Cabalgata

Esa noche tomaste el control y me montaste.

Llegué a tu casa y tuviste que salir a mi encuentro para apaciguar a

tu guardián por lo que sin poderte saludar me pasé a tu casa, segundos

después me alcanzaste y nos abrazamos con cariño, dándonos un beso

breve en los labios al separarnos.

Pasamos a la cocina donde me ofreciste algo para comer junto

con una bebida y mientras lo preparabas platicamos de varias cosas.

Una vez que terminaste regresamos al comedor donde estuvimos

platicando otro poco. Me terminé la comida y medio vaso de la bebida,

el resto lo reservé para más tarde, sabía que lo necesitaría.

Te sentaste en la que ya considero nuestra cama y continuamos

platicando mientras fui vaciando mis bolsillos sobre la mesa, llaves,

dinero, teléfonos, todo lo que sabía que podría estorbarnos y me senté

a tu lado. La platica nos llevó a terrenos más personales y con ello a

acercarnos más.

Una vez más una breve pausa da la pauta para probar tu boca, esos

labios carnosos que me prenden y hacen maravillas en más de una

manera. Nos empezamos a excitar y caemos en la cama, en un momento

reaccionas y te incorporas lo suficiente para apagar la luz y con ello

la luna se vuelve el testigo silencioso de lo que está por ocurrir.

Vuelves a recostarte y sin dilación regresan los besos, la exploración

de nuestras bocas no se hace esperar y con ello la pasión crece en

cuestión de segundos, la batalla de lenguas es intensa y ello da pie a

que inicie la exploración de nuestros cuerpos, ambos nos acariciamos

con ansia, tus senos, mi pecho, tus nalgas, las mías. Avanzo debajo de

tu playera y ropa interior y sin invertir mucho tiempo en caricias, mi

boca se apodera de tus senos, de tu pezones que ya me esperan hace

rato. Tu mano se dirige a mi pantalón y me acaricia con ganas, con la

consecuente erección que ya había comenzado poco antes.

Parece que no jugaremos mucho hoy, ya estamos muy excitados, mi pene

listo, tu cadera se mueve en clara señal de querer más.

Sin esperar más abandono tus senos y me empiezo a quitar yo mismo la

ropa y sin decir nada, haces lo propio, cosa que me gusta, me deseas

tanto como yo a ti. Una vez desnudos nos comenzamos a besar y mientras

pienso que posición tomar, tomas la iniciativa, te incorporas y con

una mano en mi pecho para retenerme acostado, pasas una pierna sobre

mi cuerpo y te acomodas hasta que tu vagina queda encima de mi pene.

Tu mano derecha se apodera del objeto de tu deseo, ya está dura,

erecta, lista para la batalla. Acomodas mi polla a la entrada de tu

vagina, en el movimiento siento tus vellos y poco después la suavidad

de tus labios mayores. La acomodas, buscando la abertura, se sienten

los labios menores y entonces con un breve movimiento de tu cadera

intentas metértela, pero estás seca y el movimiento se vuelve

doloroso. No te das por vencida y reintentas, mueves mi pene por tus

labios y haces presión, aunque duele, logras que la cabeza entre un

poco. Con mucho cuidado subes y bajas unos milímetros muy despacio un

par de veces y de pronto siento como llega la humedad, tu vagina

reacciona y se moja rápidamente, lo suficiente para que me sueltes y

empiezas el descenso. Bajas despacio y las sensaciones crecen, mi

polla lo agradece y crece más si es posible, conforme bajas la humedad

se incrementa y emites un suspiro, el dolor da paso al placer.

Continuas tu labor hasta llegar al fondo, hasta que nuestros vellos se

funden en su propio abrazo.

Un segundo y empiezas a subir, ya estás bien mojada así que al llegar

arriba puedes empezar a bajar nuevamente, esta vez con mayor

velocidad. El movimiento se repite, la velocidad aumenta, los gemidos

se abren paso y el placer toma el control. Adquieres un ritmo estable,

te agarras las tetas y con dos dedos te aprietas los pezones, gimes de

franco placer y me excitas.

Hasta ahora he permanecido pasivo, disfrutando de las sensaciones, de

ver tu rostro reflejar el placer que sientes al cojerte tu sola, a tu

ritmo, disfrutando, tus senos botando, tu manos sobre ellos, un poema.

El placer es muy grande e intervengo, con ambas manos te agarro las

nalgas y sigo el movimiento de sube y baja, aprovecho para

acariciarlas y apretarlas. Unos momentos así y aprovechando que dejas

tus tetas, mis manos toman el relevo y las acaricio a mi antojo, juego

con tus pezones y tus gemidos me invitan a seguir, aumentas el ritmo

de la cabalgada y veo el placer reflejado en tu cara, en tus ojos

cerrados, en tus labios entreabiertos, en tus gemidos. Abandono tus

senos y regreso a tu trasero, a ese culo que quiere más, aprieto tus

nalgas, una con cada mano y acompaño tu movimiento, esta vez no solo

lo sigo, lo ayudo para cojerte más profundamente, gimes nuevamente y

reduces un poco el ritmo, quizá te estas cansando por lo que empiezo a

moverme yo, adquiero ritmo y velocidad y me lo agradeces con tu

expresión de placer, te recargas un poco hacia adelante y con ello me

das acceso a mamarte las tetas, que hago con gusto pasando de una a la

otra.

