Cada mañana a las ocho
Me agarre a la barra y note su cuerpo, sus manos me agarraron como siempre, ese día el bus iba muy vacío y no había nadie en el trozo donde nos encontrábamos, en un momento dado su mano se perdió bajo la cinturilla de mi pantalón, acaricio mi pubis sobre las bragas y yo avergonzada pensé en que notaria lo mojada que estaba si seguía, pero no podía parar, era superior a mí.
Cada mañana antes de coger el autobús, tomaba un café en la misma cafetería. Luego cogía el bus que me llevaba al trabajo. Cuando sucedió lo que voy a contaros mi vida era de lo más normal, tenía un buen trabajo, una buena casa y un buen marido. Llevaba diez años casada, cinco en el mismo trabajo y estaba contenta.
Teníamos un grupo pequeño de amigos, con los que nos juntábamos los fines de semana.
Mi familia y la de mi marido vivian algo lejos, por los que solo coincidíamos en vacaciones.
Por cierto me llamo Erika y un día todo cambio en mi vida, sin esperarlo, sin buscarlo, sin tan siquiera quererlo me vi inmersa en una situación tan desconocida como excitante para mí.
Me gustaba observar a la gente que se cruzaba conmigo día tras día, cuando siempre haces lo mismo, a la misma hora descubres que mucha gente también hace las mismas cosas día tras día.
Así fue como conocí en la sombra a la pareja de novios que desayunaba juntos antes de despedirse para ir al trabajo, también así repare en la chica sola que cada mañana hablaba con alguien por teléfono mientras desayunaba y hasta repare en una pareja madura, en la que cuando la mujer salía, el hombre se quedaba media hora esperando a otra mujer a la que también besaba al llegar igual que besaba a la otra al irse.
Estaba inmersa en esas gentes en la época en la que el apareció, no repare en que también era de los que día tras día coincidía conmigo en esa cafetería, luego sabría que el si había reparado en mí.
La primera vez que le sentí y digo le sentí porque no le vi ese día aun, cogí el bus y estaba lleno como siempre. Me situé al fondo del mismo, y con mi música me dispuse a pasar el recorrido, llovía a cantaros y eso hacía que aun subiera más gente de la que era normal.
En un momento dado el bus freno y al agarrarme choque mi espalda con alguien detrás, note como mi culo chocaba con otro cuerpo y avergonzada solo susurre un perdón. Dos minutos después aun sentía la tibieza de ese cuerpo muy cerca de mí y al siguiente frenazo de nuevo nuestros cuerpos se rozaron, esta vez ninguno de los dos hizo nada por alejarse demasiado, acepte ese cuerpo instalado pegado al mío, sin invadir mi terreno, tan solo pegado al mío, se me antojo de lo más agradable, era como un abrazo sin contacto, olía a lluvia y a jabón.
Llegue a mi parada y sin girarme baje acalorada por ese contacto.
En todo el día no deje de pensar en ese momento, en su olor, en su calor y al final del día de regreso a casa decidí olvidar el tema.
Al día siguiente y con el tema olvidado ya, volví a subir al bus y de nuevo me situé atrás, recordé el día anterior y en ese mismo instante note alguien a mi espalda, se acercó y se situó donde había estado el día anterior, porque sabía que era el mismo hombre, el mismo olor y la misma familiaridad que mi cuerpo había adquirido con ese otro cuerpo. Todo mi cuerpo estaba en alerta y de nuevo no invadía, no apretaba, tan solo estaba pegado a mí. Dos paradas después y tres antes de la mía un nuevo frenazo del bus me hizo moverme y mi cuerpo se pegó al de él, no me separe, no se separó y de pronto su mano abrazaba mi cintura, cogiéndome ligeramente. Baje mi vista a esa mano y no sé porque no hice nada para apartarla y el no hizo nada más que cogerme ligeramente, me soltó al llegar mi parada y de nuevo avergonzada me baje sin mirar atrás. Ya no deje de pensar en esa extraña situación que se repitió el resto de la semana.
No entendía como ese roce tan nimio me hacía comportarme así, por una parte la vergüenza me hacía no mirar quien era el dueño de ese cuerpo y esa mano y por otra parte sin querer cada día volvía a ese rincón y esperaba su contacto.
