Busco mujer interesada en acompañarme - 1

“Busco mujer interesada en acompañarme en excursión en tren de lujo por el sur de España, con todos los gastos pagados….”

“Busco mujer interesada en acompañarme en excursión en tren de lujo por el sur de España, con todos los gastos pagados….”

El anuncio decía otros detalles más: el anfitrión tenía 55 años, la mujer no debía tener más de esa edad, debería de adjuntar foto y algún dato personal, y no había otras intenciones más que el placer de viajar, etc.…

Yo me había separado hacia ya más de cinco años, demasiado obsesivo y celoso, y en este tiempo no había conseguido encontrar pareja que me interesase lo suficiente a pesar de las ocasiones que he tenido, pero tal vez me había vuelto demasiado exigente después de mi única experiencia. Era funcionaria, podía tomarme esos días de las vacaciones y romper con mi aburrida existencia en una excursión de lujo, como decía, y tener algo para recordar siempre.

Como imaginaba que escribirían miles de candidatas nunca pensé que pudiera ser yo la elegida, pero así fue. Recibí un correo para pedirme una conversación por teléfono para detalles, fechas y como quedar.

En dicha conversación se aclararon muchas dudas, yo también pregunté, no quería aceptar sin más, y me enteré un poco de su vida y de tan extraño anuncio: él era viudo, también hacia cinco años, empresario e inversor y viajaba por negocios con frecuencia: antes acompañado de su mujer, pero ahora solo y lo cierto es que era muy aburrido así.

Le gustó mi cara y mi edad, a mis 35 años aun me consideraba en forma, aunque no era una especial belleza, si tenía un rostro agraciado, una sonrisa muy bonita y un cuerpo bastante bien, con todo en su sitio. También mi disposición a disfrutar del viaje, e insistió muchas veces en que de ninguna manera su oferta tenía otra intenciones ocultas, de tipo sexual por ejemplo, solo quería alguien con quien compartir el viaje y disfrutar los dos del mismo.

Bueno, me agradó su exposición y acepté, le di mi dirección y dijo que me enviaría los detalles por correo y que solo me preocupase de mi equipaje, el resto era cosa suya. Entré por curiosidad en la web del viaje, y la verdad es que entre ir solo o acompañado, la diferencia era mínima según me explicó y de ahí la oferta a una desconocida cualquiera, porque sólo hay que pagar un suplemento y por muy poco mas viajábamos los dos.

Vi que en el tren hay cafetería y discoteca, y lo único extraño es que no nos quedaba más remedio que dormir los dos en la misma cama, pero bueno, era enorme y me aseguró al acordar el viaje que no quería sexo, solo compañía. Esperaba que cumpliera, pero aun así, el camarote no era muy grande y habría momentos de demasiada intimidad. Pensaba al hacer la maleta que tendría que comprarme algún camisón, porque no suelo usarlos y no estaría bien dormir como en casa.

Recibí incluso el billete en AVE de Madrid a Sevilla, ciudad donde comenzaba el periplo, y el día señalado subí al tren con destino a la aventura, mi pequeña maleta de viaje y mucha ilusión por pasármelo bien. No le he preguntado que ropa llevar, por el programa se advierte enseguida que nos vamos a codear con gente de postín, y desde luego yo sé cómo vestir y estar más que bien en cualquier ocasión. Y solo un toque de coquetería en mi ropa interior, que tanto tiempo juntos y en un sitio relativamente escaso, nunca se sabe, y no quiero que se creas que uso la misma ropa siempre o que no tengo gusto para elegir qué ponerme.

El tren no iba muy lleno, así que me fue fácil mirar entre los pasajeros que iban solos quien podría ser, entre otras cosas era una manera de pasar el tiempo, poco más de dos horas que se tardaba en llegar, y me extrañó que no viajáramos juntos, porque habíamos quedado en la estación a la llegada, de donde deduje que iríamos en el mismo tren.

Mi única referencia era su edad, pero había unos cuantos que podrían ser. Alguno me miraba de vez en cuando, pero eso no servía de mucho porque con mi pantalón blanco un poco ajustado y esta blusa roja, suelta y vaporosa no demasiado escotada, estaba muy bien, y eso que apenas me había maquillado, solo unas gotas de perfume.

