Caballo: Mi primera experiencia zoo

Descubrí el lado más salvaje del sexo y no pude conformarme solo con verlo: tenía que vivirlo.

CABALLO: MI PRIMERA EXPERIENCIA ZOO

Hola a todos, me llamo Arantxa XXXXX XXXXXX (mis apellidos prefiero no decirlos). Tengo casi 30 años y soy licenciada en económicas y empresariales. Tengo los ojos verdes, con el pelo verde a juego (es broma, en realidad es rubio), mido como 1’65 de alto y peso alrededor de 60 kilos, lo que me hace ser delgadita sin ser anoréxica. Mis medidas son 95-63-91, por lo que sí, tengo algo de pecho y de cintura y cadera no peco de excesiva curva, aunque sí la suficiente para no ser una tabla plana. Además de todo lo dicho, poseo unos labios algo carnosos, no tan grandes como los de mi adorada Angelina Jolie, pero son bastante sensuales. Mis pezones no son muy grandes, pero sí de buenas y generosas formas, y mi matojo está bien cuidado porque me niego a tener una selva del amazonas entre pierna. Bien, dicho esto, confío en que os hayáis hecho una idea general de cómo es mi cuerpo. Un cuerpo que vivió una experiencia que jamás pensé que pudiera vivir.

Resulta curioso como a veces ocurren las cosas. Todo lo que me pasó empezó por accidente. Ya sé que suena a topicazo, pero “yo no fui buscándolo”. Puedo jurar y perjurar que no era mi intención que me pasara aquello, pero al final la vida te lleva por caminos extraños. Eso que me pasó empezó de manera tan cotidiana y anodina como es que estaba en mi ordenador descargando una película de mi querida Angelina (dios mío que envidia de mujer). Me extrañaba la rapidez con que se descargaba porqué por regla general, mis películas son lentas en descargarse, un par de días, tres como mucho, pero no, esta venía a toda velocidad. En apenas 5 ó 6 horas ya la tenía descargada, y yo toda contenta pensando en lo bien que me lo iba a pasar viéndola. Incluso me había hecho un bol de palomitas en el microondas para darme el atracón mientras la veía. No llegué ni a comer la primera de ellas.

Y si no llegué a comer fue porque justo en el momento en que iba a llevarme una la boca cuando le di el click a la película, comprobé totalmente perpleja la película que me había descargado: una porno. Alguien (maldita sea su estampa) “camufló” la peli de marras y en lugar de ver a Angelina, me encontré una peli de porno duro...y tan duro. No solo era porno, era zoofilia. En mi vida había visto nada semejante, me quedé tan en shock al ver esas escenas que mi mente quedó partida en dos: por un lado, el asco que me producía verlo y que me hacía desear quitarla lo antes posible; por otro, el morbo de lo prohibido que me dejó clavada en mi silla de escritorio contemplando unas guarradas como nunca pensé que alguien pudiera hacerlas...y lo peor no era lo que veía: lo peor era ver la cara de goce que ponían ellas mientras perros y caballos se las follaban.

Por supuesto borré el video en cuanto lo vi...pero las imágenes se me quedaron grabadas en la cabeza. Dos escenas en concreto, de todo lo que vi, fueron las que poco a poco fueron quemando mis neuronas y mi memoria. En la primera de ellas, una chica de buen cuerpo estaba como en una mesa de ginecología (las chicas sabemos a lo que nos referimos), pero en vez de un ginecólogo que la examinaba, tenía un caballo encima que la montaba de forma brutal. Ella gemía y gemía, gozaba tanto que no me lo podía creer. Se podía ver como el caballo (un joven potro, casi adulto) se la trajinaba, y como ella disfrutaba...y la segunda escena es la que una mujer, algo entrada en años (o eso creo, la imagen no era del todo nítida) que se apoyaba contra los tablones de una cuadra y otro caballo la montaba por detrás y le enterraba media polla equina entre sus piernas. Sentía mi corazón saliéndoseme del pecho de la expectación. Era lo más asqueroso, obsceno, degradante...y lo más excitante que jamás había visto.

-Jajajajaa-se reía Leo, mi novio-. ¿Una porno?, ¿y te escandalizas solo por eso?.

-Ah, ¿es que te parece normal?-se lo reproché-. Tú no tienes ni idea de las cosas que llegué a ver.

-Anda Arantxina, no seas quisquillosa-me desairó-. Era una porno como todas las demás y follaban como todos y todas follamos-él no sabía la clase de porno que yo había visto, esa parte no se la dije-. Desde luego, como eres, como te pones por nada.

Siempre lo he odiado cuando se pone condescendiente, me hace sentir como que me hace de menos, como si no valorase mis opiniones.

-¿Nada?, pues a mí me ha parecido mucho. Menuda impresión para mí ver todo aquello. Ya sabes lo poco que me gustan esas cosas.

-¿Y que vas a hacer?, ¿demandar a la productora por “camuflaje indebido”?. No seas niña Arantxa, te pasó lo que nos pasa a todos, que te han dado gato por liebre. Lo que pasa es que te lo han hecho a ti.

Apreté los dientes presa de rabia. Intentaba hacerle entender lo molesta que me sentía por lo ocurrido, para mí era importante porque me enfadaba que cosas así fuesen a suceder como si nada pasase, pero no logré hacerle entender y todo el rato se rió casi como burlándose de mí. No es mal chico...pero a veces  puede ser muy hiriente, y solo le salva el que sé que no lo hace adrede, porque de otra manera, no le hubiese aguantado ni la más mínima.

