Caballo loco (5)

Continuan los relatos de la pampa antigua.

CABALLO LOCO PARTE V

Caballo Loco entró al despacho del patrón y este lo recibió con una ginebra en la mano. Estaba con algunas personas, además de la señora Beatriz, una joven mujer trigueña y de ojos profundamente negros.

Ese día solo le comentó que estaría llegando a la estancia un caballo muy hermoso y muy caro, que era para su niña Ana y que él quedaría a cargo del animal hasta que estuviera domesticado.

El indio se retiro de la casa y en el camino se cruzó con Ana, ella era una niña preciosa y verdaderamente simpática. Amaba a los animales y sobretodo a los corceles, por eso se llevaba tan bien con Caballo Loco porque sabía del afecto del indio.

__ Escuche que mi padre traerá un caballo para mi

__ Escuchó bien señorita Ana

__ Tu lo domarás

__ Es mi trabajo

__ ¿Te llevará mucho tiempo?

__ Tal vez…__ En ese momento se oyó la voz de Beatriz que llamaba , la niña dio la vuelta y se marcho riendo.

__ Ana ¿Qué hablabas con Caballo Loco?

__ Del regalo de papá. ¿Porqué?

__ No, nada

__ Beatriz, es un buen hombre, aunque sea un indio, es correcto, respetuoso y si lo ves bien, atractivo. Deberías tratarlo más

__ ¡Ana!... Ven y deja las tonterías, que yo también tengo un regalo para ti.

Entraron al cuarto de Beatriz porque todos los habitantes de la casa tenían cuartos separados. De una cómoda Beatriz sacó una cajita con bordes dorados y se la entregó a la niña, que ansiosa pronto la abrió. Sus ojos se abrieron desmesuradamente al ver el hermoso collar que se encontraba en el interior.

__¡Es hermoso Beatriz! ¡ No merezco este regalo! ¡es realmente bello!

__ No como tu mi niña.

Beatriz se sentó al borde de la enorme cama, Ana vino y se sentó al lado de su madre.

__ Debes ponértelo.

__¡Sí claro!__ dijo Ana y sacando el collar intentó colocárselo.

_- ¡No, no! Así no.

__ ¿Cómo?

__ Lo lucirás mejor si te sacas la ropa.

__ ¡Eres un pícara Beatriz! __ dijo poniéndose de pie.

__ ¡Adelante! ¡Sácate la ropa!

Ana sin demasiados preámbulos se quito su vestido y las enaguas de tela fina y apareció su escultural cuerpo de niña convertida en mujer.

__¡Eres hermosa Ana!

__ ¿De verdad Beatriz?

__ ¡Claro, eres mi ángel!__ dijo la madre con lascivia.

__ Ayúdame con el collar.

Poniéndose de pie se colocó detrás de la hija y con sus suaves manos prendió el collar al cuello de la niña. Se pusieron delante del enorme espejo que se encontraba en la habitación y Beatriz beso el cuello de Ana que se estremeció, mojándose como siempre que su madre la acariciaba de esa manera.

Así como estaba Beatriz acarició los senos duritos, que cobraban vida.

__ ¡Oh! Dulce Ana, eres una hermosura…__ exclamó excitada la madre. Diciendo esto apretó deliciosamente los pezones de Ana que gimió por vez primera en aquel encuentro.

Ana se puso de frente a su madre y le ofreció los labios. Beatriz tomó la carita de niña y alcanzó los labios finos y tiernos de Ana y se besaron con pasión. Solo se oían los suspiros de las mujeres y el canto de los pájaros. Beatriz apretó las nalgas de Ana y las acarició con infinita clama y éxtasis.

Se fueron corriendo con suaves movimientos hasta el borde de la cama. Allí se sentaron y continuaron besándose, cada vez con más y más calentura.

__ ¡Déjame mamar tus tetas como cuando era pequeña!__ gimió Ana.

Beatriz bajó su vestido hasta que le saltaron dos hermosas tetas de mujer. Redondas, perfectas, de un tamaño apetecible. Con pezones erguidos y listos. Ana los acarició con su lengua acostumbrada a estas caricias.

Dio pequeñas mordidas en distintas partes de uno y otro pecho y Beatriz suspiraba descontrolándose poco a poco. El vestido de Beatriz cayó de un golpe y ahora las dos mujeres, madre e hija se recorrían con voracidad cada parte de sus cuerpos.

Beatriz hundía la lengua en la conchita de su hija y Ana complacía a su madre en la cueva de esta, aunque se alternaba con lamidas y besos al ano de Beatriz que se desplomaba en continuos orgasmos.

Se restregaron los clítoris de frente, entrecruzando las piernas, arrancándose suspiros y grititos de lujuria y descontrol.

Exhaustas quedaron tendidas una sobre otra besándose ahora mucho más relajadas.