Busco mujer interesada en acompañarme - 5

“Busco mujer interesada…” Proseguimos el recorrido turístico y también el recorrido emocional; me voy atreviendo a más y despliego toda mi sensualidad ante él.

Nos despertamos temprano, su teléfono sonó cuando justo salía el sol y ya no pudimos dormir. Él estaba en silencio, de lado, y su mano comenzó de nuevo el recorrido de mi cuerpo, dibujando curvas sobre él y acariciándome con las yemas de los dedos cuando me pidió si podíamos desayunar antes, porque estaba esperando otra llamada y no quería contestar en el salón del desayuno, no le gustaban las interrupciones cuando estaba haciendo algo, aunque solo fuera el desayuno.

Fuimos allá sin arreglarnos mucho mas, y ya en el vagón, mientras yo me arreglaba y vestía en el cuarto de baño, el se quedó hablando sentado en la cama. Mientras tomábamos el café ya me había comunicado el programa: día de calor también, visita más o menos rápida por la ciudad de Ronda y después de un tiempo libre regresaríamos al tren a comer y emprender viaje a Granada, por lo que pensé en vestir cómoda para soportar mejor el calor y la caminata.

Tengo las piernas bien bonitas y cuidadas, por lo que aquel short, tal vez demasiado breve, me quedaba perfecto, blanco de algodón y lino, con un cinturón de tela oscuro y por arriba una camisa deportiva oscura también, con las mangas recogidas y el bolso a juego.

Se me quedó mirando en el vagón cuando estaba lista para salir y me dice que se tenía que quedar un tiempo allí para arreglar unos asuntos de la empresa que se habían presentado con urgencia, pero que nos alcanzaría en menos de una hora, y aunque protesté que me quedaba con él hasta que acabase no me lo permitió, decía que yo no tenía que perdérmelo por un problema suyo y que además no podía dejarme mucho tiempo sola con ese atuendo y todos los pasajeros masculinos esperando a que me quedase sola para conquistarme.

  • te gusta este conjunto?

  • estas impresionante, no me canso de mirarte esas piernas, y ese… bueno, todo.

  • ven pronto, por fa…

Me acompañó hasta que la excursión se puso en marcha tras la guía, y con un beso largo de enamorados me dejo partir. Ahora comprendía lo que me dijo el día que nos conocimos de lo aburrido y soso que es viajar solo, sin nadie con quien compartir esas cosas bonitas del mundo, o tan solo el placer de ir cogido del brazo con alguien y andar así por el mundo.

Ronda es muy bonita, vistamos varios palacios, las murallas, el mirador y por supuesto el impresionante puente nuevo, pero todo era insulso sin nadie a tu lado para comentar, y ver y hacer fotos, y perderse por aquellas calles y disfrutar del sol y de la belleza de los sitios recorridos, por eso, cuando a media mañana y todavía sobre el puente observando el precipicio que dividía la ciudad en dos asomó casi a la carrera hacia mí, recuperé la alegría y de verdad comenzó la excursión esa mañana.

Sentados en un café cerca del puente me preguntó si conocía Barcelona. La verdad es que muy poco, un par de días de paso, visita rápida. No hizo ningún comentario, pero me fue preguntando por mi vida, mi trabajo, si tenía tiempo libre para viajar como ahora… para acabar comentando que tenía un gusto exquisito para vestir y que ese short tan juvenil me hacia unas piernas estupendas.

No sé a qué venía esto así de pronto, hablando de mi vida y a continuación, sin pausa alabar mi gusto o mi forma de ser, pero él no dijo nada más, pero empezó entonces a contarme un poco de su trabajo como empresario y el por qué de la pausa en sus vacaciones este par de horas que no le había quedado más remedio que dejarme sola, por lo que me pidió perdón un montón de veces.

  • sabes que esta noche dormiremos en Granada.

  • sí, ya no me acordaba si era hoy o mañana.

  • fue en Granada donde me enamoré por primera vez en mi vida.

Y ahí me contó de su primer y único amor, y de cómo cada vez que volvía a esa ciudad le costaba pasear y ver de nuevo los mismos sitios que hace tanto tiempo recorrer con la que luego fue su mujer. Pero que esta vez no ocurriría, porque estaba yo para acompañarle y que todo pareciera nuevo de nuevo, sin viejos recuerdos.