-Viste una porno, ¿y qué?. Como si no se estuviesen viendo pornos ahora mismo en el mundo, consciente o inconscientemente (como fue tu caso). A mí una vez me pasó lo mismo. Quise una de acción de Stallone y resultó que era una de Britney Spears.

-Pero en tu caso no era una porno-le reproché-.

-Bueno bueno, que los modelitos de la Britney-ironizó-...

Le dejé por imposible y pasé del tema, intentando en vano olvidarlo. Me propuse volver a la rutina, a lo de siempre, pero ya no podía. Mi mente había cambiado, lo que había visto me dominó como un cáncer y fue comiéndome por dentro una y otra vez. Ni en mis más locas fantasías hubiese imaginado las escenas que presencié, y quizá fuese ese el problema, el descubrir una parte de la naturaleza humana (muy depravada para mi entender) que pensé que ni tan quisiera existiese. Todo lo contrario: no solo existía, si no que estaba más viva de lo que yo jamás supuse, tal y como comprobé una vez que al ir a un sex-shop buscando algún juguete para que mi novio lo usase conmigo en nuestro quinto aniversario juntos. Con una timidez tremenda pregunté al dependiente, que fue muy cortés dada la situación, sobre las pelis de zoofilia, y él no solo me mostró las que tenía si no que incluso me ofrecía un catálogo por si quería pedirlas por correo.

Y ya en casa, cuando Leo no estaba o cuando tenía un momento de intimidad, y llevada por un sentimiento que no puedo describir, re intenté encontrar la causa de mis desvelos, la peli original. No recordaba el título de la porno, pero sí de la original que yo estaba intentando descargar. Para mi decepción y frustración, y por varias veces que lo intenté, no logré volver a encontrarla. Se esfumó como un fantasma entre la niebla. Me sorprendí de mi propia obcecación con verla de nueva, a pesar de lo mucho que me había desagradado ese primer visionado...pero necesitaba verla para saber que no me lo había imaginado, que no era un delirio fruto de un momento de apasionamiento o de ir probando el lado oscuro de la mente. El verla me había asqueado, pero no volver a dar con ella fue peor porque me hizo sentir como si todo aquello fuese una fantasía mía y no algo real. No sé, sentía como que estaba empezando a perder el juicio por todo aquello.

-¿Todo eso es tuyo?-me preguntó Leo al ver los DVDs X que encontró cuando se fue al ordenador a mirar cosas (es que lo compartimos en casa)-.

-Sí, ¿por qué preguntas?.

-No sé....tú verás: ¿“perras en celo”?, ¿“putas a cuatro patas”?, ¿“goza como una perra”?, ¿“polvos salvajes”?, ¿“el zoo del sexo”?...¿me lo explicas?...

-No hay nada que explicar-me encogí de hombros-. Son las pelis que he estado descargando mientras buscaba la otra, la de la primera vez.

-¿Y a santo de qué la estás buscando?-y se me quedó mirando con cara estreñida mientras le daba por abrir alguno de los archivos y ver las pelis-.

-De que necesito saber que no estoy loca, que la vi de verdad, que fue algo de lo más asqueroso y quiero que la veas para que sepas que no me lo he inventado, que no es una alucinación que dije por decir. Me sentó muy mal como me hablaste y quiero que entiendas el motivo de mi enfado.

-Arantinxaaaa-me miró con ojos de cordero degollado-...tampoco hacía falta que te lo tomases así, por dios. No me imaginaba que te ofendiese tanto (aunque sigo sin entender porqué), pero permíteme decirte algo: no estás loca...pero podrías acabar loca si tanto te ha obsesionado esa película. De acuerdo, vale, es verdad: te pilló por sorpresa y te ofendió muchísimo...¿pero tomártelo tan a pecho?. No te deberías obcecar o de lo contrario podrías terminar cometiendo alguna locura de la que luego te arrepientas.

Me hizo gracia que me dijera eso y que acto seguido se pusiera a seguir viendo las películas que había ido encontrado en mi obsesiva búsqueda por dar de nuevo con la película de marras (cuyo título no fui capaz a recordar). Y no solo las veía, si no que le vi con la vista perdida y la mente ausente mientras en la pantalla aparecía una mujer a cuatro patas mientras un perro se la tiraba. Me crucé de brazos y puse una pose airada (valga la redundancia) en tanto él parecía no enterarse.

-¿Qué?-me miró al notar que le estaba acusando con los ojos-.

Después de esa conversación hubo otras, pero yo seguía obcecada con encontrar el video original, la causa de mis desvelos. Pasaron semanas, quizá un par de meses, en que mi único objetivo si me ponía al ordenador era encontrar ese video, buscar películas de Angelina Jolie a ver si daba con la peli camuflada entre ellas. Frustrantemente, nada. Nada de nada. Bueno, no del todo: a cambio de no encontrar la original, fui encontrando otras diferentes. Muchas otras. Y en todas ellas, mujeres con perros (en su mayor parte) o caballos, todas gritando como dementes.

Curiosamente, el único que más o menos podía entenderme era Cirilo. Cirilo era el dependiente del sex-shop donde había ido la otra vez buscando juguetes con los que animar mi aniversario con Leo. Cirilo era el típico macarrilla socarrón y prepotente, el clásico chuloputas confiado y pagado de sí mismo que al parecer no dejaba una viva (yo no me dejé enredar por él). Tampoco era en exceso guapo: moreno, de ojos castaños, de tez algo aceitosa, con una pequeña cicatriz vertical en la sien derecha, cerca del pómulo. A pesar de todo eso, es un triunfador, un “castigador de mujeres”, como él mismo se llama en broma.