La siguiente semana, el lunes, después de un fin de semana raro, añorando que fuera lunes; de nuevo busque mi rincón y de nuevo esa mano en mi cintura y ese cuerpo pegado al mío, pero hubo una diferencia, su mano me empujo más hacia su cuerpo y yo dejándome llevar me recline en su cuerpo y note por primera vez su sexo en mi culo, estaba excitado y note como se apretaba más, en la primera parada tiro de mí y supuse que se había apoyado en un lado del bus y mi cuerpo ahora estaba completamente apoyado al suyo, me agarre a la barra de arriba con las dos manos y el me cogió con las dos manos por la cintura y se froto, yo no solo lo permití sino que me moví lentamente a su ritmo y excitada notaba el bulto de su miembro frotando mi culito, mis braguitas se mojaron al sentir su respiración en mi cuello. Así estuvimos hasta que al llegar a mi parada, se acercó a mi oído y me dijo:
-hasta mañana
Yo baje encendida de deseo, su voz era tan excitante como su olor y la situación se convirtió en lo más excitante que me había pasado en la vida.
Durante dos semanas nos frotamos cada día durante todo el recorrido a mi trabajo, yo bajaba excitada y mojada por rozarme con un hombre al que ya conocería en cualquier lugar por su olor y por sus manos, aunque jamás le había visto.
Un día de nuevo fuimos un poco más lejos y nada más llegar, me agarre a la barra y note su cuerpo, sus manos me agarraron como siempre, ese día el bus iba muy vacío y no había nadie en el trozo donde nos encontrábamos, en un momento dado su mano se perdió bajo la cinturilla de mi pantalón, acaricio mi pubis sobre las bragas y yo avergonzada pensé en que notaria lo mojada que estaba si seguía, pero no podía parar, era superior a mí.
-abre un poco las piernas, quiero sentir el calor de tu sexo húmedo en mis dedos
Me hablo de nuevo al oído y yo sin voluntad propia hice lo que me pedía y al momento note sus dedos sobre mi sexo, busco con dos dedos mi rajita y los paso por ella mientras me decía al oído:
-estas tan excitada como yo preciosa. Me paso el día deseando que llegue este momento, que se ha convertido en el mejor de mis días
Entre sus dedos hábiles, sus palabras con voz ronca en mi oído, su olor y el calor de su cuerpo tuve un orgasmo que me doblo las rodillas, allí en un bus a las ocho de la mañana tuve el mejor orgasmo de mi vida.
Saco su mano y llegue a mi parada
-hasta mañana –me dijo de nuevo-
Y volví a bajar sin mirar atrás.
Al día siguiente subí al bus excitada, pero él no estaba, le espere cada día el resto de esa semana y nada. Me hundía cada día al ver que no estaba, me llame de todo por sentirme tan decepcionada por sus ausencias. Pasaron dos semanas y me obligaba a olvidar lo que había pasado y aprovechando me regañe por dejar que llegara tan lejos, por dejarme tocar por un desconocido.
Subí al bus ya casi me había olvidado de él, cuando note su cuerpo tras de mí, sus manos en mi cintura y me enfade conmigo misma cuando suspire y sonreí aliviada.
-te he echado de menos, he tenido que salir de viaje y cada mañana a esta hora soñaba con la humedad y el calor de tu sexo. Me has echado de menos?
-si –conteste sin pensar-
Esta vez sin soltarme con una mano y aprovechando que de nuevo estábamos solos, ya que todos iban sentados, me cogió una de mis manos y la llevo hacia atrás, la dejo sobre su sexo.
-comprueba tu misma lo mucho que te he añorado
Algo estallo dentro de mi cuando note bajo mi mano la dureza de su sexo, la metí como pude en su pantalón y agarre su sexo caliente y duro y empecé a masturbarlo, menee su sexo lentamente, luego más deprisa y note su respiración en mi cuello, sus labios se apoyaron en el mismo y me besaba mientras yo subía la intensidad y el jadeaba en mi cuello, hasta que note la tibieza de su semen en mi mano, entre mis dedos.
Llegaba mi parada y el me paso un pañuelo y me dijo
-fantástico que placer estar de regreso, hasta mañana preciosa.
Baje temblando, acababa de hacerle una paja a un desconocido en un autobús y lo había disfrutado, estaba feliz, pensé un segundo en la locura de la situación, pero el recuerdo de sus jadeos y notar como se corría en mi mano y lo poderosa que me sentí, me hizo olvidar la imprudencia de lo que estaba haciendo. No podía evitar desear que llegaran esos momentos en que los dos nos entregábamos a un sinfín de caricias furtivas en un autobús. Éramos dos desconocidos dándonos placer sin más.
Los días pasaban y cada mañana a las ocho subía a ese autobús y me dejaba acariciar y acariciaba a ese hombre al que ni siquiera había visto…
Ese día baje en mi parada y metí mi mano en el bolsillo donde note que él había dejado un papel, lo acerque a mi nariz y su olor invadió mis sentidos, lo desdoble y leí lo que ponía…