Me pareció que estaba poniéndose un poco sentimental, y era natural en su caso, solo esperaba que cuando estuviéramos allí no le diese por ponerse triste o melancólico, pero el momento de decir algo o de pronunciar unas palabras de ánimo desapareció cuando el grupo desfiló delante de nosotros dirigiéndose hacia la estación.

Unas cuantas mujeres lambien se habían puesto pantalón corto ese día, y algunos nos saludaron amables, tal vez al darse cuenta de que aunque algo exóticos para sus gustos, éramos una buena pareja y parecíamos felices.

Partimos después del almuerzo en el tren hacia Granada, donde llegamos a una hora temprana, de modo que nos arreglamos un poco y salimos hacia la ciudad por nuestra cuenta para callejear solos y ver de verdad la ciudad. Cogidos de la mano como dos enamorados, recorrimos los barrios gitanos, subimos al mirador y cenamos de tapas en sitios que yo no conocía, hasta que nos cansamos y decidimos regresar al tren.

Aproveché esa tarde antes de salir a dar la vuelta para colocar un poco mi armario y ver que ropa me quedaba para los dos días siguientes, que ya iba siendo menos, por lo menos en ropa interior, y al verme trajinar separando  la ropa sucia, colocando la buena y nerviosa dando vueltas por allí, me preguntó si quería que la llevase a la lavandería, que seguro que al día siguiente estaría lista.

No sabía que existía ese servicio a bordo, la verdad, y me venía muy bien, así que fui colocando en una bolsa de plástico casi toda la ropa que había llevado esos días y se la entregué y se fue con ella de la mano para investigar donde estaba el servicio o alguien de la tripulación que se hiciera cargo, ya que siempre había alguien cerca.

A la vuelta me encontró ya casi lista para salir, y mientras él acababa de arreglarse me relató los apuros que había pasado cuando llegó al sitio, le contó a la empleada de la lavandería qué quería, y la chica agarró un papel, fue sacando la ropa, anotándolo todo y darme un recibo, mientras le miraba con caras raras al ir extrayendo de la bolsa mis bragas de fantasía junto con las camiseta viejas que usaba para dormir, ordenarlo despacito y después y al fin, quitarlo de su vista.

Solo se le ocurrió decir, balbuceando: - son de mi mujer -  a lo que la chica casi soltando la carcajada le repuso que se lo imaginaba, que estaba claro que no eran de su talla.

En fin, esa fue la anécdota del día, pero lo bueno es que al regresar de la cena, y un ratito de sobremesa en el salón club, la ropa, en una bolsa de papel, estaba colocadita, limpia y planchada encima de la cama.

Se metió en el baño y mientras oía el agua caer me quité la ropa del día y me dejé solo las bragas de ese día y una camiseta mientras sacaba la ropa recién lavada de la bolsa y me disponía a ir colocándola en el pequeño armarito donde estaba el resto.

Y así me encontró cuando regresó envuelto en una toalla, con el pelo aun húmedo y oliendo a jabón y colonia para el afeitado, intentando llegar a la parte de arriba para dejar lo que ya no pensaba utilizar el resto del viaje.

Me ayudó a colocarlo todo y mientras acababa de hacerlo según le dije, yo entré en el baño, me desmaquillé y di una ducha rápida y salí igual que él envuelta en la toalla, con el cepillo de dientes en la boca e impaciente para comprobar cómo había dejado todo.

Nos quedamos un rato hablando allí mismo, sentados en los sillones y mirando hacia el andén. Le vi contento, nada de la melancolía que yo esperaba porque estoy segura que tuvo que sentir emociones diversas al llevarme a los sitios adonde hacia años había estado con su mujer, pero lo cierto es que estuvo todo el tiempo pendiente de mi, cogidos de la mano y riendo por todo, felices como si fuéramos unos novios y yo en ningún momento me acordé de que esa ciudad era algo especial para él.

El tiempo pasaba hablando y tal vez esperaba a ver qué hacía yo, y yo aun pensaba que debería de hacer, de modo que al final tomé la decisión que llevaba cavilando desde ayer: le di la espalda, me quité la toalla y me acosté desnuda en la cama que ya nos estaba esperando.

El hizo lo mismo, metiéndose después a mi lado, esperando el siguiente paso. Me fui acercando hasta estar casi pegados y pase mi pierna entre las suyas, mi muslo encontró sus partes, el pene relajado, y posé mi cabeza en su pecho. Me acariciaba la espalda, hasta donde llegaba, y yo ronroneaba feliz, apretándome más contra él.

