Cachonda e infiel

Despúes de 10 años, Gabriel mi primer hombre llega nuevamente a cambiar mi vida. Un encuentro inesperado, me enseño a gozar del sexo para convertirme en una esclava de mis deseos.

Siempre recordamos la primera vez y guardamos un grato recuerdo de ese hombre tan especial quien nos robo a la niña para convertirnos en la mujer. Recuerdo a Gabriel, mi tercer enamorado. Mi cuerpo había manifestado los signos de desarrollo desde muy temprana edad. Para entonces tenía 16 y gozaba de una hermosa y delicada figura aunque siempre resaltaron mis preciosas pompas envidia de mis celosas amigas y deseo de muchos chicos.

Gabriel supo ganarse mi amor, cuando pienso en él siempre lo hago con nostalgia y mucho cariño. En especial aquella tarde cuando fue a buscarme a casa y no había nadie (segura que lo hizo apropósito) lo invite a pasar y estuvimos besándonos y acariciándonos mucho; sus manos grandes y fuertes me acariciaban toda, haciéndome vibrar; ya sentía deseos de sentirlo dentro de mí, más me contenía. Quise apagar mis impulsos poniendo algo de música; pero él me invito a bailar y cuando me abrazo por atrás pude notar su excitado bulto entre mis nalguitas y no pude soportarlo más, me entregue a sus deseos y deje que me convierta en su mujer.

Acabamos el colegio y tuvimos que separarnos, años después conocí a Rosendo, mi actual esposo; un excelente hombre trabajador y cariñoso que siempre tenía un detalle para hacerme sonreír. Tras 10 años de matrimonio, llevábamos una buena y bonita relación, aunque teníamos algunas falencias en la alcoba; aprendí a recurrir a la autosatisfacción por consejos de Paola, una entrañable amiga desde la infancia para poder aliviar mis penas; con algunos problemas éramos y se sentía como un matrimonio feliz.

Atrás había dejado mi cuerpo de quinceañera delicada y ahora era una voluptuosa mujer. Me había dejado el cabello negro largo, con prominentes senos redondos y anchas caderas que hacían juego con mis gruesas y contorneadas piernas. Mi trasero seguía siendo el motivo de mi orgullo, mucho más voluminoso, redondo pero bien formado. Sobresalía cuando paseaba por la calle en especial con estrechos pantalones ceñidos que me encantaban, cosechando muchos piropos, aunque había alguno que quería ir más allá, siempre me hice respetar.

Hace unos días precisamente Paola; nos invitó a una fiesta que le organizaba a Ernesto, su novio por su cumpleaños. Aquello sería algo especial, con Rosendo planeamos tener una pequeña aventura en la casa de mi amiga; ya se imaginaran, claro sin su consentimiento; la rutina nos había atrapado desde hace mucho y queríamos probar algo fuera de lo común. No sería difícil ya habíamos ido un par de veces y conocíamos bien la casa.

Llegado el día esperado, tenía todo listo una blusita bien escotada semitransparente y una minifalda no muy alta pero de una tela bien finita para sentir de todo y un calzoncito blanco con bonitos encajes muy pequeño y con una tirita bien metida entre las nalgas, para que me roce mientras bailamos. Pero, Rosendo tuvo que atender asuntos de urgencia en su trabajo y no tuve más remedio que ir sola (él me daría el alcance.)

Ese día el tiempo voló y se hizo tarde, sin darme cuenta. Cogí un abrigo largo encima de esos que te cubren todo, y tome un taxi. Pero con el apuro no logre maquillarme y lo hacía en el vehículo. Cuando me doy cuenta que el taxista miraba mucho a través del espejo retrovisor, el abrigo cedido con el movimiento del viaje mostrando gran parte de mi exuberante busto desnudo.

Es usted muy guapa – me dice, al verse descubierto.

Gracias, voy a una fiesta – le digo acomodándome – Mi esposo me está esperando.

Que afortunado es su esposo – me dijo sonriendo muy pícaro. No paso más.

