Cada mañana 4

Es obvio que ya hay alguien más en su vida, o al menos, no está interesada en que lo haya-

Capítulo 4

Conocernos

Otra vez iba camino a la clínica, era viernes y la vería de nuevo.

Pese a los cuatro días que habían pasado desde que la ví, aún sentía sus dedos sobre mi piel. Había hecho estragos en mi, incluso, volví a escribir -cosa que no hacía desde dos años atrás- mi estómago sentía nervios todo el día, y mi piel se sentía mal del grado de ansiedad que estaba llevando.

Tenía los audífonos puestos cuando iba entrando a la clínica, y no escuché los pasos que se acercaban a mi corriendo, hasta que sentí una mano sujetar la mía. Me asusté y pegué un brinco, no lo esperaba.

Al voltear sobresaltada a ver quién me había tomado de la mano, me encontré a mi amanecer sonriéndome, hoy se veía diferente, se había maquillado más que de costumbre, tal vez saldría con alguien… la verdad era que se veía radiante.

–¡Hola Gala! ¿Cómo estás hoy? ¿Ya estás lista para la terapia?- su sonrisa cada vez se hacía más amplia.

–Sí, traje camisa y brassier- No entendí qué fué lo que le causó tanta risa, pero incluso un par de lágrimas se asomaron por sus ojos.

–Vamos, te acompaño-

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Lucía incómoda, no sabía qué le ocurría pero algo la estaba incomodando, temía  ser yo.

Entramos a la recepción y Alejandra me saludó alegre.

–Señorita Montero, un gusto verla de nuevo. Alba ¿Qué tal la comida?-

–Delicioso Ale, tenías razón con ese lugar-

Una vez en el consultorio, Gala se quitó el cabestrillo sin que le dijera, desabrochó los botones de su blusa azul sin necesitar mi ayuda y se tendió sobre su estómago.

Bueno, tal vez había tenido un día difícil, podía intentar aligerarlo.

Antes de comenzar con el masaje, tomé su brazo y lo moví para irme regresando la flexibilidad, lo moví siguiendo el curso natural de sus músculos y vi cómo volteaba su rostro hacia el otro lado y apretaba los puños. Tal vez el motivo de su mal humor era que le dolía el brazo.

–ya, ya… te daré un masaje que te relajará bastante y te aliviará el dolor un poco-

Tras decir eso, mis manos subieron a sus hombros, pero cuando toqué la piel de su hombro derecho, se incorporó y se pasó rápidamente la mano por dónde había estado la mía. Sentí cómo mi corazón se estrujaba al verla tratar de quitarse la sensación de mi mano sobre su piel.

No la quise incomodar más, ahora era evidente que algo ocurría.

Tenía que continuar con la rehabilitación, por lo que procedí con el electroestimulador.

Le dije cuando terminé y ella se colocó la ropa sin mi ayuda.

Me entristecía ver su actitud, pero en realidad ¿Quién era yo en su vida? Ni siquiera lo sabía, tal vez ella estaba con alguien, tal vez le había causado problemas, tal vez ya no estaba interesada… tal vez nunca lo estuvo y no fui más que su musa.

–No me llamaste…- dije con un hilo de voz –yo… entiendo si deseas mantener esto meramente profesional pero, me gustaría saberlo- la veía, veía sus ojos para tratar de descubrir la verdad en ellos, pero solo encontré nerviosismo, preocupación e incomodidad, no quería significar un mal rato para ella.

–Lo siento- fue todo lo que salió de sus labios, a pesar de que su piel ardía, solo dijo eso.

–okey, que tengas un lindo día, Gala- ella se paró y se fué.

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–Es que no lo entiendo Mika, ni siquiera notó que me arreglé para ella- le contaba a mi mejor amigo mientras me acompañaba con unas cervezas dos días después de infructuosa "cita"

–no mostró el menor interés, no dijo que me veía linda… ni siquiera me volteó a ver a los ojos. Yo creí que la vez anterior había sido porque la había puesto nerviosa, pero tal vez ya no le gusto. Ella incluso parecía molesta, no saludó a Alejandra al entrar, y tú sabes que Alejandra es linda… cuando se sobresaltó por mi tacto yo… yo en serio creí gustarle pero eso… eso fue grosero- ahora entraba en mi una fuerte molestia, tenía coraje conmigo misma por portarme como una boba adolecente, había pasado más tiempo que de costumbre arreglando mi cabello para que las ondas se marcaran como me gustaba, maquillé mis ojos con una sombra café que sabía que hacía lucir mejor su color miel; me puse un buen perfume, me pinté los labios esperando besarla y solo había recibido ese grosero gesto.

