantes y una sonrisa de aprobación.
- Gracias por tu paciencia cada día.
- No tiene importancia, no tengo prisa.
- De todas maneras, gracias.
- ¿Es tu hijo?
- Si, tiene siete años… es un trasto, no para quieto…
- Es lo normal a esa edad
- Solo estoy tranquila cuando está en el colegio.
- ¿Y vas al centro a trabajar?
- No, voy de compras… o a curiosear
- Tengo la oficina cerca del nuevo centro comercial el Galeón. lo conoces?
- No, a ese no he ido todavía.
- Hoy es un buen día para ir, si te parece bien…
- Si, así tú no te desvías mucho de tu ruta.
- Hoy tengo la agenda despejada… de momento
- ¿Dónde trabajas?
- En la torre eclipse, en la planta veinticinco.
- Debe haber una vista impresionante desde ahí arriba.
- Parece que tienes el mundo a tus pies
- Que pasada. – dijo con cierta envidia.
- ¿No has entrado nunca a la torre?
- No.
- Si quieres tomamos el café en mi despacho…
- No por favor, no quiero abusar
- Ya te he dicho que hoy tengo el día tranquilo.
- ¿Y tus compañeros?
- No tengo, casi siempre trabajo solo.
- ¡Uf! Me da apuro…
- No tiene porque… ¿ahora estas incómoda?
- Para nada, estoy muy a gusto.
- No se hable más, voy a poner el mundo a tus pies.
Ambos reímos mientras metía el coche en el garaje, aparqué en mi plaza reservada y salí del coche, Marta espero a que abriera su puerta y le ofrecí mi mano para ayudarla a salir, su falda se abrió mostrando una buena porción de su muslo, su mano ligeramente húmeda se agarró confiada en la mía, y así, cogidos de la mano caminamos hasta el ascensor, nos soltamos las manos al ver a cuatro o cinco personas esperando, saludos de rigor y mientras llegábamos a la planta veinticinco intercambiamos miradas y sonrisas.
Cuando abrí la puerta dejé que entrara ella primero, se quedó parada impresionada, es un despacho amplio y luminoso decorado con colores sobrios, un gran sofá al lado derecho, una estantería en el lado izquierdo con una puerta que daba a un baño completo y de frente un gran escritorio frente a un gran ventanal desde el que se veía una panorámica espectacular. Posando mi mano en la parte baja de su espalda, la invité a entrar suavemente, se dejó llevar hasta la ventana, su cara iluminada por el sol miraba impresionada la ciudad a sus pies. Con un gesto suave cogí su chaqueta de los hombros y se la quité, Marta sin pensarlo colaboró cambiándose el bolso de mano. Llevé la chaqueta al perchero y me giré. Su silueta recortada por La Luz que entraba por el ventanal mostraba a una mujer de mi misma estatura, la falda azul y una blusa sin mangas de un azul más claro, se transparentaba ligeramente el sujetador blanco. Me quede embobado observándola, de modo que al girarse ella me sorprendió.
- Es impresionante.
- Contigo ahí es una obra de arte.
- Me abrumas. – dijo bajando la mirada.
- Me gustaría tener una cámara de fotos para inmortalizar este momento.
- Por favor Carlos, no sigas… - dijo dando unos pasos acercándose a la mesa, donde dejó el bolso.
Se apoyó en la mesa con la mirada baja, y yo me aproxime lentamente a ella, que consciente de mi cercanía se puso en tensión, alzando la mirada para clavar sus ojos en los míos expectante. Apenas nos separaba un metro, le aguanté la mirada un rato, y tras sonreír le dije
- ¿Café?
- Si, por favor. – respiró aliviada
Me dirigí a una cafetera que había en un mueble bar cerca de la puerta del despacho y la encendí. Con parsimonia prepáre la carga de café y prepare las tazas, dándole la espalda a Marta.
- ¿Lo quieres solo?
- Con leche.
- Lo siento, no me queda leche.
- No soporto el café si no lleva leche.
- Puedo ofrecerte zumo, o algún licor…
- El café está bien…
- ¿Segura? ¿Sin leche?
- Seguro que encuentro una solución. – dijo acercándose a mi.