-Hola Ari-me saludaba siempre-, ¿qué?, ¿otra vez a buscar la peli de marras?.

-Ya lo sabes, Ciro-como le gustaban que le llamaran-: no pienso detenerme hasta que logre encontrarla, como sea. Tengo que dar con ella, es algo que me supera. Tengo que saber que no me lo inventé. Mi error fue borrarla tan rápido, si no Leo ya me habría creído y nada de esto habría pasado.

-Perdona que te lo diga pero tu novio tiene que ser un poco tonto para desairarte de ese modo, en lugar de creer o tomarte más en serio.

-Ciro, no empieces-le frené apuntándole con el dedo-...que ya me conozco todas tus triquiñuelas y no pico.

-No era una insinuación-negó con la cabeza-. Lo digo en serio. Vale sí, soy un salido que se folla todo lo que se mueve, pero siempre he procurado tratar a las mujeres como princesas, y si para una chica algo es importante, pues hay que prestarle atención y no hay más que hablar. Joder, no me parece tan difícil.

Arqueé una ceja sorprendida por su franqueza. Lejos de sus habituales piropos a mis tetas o a mi culo (era un salido de cuidado) me chocó que por una vez me mostrase un resquicio de que por debajo de toda aquella testosterona hubiese un ser humano. Con paso firme nos fuimos a la parte más arrinconada de su tienda y nos pusimos a mirar los DVDs de zoofilia. Como por la contraportada ponían varias escenas de la peli, ya hacía tiempo que iba por allí en la esperanza de que a lo mejor estaba comercializada y que la podría encontrar allí.

-¿Te imaginas haciendo tú algo así?-y me enseñó la portada en un DVD donde una mujer tenía a un perro sobre ella, con su chocho totalmente penetrado por él-.

-¿QUÉ?...¡NO, NI HABLAR!. Ni en broma me dejaría yo follar por un perro o por un caballo como el de la peli aquella. No soy tan asquerosa.

-Ellas tampoco-ironizó-, pero se lo pasan de miedo.

-¿Y las enfermedades y esas cosas, qué?. ¡No fastidies Ciro, eso es una cerdada de mucho cuidado!.

-¿Entonces que haces aquí rebuscando entre ellas como una desesperada?.

Se me quedó una cara que hubiera sido digno de que alguien me la fotografiase. Llevaba tanto tiempo inmersa en aquella búsqueda que lo había incorporado como una cosa natural el meterme en aquel mundo de cosas depravadas y mujeres obscenas.

-¡Perdona!-se disculpó al verme-...no quería ofenderte, de verdad...yo...

-No, no te preocupes, tienes razón. Me he dejado llevar tanto por ello que se me ha ido la perspectiva. ¡Vaya!-me sorprendí-, me parece increíble como me ha cambiado la cabeza por una tontería, por una persecución obsesiva. Debo estar loca.

-No estás loca-me replicó-, simplemente te obcecaste y no viste más allá. Pasa en las mejores familias. No te hagas mala sangre.

-Creo que mejor me voy a casa. A vivir mi vida...o algo parecido.

Noté cierta mirada dolida en Ciro. No lo había hecho adrede, pero su comentario me había despertado de aquella especie de trance en la que la furtiva película me tenía sometida. Salí del sex-shop y regresé a casa dispuesta a dejar atrás toda aquella locura que me había dado. Quería volver a la normalidad, alejarme de aquellas depravaciones y locuras que había visto (no solo en la primera película, si no en las que fui viendo con el paso del tiempo, en mi obsesivo afán por dar con “la furtiva”, como la terminé llamando finalmente). Normalidad...que fácil se dice.

“¿Te imaginas haciendo tú estas cosas?”. Esa pregunta comenzó a resonar en mi cabeza con más fuerza de lo que hubiese deseado. Hasta entonces no fui consciente de ello, pero en mi delirio, la idea de ser poseída por un animal con en aquellas películas se empezó a abrir paso como una mala hierba en mitad de un bonito césped. Irme a dormir comenzó a ser un problema: empecé a tener extraños sueños donde veía a las ninfas de los cuadros del Renacimiento que eran acosadas por criaturas fantásticas. Centauros y sátiros, faunos y otros más que deseaban carne de mujer y que ellas accedían gustosas a sus deseos sexuales entre bacanales dignas de Lucrecia Borgia.

Si soñar aquellas barbaridades ya era malo, lo peor venía al despertarme si por un azar extraño recordaba lo soñado esa noche: no era por soñar que una mujer de tez blanca, ojos marmóreos y vestidas de raso (como túnica romana) buscase los afectos de un hombre perro o un tritón (no el animal, si no la criatura fabulosa mitad hombre mitad pez); tampoco era por imaginar aquellos seres deformes que ávidos de sexo buscaban el placer de sus amantes humanas, no: lo peor era recordar que esas ninfas tenían mi cara, que eran impúdicas versiones de mí misma, totalmente desinhibidas de prejuicios.

Aunque quería a Leo, me veía incapaz de hablar con él de esas cosas. Después de la primera reacción que tuvo cuando le saqué el tema, me cerré en banda y para él la vida volvía a su sitio, yo era la misma de siempre y no pasaba absolutamente nada. Las apariencias eran las de una pareja de novios normal y corriente que hace su vida normal y corriente...pero por dentro mi mente me quemaba (me torturaba, más bien) con toda una retahíla de imágenes a cual más loca y morbosa. El placer de lo prohibido comenzó a obsesionarme y comencé a temer por mi salud mental si no hablaba con alguien de lo que me pasaba...y solo conocía a una persona en quien confiaba para eso.

