Busco mujer interesada en acompañarme - 2

“Busco mujer interesada…” Empezamos el recorrido por la ruta del tren, en una cabina algo reducida y con no demasías intimidad

Me desperté a mi hora de siempre y poco a poco me fui dando cuenta de donde estaba: esos techos altos y decorados, la enorme cama, los muebles tan decorados, el ventanal a los jardines y… un señor a mi lado, respirando fuerte y con su mano rozando mi pierna. En un principio me sobresalté, hasta que fui creando conciencia de todo lo ocurrido ayer, el primer día de mi aventura y entonces alargué la mano para ponerla sobre la de él, casi pegada a mí y acercándola un poco más a mi piel.

Le estaba agradecida por los detalles, no solo por el viaje regalado, sino también por su decencia, su respeto y su simpatía, su forma de tratarme, no como una aventurera que se había embarcado con él en un viaje tan raro, sino como a una compañera.

Abrió los ojos y me miró, luego se fijó en la hora y se dio cuenta también de nuestras manos unidas y me dio un cariñoso apretón. Le sonreí, se estaba a gusto así, otra vez acompañada en la cama y sintiendo aunque de lejos su calor. Es bonito despertar con un hombre al lado, y amanecer el día juntos, hacer planes para el día y… no quería soñar, debería dejar las cosas tranquilas, pero si, volví a reconocer que me gustaba.

  • quieres tu pasar al baño primero?

  • no, vete tú, yo miraré mientras el programa del día y me iré despertando despacio. Estoy de vacaciones.

Lo dijo como protestando; me hizo gracia porque debía ser un hombre madrugador y súper ocupado, pero en vacaciones parecía desquitarse de los madrugones y disgustos y problemas que tendría todos los días, así que me levanté y me alegré de haber comprado este camisón tan bonito, porque él me miraba con atención mientras me sentaba en la cama y me ponía en pie, un poco recogido por atrás, que yo me apresuré a alisar, y pensaba como empezar.

Lo mejor era seguir mi rutina diaria cuando no estaba en casa, así que entré en el baño, me aseé, me peine y salí para dejarle sitio, porque lo demás lo podía hacer en la habitación, había un espejo enorme para maquillarme sentada, y así no acaparaba el baño tanto tiempo.

Fue rapidísimo, en apenas cinco minutos se había afeitado y lavado, y me pilló todavía en camisón y delante del espejo y eso era un problema porque no me había puesto ni las bragas, y debía quitarme la prenda de dormir y vestirme delante de él. Y también él, que había entrado con el pijama, debía vestirse delante de mí.

Creo que vio mis dudas al levantarme y rebuscar la ropa, mirando de reojo, porque me dijo:

  • mira, no podemos estar así todos los días, y esta habitación va a ser como cuatro veces la del tren. Creo que debemos comportarnos como adultos, hacer como siempre y pensar que no tenemos nada que no conozcamos ya, los dos hemos estado casados, y nos queda una semana por delante. Dejémonos de vergüenzas y seamos naturales.

Tenía razón desde luego, era un poco absurdo, yo ya sabía que en el viaje no habría intimidad, él buscaba una pareja, una acompañante, y no una monja y no cabía duda que era un caballero y además, no tenía porque darme vergüenza de mí, yo me veía muy bien, y al fin y al cabo, ni él sería el primer hombre desnudo que yo viera , ni yo la primera mujer desnuda para él, de modo que nos dimos la espalda, eso sí, me puse la ropa interior, y busque el vestido que tenía preparado, según la temperatura que me dijo que iba a hacer y el programa del día: estaríamos prácticamente toda la jornada viendo la capital, Sevilla y ya a media tarde iríamos al tren, y ese sería ya nuestro alojamiento para toda la semana.

Es decir, que haría calor, en Sevilla siempre hace buen tiempo, andaríamos bastante, y no podríamos volver al hotel, la maleta debíamos dejarla en recepción para que se encargase el equipo de llevarla a nuestro vagón y tendríamos que arreglarnos con lo que llevamos puesto o en el bolso.

Me puse el vestido elegido por delante, para que viese el efecto, y me dijese si era apropiado, tal vez fuese un poco corto y no quería desentonar en el grupo que se suponía selecto de los demás pasajeros excursionistas. Le pareció bien y añadió que me vistiese como me diese la gana, que me olvidase de los demás, éramos los dos solos y el resto de la gente también iría como quisiera, así que me lo puse mientras me miraba hacerlo, siguiendo sus consejos de comportarnos con naturalidad, y de esta forma pudo apreciar mi preciosa ropa interior, me lo alisé un poco, me puse un par de baratijas de adorno, agarré el bolso y estaba lista.

  • me gustas como vas, es un vestido muy bonito y te sienta como un guante.