- No lo dudo, vosotras tenéis solución para todo. – dije apoyándome en la mesa de la cafetera.
- Hay que tener iniciativa e imaginación. – su voz sonaba segura y sensual.
- Y tú tienes imaginación… - estaba a un palmo de mi.
- Y también iniciativa…
Con decisión su mano se posó sobre mi bragueta, palpando mi incipiente erección, gratamente sorprendido la dejé acariciarme mirándola divertido, bajo la cremallera y su mano se abrió paso a través de ella, sus ojos se agrandaron al comprobar el tamaño de mi sexo a través del calzoncillo, el movimiento de su mano despertó definitivamente a la bestia.
- ¡Madre del amor hermoso! – exclamo.
Con la otra mano soltó ágilmente el cinturón y desabrochó el botón, me separé un poco del mueble y con su ayuda la prenda cayó hasta mis pies.
- De aquí sacó yo petróleo. – dijo dejándose caer de rodillas.
- Lo dudo, pero leche seguro que si.
Su aliento traspasaba la tela tirante de mi calzoncillo, beso toda la longitud de mi miembro aún oculto, cuando alcanzó la punto tiro de la prenda hacia abajo liberando de su cárcel al pájaro que le golpeó en la cara.
- ¡Madre mía! ¡Qué barbaridad!
Su mano rodeó mi miembro que no abarcaba en toda su longitud, lentamente subía y bajaba la mano mientras lo miraba admirada, ahora plenamente erguido, apuntando al techo. Marta alzó la mirada buscando mis ojos que la observaban anhelante, sus labios se posaron en la punta, su lengua recorrió el capullo cubriéndolo con saliva, sus labios abrazaron la punta y se lo introdujo lentamente, exhalé todo el aire de mis pulmones como mi sexo desaparecía dentro de su boca hasta poco más de la mitad, sin poder aguantarme puse mis manos en su cabeza acompañando sus movimientos, sus uñas arañaban suavemente mis testículos.
- ¡Ah! ¡Si!... joder que bien lo haces…
El ruido de su boca llena evidenciaba la dedicación que ponía en su tarea, el olor a café invadía mis fosas nasales totalmente dilatadas, sintiendo que iba a explotar sin remisión acompañe con mis caderas sus idas y venidas introduciendo aún más mi sexo en su boca.
- ¡Ah! ¡Me corro… Marta… me corro! – trate de avisarla
Marta dejando solo la punta entre sus labios recibió impasible cada una de las descargas de mi orgasmo, acogiendo en su boca toda mi esencia, la oía respirar agitadamente por la nariz, con parsimonia y sellando sus labios soltó su presa con los carrillos grotescamente hinchados, se puso de pie ante mi, un hilo de semen le cruzaba la barbilla, sin apartar sus ojos de los míos, cogió una taza de café humeante y vertió el contenido en su interior. Me sonrió de manera triunfal, y sin poder resistirme la atraje hacia mí y con mi lengua limpié su barbilla y el interior de su boca compartiendo con ella el sabor de mi propia esencia, fue un beso intenso en el que compartimos todo. Con una cucharilla removió la mezcla del café con mi leche y bebió un sorbo paladeándolo.
Me descalce y saque mis pies de mis pantalones y calzoncillos, me quite la chaqueta y la corbata. Con una servilleta limpie mi ahora decaído y pringoso miembro, bebí un sorbo de café, y me enjuague un poco la boca. Tomando a Marta de la mano la lleve al gran sofá.
- Ven.
- Que vas a hacer. – dijo mientras se sentaba en el centro del sofá.
- Darme tiempo para recuperarme.
- Y como te vas a recuperar. – dijo sonriendo
- Comiendo mi fruta preferida. – dije poniéndome de rodillas a sus pies.
- ¿Y qué fruta es esa?
- Ahora lo verás… - mis manos bucearon bajo su falda.