Aprovechando la postura te acaricio el trasero a mi antojo, encuentro

su centro y mi dedo índice encuentra tu ano, en un movimiento rápido

me lo meto en la boca para mojarlo y lo regreso a tu ano, lo acaricio

con cuidado y te lo meto un poco, no lo desprecias y me permites la

caricia que continúo. Siento el dedo seco, pero mi boca sigue ocupada

con tus pezones así que lo muevo hacia adelante y te lo meto junto con

mi polla que sigue taladrándote. Mi verga y un dedo en tu vagina, me

parece genial y creo que lo disfrutas. Saco el dedo y lo regreso a tu

ano, lo inserto un poco y así continuamos.

El ritmo es agotador por lo que bajo la velocidad, ya estás descansada

por lo retomas el control. Nuevamente impones el ritmo mientras te

penetras profundamente, tus gemidos me indican que has tenido al menos

un par de orgasmos (ya me enteraría que fueron más de un par). Poco a

poco bajas el ritmo hasta que te detienes, en lo que trato de entender

que sucede te bajas y me das a entender que quieres espacio, te

quieres acostar.

No hemos hablado en todo este tiempo (mucho? poco?, a quien le

importa!), las palabras sobran, las miradas, caricias y sentidos lo

dicen todo.

Con tus brazos me das a entender que quieres que ahora yo te haga el

amor, que yo lleve el control. Sin estar seguro aún de que pasó, quizá

solo querías cambiar de posición, me volteo y me obsequias con el

panorama de ti recostada, abriendo las piernas y dejándome verte en

ese estado, excitada, contenta, satisfecha, con ganas de más.

Con la vista recorro tu piernas, tu vagina, tus vellos, tus senos, tu

respiración. Llego a tu cara y nos miramos. Tu mirada me lo dijo todo,

era mi turno, tu habías disfrutado y ahora me dejabas hacer a mi, me

dejabas concentrarme en mi placer y para confirmarlo abriste más las

piernas. Me acomodé entre ellas y me acerqué a ti, agarré mi pene y lo

dirigí a tu vagina, sentí nuevamente tu humedad y te lo metí. Creo que

ambos cerramos los ojos al sentir aquello, puro placer, una unión, una

comunión.

Te lo metí un par de veces despacio antes de tomar velocidad, acomodé

mis brazos a tus lados y empecé a bombearte a toda velocidad, a

cojerte con todas mis ganas de disfrutarte, de gozar el momento, como

respuesta gemiste y te abriste completamente, tus tetas brincaban a

cada arremetida y pude apreciar que lo disfrutabas. El ritmo era

frenético y no me retuve más, inició la cuenta final, se acercaba el

punto de no retorno y entonces pensé que me encantaría terminar en tu

boca, en esa boquita que ya me había conocido y en la que experimenté

un gran orgasmo con la mamada de una visita anterior, pero no estaba

seguro si aceptarías así que aprovechando el momento se dió el único

dialogo de aquel encuentro.

  • me puedo venir en tu boca? - acerté a preguntarte entre gemidos

  • en donde quieras

Fue todo lo que necesité, fue el detonante que me hizo llegar al

punto, me salí de tu vagina y con un gran esfuerzo impedí la corrida,

no sabía si ir o vendrías pero afortunadamente viste mi duda y te

levantaste rápidamente, resolviendo el dilema.

Me incliné hacia atrás recargando los brazos en la cama y con ello

dejé mi polla libre para ti. Sin tardar te acercaste y te la metiste

rápidamente en la boca, esa sensación fue demasiado y me dejé llevar,

exploté en tu boca y tu me aprisionaste para tragar todo. El orgasmo

fue intenso y permaneciste ahí mientras me vaciaba.

Terminé y aún te quedaste un momento para permitirme el placer

completo, como verificando que no hubiera más. Lentamente me soltaste

y completamente agotada te dejaste caer en la cama.

La escena era privilegiada, yo seguía en la misma posición, agotado,

feliz, pleno, viéndote ahí, desnuda, calma, contenta. Me tomó unos

momentos recuperarme y poderme mover, poco a poco me incorporé, me

levanté a reponer líquidos y regresé a la cama.

Me hiciste espacio y me acerqué a ti, en ese momento me enteré que

habías tenido varios orgasmos. Después las palabras sobraron y las

miradas lo dijeron todo. Nos abrazamos y nos dormimos.