-¡Ari, que sorpresa!-exclamó al verme-. Creí que no volvería a verte nunca. Me sorprende tu regreso, ¿has venido a revisar más carátulas de DVD?.

-Hola Ciro-le sonreí-. No, no vengo por eso...vengo por otra cosa. ¿Crees que sería posible que pudiéramos tomarnos un café cuando cierres?.

-Sí, supongo...aunque nunca me lo habías pedido antes, ¿ha pasado algo?.

No supe que contestarle, pero al verme la cara supo que algo me pasaba. Una vez él cerró la tienda al terminar su horario de trabajo nos fuimos a una cafetería y allí pudimos hablar largo y tendido. Ciro me escuchó con suma atención mientras le confesé mis sueños, todas y cada una de las fantasías oníricas que había “vivido” en ese mundo nocturno y aparte que son los sueños, y esperó pacientemente a que terminase de narrar mis devaneos nocturnos.

-Uhm-refunfuñó una vez acabé-...chica, me parece que tienes un problema. Uno muy serio: quieres hacértelo con un animal.

-¡Estarás de broma!-contesté toda ofendida-.

-No, para nada-negó con la cabeza-. Con lo que has descrito, lo tengo más claro que el agua. Tu subconsciente le está diciendo a tu mente consciente que quiere vivir lo que viste en aquella película. Descubriste algo, algo que jamás pensabas que existiese, y ahora tu mente está bloqueada por ello (o más bien desbordada).

-¿Estás diciéndome que porque he visto a una tía con un perro ahora yo quiero montármelo con uno?.

-Con un caballo, en realidad, pero sí, la teoría es correcta.

Pensé que estaba tomándome el pelo, pero el tono con que lo decía me dio a entender que no bromeaba.

-Vamos, Ciro...por dios...¿yo con un caballo?...¿va en serio?...

-Sí-contestó con parquedad, abriendo los ojos como platos y asintiendo un par de veces-. Es lo único que explica tu obsesión por aquella película, por aquello que viste. Necesitas una respuesta.

-¿Una respuesta?, ¿y cual es la pregunta?.

-“¿Puede una mujer gozar tanto con un animal como lo haría con un hombre?”.

Me quedé patidifusa. Mi cuerpo sintió como una corriente eléctrica de la que no le hice partícipe. Durante varios segundos estuve mirándome las manos, frotándomelas sobre la mesa pensando en qué decir. Fue él quien rompió aquel incómodo silencio.

-No te lo tomes tan a mal, Ari. No he querido ofenderte, pero tampoco sabía de que otro modo decírtelo. Desde el día que me contaste lo que buscabas y lo que te había pasado ya me parecía que esa obsesión no era normal...pero tampoco podía decirte eso a voz de pronto. No nos conocíamos entonces.

-Pues gracias...creo. No sé que hacer, la verdad-confesé-. Desde que me he visto metida en este lío he ido cayendo cada vez más hondo. Más hacia la locura. ¿Y vas y me dices que mi salvación para volver a mi vida cotidiana es follarme a un caballo?.

-No: es que el caballo te folle a ti-puntualizó con una pizca de su habitual sorna-. Las cosas claras, y el chocolate espeso-arqueó las cejas-.

-Vale, don sabihondo, si tan listo eres, ¿me dices donde demonios encuentro un caballo que me pueda tirar para satisfacer a esta mente loca?-señalé a mi sien-.

Ciro se quedó callado un par de segundos, con mirada ausente. Supuse que con mi tono airado le habría cogido en un renuncio y dejaría el tema, pero...

-Creo que puedo conseguirte algo-soltó de golpe, pensativo-.

-¿Quieres repetírmelo?-pregunté con total estupefacción-.

-No sería fácil, ni tampoco cosa de un día...pero creo que puedo conseguirte un buen ejemplar si lo deseas.

-Ahá-gesticulé jocosa-...vale, o sea que conoces a un tío que tiene caballos o al dueño de algún caballo de carreras y lo vas a llamar para complacerme.

-No-torció el gesto en modo brusco-. Al menos no directamente. Pero quizá el amigo de un amigo de un amigo pueda echarme una mano. Sería algo largo...y quizá te pidiesen algo a cambio-señaló-. Ahora bien, si lo deseas, puedo mover los hilos que vea necesarios para conseguirlo.

-Ciro, trabajas en un sex-shop, y no es por menospreciarte, pero no me pareces un tío de esos tan bien relacionados-dije en tono sarcástico-.

-No siempre he trabajado en un sex-shop.

Lo dijo en tono críptico, como si tuviese un largo pasado a sus espaldas. No me atreví a preguntarle que significaba aquella frase, y más allá de eso tampoco hablamos demasiado. Al cabo de un par de minutos, y tras decirme que me lo pensara bien, Ciro y yo nos despedimos, nos dimos dos besos de despedida (de mejilla, no piensen mal) y cada uno se fue a su casa. Llegué a casa más confundida de lo que esperaba, esperaba al hablar con Ciro que él resolviese mis dudas, y en su lugar, me dio más en qué pensar. A Leo no le comenté de mi conversación con Ciro (de hecho, ni sabía de su existencia) y antes de dormir me acosté con él, esperando con ello hacer desvanecer aquellas alocadas ideas de Ciro, y aunque el sexo con Leo fue genial...no pude dejar de pensar en ello.