Cuando llegué a la fiesta Ernesto me dio la bienvenida, cuando me quito el abrigo para dárselo muchos voltearon a verme y por un momento pensé: Yo sola, me estoy metiendo en una cueva de lobos. Pero unos grandes ojos encendidos pudieron más, llamando mi atención desde ese primer momento ese robusto y apuesto hombre: alto, de cabello corto, rostro muy varonil, amplio pecho y poderosos hombros; se percibía mucha entrega al gimnasio y ganas por mantener un cuerpo excelente, pero fueron sus grandes ojos y esa forma de mirarme distinto que me llamaron la atención. Gabriel

Porque no me dijiste que lo habías invitado – le digo a Paola, llevándola del brazo para un lado.

No sabía, invite a un primo suyo y ha venido con acompañándolo – añadiendo – Simplemente, no le comentes nada a Rosendo, después de todo ni lo conoce.

Acechada por los grandes ojos de Gabriel, estuve tomando y conversando con mi amiga y su novio, sin darle importancia. Cuando, comenzó la música, el hermano de Paola me invito a bailar y yo que estaba con muchas ganas, por supuesto acepte. A mí me gusta bailar un poco coqueta, en especial cuando lo hago con alguien de confianza, pero mientras bailaba note que la mirada de Gabriel cambiaba y me miraba diferente como con cólera o algo así; pero yo continúe normal como si no me había dado cuenta.

Sigo en el trabajo. Estoy intentando de arreglar los problemas por todos los medios. Te doy el alcance lo más pronto posible. Discúlpame – Me comunicaba mi esposo cerca de medianoche y yo con algunas copas adicionales, ya me encontraba poco mas desinhibida. Gabriel seguía buscándome con sus ojazos, yo ya no lo ignoraba tanto, algunas veces cruzábamos miradas y hasta le sonreía. Baile unas piezas más con otro chico que no recuerdo, pero mientras más tomaba más sexy bailaba; notaba como nuevamente los grandes ojos de Gabriel se volvían rojos de los celos. Finalmente, algo cansada regrese con mis amigos, y Gabriel, se acerco.

¿Podemos bailar? – me pregunta

Estoy un poco cansada - le respondí - en la siguiente pieza. ¿Sí?

Desde luego puede haberle complacido, pero lo deje para que sufra un poco, que aprenda a no ser tan celoso. Sin embargo, no se fue y al contrario aprovecho para incorporarse a nuestro grupo. Para mi sorpresa, Paola me dice:

¡Él es Gabriel! ¿No lo recuerdas?

¡Ah! Hola, estas súper cambiado - le dije, intentando disimular.

Su primer beso me llego entre la mejilla y la boca, no estoy segura si fue intencional pero tampoco me disgusto. Definitivamente el alcohol en mi cuerpo trabajaba a su favor. Desde ese momento todo cambio, conversamos mucho de todo lo sucedido desde que nos separamos. Me conto que había estado en las fuerzas armadas, que salió hacía unos meses para establecer un negocio de seguridad para empresas con un amigo suyo. Mientras lo escuchábamos allí tan erguido muchos recuerdos suyos me vinieron a la mente, y en especial lo sucedido aquella tarde que fui suya por primera vez. Luego bailamos

¿Porque me mirabas así como molesto? – le pregunte

Me pone muy rabioso verte como bailaba con otros, como te cogen de la cintura, como se te pegaban.

Es que tú ya sabes cómo me gusta bailar - le conteste- Además, yo solo bailo normal– Una risita coqueta de culpable y todo quedo allí.

Dos de la madrugada, mi esposo aun sin dar muestras de vida. Gabriel y yo íbamos agarrando confianza, bailábamos pegados y sobre la fina tela de la minifalda notaba entre mis piernas que algo se ponía duro y yo como ya estaba entre copas y con ganas de bailar pues normal me pegaba. Notaba que su bulto era grande; eso me excitaba más y me ponía de espalda pegándome un poco para sentirlo entre mis ansiosas nalgas. Él, bailaba sin pegarse demasiado, disimulando; pero con mucha sensualidad y poniéndole muchas ganas. Con sus fuertes manos en mi cintura o sobre mis caderas; algunas veces las bajaba demás pero yo se las subía de inmediato.