Ella se deja caer hacia atrás riendo, y posó sus manos sobre las mías, ella por encima de la falda y yo por debajo. Acaricié sus muslos por arriba desde las rodillas hasta arriba y pasando al interior de sus muslos cerca de la braga recorrí el camino inverso hasta las rodillas y más abajo. Le quite los zapatos, bese y chupe su pie, subí dejando un rastro de saliva hasta su rodilla, con mis manos subía su falda y besaba cada centímetro de muslo que quedaba al descubierto, levantó un poco el culo del asiento su falda quedó enrollada a su cintura. Sus bragas blancas quedaron expuestas y mis dedos volaban por su contorno mientras me recreaba mirando con deseo tan intima prenda, la parte del pubis con un ligero bordado se transparentaba un triángulo bajo de bello púbico, los labios estaban cubiertos por una tela fina más opaca. le abrí las piernas y pegando mi nariz aspiré su aroma más íntimo, tiré del elástico superior y ella se ahuecó lo suficiente para permitirme quitárselas. Su corto bello púbico quedó expuesto a mí febril mirada, su vértice inferior señalaba inequívocamente a su vulva abultada y oscura, partida por los labios semiabiertos y húmedos. Pose mis labios sobre ellos, saboree el rocío que manaba de ellos y separando con dos dedos los labios mi lengua exploró cada pliegue de su interior, sus manos mesaban mis cabellos y con sus caderas en constante baile al ritmo de mi lengua. Sus suspiros y exclamaciones no era nada discretos la frase más repetida…
- Carlos! ¡Por dios!...
Cuando atrape el clítoris entre mis labios, sus muslo hicieron presa en mi cabeza, y sus repetidos gritos libero la fuerza de su orgasmo, seguí lamiendo sus flujos más levemente aflojó la presión de sus muslos sobre mi cabeza, y al estar con el culo fuera del asiento, aproveche para magrearle a dos manos las cachas, abriendo y cerrándolas repetidas veces. Probé a pasar un dedo por el canal entre sus cachetes, lo repetí deteniéndome en su agujero trasero y jugué con la punta del dedo en su entrada. Al no recibir queja alguna, metí mi dedo en su sexo mojándolo en sus jugos y mi saliva y volví al orificio trasero, tras varias maniobras mi dedo estaba totalmente dentro, su respiración se aceleraba por momentos, sin dejar de lamer su vulva mi dedo entraba y salía con facilidad de su otro agujero. Marta se retorcía de gusto, y la introducir en su culo un segundo dedo se quedó quieta, levante la mirada para ver su cara, estaba despeinada y los ojos abiertos, boqueaba con fuerza, con los dos dedos dentro, yo también me quede quieto, atento a su reacción, fueron unos segundos largos.
- Despacio Carlos. – musitó
- Si
- No es habitual, hazlo despacio. – musitó
- Avísame y paro.
Moví lentamente los dedos dentro de su culo, empece a follarla con dos dedos muy despacio, cuando ya estaba acostumbrada, escupí en la entrada de su ano horadado por mis dedos y al siguiente envite añadí un tercer dedo.
- ¡Ah! ¡Ah! – se quejó.
Pero no hizo ningún gesto de rechazo ni dijo nada, por lo que seguí dilatando su estrecho agujero. Tire de ella haciendo que se arrodillara delante de mi, con su torso apoyado en el asiento del sofá y con al culo expuesto, mis tres dedos en su interior se movían con más fluidez, y con la otra mano me masturbaba, ya recuperado de la corrida anterior, estaba rígido y dispuesto para otro envite. Me acomode detrás de ella y sacando los dedos apoye el glande y su entrada, presione levemente, provocando un largo quejido de Marta. Sin pensarlo cambie de orificio y la penetre su lubricado sexo, entre y salí una decena de veces, y con decisión volví a llevar mi glande a su ano, y sujetando mi pene con una mano y agarrado a su cadera con la otra presione con decisión, el capullo traspaso la entrada, su grito ahogado hizo detenerme, estaba mordiendo el sofá, y sus manos aferraban fuertemente el cojín. Yo permanecí quieto, esperando, sus manos aflojaron la presión y dejó de morder…
- Despacio, por favor Carlos!
- ¿Quieres que pare?
