Cada día más...
Sexo con amor. Amor con sexo. Un día cualquiera. Un día extraordinario.
¿Cariño, dónde pusiste mi corbata azul?
Rebusco la corbata entre mis camisas, moviendo perchas hacia un lado y otro por la barra del armario. Inútil. Seguro que la has puesto en otra parte.
¿Me escuchaste?... ¿qué dónde pusiste la corbata azul?
Nada, el ruido del televisor no te deja escucharme. Dejo el armario abierto y me voy hacia la puerta del baño de nuestro dormitorio. Abro la puerta y una bofetada de vapor caliente y olor a gel de ducha me empaña la vista. Cuando la niebla se disipa te veo surgir como una aparición. Llevas puesto nada más que un tanga y un sujetador y estás frente al espejo del lavabo, aplicándote concienzudamente alguna de tus cremas.
Nuestras miradas se cruzan en el espejo y me lanzas una sonrisa inocente. Entre el vapor de agua veo tus ojos mirarme como dos faros que me guían en la niebla. Tú cuerpo se convierte en el mar que quiero navegar y tu alma el puerto al que quiero llegar
No puedo evitar bajar mi mirada hacia tus nalgas apenas cubiertas por el tanga, redondas, carnosas, que despiertan mi hambre. Sólo la retiro para contemplar tus pechos pequeños, apetitosos, firmes, marcando el pezón en el sujetador. No te resisto y tengo que acercarme a ti.
Te abrazo por detrás, con mis manos sobre tu vientre y pego mi cuerpo al tuyo, acercando más de la cuenta mi cintura a tus nalgas para que notes en ellas la erección que tengo, provocada por ti. Mis labios se acercan a tu oído para susurrarte mientras mis ojos buscan los tuyos en el reflejo del espejo.
Estás cada día más guapa. Cada día más
Ya, tonto te vas a manchar de crema.
Me lo dices con tono poco convencido y veo como los vellos de tu brazo se erizan. Cubres mis manos con las tuyas dejando una estela del aceite de la crema. Mis labios se dirigen a tu cuello, donde los abro para dejar salir mi lengua a pasear por él. Mis manos recorren tu vientre, acariciándolo con las palmas, suben por tus costillas, se cuelan por debajo de los aros de tu sujetador y agarran tus pechos, que empiezo a apretar y acariciar.
Vamos vamos a llegar tarde
Tú voz no tiene tono firme, al contrario, casi me estás pidiendo que siga. Aprieto más mis caderas contra tus nalgas y tú me respondes no sólo manteniéndote firme, sino que también te mueves hacia atrás en busca de un mayor contacto con mi erección. Mi boca vuelve a pegarse a tu oído. Tus manos me agarran las nalgas haciendo que tus pechos resalten aún más.
Te quiero tanto me gustas tanto
Ya no eres capaz de hablar y sólo lanzas susurros y gemidos. Tu respiración se acelera y libero una de mis manos para bajarla por tu vientre hasta tus braguitas, pasando por el vello de tu pubis directa a jugar con tu clítoris. Encuentro tu sexo ya húmedo.
Mis labios te besan el cuello y busco tu cara en el espejo. Te veo en él, tienes los ojos cerrados y a medida que mis dedos aumentan su ritmo en tu clítoris tu respiración se acelera y tus manos agarran más fuerte mis nalgas.
Te intentas volver hacia mí pero no te dejo. Mis manos se escabullen de su trabajo y las utilizo para bajar tu tanga. Adrede bajo mi cabeza a medida que se desliza por tus piernas, acompañándole en su descenso, contemplando tus nalgas, tus muslos y tus piernas. Las separo ligeramente para ver tu sexo aparecer entre tus muslos. Te mueves hacia atrás para apoyar tus manos sobre la encimera del lavabo, de modo que tu espalda queda más baja y expones aún más tu sexo.
Acerco mi cara al interior de tus muslos, saboreando cada molécula de tu aroma que llega hasta mí. Mi lengua juguetona se me dispara directa a lamer tu sexo allá hasta donde alcanza. Gimes de gusto y con tu mano me acercas más a ti. Mi nariz queda entre tus nalgas y mi lengua recorre nerviosa el exterior de tu coño, húmedo y anhelante de un roce mayor. La introduzco todo lo que puedo en tu sexo y tus gemidos se transforman en dulces grititos mientras tu cuerpo intenta ayudar a mis movimientos. Con mis manos te abrazo por la cintura. Mi lengua sólo se separa de tu sexo para subir traviesa por la separación de tus nalgas y hacer un breve círculo en tu ano.
Después de un rato de torturarte con mi apéndice subo de nuevo para soltarte el sujetador, dejando a la vista tus pechos. Tus preciosos ojos me miran excitados, brillantes, con la chispa que sólo el sexo conmigo sabe darlos. Aprieto tus pechos como las dos manzanas del Edén que son para mí. Vuelvo a la carga con tu cuello mientras te susurro que te quiero, que te deseo, que eres lo mejor que me ha pasado, que jamás voy a abandonarte, que soy tuyo, que sueño que despierto cada día contigo.