La conversación con Ciro me había quemado la cabeza de ideas. Si antes de ella pasaba mis noches soñando con aquellas criaturas fantásticas con las que me acostaba, después de ella comencé a pasar también los días. Nunca había sido de esas personas que sueñan despiertas o que tienen problemas de concentración, jamás he sido distraída ni fantasiosa...hasta entonces. Comencé a descuidar mi trabajo, mis relaciones, pensaba en ello varias veces al día. No, pensar no es la palabra: lo recreaba. Lo veía en mi mente como una película, o como si me estuviese viendo a mi misma en esa situación. Resistí todo lo que pude, pero al cabo de un mes de mi charla con Ciro, me vi incapaz de seguir con aquella situación, de modo que cogí mis bártulos y me fui a verlo. Éste, al verme entrar en el sex-shop, quedó en silencio esperando que yo dijera algo.

-Hazlo.

Le di mi Nº de teléfono (el móvil, obviamente) y me fui de allí. No tuvimos que decirnos nada más. El resto, fue esperar a que me llamara para decirme que estaba todo preparado. Tal y como él dije, tardó más de lo esperado: mes y medio tuve que esperar, pero finalmente, escuché las palabras que llevaba tiempo queriendo oír.

-Está listo. El próximo domingo vacía tu agenda, tienes una cita con un caballo. Saldremos muy de mañana. Será un gran día.

Mi corazón dio un vuelco, no me lo podía creer. Realmente iba a hacerlo, me lo iba a hacer con un animal. Ahora me da un poco de reparo admitirlo, pero en aquellos instantes, tras la llamada, me excité, me humedecí toda por dentro. Me puse cachonda al pensar lo que iba a hacer, de hecho tuve que ir al baño de chicas, encerrarme dentro de unos de los retretes y en el mayor de los silencios para que nadie me pillase, empecé a meterme mano hasta que alivié aquella sobreexcitación. Me acaricié mi entrepierna a la para que mis pezones y me fui dando placer hasta que por fin obtuve la recompensa del orgasmo y me relajé totalmente, pudiendo seguir el resto del día con normalidad. Hacía más de 10 años que no me masturbaba (nunca he estado falta de hombres). Fue genial.

-¿Lista?.

-Lista-contesté a Ciro cuando nos vimos a la puerta de su sex-shop-.

-Bien. Princesa, sube a tu carroza, que nos vamos al país de la fantasía-bromeó-.

-Querrás decir al país de las perversiones.

Subí a su coche y nos fuimos hasta el lugar que él me había dicho, un pueblo a un par de horas de donde vivíamos. Por el camino, mientras hablábamos de sexo y otras cosas, noté que los ojos de Ciro me miraban con un brillo especial, seguramente por la idea de que en un par de horas o menos, un animal se me iba a trajinar. Llevada por el morbo de la situación, y preguntándole si era buen conductor (a lo que me dijo que sí, que sabía conducir muy bien), decidí darle una recompensa y subiéndome la falda que llevaba cogí su mano derecha y la llevé a mi entrepierna, por encima de mis braguitas, dejándole que me acariciase.

-Esto es para ti, por ser tan bueno conmigo. Y sí, a este coñito se la va a meter un animal-le guiñé un ojo-.

No era una chica especialmente infiel, pero con todo lo que había pasado, más lo que iba a pasar, ¿por qué no?. Ciro controló la carretera con su mano izquierda mientras que con la derecha me hurgaba por dentro de mis braguitas, buscando mi sexo mojado. Su mano era fuerte, poderosa, sabía trabajarme, me derretía de goce sintiendo como me excitaba con la yema de sus dedos. Decidiéndome a jugar con la situación, llevé ambas manos a mi blusa y jugué a sacarme un pecho para él, “ahora enseño, ahora no”. Ciro se lo estaba pasando en grande, y veía el bulto de su pantalón palpitando como un loco. Ya había olvidado la sensación tan estimulante de volver loco a un hombre Tanto tiempo al lado de Leo me había adormilado un poco...pero ahora había despertado.

-Eres una zorra calientapollas-y en vez de sentirme insultada, me excité mucho-. La gran señora no es más que una putita salvaje.

Estuvo diciéndome cosas así hasta que llegamos a nuestro destino. Para entonces ya me había arrancado un orgasmo fenomenal y me había metido mano en mis pechos a placer. Cuando habíamos salido de las vías principales y empezamos por las carreteras secundarias, le bajé la cremallera y le hice una mamada mientras conducía. Me divertía muchísimo pensar en la gran tensión de su mente, teniendo que soportar mis trabajitos mientras él debía atender a la carretera. Me había imaginado su sexo en más de una ocasión, la veía en mi cabeza cada vez que me hablaba de sus conquistas, de todas las chicas con las que se acostaba.

-Es por la cicatriz-me dijo una vez, señalando a su sien-. Cuando me preguntan por ella les digo que fue porque una vez tuve que defender a la que era mi novia cuando dos tipos quisieron abusar de ella, y que uno sacó una navaja y me hizo ese corte, pero que a mi novia no la tocaba nadie. Eso las pone como motos-sonreía-, por mucho que vayáis de liberales, de emancipadas o de independientes, en el fondo seguís deseando al hombre protector que mataría a quien fuese por defender a su chica.

-¿Esa historia de los dos tipos es cierta?-le había preguntado entonces-.

-Nunca lo sabrás-respondió con sonrisa malévola-.

Finalmente habíamos llegado a una granja en las afueras de un pueblecito en el que nunca había estado antes. Estábamos tan excitados que no me vi capaz de decirle que no cuando quiso tumbarme en el asiento de atrás. “Mejor que entrenes un poco para ir entrando en materia, que luego viene el plato fuerte”, me dijo. A mí ya me daba igual todo, estaba deseando que me montase y bien que lo hizo. Se notaba que llevaba mucho tiempo queriendo meterse entre mis piernas, porque me trabajó a conciencia, me echó un señor polvo, me folló como se debe follar a una mujer. Yo le atraía hacia mí, buscaba rozarme con él, quería que me poseyera, que me penetrase, lo quería dentro de mí como le fuera posible...Ciro era un magnífico follador, un buen semental.

