Busco mujer interesada en acompañarme - 4

“Busco mujer interesada…” Voy volviéndome más lanzada, creo que me siento atraída por mi acompañante, atraída en todos los aspectos, incluso el sexual.

Hacía mucho calor en el vagón cuando me levanté de madrugada al baño, y según estaba sentada se me olvidaron las buenas intenciones de la noche y decidí ser un poco mala, y ver qué pasaba, de modo que me desnudé por completo y regresé a su lado en la cama.

Amanecí rodeada por sus brazos y sintiendo su erección contra mi muslo, su cuerpo bien pegadito a mí y su aliento en mi cuello. Era agradable dormir de nuevo con un hombre, ya no me importaba el calor, sino el contacto con su piel, sentirle cerca y cariñoso a mi lado.

Me moví un poco, me estaba doliendo un poco la postura y su peso y entonces abrió los ojos:

  • creo que estaba soñando, perdona.

  • no, perdona tu, es que me pesabas un poco y me moví para tener una mejor postura.

  • vaya, veo que has decidido estar sin sujetador antes de vestirte.

Mi pecho desnudo quedó ante él cuando retiro el brazo que me sujetaba a su pecho. Se lo quedó mirando, y entonces hizo algo que no pensé que sucedería dado su intención de no sobrepasarse y es que pasó su mano por la carne redondeada, abarcándolo con toda la mano y acariciando el pezón entre sus dedos.

  • me gusta este despertar, prométeme que esta noche también dormirás desnuda

  • Jajaja, no, no prometo nada, quiero seguir teniendo compañero de viaje toda la semana y por lo que veo te puede dar un sincope en cualquier momento.

Y llevé mi mano a su pene que estaba enorme para aclarar a que me refería. Me pidió disculpas, hacía mucho que no despertaba así de contenta su parte inferior, pero es que hacia también mucho que no dormía con una mujer al lado, y menos, recalcó, tan buena y tan desnudita, y ahora fue su mano la que recorrió desde la teta que aun estaba posada, hasta el resto del cuerpo para llegar a mi vientre, hasta el nacimiento del negro pelito que apenas rozó, se posó en la cadera y su boca recorrió mi espalda, con suaves besos que empezaron a agitarme.

  • es que anoche hacía demasiado calor, no podía dormir…

  • pufff, se me olvidó bajar la temperatura de nuevo, como la subí un poco por la noche…

  • habrá que ir levantándose, no?

  • por mí no me levantaría nunca, ha sido una sorpresa de despertar que no me va a dejar concentrarme en nada en todo el día.

Me levanté dándole la espalda y me fui a duchar y arreglarme, mientras él se afeitaba con la maquinilla y al levantarse pude comprobar que el bulto en su pantalón era enorme, como me había parecido al sentirlo cerca hace un rato.

Tal y como le había prometido no me puse sujetador y al mirarme al espejo la verdad es que no se notaba excesivamente su falta, llevaba un vestido holgado de gasa fino, que no se pegaba al cuerpo y lo único es que habría de tener un poco de cuidado en caso de que hiciera aire para que la falda no se volase, pero el día, según me indicó Armand, sería caluroso en Cádiz y tranquilo respecto al viento y así fue en todo el recorrido a la ciudad por lo que agradecí vestir un vestido cómodo.

El único momento que estuve un poco violenta fue justo al salir del tren al andén para abordar el autobús que nos llevaría a la tacita de plata, porque me pude dar cuenta de que el fresco airecillo que recorría la estación en esa hora temprana me daba el primer aviso de que se notaba que iba desnuda debajo de la blusa: mis pezones se endurecieron y pusieron de punta inmediatamente, la tela se pegó al pecho con el aire y mis tetas quedaron en un alto relieve perfecto para todos los que iban alrededor.

No se me ocurrió más que disimular, agarrarme del brazo de Armand que para entonces se había percatado del asunto y procurar que no se notase demasiado hasta subir al autobús.

Recorrimos Cádiz, nos dejaron a media mañana libres y a nuestro aire para andar un poco hasta mediodía y nosotros decidimos acercarnos a la playa y ver el mar, pasear por la arena y sentarnos en algún chiringuito a tomar algo. Los dos conocíamos ya la ciudad y no necesitábamos más tiempo para ver cosas ya vistas.

  • ves como no se puede ir sin sujetador por ahí…

  • porque no? yo te veo preciosa y sensual, mas atractiva si cabe que los demás días.