Cuando volvíamos con Paola y Ernesto nos tranquilizábamos un poco, allí Gabriel me iba reconquistando con su mirada que sentía que me devoraba entera; me encantaba me sentía como la reina del mundo, la más seductora y cada historia que me contaba se me acercaba y me recorría ligeramente la desnudes de mis hombros o cogiéndome las manos para explicarme mejor sus vivencias. Por otro lado su respiración cada vez más cercana hasta sentir su agradable aroma, sentía como me costaba más respirar por la calentura que me subía desde las entrañas.

Poco más tarde; apenas recordaba mi condición de casada, la fiesta cada vez con menos gente y muchos bastantes ebrios, habían bajado las luces. Mi amiga y su novio, a mi lado cual adolecentes no dejaban de regalarse caricias, besarse y susurrar muy despacio, creyendo que no lograba escucharlos.

¡Hay amor! Estoy goteando. Quiero que me la metas de nuevo – susurraba, Paola claramente extasiada

Siento que la polla me va explotar. Esta vez quiero darte por atrás.

¡Siiiii! Vamos arriba, para que nadie nos escuche cuando me la metes.

Entonces mi amiga me toma del brazo y me dice que vuelve en un momento que se va con su novio al segundo piso; y me quede a solas con Gabriel a merced de nuestros impulsos. Con todo eso, ya sentía que estaba tan caliente que iba a hervir. Me sentaba cruzando las piernas y me subía un poco la minifalda de manera que no dejaba mucho a la imaginación de Gabriel, hasta en un par de ocasiones sentada frente a él, con movimientos lentos abrí un poco las piernas para que pueda ver mi calzoncito blanco con lindos encajes. Lo hice disimuladamente como sin querer, con la cara vuelta a un costado pero viéndolo de reojo. Se volvió loco, parecía un gorila enjaulado y cambio a todos los colores.

Me saco a bailar nuevamente, era una salsa romántica, me cogía de mi delgada cintura pegándose más y más, mis duros pezones contra su agitado pecho sobresalían considerablemente de mi blusa y sentía un delicioso dolor en ellos; abajo sentía como me comenzaba a humedecer de la excitación al sentir su verga que ya estaba bien dura. Mientras bailábamos, él me decía:

Estas súper linda. No te podido olvidar en todo este tiempo – pero yo ya no le respondía solo bailaba -Tienes unas piernas exquisitas. Me encantas demasiado.

Con las luces bajas, sus grandes manos bajaron y ya no hice nada para subirlas; me empezó a recorrerme las piernas con mucho deseo, subiendo y bajando suavemente, de pronto metió una de sus grandes manotas debajo de mi falda y fue una sensación riquísima y nos empezamos a besar como desesperados amantes. Entonces me coge de la mano y me lleva para el baño de visitas, yo lo seguí presurosa.

Dentro del pequeño baño, había el lavamanos y un inodoro, sin ducha. Me beso el cuello, mis piernas desnudas se entregaron a sus manos fuertes, sus labios besaban mis suculentos pechos. Estaba como loco, me tocaba todita, manoseándome cada centímetro de mi cuerpo.

Así te quería tener. Así te quería tocar – me susurra al oído – Como me excitabas, como me provocabas; ahora vas hacer mía.

Así soy yo– le decía yo haciéndome la ingenua y preguntaba - ¿Qué se siente tenerte para ti? ¿Qué se siente tocarme?

Me cogió la mano y me la llevo entre sus piernas; lo sentí duro y grande. Entonces me arrodille y le baje el cierre sacando su enorme y venoso miembro; lo tome entre mis manos y comencé a jugar con este; estaba mojadito y rebosante y yo súper excitada y no pude resistir, cogiéndolo entre ambas manos y me lo metí todo lo que pude en mi lujuriosa boca, eso lo aloco. Estaba algo avergonzada pero en ese momento solo pensaba en gozar.