  • sabes, esta mañana cuando sonó el teléfono me he dado cuenta de que no me importaba nada, ninguna otra cosa más que estar contigo. Estaba deseando acabar y volar a tu lado.

  • bueno, pues ya estás aquí, a mi lado

  • una pregunta… te has acostado así hoy… o sea… desnuda, por lo que yo pienso?

  • jajaja, piensa mal y acertarás.

Nos quedamos mirando el uno al otro, tumbados de frente y con la escasa luz del andén que entraba por las cortinas sin bajar completamente de las ventanillas. Su mano se acercó a mi cara, los dedos dibujaron la mejilla, los labios, los ojos, y yo los cerraba y me dejaba hacer, la mano acariciaba mi rostro, como queriendo aprendérselo y luego bajó por el cuello, hasta los hombros.

Me quedé quieta, dejándole hacer y deseando que no parase, me recliné un poco hacia atrás, para que llegase mejor a donde yo estaba deseando y sí, la mano abandonó el hombro y bajó por el pecho, jugando con el redondo seno, surcando y rodeando el pezón que enseguida se fue endureciendo y quedó arrugado entre sus dedos, que lo rozaban hasta ponerme la piel de gallina.

Y siguió por todo el cuerpo, continuó hasta el vientre redondito y siguió, sin el obstáculo de las bragas hasta el pelito oscuro y mis piernas se abrieron casi sin querer, invitándole a seguir, deseando que siguiera.

Rozó la abertura, el dedo curioso se introducía ligeramente entre los labios y salía llevándose mi humedad y jugaba con el pelo revuelto, enroscándolo en ellos, acariciando o peinando hasta que de nuevo buscaba la raja y jugaba otra vez a entrar y salir.

Luego lo abandonó para pasear por mis muslos, la suave y deseada piel del interior, la redonda cadera y un poco más atrás, por la parte carnosa que abarcó con toda la mano, y entonces fue ya su boca la que inició el mismo recorrido, desde mi frente, los ojos que continuaban cerrados y el pecho.

Sentí como la sabana bajaba junto con su cuerpo dejándome descubierto el pecho, donde seguía con su boca en mis senos, en los pezones que ya no aguantaban mas de duros, en el vientre y con las dos manos apresando las caderas, hundir su cara en el pelo donde antes habían estado sus manos y sentir como la humedad le mojaba la cara mientras se restregaba contra mí.

Sus labios mordían los pelitos y tironeaba con los labios que al tiempo se hundían en la abertura para besar por el interior y regresaban fuera, sentía su lengua pasear por los muslos, calientes en el interior, y pronto el calor fue subiendo desde ese punto hasta mi cabeza, ahogándome y provocándome un espasmo de impaciencia, de deseo, haciendo que mis manos sujetasen su cabeza para que no siguiera, para que parara un poco y poder respirar.

Cuando empezó a subir besándome de nuevo pero siguiendo el camino inverso, su boca sobre mi pecho, los besos en las puntas de los pezones duros de nuevo, arrugados, sensibles, su pene ascendió también rozando mis piernas, los muslos, dejando un reguero húmedo sobre mi piel y ya no pude mas y abrí las piernas todo lo que pude, para que no tuviera que hacer ningún esfuerzo, solo empujar cuando estuviese listo.

Y si, entonces lo sentí justo a la entrada, una mano libre fue dirigiendo la punta de su capullo certeramente hasta que quedó dentro en parte, lo sentía ardiendo a pesar de que toda yo era fuego en ese momento. Alzó el rostro para mirarme a los ojos y vio deseo, determinación, y entonces bajando su cara para juntar mis labios a los suyos en un beso tierno y ardiente, comenzó a entrar en mi, a introducir su pene, sin prisas, dejando que mi cuerpo lo fuese asimilando, hasta que un suspiro profundo le indicó que había llegado a su meta.

Los dos lo necesitábamos, ambos llevábamos mucho tiempo deseando querer a alguien, tener sexo con alguien amado, hacerlo con placer y sin prisas, y ninguno de los dos queríamos acabar pronto, deseábamos que durase toda la noche, y fue casi así, parando para descansar y volviendo a las caricias y al goce de los dos cuerpos unidos, hasta que quedamos dormidos bien pegados el uno al otro, y la luz del día nos fue despertando, y ambos descubrimos que había habido algo más que sexo.

Aun quedaban dos días, no sabía cuando abril los ojos como terminaría todo esto, pero sí pensé que este siempre sería uno de los mejores viajes de mi vida.