Caballo loco (15)

El indio pampa caballo loco sigue con sus ardientes aventuras.

CABALLO LOCO XV

El padre del patrón don Armando, llegó una mañana de sorpresa. Venía cargado de varias valijas y acompañado por un criado moreno de unos veinte años.

Ramón, que así se llamaba el hombre de unos sesenta años tenía la figura de un rudo hombre de campo. De manos fuertes, pecho ancho, pero su mirada era simpática y aparentaba un constante buen humor. Se ubico en una de las amplias habitaciones en casa de su hijo. Toda la familia estaba contenta de recibirlo y está costumbre el hombre la tenía de muchos años, concretamente después de haber quedado viudo.

En el almuerzo contó algunas historias de lo que le había sucedido durante el año y todos se rieron y la pasaron bien. El hijo, Armando, estaba feliz de volver a ver a su padre y lo atendía gentilmente, no queriendo que a su padre le faltara algo.

A la hora de la siesta todos se fueron a dormir y descansar un rato. Don Ramón estuvo un rato tirado en su cama y como tenía un poco de calor decidió tomar un refrescante baño en la tina que tenía en una pequeña habitación, dentro del mismo cuarto. Allí tenía lo necesario. Cuando entró en ella notó que le habían puesto agua, jabón, perfumes y toallas limpias, tal vez conociendo sus costumbres.

Ramón se desvistió completamente y dejo ver un cuerpo aún en forma, con una hermosa pija que descansaba entre sus piernas peludas y adornada por unos huevos pesados y redondos, casi perfectos. El hombre se metió en el agua y se paso un poco de jabón mientras se recostaba a lo largo de la tina.

No oyó cuando abrieron la puerta y dentro del habitáculo apareció Ana su nieta.

__ ¡Hola abuelo!

__ ¡Ana! No te oí entrar.

__ Pensé que dormías

__No, tenía calor y decidí meterme aquí

__ La verdad es que hace mucho calor.

__ Si quieres puedes entrar, creo que hay lugar

__ ¿De veras?

__ Sí claro.

La chica es unos segundos estuvo como Dios la trajo al mundo y su abuelo no perdió detalle del bien formado cuerpo de su nieta y sintió la primera comezón entre sus piernas. Ana se metió al agua y el roce con el otro cuerpo fue inevitable.

__ ¡Como has crecido niña! ¡Estas hecha toda una mujer!

__ ¿Te gusta abuelo?

__ ¡Claro, a cualquier hombre le gustaría ver a una chica como tu desnuda!

__ ¿Me jabonarías la espalda?__ pregunto con falsa inocencia.

Ramón se corrió un poco pero sentía que su verga crecía inevitablemente. Ella le dio la espalda y rozó con sus nalgas el fierro de su abuelo. Se pegó aún más hacia atrás y la vara dio el último salto para quedar totalmente parada.

__ ¿Luego me dejarás jugar con tu juguete como cuando era niña?

__ Pero… Sí, sí por supuesto, si es lo que quieres

__ Sí quiero, además sé que con ese juguete han jugado todos los miembros de está familia __ diciendo esto se sentó sobre la verga de su abuelo que dio un suspiro desfalleciente.

Don Ramón alcanzó las tetas de su nieta masajeándolas y ella se apoyó en el pecho del hombre y movía la cabeza gozando intensamente de las caricias que le proporcionaba su abuelo. Pellizcaba sus pezones y la verga en la zanja de su nieta parecía que le reventaría de un momento a otro. La niña acariciaba las piernas peludas de su abuelo y este gemía excitado. El hombre le daba besos en el cuello, alternando estas caricias con pequeñas mordidas en los hombros y la espalda de la niña, que movía su culo acariciando la víbora de Ramón cada vez más endiablada.

Luego de un rato salieron de la tina y el abuelo secó el cuerpo de su nieta deteniéndose en todos los rincones para explorar, mientras la chica le ofrecía su boca y su lengua y se fundían en besos apasionados de dos amantes que se reencuentran después de un largo tiempo. Ana con sus manos apresaba el mástil del abuelo y lo acariciaba lentamente primero y después le daba pequeñas sacudidas que ponían al hombre fuera de si y lo hacían enloquecer.

Llegaron a la cama grande y se tendieron sin dejar de acariciarse. Ella fue lamiendo el pecho del hombre hasta alcanzar en todo su esplendor la verga del abuelo y comenzar a lamerlo de arriba a abajo y viceversa. Ramón se fue dando vuelta hasta encontrar la vulva de su nieta depilada y fresca como una fruta. Apartó los pliegues de la misma y con su lengua hábil empezó a explorar la joven cavidad de la nieta. Los gemidos retumbaban en la callada siesta, donde reinaba el silencio en todas partes.

La chica avanzó un poco más y luego de besar el mástil, chuparlo y darle pequeños mordiscos, atrapo los huevos del hombre, que estaban redondos y llenos de leche le dio lenguetazos febriles, en tanto se escuchaban los delirantes gemidos del abuelo que enloquecía de placer y furia __ ¡Así pequeña, así, tu sabes hacerlo, así, ayyyy!

Ramón acercó sutilmente la lengua al pequeño orificio de la chica y paso su estilete con experiencia y la niña gimió profundamente perturbada por esas caricias fatales, que hicieron abrir el cofre para ser besado y chupado como solo el abuelo sabía hacerlo.

Ella entonces decidió jugarse a fondo y llegar al ano del hombre. Ramón aguanto el escupitajo que se le venía cuando percibió esa lengua endemoniada en su culo. Tuvo que reprimir el deseo de llenar de leche el cuerpo de su nieta porque una corriente eléctrica pasó por su espalda y su cerebro hasta llegar a su culo y desear que la niña siguiera allí y lo hiciera gozar.

Ramón levantó a la chica y la colocó en cuatro patas, luego se puso detrás de ella y con su lengua humedeció el culito de Ana que se estremecía y corcoveaba como una yegua en celo esperando por la estocada que perforará su interior, el abuelo no se hizo esperar y apuntó la verga en la entrada estrecha y apoyando suavemente la cabeza hinchada en el anillo de la niña empujó primero y dándole más fuerza luego de unos minutos. Primero entró la cabeza y la chica empujando con sus caderas hacia atrás hizo el resto. La verga había entrado completamente en el culo y ella lo gozaba como una verdadera leona. El abuelo le daba unas buenas sacudidas a la niña y le mordía el cuello fino y suave, joven, dulce como una fruta.

Minutos después la chica se sacó la poronga del estuche deseado y se dio vuelta colocando sus piernas torneadas y hermosas sobre los hombros del abuelo y éste volvió a arremeter en el culo de su nieta, bombeándola otra vez sin descanso, ahora le lamía intensamente las tetas y chupaba con devoción suprema los parados pezones, intercambiando la boca con las tetas.

Varias sacudidas bastaron para que el hombre vaciará sus huevos en el culito bellísimo de la chica que quedó tendida con las piernas abiertas durante unos instantes, estos fueron aprovechados por el abuelo que limpio con esmero el canal lleno de su propia leche, entre los gemidos alocados de Ana, la nieta, que apretaba las sábanas con sus manos. Después el abuelo se acostó a su lado y se siguieron besando cariñosamente, tendidos y satisfechos, como dos amantes que han gozado intensamente de buen sexo.