Era azulito, con diminutas florecitas blancas, un escote en pico y la falda con bastante vuelo y como a medio muslo, tal vez un poco corto, pero desde luego fresco y cómodo. Me di una vuelta para que viera el efecto y le encantó. Incluso le pareció bien las zapatillas deportivas, que no desentonaban con un vestido tan sencillo, y que para andar entre las calles estrechas de la ciudad serian lo más adecuado.

Tuvo el detalle de llevar él las dos maletas hasta el hall, donde un botones se hacía cargo y les colocaba una etiqueta y de ahí fuimos a desayunar, donde me di cuenta de que era yal vez la más joven del grupo, en su mayoría incluso mayores que él, que iban vestidas como para una recepción, y que me miraban como una intrusa en un grupo tan selecto, como se creían que era.

Eso ellas, porque desde luego ellos me repasaban bien y yo creo que con agrado, y Armand me lo corroboró y me evitó que pensase que desentonaba o que no iba acorde a lo que se esperaba que debería de ser:

  • creo que he tenido una suerte enorme con haberte conocido y desde luego eres la envidia de todos. Ellas se están arrepintiendo de haberse puesto tan emperifolladas para los demás y ellos van a su aire, como debe ser y desearían que sus mujeres se hubiesen dejado de bobadas y pensasen en la comodidad y no en  el aparentar. Claro, que para igualarte en elegancia y belleza deberían valer.

Y dejé de pensar en nadie más, me dispuse a disfrutar y de la compañía de Armand, desayunamos y nos dirigimos a un salón donde se produjo la recepción por parte del equipo que nos acompañaría en el trayecto, nos explicaron en qué consistiría el viaje, las paradas, las visitas, los detalles del tren y a continuación fuimos tras el guía para visitar la ciudad.

Comimos en un restaurante precioso, a base de productos de la tierra, y a continuación subiríamos a un autobús para recorrer la ciudad, todo lo que pudiéramos, sin cansarnos para acabar en la plaza de España y desde allí iríamos en el tren.

En la comida, con otras dos parejas, Armand me preguntó bajito si ya conocía Sevilla. Si, lo conocía, no tan bien ni tan explicado como ahora, pero sí. Entonces me propuso perdernos a nuestro aire, y encontrarnos de nuevo con los demás en la plaza, para ir con todos al tren.

Recorrimos las callejuelas estrechas, llenas de bares y de pequeñas tiendas, yo me agarré de su brazo, como una pareja de novios, y anduvimos hasta que llegamos a un barcito ya cerca de la plaza y decidió que allí podíamos esperar tomando un café en la terraza.

La falda ya de por si corta, se había subido un poco, mis muslos casi por completo al aire y una tira del vestido caída, hacia que no me quitase el ojo de encima mientras yo daba vueltas al café con la cucharita.

  • te está gustando el primer día? Lo estas disfrutando como yo?

  • desde luego, esta todo perfecto y te agradezco todos los detalle y atenciones. Y tú?

  • yo estoy encantado, eres una mujer guapísima, y no paro de mirarte y todavía me parece increíble la suerte que he tenido, eres justo lo que buscaba. Y escucha, me pareció verte un poco cohibida esta mañana en el desayuno con esa gente. Olvídate de ellos, son gente de dinero pero aburrida, se creen que han de demostrarlo con todas esas joyas y esos vestidos caros, pero no saben estar. Tienes tú mas gusto que todas ellas juntas, así que ve a tu aire, no me preguntes que ponerte ni que no, sabes de sobra como estar bien sin que yo te diga nada.

Alargué el brazo para coger su mano, me gustaba su calor y esos ánimos que me daba, sobre todo para dejar de pensar que nunca ni ahorrando toda mi vida podría yo darme un lujo como ese. Me la apretó con cariño, y así nos encontraron el resto del grupo cuando aparecieron acalorados y sudorosos por la acera hacia la plaza de España.

Les seguimos con tranquilidad, un poco apartados lo que sería ya la tónica de nuestra relación con los demás, anduvimos por la grandiosa y preciosa plaza, y de allí en autobús a la estación, y al tren. Una breve recepción, presentación del personal, pequeña explicación y al fin nos dejaron ir a nuestro vagón.

Aun era de día cuando arrancó el tren, lentamente, el recorrido era apenas de 100 kilómetros pero tardaríamos hora y media, no había prisa y además cenaríamos en marcha o llegando, pero así nos daban tiempo a descansar, asearnos y deshacer el equipaje, ya que ese iba a ser nuestro alojamiento el resto de la semana.

Eran habitaciones de lujo, pero algo estrechas lógicamente, así que me di cuenta de que aquí íbamos a estar más juntos, demasiada intimidad, pero ya no me importaba ese detalle, casi lo deseaba. Deshicimos el equipaje y esta vez entre yo primero en el baño, me duche tranquilamente mientras Armand leía las noticias y colocaba su ropa.