–ya va… no te lo tomes personal, tal vez la mujer tuvo un mal día, todos lo tenemos-

–Mika, cuando le dije que por qué no había llamado, no dijo absolutamente nada. Es obvio que ya hay alguien más en su vida, o al menos, no está interesada en que lo haya-

–No creo que dudar de lo que siente sea tan sensato. Vamos, nena, te vi leer esa jodida libreta tantas veces que llegué a pensar que la romperías. Alguien que sea capaz de escribir poemas capaces de hacerte sentir de esa forma, tiene que querer algo contigo. Dale otra oportunidad-

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En mi mente no dejaba de dar vueltas la última vez que la había visto, el amarillo de sus ojos combinaba con su nombre; y sus labios, Dios, sus labios eran tan magníficamente tentadores…  y parecían salpicar ternura con su aliento.

Mis nervios me habían traicionado, mi piel había jugado en mi contra y había podido ver algo que, juraría, era tristeza a través de sus ojos.

Tenía que darle una explicación. ¿Cómo lo haría? Realmente no tenía idea, pero debía hacerlo. Al estar cerca de ella no podía articular palabra alguna, pero tenía que encontrar el valor, se lo debía por haberla dejado  dos años atrás solo con esa vieja libreta.

–¡Gala! No te esperaba- había entrado al consultorio y me encontró sentada frente a su escritorio. –bueno, hoy te toca terapia pero… no creí que volvieras-

–yo… te traje esto- y le extendí la caja sin envoltura.

–¿Una pluma?-

–Noté que la última vez no tenías una a la mano, creí que te serviría- dije mientras frotaba mi cuello con la mano que aún me funcionaba.

–Gracias, no sé qué decir. Gala… me confundes, tu… yo ví que no te gustó que te tocara- pero la interrumpí, tenía que aclarar eso de una vez por todas.

–No es eso, déjame explicarte- tomé una fuerte respiración y más valor del que tenía –yo no suelo decirle esto a las personas, no me gusta cómo me tratan después de que se los digo, pero tú me importas y no quiero lastimarte con esos malentendidos- hablé más rápido de lo que esperaba, pero lo había hecho y ahora no debía parar. –Yo tengo TEA. El otro día, mi piel estaba hipersensible y cuando eso ocurre la piel me duele, sé que no lo entiendes pero no es personal, yo no deseaba hacerte sentir mal, solo que tú tacto me lastimaba, hoy no me siento así. A veces eso pasa y bueno yo… por eso me visto con estas telas, estas no me molestan. La verdad es que desde que te vi he estado muy nerviosa tú eres muy hermosa y no logro entender cómo es que después de leer esa libreta sigues hablándome, y luego me diste tu número y yo no he tenido el valor para hablarte porque eres tan bella, y realmente me gusta el nuevo color de tu cabello, y tú labial, y Alba, yo quisiera salir contigo pero entenderé si me dices que no después de saber esto, una persona diferente a lo que apenas conoces -o no sé si conozcas más personas con TEA- pero entiendo que no es fácil de entender esta condición, yo la entiendo porque si nací, pero tú no-

-Gala- me interrumpió. –me encantaría salir contigo- haciendo un esfuerzo, la miré a los ojos y me encontré con esa miel líquida, cálida y fluida que endulzaba mi corazón. –me alegra que te guste mi labia, quería verme linda para ti- se acercó a mí y se puso de cuclillas, pero se quedó a un paso pequeño de mi rostro –me gustaría mucho poderte besar, Gala ¿Me dejas?- tragué fuerte, no podía creer lo que escuchaba, y por más que quise volver a hablar mi boca se negó a hacerlo. La única que obedeció fue mi cabeza, quien asintió con energía.

Ella completó el paso que le faltaba para llegar a tener nuestras frentes casi unidas.

–¿Te puedo tocar?- y también asentí con fuerza.

Su dedo índice trazó la línea de mi mandíbula y si con esa sola caricia subía al cielo, no sabía lo que me esperaba. Sus dedos se detuvieron en mi barbilla, me tomó de ella y pude ver en cámara lenta cómo nuestros labios se acercaron hasta quedar Unidos e iniciar la chispa del fuego que quemó mi corazón.

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Fue un beso casto y cargado de emoción, uno con el que trataba de demostrarle que a mí me había ganado antes de dejar su libreta en aquella cafetería, uno que deseaba gritarle que estaba dispuesta a amarla como ella necesitara y hacerlo así como ella era.

–¿Te parece si me platicas más de ti en la cena?- y le guiñé un ojo, viendo como sus ojos me evadían y su piel se coloreaba.


Muchas gracias de nuevo por leer. Intento publicar lo más seguido que puedo pero se vuelve un problema cuando mis demás labores de interponen. Aparte, he perdido práctica desde la última vez que escribí un relato completo.

Me gusta mucho leer sus comentarios, alegran mi día. Saludos desde México.

PD. Si me cuido, espero que tu también lo hagas 😁 gracias