Negó con la cabeza, y levemente empezó a mover el culo, yo también empecé a moverme lentamente, poco a poco profundizaba más, más de la mita de mi miembro entraba en su ya no tan estrecho agujero, me abracé a ella e introduje dos dedos en su sexo, estimulando, el clítoris mientras seguí profundizando en su culo. Minutos más tarde mi pubis golpeaba en sus cachas aumentando el ritmo. Marta recitó todo el santoral hasta que gritando al más divino de todos se corrió escandalosamente entre convulsiones y arrastrándome a mí caímos al suelo, con mi pene profundamente hundido en ella, moviendo frenéticamente mis riñones me corrí entre estertores y exclamaciones de éxtasis. Se me partía la espalda con cada descarga que salía de mi. Caí agotado sobre Marta, que inmóvil soportaba mi peso tan agotada como yo. Un par de minutos después me giré a un costado, liberando de mi peso a Marta, quedé boca arriba respirando agitadamente. Al poco, Marta se arrastró y apoyando la cabeza en mi pecho me abrazo, quedándonos adormilados un largo rato.
Nos despertó como una hora más tarde el teléfono, me levante mientras ella se sentaba en el suelo, cogió sus bragas y se las puso, quedando sentada en el suelo. Me dirigí a la mesa y contesté a la llamada, vestido únicamente con la camisa y los calcetines. Atendí la llamada lo más brevemente posible, tomé unas notas y al colgar y girarme, sorprendí a Marta sentada en el suelo, apoyada en el sofá con las piernas abiertas y el vestido enrollado en su cintura, enseñando las bragas y una cara divertida al borde de la carcajada.
- ¿De qué te ríes?
- Si vieras la pinta que tienes…
- Pues anda que tú… - ambos nos reímos a mandíbula batiente.
Me acerqué a ella y le ofrecí la mano para ayudarla a levantarse, una vez de pie se arregló el vestido y se atusó el pelo revuelto.
- ¿Estás bien? – pregunte
- Si, estoy… un poco dolorida y sucia. – dijo con una sonrisa radiante.
La abrace y nos besamos con dulzura.
- Se me están manchando las bragas.
- Hay una ducha tras esa puerta. – la ofrecí compungido.
- Te lo agradecería… no te falta de nada aquí.
- A veces me quedo aquí a dormir…
La acompañé hasta la puerta y con un gesto le ofrecí el baño.
- Hay toallas limpias, lo único que no tengo son bragas.
- Jajajaja… ya me imagino. ¿Me acompañas? – dijo mientras empezaba a desabotonarse la blusa.
- Otro día, creo que por hoy hemos tenido bastante
- Tienes razón.
Me beso y al salir yo del baño cerro la puerta, me quede ahí en la puerta sumido en mis pensamientos hasta que escuche el agua de la ducha. Recorrí el despacho recogiendo mi ropa, y me vestí con tranquilidad, realicé una llamada de teléfono para reservar un billete de avión y preparé más café, Silvando una melodía. No me di cuenta de que Marta había salido ya del baño y me miraba sonriendo.
- Pareces feliz
- Lo estoy. ¿Tú no? – dije acercándome a ella y besándola cerca de los labios.
- Si, también estoy exultante.
- ¿Quieres un café? Esta recién echó.
- No creo que tengas más leche.
Ambos nos reímos con ganas. Estaba radiante y fresca, como recién salida de casa, nadie podría imaginar lo que hacía un rato había pasado en el despacho.
- Será mejor que me vaya.
- ¿Ya? – dije compungido
- Tengo que recoger al niño.
- De vuelta a lo cotidiano…
- Ha sido el mejor cafe que he tomado en mucho tiempo.
- Lo mismo digo… - dije mientras nos abrazamos.
- Me alegro de haberte conocido.
- Te acompaño hasta abajo
- Te lo agradecería, soy capaz de perderme en esta torre.
Se atuso el cabello cogió su bolso y tras comprobar que todo estaba en orden salimos del despacho. Bajamos en el ascensor hablando de cosas triviales, y la acompañe hasta la puerta de salida, nos miramos y nos abrazamos cálidamente. No lo pude evitar.
- Tengo una duda. – le susurre al oído.
- ¿Cual?
- Vas sin bragas
- Si, están en tu bolsillo… un recuerdo
- ¿Te volveré a ver?
- No lo dudes, mi marido no entiende nada de coches
Se dio media vuelta y se alejó con su paso elegante y seguro.
Continuará…
O no…