Me dediqué a jugar a quien de todos podía ser, imaginándome juntos en el tren, del brazo en las excursiones, juntos en la cama… esta idea me sonrojó y eso que yo me considero bastante atrevida, incluso desinhibida.

Y con estas ideas, el convoy fue perdiendo velocidad y paró en la estación de Sevilla y fuimos bajando todos poco a poco, y nerviosa aguardé a la resolución del enigma de mi anfitrión, y a ver si sería como me lo había estado imaginando.

Uno de los hombres que iba delante se ofreció al bajar para ayudarme con la maleta y según me la entregaba, me pregunta: - tú eres María José? - Si… soy yo – Hola, soy Armand, tu acompañante.

Si, era uno de los que yo había barajado como posibles, y por su inconfundible acento no cabía duda que era catalán. Le di un par de besos, como una tonta, como algo instintivo, y continuamos hacia la salida para buscar un taxi que nos llevase al hotel.

Mientras caminábamos y cargaba las maletas en el vehículo, le estuve observando un poco mejor, aprovechando que estaba ocupado y no se daba cuenta. Era bien parecido, un poco más alto que yo, bien vestido, ropa de marca, y empecé a pensar que también bastante atractivo. Creo que sería una buena compañía en este viaje tan extraño, y que por lo que iba viendo hasta entonces, hacia gala de una educación y cortesía exquisitas, cosas que yo apreciaba por encima del físico.

La entrada en el hotel fue de lo más espectacular, el vestíbulo estaba lleno de gente elegante y enjoyada, incluso ellos, el edificio era más bien un palacio, con un lujo casi exagerado para lo que yo pensaba y el portero uniformado abriendo las puertas del coche y del hall, demostraban la categoría del establecimiento.

Armand no me dejó meter la pata cuando ya me dirigía a por mi maleta, me agarró delicadamente del brazo y me llevó adentro, dijo su nombre en recepción y nos sentamos en unos cómodos sillones a esperar, mientras veía como un carrito y otro botones de gala entraba nuestro equipaje quedándose al lado a esperar instrucciones.

Bueno, no quiero contar aquí todo el ceremonial de entrada y atenciones, pero cuando entramos en la habitación de nuevo quedé deslumbrada, y tranquilizada cuando vi nuestro equipaje sobre una mesita, solo me arrojé sobre la enorme cama y reí y casi grité de la emoción de estar allí, mientras Armand sonreía y disfrutaba de mi alegría.

  • quieres pasear un poco o prefieres descansar antes de ir a cenar?

Preferí descansar: llevaba nerviosa todo el día, anoche apenas pude dormir, aun estaba nerviosa y necesitaba relajarme un poco y pensar en todo aquello, ahora que vi que todo estaba bien y no había nada desagradable ni me iban a raptar ni nada de todas esas tonterías con las que di vueltas toda la noche.

  • Acuéstate si quieres, quedan un par de horas, vendré a buscarte sobre las ocho; tengo que ir a ver a la organización del viaje y que nos den todos los papeles.

En cuanto cerró la puerta le hice caso, abrí la maleta, dejé encima mi blusa y pantalón del viaje y me metí en la enorme cama.

Creo que me quedé profundamente dormida al instante, soñando con el viaje y ya más tranquila. Por eso no oí los golpes en la puerta ni me di cuenta de donde estaba hasta que abrí los ojos, vi la luz, la enorme y desconocida habitación, y un hombre mirándome fijamente.

Me incorporé un poco, los ojos aun cerrados, y empecé a reconocer aquello y al hombre que me miraba.

  • hola Armand, ya es la hora?

  • jajaja, si hace un buen rato. Entré y te vi ahí tumbada desnuda en la cama y preferí salir y llamar desde fuera para no asustarte, pero no me debiste oír y tuve que entrar y llamarte ya aquí.

Bueno, desnuda no estaba, llevaba puesta mi ropa interior, bien bonita además, pero lo cierto era que si quería llamar su atención desde el primer día, lo estaba consiguiendo.