  • sí, para estar aquí los dos solos está bien, no me importa si además te agrada, pero no para estar en el grupo de la excursión, seguro que ahora están todos comentando el hecho y mis tetas.

Se resistía a reconocerlo, pero cuando regresamos a comer al tren pudo ver las miradas de los demás sobre mí y aunque él decía que eso no debía importarme, hubo de aceptar que para mi podía ser algo violento que te miren y cuchicheen.

En fin, acabada la comida, con el tren ya en marcha lenta y reposada camino de Ronda, nos retiramos a muestro camarote a descansar y admirar el paisaje que la velocidad el tren permitía fácilmente.

Armand me dijo que nos pusiéramos cómodos, que hasta la hora de la cena podíamos descansar, y pidió unas bebidas y algo para picar cuando nos apeteciese. No tenía muy claro que era lo de ponerse cómodos, hasta que apareció en pijama del baño, con ese pantaloncillo corto que le vi el primer día, así que yo me quité también la ropa y solo me puse además de las bragas una camiseta de tirantes muy sugerente por lo que dejaba ver a los lados, y algo usada ya pero que era lo más cómodo que acostumbraba a ponerme para dormir.

Apareció la camarera con una botella de cava y unos sandwichs, pero la tarde se hacia un poco larga cuando el paisaje se convirtió en una serie de curvas entre montañas y la visión desde la ventanilla se convirtió en monótona, y decidí tumbarme un poco en uno de los divanes que luego se convertía en cama por la noche.

Soñé que me acostaba con él, que hacíamos el amor de mil maneras y de forma frenética, como ansiosos, su polla me penetraba una y otra vez, y lo más extraño, sin haberme quitado las bragas siquiera, es como si se deshicieran ante ese glande rojo y suave, hinchado y fuerte, que arremetía sin parar.

Gemía y me retorcía de placer, no sentía su cuerpo sobre mí, solamente esa polla ardiente que crecía dentro de mí y se iba introduciendo hasta llenar todo mi cuerpo.

Desperté acalorada y sudorosa, sin saber aun donde estaba y si había sido verdad ese sueño tan extraño y al abrir los ojos tenía enfrente la cara de Armand, con gesto preocupado mirándome fijamente, pero seguía en trance, sin asimilar donde y porque estaba allí él. Cerré los ojos para ir pensando sin que se notara mucho mi pánico o indecisión, esperando que la mente fuera despejándose y se aclarase.

Aun con los ojos cerrados me di cuenta que tenia los tirantes de la camiseta bajados, el pecho y la cara sudorosos y también que el ruido del tren había desaparecido.

Todo volvió entonces a su sitio, me acordé del viaje, de mi compañero, de que esta noche cenaríamos y dormiríamos en Ronda y que debía ser ya la hora de despertar para arreglarse para la cena.

Abrí los ojos ya mejor y él lo debió notar, porque sonrió y su mano se posó en mi hombro desnudo. Tenía un pecho fuera y el otro casi, la ligera camiseta se había remangado y las bragas quedaban totalmente a la vista, y Armand seguía sonriendo mientras su vista recorría todo mi cuerpo con detenimiento.

  • parece que has tenido una pesadilla, no te quise despertar hasta que estuvieras un poco más calmada.

No me cubrí, para qué? Debía llevar bastante tiempo así, y solo confiaba en que ese sueño no hubiera sido real, aunque casi sentía sus manos aun sobre mí, su polla dentro, y las bragas deshaciéndose. Me di cuenta entonces que estaba mojada, de ahí esa sensación, aunque desearía que las bragas oscuras lo ocultasen y él no se diera cuenta de ese detalle.

  • qué hora es?

  • pronto, aun te queda tiempo de sobra para arreglarte, relájate.

Me subí entonces los tirantes y me senté en la cama con el pelo alborotado

  • ohhh, se acabó lo bueno ¡¡¡

  • eso, en vez de taparme te dedicas a mirar y no me avisas que se me ve todo

  • bueno, todo, todo, no, porque si no, no habría aguantado todo este tiempo sin hacer algo

  • ehhh, y esas buenas intenciones del primer día?

  • es que no sabía entonces que estabas tan buena y que eras tan desenvuelta, si no, no hubiera abierto la boca.

En fin, cenamos bien arregladitos, me guardé con el vino a pesar de lo bueno que estaba y nos quedamos un rato a ver un espectáculo y tomar un café, y poco después nos retiramos a descansar.

