Busco mujer interesada en acompañarme - 7

“Busco mujer interesada…” El viaje se acaba y decido romper con todo y entregarme a él, con todas las consecuencias

Despertamos desnudos ambos y abrazados, sin espacio entre nuestros cuerpos, su cara en mi pelo y la mía descansando en su pecho. Creo que ambos abrimos los ojos al mismo tiempo, porque sentí su mano acariciar el pelo con mimo, pero seguí descansando en esta postura, calentita y segura entre sus brazos, pensando en todo lo del día anterior.

Sus labios acariciaban mi pelo revuelto y escuchaba los tenues besitos que me daba, apagados para no despertarme, cariñosos, y empecé a dudar de que hubiera empezado él el juego de la seducción, para follar conmigo. Su conducta en este momento era de cariño, de ternura, no me tocaba con lujuria o de una manera sexual para provocarme, simplemente gozaba con el contacto de mi pelo en su cara, de mi cuerpo pegado al suyo.

Bueno, era el último día ya, esa noche dormiríamos en Córdoba y al día siguiente cada uno nos iríamos por nuestro lado, nos despediríamos como amigo, prometeríamos vernos alguna vez más, y nos olvidaríamos al poco tiempo.

Pero yo no podía olvidar su cuerpo desnudo pegado al mío, su pene rígido ahora mismo pero quieto entre mis piernas, justo sobre mi pubis calentito, o bien dentro como anoche, dándome placer, haciéndome sentir cosas que nunca, ni con mi ex marido había sentido jamás.

Lo más práctico sería disfrutar de este día final, dejar que las cosas transcurrieran sin pensarlas ni provocarlas y recordar todo como un viaje precioso y excitante, esas cosas que pasan muy pocas veces en la vida y que nunca se olvidan.

Su pene se fue aflojando y dejé de sentirlo duro, solo caliente y blandito junto a mí. Nos despertó el ruido en los andenes, y el sonido del tren poniéndose en marcha hacia Linares, donde habíamos de coger un autobús para la vista del día, o más bien visitas, porque nos llevarían a Úbeda y Baeza, ciudades muy próximas entre sí, de modo que nos arreglamos rápidamente y fuimos a desayunar.

Yo no conocía esa parte de Andalucía y me gustaron las dos mucho, tanto arte en espacio tan pequeño, calles animadísimas, y la comida en un restaurante con productos de la tierra, inolvidable, y después de una pausa tranquila para pasear un poco, regresamos al autobús y al tren que nos llevaría hasta Córdoba.

Salimos ya algo tarde, supongo que calcularon la salida para llegar a la hora de cenar, y ya a dormir, para estar frescos para la visita del día siguiente, la última etapa del recorrido, así que vimos un poco la tele, tomamos un café en el vagón restaurante y yo le dije a Armand que me iba a nuestra habitación a asearme un poco y prepararme para la cena, aunque aún quedaban por lo menos dos horas.

Él se quedó como otras veces un rato, hablando por el teléfono y resolviendo algunas cosas de su trabajo, supongo, y me pareció bien, porque la verdad es que nunca respondía al teléfono mientras estábamos juntos, y aprovechaba esos tiempos que se quedaba solo para hacer sus cosas, lo cual siempre me había parecido una gran cortesía y atención para mí.

Y mientras estaba en la ducha me prometí pasar ese ultimo día lo mejor posible, disfrutar de las excursiones, de su compañía y del sexo si volvía a suceder, porque si se acababa todo al día siguiente, por lo menos no me había privado de nada, y lo que nunca me perdonaría seria haber arruinado estas horas por unas elucubraciones mentales, que no conducían a nada.

Me debí entretener mucho en la ducha o él acabó demasiado pronto, porque estaba aun dentro cuando apareció y abriendo la puerta sin pedir permiso se metió dentro conmigo, yo tenia aun jabón en el pelo y el agarró la regadera y me lo fue quitando, enredando sus dedos entre el cabello húmedo y rebelde, y a continuación tomo la pastilla de jabón y se dedicó a enjabonarme bien por todos los lados y pasar el agua a continuación, ayudándose de su mano para acabar de retirar toda la espuma.

Esas caricias bajo el agua caliente me excitaron. Yo ya estaba dispuesta, pero aquello me acabó de decidir, de modo que yo le hice lo mismo, le repartí el gel por su cuerpo, se lo extendí bien por todos lados, especialmente por el vientre y por supuesto por aquel pene precioso que se endurecía en cuanto entraba en contacto con mi mano.

A pesar de que el tren iba relativamente lento, al tomar una curva me pegó casi de golpe contra la pared del reducido espacio de la ducha, y casi resbalo en aquel sitio mojado, y a continuación otra curva me desplazó hacia la pared opuesta. Decidí salir de allí y dejarle que acabase de lavarse solito antes de que uno de los dos resultase contusionado, o resbalase de verdad, cerré la puertecita y me envolví en la toalla.