  • ufff, perdona, estaba muy cansada, pero me lavo un poco y me arreglo en dos minutos.

  • muy bien, te espero ahí fuera.

  • nooo, es un momento, soy muy rápida, siéntate y enseguida estoy.

Entré en el baño y me lavé un poco la cara, me maquillé apenas, y un rato mas largo con el pelo y estaba lista. No se me había ocurrido ni buscar un albornoz o algo para ponerme, así que me presente de nuevo en la habitación con juego interior de seda blanca.

  • donde vamos a ir? Me tengo que arreglar?

  • pues yo pensaba ir por nuestra cuenta a callejear y tomar algo en las tascas, que estos días no nos quedará más remedio que ir donde nos lleven.

Muy bien, abrí un poco la maleta busqué por encima y encontré la ropa adecuada. No quise sacar mas porque me había dicho que solo era una noche y al día siguiente alguien recogería nuestro equipaje y lo llevaría directamente al tren y allí ya colocaríamos todo, pero no quería salir con la misma ropa del viaje, y se me ocurrió que una falda y una blusa ligera estaría bien y para ir informal, sobraba.

Anduvimos algo separados por el vestíbulo, salimos a la calle casi como dos desconocidos y entonces se me ocurrió que lo suyo era dejarse de timideces y le pase el brazo para apoyarme en él y pasear como una pareja de verdad. Una palmadita en la mano y una sonrisa me confirmaron que estaba de acuerdo y que así estaba todo mucho mejor.

La verdad es que era una persona agradable y simpática, con un gran sentido del humor, con buen gusto, generosa, sin hacer ostentación de su dinero, cosa que siempre me ha molestado, y decidí que me estaba gustando aquella aventura, que apenas se notaba la diferencia de edad, que nos lo podíamos pasar muy bien, pero que yo debería poner también de mi parte ser atenta y agradable con él, y conseguir que el viaje resultase perfecto para ambos. Y tal vez… me gustaba, lo iba notando a cada minuto con él. Tal vez debiera ser algo más que atenta, puede que un poco de atrevimiento también le gustase, y quien sabe que podía pasar en estos días viviendo juntos.

Por eso, sentados delante de una cerveza y un montón de pescaditos en una terraza preciosa bajo unos naranjos, le pregunté directamente que pensaba de mi y que esperaba del viaje.

Era fácil, que no estuviera a la defensiva, que nos comportásemos como una pareja normal, que me lo pasase bien, que me divirtiese, que riese cuando me apeteciese, que no hiciera caso de la gente rara que podíamos encontrar como compañeros, que pensase en todo momento que éramos una pareja, tanto cuando estuviésemos con los demás, como cuando nos quedásemos a solas en el vagón del tren, pero que si eso no me parecía bien o lo veía incorrecto, que hiciese las cosas como este primer día: sin inhibiciones tontas estando a solas, los dos éramos mayores y sabíamos del otro sexo, no nos íbamos a escandalizar por vernos en paños menores, y que al igual que hoy, le diese el brazo y paseáramos normales.

No me quiso decir más, ni yo le volví a preguntar qué le parecía yo, pero creo que estaba a gusto conmigo, soy alegre y buena conversadora, y físicamente me encuentro guapa, sin exagerar, pero aun gusto a los hombres. Y a mí, desde luego, me gustaba él.

Regresamos al hotel, de nuevo cogidos del brazo y sonrientes. Yo desde luego estaba contenta, estaba teniendo la ocasión, única para mí en la vida, de disfrutar del lujo de la gente con dinero.

Me invitó a que pasara yo primero al baño, la verdad es que quería ducharme, apenas me había dado tiempo en la tarde para poco más que lavarme la cara, así que le hice caso, busqué en la maleta uno de los camisones de seda nuevos que me había comprado para la ocasión y entré en aquel baño que era casi más grande que mi apartamento.

Soy lenta para la ducha, me gusta estar allí desnuda sintiendo el agua caliente caer sobre mí, y enjabonarme a conciencia, y casi dormirme, me olvidaba de todo, hasta que me notaba toda arrugada y salía a secarme.