Mueves tu cintura haciendo círculos para que tus nalgas se froten bien contra mi pene, apenas cubierto por los calzoncillos. Miro hacia abajo y lo libero de su presidio para colocarlo entre tus nalgas, donde desaparece engullido por tus dos redondeces. Sigues frotándote tan fuerte que temo que me lo partas, mientras me miras con esa mirada tuya que hace que arda con más temperatura que el mismo infierno. No lo soporto más y separo tus nalgas ligeramente para, tomando mi pene por su base, dirigirlo a la entrada de tu vagina. Allí dejo apoyada la punta y me detengo. Te tomo por la cintura y te pido que me mires. Quiero ver tu cara cuando notes como te penetro centímetro a centímetro. Quiero verte gozar con mi sexo. Quiero ver tu mirada suplicando que lo meta hasta el fondo.
Lentamente voy introduciendo mi pene en tu sexo, muy, muy despacio, disfrutando de cada gesto tuyo, de tus esfuerzos para mover las caderas hacia atrás y metértelo entero. Sin esfuerzo por la humedad que llena tu sexo voy llegando hasta el interior de tu vulva, sin soltar tus caderas por encima de tus nalgas. El placer te hace tener los ojos entrecerrados. Mis manos agarran tus pechos e introduzco lo poco que queda libre de mi pene en el dulce presidio de tu cuerpo, de un solo empujón, haciendo que mi vientre choque con tus nalgas. Exhalas un suspiro de placer al notar que ya está todo dentro.
Lentamente vuelvo a sacarlo y lo introduzco sin soltar tus pechos. Repito el proceso y una de mis manos se dirige a tu cara. Con cuidado de no mancharlo de crema te introduzco un dedo en la boca para que lo chupes, cosa que haces como si en ello te fuera la vida, mirándome a los ojos lasciva. Aumento el ritmo de mis envites, escuchando el aplauso de nuestros cuerpos al encontrarse. Agarras mis muslos en tu intento de llegar a mis nalgas, dejas allí una de tus manos mientras apoyas la otra en el espejo. Acaricio tu espalda desde tus nalgas hasta llegar a tu cabeza, donde tomo tu pelo, suavemente pero con firmeza. Miro hacia abajo y disfruto del panorama de ver mi pene desaparecer entre tus nalgas.
Tu mano se dirige a tu clítoris para aumentar tu placer cuando aumento mis gemidos y el ritmo de mis movimientos. Tú también gimes y me pides que no me detenga, que entre más en ti, que lo haga más rápido y más fuerte. Te concedo tus deseos y acelero el ritmo todo lo que puedo mientras tú me ayudas moviendo tus caderas hacia atrás cuando mis caderas vuelven de su retiro fuera de ti. Tus gemidos se aceleran, sostengo tu pelo mucho más firme mientras me ayudo en mis movimientos agarrando tu cintura para manejarte mejor.
Tus contracciones y gemidos me hacen saber que estás en pleno orgasmo, por lo que reúno fuerzas de donde puedo para intentar aumentar el ritmo e intensidad y que tu orgasmo sea lo más placentero posible. Entre gritos de placer te mueves como una serpiente arqueando tu espalda. Contemplo el placer en tu cara, que se contrae en una mueca como de muñeca, con la boca abierta, los ojos cerrados, las mejillas totalmente coloradas
Justo detienes tus movimientos entre gemidos y noto que no puedo más, que estoy llegando a mi límite. Me conoces perfectamente, sabes que estoy llegando y lo que quiero de ti. Deslizas mi miembro fuera de ti y dándote la vuelta rápidamente te arrodillas entre el lavabo y mis piernas. Colocas una mano en mis nalgas para atraerme hacia tu cara y con la otra tomas mi pene. Al llegar la punta de éste a rozar tu boca la abres para sacar tu lengua. Comienzas a masturbarme rápidamente. Dirijo mi mirada a tu cara. Tú, tan preciosa, la mujer más bella que jamás he visto, tú, mi vida, mi amor, los ojos que me parecieron faros, la boca que me hace llorar cuando dice que me quiere tú me suplicas que te de todo, me ruegas que acabe en ti, que me vierta.
Casi no puedo mantener mis ojos abiertos, pero aún así lo consigo el tiempo suficiente para ver como recibes el primer chorro de mi semen en tu lengua y en tu boca. No puedo más, siento que caigo en una espiral de placer, un pozo tan profundo como tus ojos cuando noto mi pene entero dentro de tu boca, que succiona con fuerza para extraer hasta la última gota de mí, gimiendo igual que lo hago yo.
Ya no llegamos, me tengo que volver a duchar y todo
Contemplo tu cuerpo desnudo cubierto de gotas de sudor. Miro tus ojos, tu boca, tu sexo, tus pechos y sonriendo para que entiendas el mensaje te digo mirándote a los ojos.
Mejor no vamos. Llamo y nos quedamos en casa