El tren apenas se movía, pero aun así se notaba algún vaivén de modo que prefería hacerlo rápido y salir cuanto antes, no me fuera a caer o dar un traspiés, me sequé con cuidado, ya más tranquila, y desnuda como estaba me sequé el pelo, me maquillé un poco y me dispuse a salir para dejarle libre y que se pudiera duchar también antes de ir a cenar.

Solo entonces, al darme la vuelta hacia la puerta me di cuenta de que esta se había abierto, supongo que no la dejé bien cerrada y el traqueteo del tren la fue abriendo y Armand con picardía o suponiendo que yo me daría cuenta y la cerraría, no la había tocado.

Pero no, estaba enfrascado en su periódico, con las gafillas puestas, medio caídas y absorto en sus cosas, de modo que no me preocupe mas y seguí a lo mío, limpie el peine, me seque bien los pies y busqué la toalla para entra en la habitación un poco cubierta y decente.

Y ahí me di cuenta de que no había perdido detalle de nada y hasta era posible que hubiera sido él quien abrió la puerta porque le vi observando toda la operación por encima de las gafas y bajó la vista rápidamente cuando aparecí por la puerta.

Bueno, me alegro de que hubiera disfrutado del espectáculo, puede que tuviera alguna ocasión más antes de que acabase la excursión, porque yo no pensaba cortarme por si me veía o no.

Me vestí para la cena mientras él se daba una ducha rápida, se afeitaba de nuevo y salía igual que yo con la toalla enrollada en la cintura, dándome la espalda comenzó a vestirse, sin darse cuenta de que esta vez era yo quien le estaba viendo en los cristales del vagón, que al ser de noche reflejaban como un espejo.

Tenía un culito bien bonito, y todo él estaba muy bien, tenia buen desnudo, no se veía gordo ni barrigón, apenas tenía vello, y las piernas se veían fuertes. Me fue haciendo un strip tease al revés, hasta que quedamos los dos bien vestidos y elegantes para la cena, y cogidos del brazo nos fuimos para el vagón restaurante.

Una cena exquisita, y vino del bueno. Yo no entiendo mucho de marcas, pero se cuando algo me gusta y aquel rioja era increíble, de modo que cuando regresamos al vagón después de un baile, en el salón y dos gin tonic, casi no llego derecha y consciente, a pesar de que el tren llevaba ya parado un buen rato en una estación que no sé ni cual era.

Y nada mas entrar para mi sorpresa, encontré la respuesta cuando entramos allí la primera vez esta tarde: los cómodos sillones se habían convertido por arte de magia en una enorme y confortable cama, que ya nos esperaba para descansar al fin después de un día con tantos acontecimientos.

Entro el primero al baño, mientras yo intentaba despojarme del vestido y del calzado a duras penas, y al fin me rendí y me vi obligada a llamarle

  • Armand, por favor, necesito ayuda.

-un segundo, ya voy

Apareció muy rápido, apenas le di tiempo al pobre a lavarse los dientes, y secándose la cara con una toalla. Enseguida se dio cuenta de la situación, al verme allí sentada en la cama buscando la cremallera que esta misma tarde estaba en su sitio y bien localizada.

Bueno, él la descubrió enseguida, la deslizó hacia abajo y me ayudó a sacar el vestido por arriba, y caí de nuevo sentada al borde de la cama. Me quité el sujetador a duras penas y los zapatos cayeron en cualquier rincón, mientras oía el agua correr y Armand aparecía rápido y me dijo que si quería que me ayudase a ir al baño.

No, creo que yo podía sola, aunque parecía que el tren estuviese en marcha porque no era capaz de andar muy derecha, pero bueno, me lavé los dientes, me sabía mal la boca, un poco la cara, me desmaquillé y me senté en el wáter, y ahí… perdí la noción de donde estaba, así que decidí darme una ducha y despejarme bien.

Estaba muerta de sueño, me sequé rápido y me fui a la cama. Debieron de pasar cuatro o cinco horas, y me desperté de pronto sudando, pegada a alguien que solo podía ser Armand y abrazada a él tal y como había salido de la ducha, o sea, completamente desnuda.

El calor provenía de su contacto, y un brazo que me sujetaba a él por la espalda hasta la cintura, y el otro que sujetaba mi pierna doblada sobre su vientre, sintiendo incluso el vello y el pene medio duro bajo mi muslo. Uhmmm, se estaba tan a gusto, pero necesitaba ir al baño y me solté como pude.

Al volver a la cama, le encontré casi igual, desnudo igual que yo y boca arriba, me acerqué despacio reptando por entre las sabanas y recuperé la posición, esta vez consciente de lo que hacía, y sus brazos volvieron a sujetarme y apretarme contra su cuerpo. Me quedé dormida en el acto.

  • despierta o nos quedaremos sin desayunar

Abrí los ojos y me encontré pegada a él todavía, pero sus brazos ya no me sujetaban. Nos miramos a los ojos un buen rato, hasta que me decidí yo, pegué mi cara a la suya y le di un ligero beso en los labios, apenas rozarle.

  • buenos días