Cacería (2)

El festin del depredador sexual ha dado comienzo y se sirve a placer de su indefensa presa.

Cacería (Segunda parte)

Le sacudí un tanto brusco para obligarle a dirigirme la mirada de nuevo, esta vez había más desconcierto y temor en ella, si era posible. Demostrándole mi agrado de la situación puse mi mejor sonrisa torcida en absoluto cinismo, penetrando mis ojos en sus obscuras perlas para lo q consideré mi segunda victoria: su mirada volvió a caer y con sorprendente valentía la alzó de nuevo para dedicármela sólo unos segundos.

Extasiado, sin dudar y aun con mi peso amagándole, me apresuré a darle vuelta con facilidad. Disfruté imaginando su próximo movimiento, dada mi suposición de q ofrecería resistencia a este primer amarre; debía ser entonces a continuación q sujetando con fuerza sus tobillos coloqué uno a uno los grilletes, ubicados estratégicamente, para sostenerlos separados a los costados de la cama.

Su reacción no se hizo esperar, un par de patadas al aire tratando de hacerle girar en su eje hicieron el proceso más interesante, pero su fuerza apenas alcanzó a divertirme. Sólo le quedaba un pie libre y de nuevo embatió, aunq con más fuerza q la vez anterior. Magnífica escena alusiva a los últimos intentos del ciervo moribundo en las fauces de su depredador.

El plato estaba servido, enteramente listo para mi deleite, pero entonces me contuvo de nuevo esa extraña reminiscencia de humanidad q me atormenta al cazar: nunca como a mi presa de inmediato, le contemplo y lamo sus heridas sin saber si es por paladear o por curarlas.

Así estaba desollándole, despojándole de su ficticia piel con la navaja, q lo hace más difícil y desesperante. Comencé con el pantalón q termina debajo de las rodillas, así fui cortando mientras probaba sus paliduchas pantorrillas y daba pequeños mordiscos a sus tobillos, en mi compulsión por antojar el hueso q se evidencia ¡Delicioso!

Por fin puedo deshacerme de esa estorbosa prenda y lo q observo me hace arrancar sus restos con energía: sus muslos son dos estrechas y estilizadas columnas con piel impecable de leche, la anatomía perfecta para antojar el fémur y la rótula. Pruebo de una sola pasada cada pierna alcanzando súbitamente mis dos próximos objetivos.

Luché con furia por desgarrarle el fino bikini con los dientes, sin duda así debe ser más doloroso para mi presa q aun respira, pero esos dos pequeños jamones fibrosos y redonditos son demasiado para mi y mi hambre en estos tiempos de sequía. En seguida intercalo lengüetazos con mordidillas recorriéndole por todas partes y concentrándome ahora en esas exquisitas nalguitas, espero hacerle recuperar la conciencia y q dé nuevamente señas de vida.

¡Ahí está¡, un sollozo por fin, lo q me indica q aun está fresco. Trata de voltear, tal vez sólo para cobrar conciencia de la razón de esas sensaciones en sus miembros entumecidos por el golpe y el miedo paralizante. Busco su expresión: está llorando, pero adivino de tristeza, no creo q pueda ser miedo, no tiembla, no hace casi fuerza. Me ve fijamente directo a los ojos con esa melancolía de niño tratando de causarme compasión de nuevo. Lo logra, no evito mi sonrisa compasiva y mi caricia en su mejilla diciéndole q todo está bien. Cesa su llanto y abre grandes sus ojitos, no quiero saber aún porq.

Ahora trazo de nuevo el camino en su cuerpecito, pero ahora con besos rozantes en lugar de mordidillas, así estoy y espero reacción: le veo cerrar sus ojos en suspiros sollozantes.

Regreso en mi y a mi festín, sin más rodeo se me antoja probar un poko de sus entrañas, hacer la primer incisión sin piedad en su ser. Separo de tajo sus cachitas y hago agua la saliva al ver esa diminuta rosquilla, apenas dibujada como un puntito rosadito, es tan difícil de explicar lo cautivante de su apariencia, ¿para q pensar?, sólo me lanzo por ella con lengua en alto.

Al contacto, siento un respingo y dos movimientos de muslos, uno cierra la puerta y otro q contrae los músculos, y se van relajando involuntariamente mientras tiemblan. Todo el canal resulta de un sabor embriagante, y me deleito paseando, rodeando, subiendo y bajando a la discreción de mi gusto. Se me ocurre subir hasta la baja espalda y recorrerle hasta la mitad, luego voy bajando lentamente y me sorprende la piel q se le ha enchinado como nunca creí fuera posible; hasta la pantorrilla q sostengo con la garra reaccionó así. Mi barba se regocija con la curvatura de esas erizadas colinas, es como si de repente brotaran pekeños obstáculos a mi paso tornando la textura de una forma muy curiosa.

Un ruido q puedo suponer de un NO ahogado en protesta sin escucha. Continúo con mi labor ignorándolo pero un reclamo mucho más sonoro y q busca mis ojos me distrae, la mirada ahora es de reclamo y de enfado. Bastó un gesto de cortesía de mi parte para q haya tomado atribuciones, me encanta esa rebeldía y la necedad de morir en mis manos. Así q gesticulo de nuevo mi sonrisa cínica y le replico un SI implacable.

Ahora me desboco un poko, subo a mi presa y le desgarro con las manos espalda, piernas y nalgas, mientras mi lengua exige entrada frenéticamente a su recóndito lugar.

Forcejeos de su parte le desgastan más energía mientras mi cara es apresada por sus acojinadas carnes dejándome oler mejor lo exquisito de esa fragancia virginal.

Entre tanto movimiento y kejidos, se abre paso mi lengua y de repente todo se detiene. Ahora empieza un pekeño movimiento de cadera del q no quiero comprender motivo. De un lado a otro, de un lado a otro. Debe serle muy extraño, es él quien no tiene deseos de definir la sensación. De nuevo quieto, mientras mi lengua entra y sale ya sin dificultad. De nuevo forcejeos, pero mucho menos vigorosos y ya sin tensión.

Termino esta primera probada con un sorbete a la espalda q le llegue hasta el cuello mientras le rasgo la delgada playera con facilidad. Ahora le miro por sobre su hombro, completamente encima de él, y veo su mirada inexpresiva perdida en un horizonte desconocido, le dejo sentir mi peso y dimensión en las cachitas y le beso una y otra vez el cuello y las orejas, comienzo a subir de tono sin controlarme a los lengüetazos y a las mordidillas. Decido q kiero mi firma en un costado por debajo de la nuca, así q muerdo, chupo e insisto hasta kedar conforme con el color q empieza a ser purpúreo. Él chico trató de evitarlo con una mueca y una contorsión, pero debió no encontrar razón suficiente de gastar energías. De nuevo le observo y ahora ha respondido con ojitos de impaciencia, hurgando en mi alma por algo q sea humano.

(Continuará…)