Ahora veía desde las ventanillas pasar el tren por terrenos llenos de casitas, cercanas a tierras de labor, algún pueblo y gente trabajando que se detenía un momento para vernos pasar y yo estaba desnuda y a pesar de que sabía que apenas podían vislumbrar ni un segundo siquiera el interior del vagón, me fui a buscar una bragas aunque solo fuera para ponerme algo por encima, como para no estar tan expuesta, aunque apenas me cubriesen un poquito.

Luego regresé al baño a peinarme casi justo en el momento en que el agua dejo de caer, y aparecía Armand buscando la toalla, todavía empapado. Se la acerqué para que no resbalase por el suelo, porque el tren continuaba pasando por aquel terreno lleno de curvas que hacían que a veces no fuera fácil mantener el equilibrio, y el, en vez de recogerla, me tomo de la mano y me acercó hasta quedar casi pegados.

Su cuerpo estaba caliente, y cuando me acercó más aun, quedé adherida a él, atraída por el agua que hacía de cola. Apenas me tocaba, solo me tenia sujeta por la cintura contra su cuerpo, y la otra mano acariciaba mi pelo aun revuelto, y mi cara, con un gesto de ternura tal que mis defensas desaparecieron de golpe, y deseé seguir así siempre.

Notaba su pene flácido mojar mis bragas al pegar su vientre mas contra mí, y de nuevo enterró su cara en mi pelo, y besaba y paseaba sus labios por mi rostro y mi cuello, apartándose de vez en cuando para mirarme, una mirada intensa, como queriendo mentalizar mi rostro, haciendo una fotografía de mis rasgos, para recordarlos.

Imagino que también él había pensado que aquello acababa hoy, que la próxima sería la última noche que pasaríamos juntos y la misma tristeza que me invadió a mi ayer hacia mella en el ahora, cuando me tenía casi desnuda entre sus brazos y no acababa de decidir si quería algo más intenso, o dejar las cosas como estaban, que el recuerdo fuera ese momento, esa postura cariñosa y sensual al tiempo.

Mi mano bajó hasta su vientre, buscando su pene, flácido y triste, y entonces me di cuenta de que yo quería algo mas, y de que tenía que ser yo la que tomase la iniciativa; seguramente mi actitud y el despego de ayer le habían hecho pensar lo mismo que yo, que se estaba cobrando el viaje, y no deseaba dejar esa impresión tan negativa en mi.

Fui descendiendo desde su boca, que besé con pasión, por su pecho, hasta que llegué a su vientre, y de nuevo abrí la boca para besar esa punta suave y sedosa, introducirla poco a poco y chupar, y lamer la golosina, intentando que se pusiera a tono, que creciese para mí, la quería grande y dura, la deseaba toda para mi, que me llenase de nuevo.

Le arrinconé contra la mesita y el cristal de la ventanilla, su cuerpo se pegó a él mientras se agarraba donde pudo para no caer por mi acometida y el traqueteo del tren y su pene recomenzó a tomar buen tamaño, besaba sus bolas, lo relamía de arriba abajo, mordisquitos y lametones que me enardecían y me volvían más violenta, más osada, y él solo se dejaba hacer, las manos separadas de mi, sus ojos en mi cuerpo, y su pene creciendo despacio por mis manejos.

Todavía estaba algo mojado y al subir y pegarme más contra él, mientras besaba su vientre, el torso, el pecho hasta llegar a la cara mi braga se iba empapando con el roce y le iba secando, se iba arrugando y volviéndose casi transparente.

Besé su boca, mi mano en su pene que ya iba poniéndose mas rígido, un beso largo mientras la sentía crecer más y palpitar entre mis dedos que en ese momento apenas podía abarcarlo todo, bajando mas su piel para dejar el capullo libre, para sentir el tacto y el calor, acariciando las bolas que se habían alzado con su dueña y estaban duras y encogidas entre mi mano.

Seguí acariciándole por abajo y mi boca no se separaba de la suya, mi lengua entraba, buscando su sabor, y mis pezones se ponían duros y arrugados cada vez que entraban en contacto con su piel, el pecho duro golpeaba contra el suyo a cada movimiento del tren y yo notaba ya mi deseo y la humedad que mojaba mis bragas ya no era solo debido al contacto con su cuerpo desnudo.

Me le quedé mirando un instante, como interrogándole si quería seguir, si él estaba también dispuesto, igual que yo, pero su cara se volvió un poco de lado para mirar hacia fuera y me advirtió:

  • estoy pegado a la ventanilla, creo que me ha visto el culo medio Córdoba.

  • te daría vergüenza si así fuera?

  • a ti no?

  • que si me da vergüenza que te vean el culo los de ahí fuera?

  • no, que si te daría a ti si te lo vieran bien pegado al cristal, como estoy yo.

  • pues… no sé. Si, claro que me daría vergüenza, por supuesto.

