Busco una cita, quiero algo mas

Encuentro por internet lo que necesitaba y empezamos a acomodar nuestros gustos

Pensé  que los encuentros esporádicos, casi de aventura, no me acababan de convencer, y que eso de esperar a que ocurriese algo, en alguna de las ocasiones que salía por ahí de viaje, era demasiado esperar, podía estar mucho tiempo sin que nada ocurriese, y me gustaba tener mas ratos de sexo, mas experiencias con hombres y además, que fueran de mi gusto, para hablar, hacer amistad y tal.

La mejor herramienta para esto no cabía ninguna duda que era internet, con sus infinitas posibilidades, y en mis ratos de soledad en los viajes, me dedicaba a buscar paginas de chat, buscando esa persona afín, intentando encontrar a un hombre culto, amante del sexo y del morbo, y que le gustase follar mas que ser follado, que era lo que a mí más me iba.

Durante muchísimo tiempo fue un fracaso, pero una noche encontré al fin lo que buscaba: un hombre mas o menos de mi edad, bien parecido, y que le gustaba jugar y meterla y además vivía no muy lejos de mi casa, en menos de media hora podíamos vernos.

Nos citamos un día cualquiera que nos venía bien a los dos, con la mala suerte de que esa mañana llovía a cantaros, las calles eran ríos y a pesar de la previsión de agarrar un impermeable porque ya se veía negro antes de salir, solo el andar suponía empaparse. Le vi refugiado bajo una marquesina y nos dirigimos a su casa, al lado de donde habíamos quedado.

El impermeable chorreaba, y lo saqué a la terraza mientras él preparaba un café. Al llegar con las tazas se dio cuenta de mi aspecto de perro callejero, e insistió en que me sacase la ropa y la pusiese a secar, con lo cual casi inmediatamente y sin preverlo, comenzamos el juego que nos había reunido allí.

Me quedé en calzoncillos, sentado a la mesa y tomando café, notando sus miradas por todo mi cuerpo, hasta que no pudo aguantar más, y mientras sujetaba la taza con una mano, puso la otra sobre mi muslo. Acabamos el café a toda velocidad y allí mismo, en la cocina, empecé a bajarme el slip, dejando que me viese por completo.

Parece que le gustó lo que vio, porque me abrazó con todas sus fuerzas, una mano en la espalda y la otra en el culo, juntándose a mí lo mas posible, besuqueándome y restregándose mientras suspiraba y mordía mi hombro y mi cuello.

A mí eso me ponía, me gustaba sentir su excitación, crecer su polla ahí abajo, su deseo incrementarse por el contacto y el calor de su cuerpo sudando por el contacto, o los nervios; parecía que llevaba mucho tiempo de abstinencia, porque es como si quisiese aprovechar el tiempo perdido o darse prisa, no fuera a desaparecer de pronto.

Me tumbó en la cama y repasaba mi cuerpo, pegándose a mí de vez en cuando, y yo quieto, como un novato, solo dejándome hacer y disfrutando de su calentura. Chupó la polla un par de veces y luego me dio la vuelta, quedándose quieto, mirándome, como pensando por dónde empezar. Su rostro se pego a mi trasero, me mordía en bocados chiquitos, lamía por arriba, abría los cachetes y al final me preguntó cómo me gustaría que lo hiciera.

Ni me dio tiempo a contestar, se tumbó sobre mi y abriéndome con una mano empezó a apuntar al agujerito, que ya estaba esperando a recibirle.

Y ahí mismo, sin poder contenerse y justo a la entrada se corrió al instante. Sentía resbalar por la raja el chorro caliente, sus espasmos y las manos prietas en mis caderas, un ronco suspiro, y su cuerpo desmadejado reclinándose sobre el mío, la polla aflojándose pero aun dura y casi a la entrada, y su rendición sobre mí, que lo acogía con gusto sabiéndole satisfecho.

  • lo siento, no lo he podido evitar, hacía tanto tiempo…

  • no te preocupes, habrá más ocasiones.