Pasé al baño después que él, por lo que al acabar lo encontré ya tumbado en la cama, con la sabana solo hasta por encima de la cintura y mirando mientras me desnudaba para meterme en el lecho a su lado. Tal vez por un resto de pudor, a pesar de que ya llevaba unos días viéndome en algo más que ropa interior, me di la vuelta, desnudándome de espaldas a él, coloque bien toda la ropa en el armario, y busqué ese camisón del otro día con el pantalón cortito que tanto me gustaba, pero no pude encontrarlo, supongo que ya lo había colocado donde la ropa a lavar.

Creí que iba a ser ponérmelo y acostarme, pero estaba claro que no encontraba que ponerme mientras daba vueltas por la habitación solo con las bragas y el sujetador, que no quería quitarme hasta encontrar que ponerme, y en una de esas le veo mirando fijamente todas mis evoluciones medio desnuda por delante de él.

  • no, mires, es que no encuentro el pijama.

  • lo dejaste en el baño esta tarde, pero no hace falta que te lo pongas, así estas muy bien.

Me subí de pronto a la cama, montando sobre él con una pierna a cada lado, para aprisionarle, riéndome de su cara de sorpresa, mientras colocaba mis manos sobre las suyas para evitar que se moviera, y mirándole fijamente comencé un suave juego y coqueteo.

  • te gusto así como estoy ahora?

  • por supuesto, me gustas de todas maneras, pero así estas como…

  • como mas desnuda

  • más o menos, pero es mas erótico insinuar que mostrar

  • pues así no me puedo acostar

  • y eso?

  • se me clavaría el sujetador al moverme y no estaría quieta ni cinco minutos, no pegaría ojo.

  • bueno, eso tiene fácil solución?

  • tú crees?

No contestó, solo llevo sus manos a mi espalda y comenzó a pegarse con el broche de la prenda para intentar soltarlo, mientras yo me estaba quieta esperando. Se caía, no podía estar medio levantado porque yo estaba demasiado cerca y no le permitía enderezarse correctamente.

  • no crees que puede ser un poco peligroso dormir así? Lo mismo no eres capaz de contenerte y acabamos haciendo algo que no deberíamos.

  • pues no estaría mal, la verdad; pero mira, ya no soy un joven ardiente y descontrolado, ni estoy loco por el sexo a todas horas, y sólo haré lo que tú quieras y cuando tú quieras.

Cuando volvió a enderezarse para intentar de nuevo soltar los broches le ayudé poniendo mis brazos por detrás de su cuello para evitar que cayera hacia atrás, y poder disponer de las dos manos sin caerse y así lo consiguió, lo dejó suelto mientras me miraba a la cara, y yo me separé un poco y agarrando los tirantes por arriba lo saqué y dejé a un lado.

Mis tetas quedaron a la altura de sus ojos y solo tuvo que baja r la cara un poco para que su boca llegase a ellas, y se dedicara a dar besitos por todos lados, mientras me apretaba contra él. Era delicado y no tenía prisa; cierto que como había dicho, la edad ya no le incitaba a hacer locuras ni a arrojarse a mí con pasión, pero sí que se le veía disfrutar del tacto de mi piel, de la suavidad de mi pecho y de la atracción que mis senos le causaban, y más estando tan cerca. Luego enterró su cabeza entre ambos, bien pegadito y estuvimos así un buen rato.

  • ves como es peligroso quitarse el sujetador para dormir

  • perdona, pero así tan cerca no lo pude evitar.

Quiso entonces retirarse, pero le sujete más contra mí:

  • no, espera un poco, a mí también me gusta estar así.

Fuimos dejándonos caer hasta quedar acostados en el lecho, yo todavía encima de él, nuestros cuerpos juntos y tan cerca nuestras caras que apenas sin acercarnos nuestros labios se juntaron en un beso largo y cariñoso, hasta que me pareció que algo ahí abajo crecía y entonces le di las buenas noches poniéndome de lado.

Su mano quedó sobre mi pecho, los dedos acariciando el pezón y bajando por la tripita hasta el borde de las bragas y yo le dejaba hacer. Y así se pasó casi toda la noche, por lo menos yo lo sentía con una mano sobre mí cada vez que despertaba.

Me gustaba su respeto y su forma de tratarme, de acariciarme y quererme y esa noche, en los ratos de vela que se me ocurría pensar en esos momentos, supe que antes de que acabase el viaje me entregaría a él.