Seguimos unos instantes así, mirándonos a la cara cogidos de la mano y dejando que el vaivén nos meciera de un lado a otro, mientras su fisionomía seria se iba tornando alegre y una sonrisa apareció en su rostro. Entonces se soltó de mí y me puso contra el cristal, en la misma postura que tenía él antes, pero no me importaba porque al ser mas bajita solo se veía fuera de cintura para arriba, y en esos campos apenas se veía gente y más aún: al estar de espaldas al paisaje, no me enteraba de si había alguien mirando o no, con lo cual, poca vergüenza me podía dar.

Entonces se agachó delante de mí, y agarró con las dos manos el elástico de la cintura y tiró hacia abajo. La tela empapada no le dejaba pasar la parte redonda del culo y ante su impotencia, separó las manos con fuerza y rompió la goma de cintura y la tela y  se quedó con los restos entre las manos, mirándome a los ojos, con su sonrisa cómplice:

  • es esto lo que quieres? un poco de espectáculo?

Ahora fue él quien metió su cara entre mis muslos, y subió por el pecho, besándome con rabia en la boca, con ansia, como para demostrarme que también sabía jugar a eso, y después me dio la vuelta, quedando pegada al cristal de la ventanilla fría, mis pechos aplastados contra el cristal y el culo hacia afuera, a su disposición.

Sentí la polla dura y palpitante pegarse a los muslos, abiertos por sus manos, su herramienta casi vertical encontró muy fácil donde cobijarse, le estaba esperando bien abierta. Me agarró de un pecho para que no me moviera y empujó dentro de la vagina empapada hasta que entró hasta el fondo, quedando casi mi cuerpo entero colgada de ella.

Sentía mis tetas planas contra el cristal cada vez que empujaba, iba despacio pero a un ritmo constante, entrando y saliendo y restregándome el pecho contra la ventanilla. Cuando abrí los ojos pasábamos por un andén con gente que estoy segura quedaron asombrados viendo el espectáculo, pero ya no me importaba, lo estaba sintiendo y sintiendo cada vez mas, y estos momentos exhibicionistas le daban una dosis extra de morbo al sexo, después de todo así le había tenido yo a él un rato antes y hasta era posible que esta explosión de lujuria que le sobrevino, esta violencia consentida y disfrutada pudiera ser debida a lo mismo que yo había sentido cuando le tuve en esa misma posición un rato antes.

Parecía casi una violación, apoyada ahora de manos contra la ventanilla y golpeando el cristal con cada acometida, sus manos aferradas a mis caderas para que no pudiese variar de posición y su vientre chocando rítmicamente contra mi culo, en un sonido continuo y seco.

Anunciaban la llegada a Córdoba cuando se corrió en mi interior, el día se iba apagando, y la penumbra del exterior resaltaba mas el interior del iluminado vagón, dejándonos más expuestos a ambos según íbamos entrando en la zona urbana y mas habitada. Yo me agaché un poco para que no se me viera mas que la cara desde el exterior, mientras Armand recostado en mi espalda acariciaba con su cara los hombros y el cuello.

Tuvimos que regresar a la ducha antes de arreglarnos para la cena, y esta vez fuimos agarrados de la mano gasta nuestra mesa, sin pronunciar ni una palabra en todo el camino ni durante la cena, las miradas lo decían todo.

Fue luego, ya acostados y con la luz apagada cuando se decidió al fin a decir lo que pensaba, supongo que alentado por la tranquilidad de no poder vernos a los ojos, y porque esta sería la última ocasión de hacernos confidencias:

  • lamento si me he excedido estos días. Pensé que sería capaz de mantener la distancia y comportarme solamente como un amigo compañero de viaje, pero…

  • No, en absoluto. Te has comportado siempre como un caballero, tal vez haya sido yo quien no se haya comportado como una señora.

  • bueno, pues entonces dejémoslo en que nos hemos comportado como dos personas que se gustan.

  • yo te gusto?

  • si te lo dije el primer día que nos vimos y ahora más todavía.

Me despertó muy de madrugada su mano tocándome y entrando por debajo de las bragas, jugando con el vello púbico y hurgando con un dedo en mi interior, hasta que consiguió calentarme y excitarme de tal manera que no pude hacerme la dormida por más tiempo y me recosté sobre él.

  • quieres despedirte a lo grande?

  • no, no quiero despedirme. En realidad, me gustaría que esto fuera un comienzo, empezar un nuevo viaje juntos, muy largo, tanto como me aguantes.

Las sabanas desaparecieron, al igual que mis bragas, todo enrollado en el suelo, y su boca sustituyó a su mano, y de nuevo comenzamos el juego del amor, sin mirar ya la hora ni acordarnos del desayuno ni de nada.

Apenas me acuerdo de la visita de Córdoba, y no seguimos en el tren hacia Sevilla para finalizar el viaje. Estuvimos otra semana en un hotel de la ciudad y creo que salimos de vez en cuando a comer, y ahora vivo en el norte, en una ciudad de Cataluña, que da igual cual sea, y ya no trabajo, apenas me queda tiempo para conocer y seguir viajando, pero ya siempre con el mismo acompañante. Era verdad que le gustaba.