Lamía su apetitosa masa de carne como un rico helado de chocolate, con mi lengua subiendo de arriba abajo, dándole pequeños mordiscos juguetones a los lados. Lo mamaba, cogiendo sus firmes glúteos con mis manos arañándolos, atrayéndolo con fuerza hasta sentir su cabezota tocando el fondo de mi garganta, pero aunque me esforzaba no podía llegar a devorármelo todo. Así estuve muy entretenida, besando, chupando y lamiéndolo aquel suculento troncazo hasta que comencé a sentir sus potentes espasmos, Gabriel lo retiró violentamente de mi boca y le propinó fuertes apretujadas para contenerlo.

Habiendo controlado su torrente de semen, me toma fuertemente sentándome sobre el lavamanos. De facto, me termino de quitar la minifalda y me arranco el calzoncito dejándome toda desnuda a su merced, para enterrar su cara en mi húmeda y caliente vagina, incrustándome su lasciva lengua, alternando increíbles y deliciosas succiones en mi clítoris y lenguazos a mis angustiados labios vaginales. Mientras sus grandes y fuertes manos continuaban recorriendo mis piernas deseosas, mis calientes caderas y mi rebosante trasero. Nunca me sentí tan manoseada, tenía un arte para llevarme a las nubes casi en segundos y mantenerme allí todo el tiempo que quisiera. Casi al borde de la pérdida del conocimiento, exclame:

Métemelaaaah que no puedo más – ante el insistente latir de mi vulva reclamando sentir su instrumento de placer dentro de mí.

Gabriel se incorporo, colocando su robusto y prolongado bastión en la entrada de mi hambriento sexo, y comenzó a entrar provocando deliciosas contracciones en mis músculos vaginales que lo abrazaron fuertemente para evitar abandonara mi cálida guarida. Mientras me iba llenando sentía como mi estrecha cavidad iba pelando su cachondo plátano desgarrando mis paredes internas. Mis piernas rodearon sus caderas atrayéndolo hasta sentirlo que me abrumaba.

Al principio se movió, en círculos sin despegarse, luego poco a poco comenzaron suaves entradas y salidas de su ardiente roca, hasta llegar a su insaciables y furiosas embestidas, mientras me invadía una sensación de éxtasis total. Gabriel me alcanzo una toalla para apagar los quejidos y gemidos sin control que salían de mis labios, que se escuchaban hasta afuera a pesar de la fuerte música de la fiesta.

Sentí llegaba al paraíso muchas veces, mientras Gabriel seguía dándome vigorosamente, abrumador; sin descanso con su vicioso pepino, intercambiamos múltiples posiciones, contra el lavamanos o él sentado sobre el inodoro, y yo cual vaquera cabalgándolo. Empujando y empujando, sin detenerse, sin respiro, sin piedad ni misericordia de mí, y ello me encantaba y lo alentaba a seguir, quitándome la toalla de la boca de cuando en vez para hacerle saber lo feliz que me hacia encajarse en mi.

Oh! Si, métemela así– reclamaba - ¡métela rico papi!

¡Qué rica yegua eres mamita! – me gritaba al oído.

Con mis manos sobre el lavamanos, de espaldas a Gabriel que me la metía desde atrás disfrutaba insaciable en posición de perra, toda desnuda apenas con los tacos que levantaban mi cola; sentía como Gabriel me dominaban tan constante, tan obstinado, cacheteándome las nalgas cuando dejaba de moverme, de empujarle mi insaciable lomo para que pueda entrar todo su rudo y bruto mástil hasta su base sintiendo como mis flujos caían entre mis piernas como fuente de agua, abandonada a sus deseos, dejaba hacer de mi lo que quisiera solo disfrutaba. Cuando me llaman al celular

¡Mierda! Mi esposo. Ahora me mata.

No contestes –decía Gabriel – luego le dices que el ruido de la fiesta

Hola, Rosendo – le contesto la llamada - ¿Vas a re-cogermeeeh? –digo sin poder disimular el placer con que me estaban llenando.

No amor, sigo en la oficina – responde, mi esposo contrariado.

