Cada lector, un voto
Déjate, amigo Alex, de pantomimas y si quieres mantener las estúpidas valoraciones, hazlo al menos democráticamente.
Cada vez resulta más difícil encontrar en esta página algo que realmente merezca el calificativo de relato. El índice de analfabetismo literario crece por días y esto se está convirtiendo en un auténtico estercolero, donde encontrar algo digno ya casi cobra los visos de milagro. La acción del lector se parece cada día más a la del gato callejero que remueve en el cubo de la basura a ver si, con un poco de suerte, se encuentra siquiera sea una mala raspa de pescado que llevarse a la boca.
Habrá que suponer que, con la mejor intención, el webmaster se sacó de la manga un sistema de valoraciones para "premiar a los buenos y castigar a los malos"; y así, sin el menor pudor, convirtió a cada lector en potencial juez y jurado, poniendo al alcance de cada uno las herramientas precisas para que "valorara" los relatos en una rústica escala de 1 a 5, que después se refleja en una nota de 2 a 10.
De que el sistema ha sido todo un éxito no cabe la menor duda. Sólo basta echar una mirada al índice de participación de los supuestamente más de 720.000 juececillos censados, cifra que se me antoja tan exagerada como estrambótico el método.
Y es que no deja de ser curioso que individuos e individuas que malamente saben escribir (pongamos, siendo tolerantes, que al menos el 90% del censo) sean habilitados para ejercer la potestad de "calificadores" de algo para lo que no tienen la menor capacidad de discernimiento.
¿Cuáles han sido los resultados de tan grotesco procedimiento? Que al final todo se reduce a una irracional lucha por encumbrar a los amigos y hundir a los enemigos o simplemente adversarios, con el lógico cabreo de todos porque la mierda alcanza a todos, pues todos son objeto del favor o disfavor de los magistrados de turno. Todos, menos aquellos pobres desgraciados que no tienen árbol bajo el que cobijarse y sólo le llegan palos por todos lados.
Esto debe, sin duda, formar parte del negocio y el buen webmaster debe estar disfrutando de lo lindo con las continuas trifulcas que se lían a cuento del esperpento. De otra manera no se explica que la tragicomedia siga.
Aún así, todavía he leído por ahí, escrito por algún iluso, que está clarísimo que el webmaster es el primer interesado en que la página mejore. Si por mejora se entiende lograr mayores ingresos, es posible que así sea; pero si se trata de alcanzar una mayor calidad, más bien parece que se está siguiendo el proceso opuesto.
Como alguien ha apuntado ya, las valoraciones terminan siendo traumáticas para los denominados autores (dicho sea con la debida cautela, porque, como en todo, hay aficionados, aprendices e ineptos totales); y es que, tanto los que lo admiten como quienes lo niegan, todos están por igual interesados en figurar en ese ranking de calidad que constituyen los Tops.
Se dice que la democracia es el régimen político menos malo y uno de los axiomas en que se sustenta es el de "cada persona un voto".
Si tan primordial es el mantenimiento de las patéticas valoraciones para la buena marcha del negocio, ¿por qué no se recurre simplemente al procedimiento democrático? Si a un lector le agrada un determinado relato, que le otorgue su voto; si no le agrada, que se abstenga. Hasta se ahorraría espacio en el servidor quitando del medio tantas estrellas y opciones.
Los resultados seguirían siendo posiblemente igual de deslavazados, pero al menos el autor no tendría la penosa sensación de que se están cachondeando de él con ese "ahora te subo, ahora te bajo". El número de votos podrá aumentar pero nunca disminuir y no se prestaría al cambalache a que ahora se prestan las valoraciones, donde un terrible cuesta Dios y ayuda superarlo.
Es obvio que quienes se decantaran por "Otros textos", "Poesía erótica" y demás categorías malditas, estarían en franca desventaja en un Top general; pero para eso existen Tops individualizados, donde cada cual podrá hurgar para encontrar lo que le apetece leer.
Dada la contrastada desidia o indiferencia que el electorado muestra hacia este proceso, incluso sería conveniente que el relato apareciese, la primera vez que cada lector accede a él, con el voto otorgado de antemano. Así, al menos, si se quiere abstener, no tendrá más remedio que molestarse en anularlo; y si le da igual ocho que ochenta, el simple acceso ya contará como un voto para el autor que haya tenido el privilegio de encontrar a un lector tan vago.