-Dios que ganas tenía de ti-sonrió cuando acabamos-. Ahora ya puedo morir en paz-rió-. No podía irme de este mundo sin al menos tenerte una vez.

Nos recompusimos como pudimos y nos fuimos a la granja, donde vi un gran trasiego de personas, y varias mujeres que estaban desnudas sin que a nadie se le fueran los ojos. Me recordaba un poco a mis sueños de ninfas, centauros y otras cosas.

-Ah, por fin llegáis-se quejó uno-. ¿Se puede saber que estabais haciendo?, ya no contábamos con vosotros.

-Tranquilo Mario-contestó Ciro-. Ya hemos llegado. Esta es María-me señaló-. Está más que preparada, así que cuando queráis.

Mario se fue, y yo hablé con Ciro a solas. Las dudas me comían la cabeza.

-¿Qué está pasando aquí?, ¿dónde me has metido?.

-Están rodando una porno-contestó él-, pero tranquila, ninguna es actriz porno profesional. Las mujeres que has visto son chicas como tú, que quieren probar el sexo animal. Van a filmaros a todas y con ello harán una película en plan “mujeres aburridas buscan polla canina” o algún otro título de esos chorras.

-¿¡Estás de guasa!?, ¿me metes en una porno?. ¿Y si alguien de mi trabajo la ve y me descubren?, ¿has perdido la cabeza?.

-¿No te has fijado que no he dicho tu nombre?. Nadie sabes quien eres aquí, y en caso de que no quieras mostrar tu cara han dispuesto una serie de máscaras. Te verán desnuda, pero no sabrán quien eres. Solo espero que no tengas tatuajes o cosas raras que a la larga te puedan delatar a algún conocido. No te preocupes, está todo preparado.

Me asombró que hubiese pensado en todos los detalles para que yo pudiese tener mi experiencia sin problemas de conciencia. Me sentí más tranquila entonces, y yendo al rodaje, vi a las demás chicas charlando como si tal cosa, todas ellas desnudas con los hombres pasando a su lado sin inmutarse.

-Pues sí chica-dijo una-, mi hermana me dijo que debía probarlo porque es una pasada, así que aquí estoy, dispuesto a darle a ese un gustazo.

Señaló detrás de ella, a un perro de varios colores de apacible aspecto, sentado al sol. No sé mucho de perros, pero creo que era un mastín. De todas maneras, era grande.

Me desvestí y puse mi ropa en un sitio donde me habían dicho, una especie de taquillero para guardarlo todo. Me quedé en un par de botines de campo para caminar, y me fui con las demás a charlar. Nunca me había sentido tan excitada (ni avergonzada) como entonces...y la mezcla era muy excitante.

-Hola. ¿Tú por quien vienes?, ¿por el rottweiler o por el pastor alemán?.

-¿Perdón?...no, no vengo por los perros-dije en mi nerviosismo-.

-Vaya-y se quedaron mirándome totalmente asombradas, con una especie de extraño orgullo-. Tú eres una de las equinas. Encantada de conocerte, chica. No todas tienen ovarios de probar eso, eres muy valiente. A mí eso me asusta, por eso prefiero al cabronazo que tengo ahí tumbado.

Me ladeé para mirar detrás de ella y vi algo que más que perro, parecía un potro. Grande, negro como los cojones de un burro, con pinta amenazadora. No pude reprimir un sentimiento de ironía al verlo. “¿Te dan miedo los caballos pero prefieres una bestia como esa?”, pensé para mis adentros.

-No te preocupes-me dijo otra-. Yo también soy de las equinas, ya te digo que todo irá bien. Esta es mi tercera peli como amateur y no sé si meterme a profesional. Ya lo he probado y te aseguro que te va a encantar. Es diferente pero bueno, muy bueno.

Al poco comenzó el rodaje, y las chicas que estaban a mi lado fueron haciendo lo que querían, a lo que habían venido. Mientras veía como las chicas se acomodaban a sus mascotas (o a lo que se fuesen a tirar en ese momento), una idea brilló en mi cabeza y fui a hablar en secreto con el director, para ver si podía atender una petición. Éste dijo que sí sin problema alguno, y seguí viendo hasta que llegó mi turno. Me llevaron a la cuadra de aquella granja, donde me esperaba un precioso caballo, que por lo que intuí, no era un ejemplar adulto aunque poco le faltaba. Mis ojos se obnubilaron.

Y no era para menos. El potrillo ya estaba erecto, y aquello era más largo que la de cualquier hombre. Con las indicaciones que me habían dado, solo tuve que dejarme llevar y me agaché para acariciarla y tocarla. Mi amante equino relinchaba de vez en cuando, así que suponía que lo estaba haciendo bien. No sé como describir su tacto, era extraño. Aquello sí que era un buen pollón, dicho en plata. Con ambas manos comencé a masturbarlo como si fuese una mamporrera, incluso metiéndome su punta en la boca y chupando como me era posible. Las sensaciones eran tan extrañas y tan excitantes...

Ciro se había encargado de que pusieran una especie de camilla, al igual que en la película causante de mis desvelos. Me pusieron sobre ella, con las piernas abiertas, y un poco de azúcar encima de mi sexo. No entendía porqué hasta que el potrillo vino a mí y comenzó a chuparme. De la primera lametada creí morirme de gusto. Me arqueé para abrirme más a él y le dejé que me lamiera lo más íntimo de mi cuerpo. Todo con la cámara grabándolo y mi cara tapada con una gran máscara que parecía sacada de uno de esos carnavales venecianos. En aquellos momentos nada me importaba, y no recordaba ni a Leo ni a nadie, solo quería que no acabara nunca.