Me entretuve secarme el pelo y en peinarme tal vez mas de lo conveniente, pero es que además, con el ruido del secador, de nuevo no le oí avisarme que iba a entrar, hasta que le vi en el espejo detrás de mí, y me di cuenta entonces que ni siquiera tenía la toalla por los hombros, estaba tal cual salí del agua.

Me quedé quieta con el peine sobre la cabeza y expresión de duda, y me dijo que si le permitía entrar, que no aguantaba más. Puffff, que torpe, ni me acordaba ya de él, y de que lo mismo llevaba una hora sentado en la salita, aguantando las ganas y esperando que yo abandonase el baño.

Busqué la toalla, me la coloqué por encima medio enrollada mientras él hacía que miraba hacia otro lado y salí apresuradamente de allí. Acabé de arreglarme el pelo en el espejo de la habitación, después de cubrirme un poco más, hasta que salió del baño y se sentó a mi lado en uno de los sillones.

Alguien había llevado sin que yo lo viera una cubitera y cava bien frio, con dos copas de cristal y Armand me ofreció una mientras me iba contando un poco el recorrido que haríamos: todo en tren y autobús, dormiríamos en el tren, y al ver mi cara de pasmo me aseguro que aunque bastante más estrechas que las del hotel, las habitaciones tenían todas las comodidades de un hotel de lujo, y que el tren paraba por la noche para que durmiéramos mejor. Bueno, eso estaba bien, ya me extrañaba a mí que una excursión tan cara no velara por la comodidad de los pasajeros…

  • sabes… todavía no me puedo creer la suerte que he tenido con haber contestado tu a mi anuncio, y por haber dado contigo, de una forma tan… poco habitual.

  • pues yo todavía no me puedo creer que este aquí ahora, disfrutando de todo esto, y me alegro de que todo haya salido así.

  • bueno, pues ya somos dos. Por cierto ¿ya te he dicho que estás muy bien?

  • y mañana toca visita por Sevilla – pensé que era mejor desviar la conversación – ¿que tal tiempo hará?

  • la tele ha dicho que tendremos más calor que hoy.

  • bueno, es para dejar la ropa preparada antes de acostarnos. Buscaré algo ligero.

Creo que los dos estábamos un poco alegres, y él parecía que no estaba muy acostumbrado al alcohol, pero allí estábamos como tontos mirándonos y sin decir nada mas, a ver como resolvíamos lo de ir a la cama, cambiarnos, o entrar al baño por orden.

Y vi que tenía que ser yo, porque no era vergüenza, o eso me parecía, sino algo así como deferencia, que yo decidiese como empezar aquello, de modo que me levanté y me fui al baño a por mí olvidado camisón mientras me iba despojando de la toalla con total naturalidad, dejándole que me viera de nuevo desnuda, y sin cerrar la puerta, colgarla y ponerme la breve prenda de seda, despacio para darle tiempo a desnudarse y meterse primero en la cama.

Fue muy rápido, estaba ya dentro cuando regresé, tapado hasta la mitad del pecho con la sabana, y mirándome mientras separaba las sabanas y me introducía al otro lado del lecho.

  • no usas pijama?

  • no, solo el pantalón. Y tu usas siempre esos camisones tan sugerentes?

  • no, es nuevo, lo compré para el viaje. En invierno me pongo una camiseta vieja y en verano… bueno, ligera.

  • cuanto de ligera?

  • pues solo me pongo una prenda, no te diré cual.

  • bueno, imaginaré cual es.

  • y acertarás, jajaja.

  • apago ya la luz?

  • espera, que quiero hacer una cosa que hace mucho que no hago y en este momento me apetece un montón.

Y me acerque a él y le di un beso en la mejilla mirándole a los ojos, me di la vuelta y le dejé así, con esa cara de sorpresa inocente que ya estaba empezando a gustarme.

Y soñé con él a mi lado, besándome esta vez en la boca y acariciándome donde el corto camisón le permitía, y luego por encima de este, y bajándome los tirantes para poder tocarme sin estorbos