Gabriel continuaba bombeándome sin parar, al contrario acelero el ritmo mucho más, y yo que mordía mas la toalla para que el jadeo no me delate.

Ok, … alguien me llevaaaaah – no podía controlarme - ooohhh!!!

Mejor, voy a recogerte – dice, cambiando su tono a más serio.

Evidentemente mis gemidos desesperados me había delatado o quizás peor el chasquido continúo y violento de nuestros empapados sexos chocando uno contra otro, pero que no quería que se detenga. Estaba perdida.

¿Hay alguien contigo? – reclama mi esposo - ¿Te escucho un poco rara? ¿Qué es tanto ajetreo?

Pero aaaahmor, no te preoc… aaaaah!!! – quise remediar, tontamente.

Cuando siento todo el desproporcionado mazo moviéndose en círculos dentro de mí, me excita tanto que las piernas me flaquearon y dejo caer el celular. Gabriel me coge de las caderas haciéndome su prisionera sin poderme mover y toma el celular.

Hola, será mejor que vengas a recogerla

¿Quién es usted? – escuche a mi esposo gritándole en una mezcla de molesto y preocupado - ¿Qué es lo que pasa?

Solo tiene unas copas demás, el whisky estaba muy fuerte y le ha chocado – responde, y luego cuelga el teléfono y me susurra al oído - Ya no te preocupas y sigue gozando ricura.

Aún como perrita, siguió haciéndome vibrar y gemir de placer con ese delicioso y tremendo monstruo de carne que entraba y salía llenándome por completo, mientras seguía manoseándome maravillosamente; aprisionando deliciosamente mis pechos, recorriéndome las piernas y las caderas, apretujándome y amasándome las nalgas que las abría con sus grandes y fuertes manazas como tratando de partirme con su agobiante y acosador falo que no dejaba de entrar y salir de mi. Libre de la toalla.

Siiiiii, así dame – le pedía, insistente – ¡Dame duro mi machote!

¡Qué hembra! – me decía Gabriel - ¡Como coges!

Cuando faltaba poco para que llegue mi esposo; acelero al máximo sus fuertes y salvajes embestidas, arrancando irracionales gritos de placer. Ya sin resistencia alguna sentía con desesperación como su poderoso taladro se incrustara en mí hasta su raíz empujando mi vientre por dentro, y con cada invasión se me doblaban las piernas y parecía que desfallecía, que no podía soportar tremendo y demencial ataque pero me mantuve firme, aguantándolo.

Aaaaahhhh! – gemía fuera de mi - ¡Que ricoooohhhh!

Toma, tomaaaaahhh – repetía Gabriel

Hasta que tuvo ese abrumador coito, tan extenso y abundante acompañado de brutales espasmos que me llenaban con chorros de su espesa leche tan caliente que lo sentía hirviendo; pero mi Gabriel no se detuvo y continuo embistiéndome con mas furia y fuerza hasta que consiguió que yo también estalle en el más potente y desgarrador orgasmo que jamás haya tenido en mi vida, sentí que se me iba la vida entre las piernas y tuvo que cogerme fuertemente para no caer de bruces.

Conseguido nuestro objetivo, completamente mareados y desorientados por tremendo esfuerzo, nos pusimos la ropa. Nos despedimos con un largo beso y la nostalgia de los años perdidos, nos invadió.

Te has convertido en un excelente amante, Gabriel– le dije

Eres una exquisita mujer que todos desearían satisfacer- contesto.

¿Tú me… ? – pero me detuve – mejor no lo digo.

Todos los días y a la hora que quieras. He vuelto para eso, Roxana.

Cuando llego mi esposo estaba dentro del carro de Ernesto con Paola, siempre cómplices no tuvo reparos en apoyarme. Solo tuve que hacerme la borracha para evitarme mayores preguntas, lo cual no me costó mucho trabajo por el estado en que estaba. Gabriel ya se había marchado pero con la promesa de volver, desde entonces no necesite recurrí mas a la autosatisfacción; con algunos inconvenientes; somos un matrimonio feliz.

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