-Mirad que bien goza la potrilla-dijo el director a los demás, que se reían entre dientes con gesto satisfecho.

Ahora mismo no soy capaz de saber lo que pensaba, creo que no podía ni pensar de lo que estaba haciendo, de la forma en que estaba gozando. Que lengua aquella, dios de mi vida. Era fantástica, me hacía sentir todo. Todo mi cuerpo estaba excitado, desde la cabeza hasta las puntas de los dedos de los pies. Y eso solo era el entremés, faltaba el plato fuerte...y estaba deseando darme un atracón a base de salami tamaño gigante.

El potrillo (o potro, tanto da), tenía un tamaño adecuado a mí, no era pesado, de manera que si se me colocaba encima no me aplastaría, y tampoco tenía un tamaño de verga como para lastimarme o atravesarme. Ciro había hecho su trabajo a la perfección, y yo estaba deseando saborear todo su esfuerzo. No veía el momento en que el animal me taladrase con su cachiporra gigante.

-Preparados que ahí va la putita, listos para grabarlo y no os perdáis ni un solo detalle. Quiero que se vea bien todo.

El potro, del que nunca supe su nombre, se me subió encima y comenzó a hacer movimientos torpes para penetrarme. Sus toscos intentos solo sirvieron para postergar el anhelado momento y aumentar mi ansiedad y mi deseo. Allí tumbada e inmóvil, con el potro encima mío, no podía si no dejarme hacer. Por primera vez en mi vida no tenía el control de la situación: yo no era la dominante, si no la dominada. Me sentía indefensa, impotente...pero muy excitada.

No hay palabra, frase o monólogo que pueda describir lo que sentí cuando, tras varios intentos, el potro logró su propósito y clavó su enorme vara dentro de mí. Llenó mis entrañas como jamás un hombre podría llenarlas, creía morirme con ese shock de la primera penetración, creí que me iba a partir en dos como si fuese un hacha gigante que cayera sobre mi cuerpo como si fuese una guillotina. Pero eso no fue nada comparado a sentir como me follaba. Por mi boca salían toda clase de gritos, jadeos y gemidos, toda mi cabeza se volvía loca, loca de placer, de pasión, de locura. Alcé un poquito el culo y le di más facilidades para que me penetrase más hondo, estaba gozando como jamás me imaginé que podría gozar.

En ese momento recordé la película, la escena, el momento en que todo empezó y me pregunté si en realidad no había visto una película, si no una premonición a través de mi ordenador. ¿Sería posible que aquella película, que jamás volví a encontrar, fuese enviada desde el futuro por alguien (quizá yo misma)?. La pose de mi cuerpo, el tamaño del caballo...coincidía todo, hasta el más mínimo detalle, y con toda probabilidad las tomas de la cámara serían las mismas que las que vi aquel día. ¿Tan loca me encontraba para pensar en esas cosas, o es que a lo mejor, en mi locura, había dado en la diana?.

-Ciro, tenías razón: esta chica es una joya. Si ella quisiera sería una follactriz de primera. Nunca había visto nada semejante. Es un talento natural.

Apenas podía escuchar lo que hablaban, aunque a veces me llegaba algo. Estaba disfrutando mi éxtasis, aumentado cuando el potro terminó mucho antes que yo (cosa de la que ya me habían advertido) y noté no un burbujeo, si no un maremoto de semen que terminó saliéndose de mí y desparramándose por el suelo al ser incapaz de contener el maremágnum seminal que se depositó en mi interior. Me quedé allí tumbada sin hacer nada más, con mi cuerpo pidiendo más guerra, deseando que se volviese a repetir, y en un giro del destino en el que el caballo parecía haberme escuchado y entendido, se puso manos a la obra y me montó de nuevo, volviendo a repetir la faena unas pocas veces más hasta que él quedó saciado...y yo logré tener el mejor orgasmo de mi vida.

-Anda, id a ayudarla y sacadla de la mesilla, debe estar agotada. Llevadla al baño de dentro de la casa y dadle un buen meneo, que lo va a necesitar.

Nadie más del equipo, ni siquiera Ciro, sabía de lo que director estaba hablando, pero ellos se limitaron a obedecer. Estaba derrengada, las piernas me flaqueaban, eran como spaghetti, me llevaron en brazos y me ducharon y limpiaron de arriba abajo hasta en mis partes pudientes (las cuales a esas alturas ya no me importaba que cualquiera me las tocase) y me devolvieron al rodaje, donde me esperaba el pacto que había realizado con el director, mi petición especial que él había aceptado. De perdidos al río, no quería irme de allí sin sentir esa potencia de perro entre mis piernas, quería vivir lo que había visto en las otras chicas, y puedo jurar y perjurar que jamás me habían follado de esa forma tan frenética y salvaje, me dejó en carne viva...pero gozando como una perra.

-Espero que te lo hayas pasado muy bien-me dijo Ciro cuando, acabado el día y mi sesión de sexo animal, volvíamos en su coche a la ciudad-.

-Me lo he pasado de maravilla-le sonreí-. Gracias por todo, ha sido mejor de lo que me había imaginado, muchísimo mejor. Ya te lo pagaré-le guiñé el ojo-, con creces y cuantas veces sean necesarias-y Ciro, al entender mis intenciones, sonrió con el gesto muy perverso: al fin había logrado convertirme en su amante-.

Dos meses después de todo lo ocurrido, de aquella locura de día y de consumar lo que tanto tiempo perseguí, me llegó el DVD con la película, cuyo título definitivo no quiero revelar. La dejé guardada en un cajón y me olvidé de ella hasta que, en cierto día en que el tiempo estaba aciago y de mala manera, Leo vino a mí con el DVD en la mano con gesto extrañado.

-Acabo de encontrarlo perdido entre un cajón, ¿no la habrás alquilado y se te olvidaría devolverla, verdad?.

-No, es la película que te dije...al fin la encontré-le mentí-. Como el asunto no te dio más no te dije nada y la he tenido ahí desde que la pillé.

-Ah, bueno....¿podríamos verla?. Después de tanto tiempo protestando, quisiera ver que fue lo que te causó tanto revuelo.

Acepté con un gesto indiferente y nos fuimos a ver el DVD al salón. Leo, que siempre ha gustado hacer de crítico, sacó su lado más despiadado cada vez que veía a las chicas con algún perro. Ya le había visto así antes, pero nunca como ese día.

-Mira que puta de tía-se reía-. Joder que pedazo de golfa, hay que ser muy cerda para que te monte un perro de ese modo. ¡Y mira ese bicho como folla!...

Hablaba de la chica del mastín, que era penetrada a toda velocidad por él. Cierto es que la velocidad de un perro no la puede igualar un humano, por mucho que quisiera conseguirlo, y eso a Leo le hacía mucha gracia.

-¿Esta es la escena-apuntó al ver al potrillo y a una mujer puesta en una mesa?.

-Sí, es esta.

Él no podía saberlo, pero evidentemente, era yo la que aparecía en la película, y para colmo, recreando la escena original que yo había visto. De esa manera se la pude colar a Leo como que era la película que me había enfadado tanto.

-¡¡LA OSTIA PUTA!!-se quedó alucinado-. Pero que golfa, es increíble. Joder con la nena, pero mira como se la mete, es que se ve todo....¡y la zorra se corre!...Dios que fuerte, la puta que la parió.

Me quedé mirándole con gesto torcido, entre estupefacto y enfadado por todas las perlas de sabiduría que salían de su boca y la forma en que denigraba a las mujeres (y en secreto, me reía por ver como hablaba sin saber de quien hablaba).

-Oye guapo, ¿por qué no te muerdes la lengua un rato, vale?. Te estás pasando con tanto insulto y me estás empezando a irritar.

-¿Ahora te haces la ofendida?, tú no eres una gocha asquerosa como ellas, tu tienes dos dedos de frente y eres persona, no te dejarías hacer esa clase de cosas-señaló a la TV, justo cuando el potrillo me la metía hasta el fondo-. Se merecen que les diga eso y más, por pervertidas.

-Ya, será que te ofende mucho que hagan eso-ladeé la cabeza señalando hacia su entrepierna, donde se notaba que estaba más que “contento”-. Anda, déjate de idioteces y admítelo, que te estás poniendo berraco de ver como a esa se la folla el caballo.

-Esto es un instinto-dijo en tono nervioso y entrecortado-. Es la mente, que se enciende enseguida, no soy yo.

Me acerqué a él, le rodeé con mi brazo y llevé mi mano a su entrepierna, la cual terminé por sacar de la prisión de sus pantalones.

-Admítelo-dije con tono perverso y susurrante, casi a su oído como si los dos estuviésemos en un lugar público y no quería que alguien más nos escuchase-. No me seas cínico o aquí se va a follar menos que en un cuartel militar. Que “esto”-se la apreté un poco- no es cosa de la mente. Esto es porque te pone cachondo ver estas cosas. Te gusta ver como el caballo se la folla, ¿verdad?. Te encanta mirar, te la pone muy dura...

Leo me miró con los ojos como platos mientras le metía mano, induciéndole a que lo admitiera. Estaba deseando oírselo decir, quería verle confesando como si fuese un agente de policía y él el delincuente de algún robo o algún exhibicionismo.

-Dura no, durísima-rechinó entre dientes-. Desde la primera vez que vi una peli cuando las buscabas en Internet, pero no me animaba a confesarlo al ver lo mucho que te desagradaban. No sabes las pajas que me he tenido que hacer para bajar la hinchazón.

-¿Pajas?...de pajas nada monada, aquí o se folla o se folla como está mandado, pero a pajas nada. Como te vuelvas a pajear te la corto....y ahora fóllame, semental.

-Ya quisiera ese caballo follarse a esa guarra como yo te voy a follar a ti.

Me dieron unos corrientazos tremendos cuando se abalanzó a por mí en el sofá y comenzó a hacérmelo mientras el DVD seguía su curso y me mostraba a mí con aquel potrillo afortunado que me echó varios polvos de seguida. Fue fantástico follar mientras me veía a mí misma en la TV. Lo mejor, los comentarios de Leo mientras me montaba a toda velocidad: “si esa guarra monta caballos es que no sabe lo que es un hombre de verdad...pero tú vas a saberlo”; “tú sí sabes gozar de verdad, no como ella”...y así una y otra vez. Nunca le dije la verdad, ni que yo era la prota de su escena favorita de toda la película, ni tampoco de Ciro y las cosas que hice con él...ni de las otras veces que usé a un animal para mi placer. Lo mejor de todo no es poder verlo y recrearme en ello todas las veces que quiera, si no las veces que me lo monto con Leo con el DVD puesto y le escucho despotricar de las chicas que se lo hacen con animales, llamándolas de todo mientras me dice a mí de señora, de dama y esas cosas. ¡Inocente, si él supiera!...