Buscando una vida familiar tranquila
A veces la vida se complica cuando coinciden: una esposa, una cuñada, una hermana,una jovencita y la madre de la jovencita
BUSCANDO UNA VIDA FAMILIAR TRANQUILA.
Epílogo de los relatos” Mi hermana Marta, la lianta” y “Si me lo piden por favor, no sé decir no”. Pero puede leerse independiente.
Dicen que la paternidad es maravillosa, debe ser cuando se es joven. Con más de 60 años, las hijas se convierten en una carga. Además no sé por qué extraña cualidad que poseo, las dos querían estar a todas horas conmigo. Yo era el que las llevaba y las traía del colegio. Vivía con dos mujeres, de vez en cuando con tres, y era a mí, al que le tocaba hacer de niñera. Eso sí, había logrado que me dejaran libre a partir de las 7, cuando Cristina, mi mujer, y Maruja, mi cuñada y madre de mis hijas, volvían del trabajo y preparaban cenas, bañaban y acostaban a las niñas. Tenía entonces alrededor de dos- tres horas libres para quedar con los amigos, tomarme unas cañas y echar unas partidas de cartas tranquilas. Al principio protestaban mis mujeres, pero me salvó la vena patriótica del fútbol: los partidos hay que verlos entre amigos.La Selección, el Barsa y el Madrid (creo que soy el único español hincha de los dos equipos) daban juego entre semana.La Liga, los sábados y domingos. Eso me permitía huir de casa y del acoso sexual al que me sometían las dos hermanas. La cuadrilla con la ando, son de mi edad, con mujeres que rondan en los cincuenta o sesenta, casi todos abuelos, que llevan una vida tranquila. Yo, no, aunque algo había mejorado.
Lunes y miércoles, Cristina. Martes y jueves, Maruja. Los fines de semana, como venía mi hermana Marta, descanso el viernes: se lo montaban las tres. El sábado y el domingo casi siempre Maruja. Mi mujer, Cristina había desarrollado su sexualidad lésbica y mi hermana y ella andaban encoñadas, con lo que dejaban libre a mi cuñada. Yo salía ganando, es la más viciosa, pero la más joven de las tres. Aunque había engordado un poco, seguía siendo un pedazo de hembra que levantaba pollas al ponerse el bikini en la playa. Pienso que, cuando hace topless, más de uno se mata a pajas desde el balcón de su casa con los prismáticos. Cada tres meses, con el cambio de estación, a Marta le daba por sentirse perversa, mala y degenerada, con lo que me montaban una pequeña orgía para que la castigara, dándola por culo. Yo cumplía con todas, no me gusta discutir, pero me había hecho adicto al Viagra.
Mi médico de vez en cuando me recomendaba unos días de descanso. Cuando llegaba a casa diciéndolo, las chicas se ponían nerviosas, aumentaban las cenas con pata negra, y cuando intentaba relajarme haciendo un sudoku, me montaban un espectáculo en el que acababa involucrado. ¿Quién se resiste a dos tías buenas, hermanas, haciendo un numerito porno? Si no se ponía dura acababan pegándome una mamada de campeonato. Debo reconocer que Cristina la chupa de maravilla, tiene esa extraña habilidad para comerse una polla que sólo las grandes profesionales dominan. Deben ser sus labios carnosos o la lengua larga pero la verdad es que es un placer. Mi hermana Marta también dice que es una fuera de serie jamándose un coño.
La ventaja de vivir en una ciudad pequeña de costa es que no tengo que dar muchas explicaciones ni pasar la vergüenza que me toca en Madrid, cuando la gente me dice sonriendo: “¡Qué bonitas son sus nietas!, tan igualitas” y yo tengo que contestar: “No son mis nietas, son mis hijas.” Lo que me mata es cuando me recontestan: “Pobre, le cansarán mucho. Ya no tiene edad para hijos.”
Me dan ganas de darles un par de hostias, porque ¡claro que no tengo edad para ejercer de padre!, pero tampoco de garañón de tres hembras. Seguro que si lo cuento me mirarían con envidia. De verdad, debo confesar, que, para mí, lo de mis hijas era ligero comparado con las exigencias de las mayores. Pero no me quejaba, con un poco de voluntad por mi parte, vivía rodeado de personas a las que hacía felices, y ese sentirse útil y bueno me gratificaba de los esfuerzos que me tocaba hacer.
Por las mañanas, tras ducharme, salía con las niñas hacia el colegio, las dejaba y luego, ya tranquilo, me tomaba un cafelito con churros y empezaba la jornada laboral. Si me tocaba hacer gestiones de bancos y otras zarandajas, iba al centro, son apenas 20 minutos de coche, y aprovechaba para quedarme a comer una paella con unos antiguos amigos del bachillerato.
Así era mi vida, tranquila y hasta monótona.
Todo cambió aquel miércoles en que al llevar a las niñas me encontré con una sorpresa. La mamá de Sandro no había llevado a su niño, en su lugar le acompañaba su hermana mayor. La madre del compañerito de mis hijas es una argentina guapa en los cuarenta y pocos, bien cuidada, que tiene con su marido una parrilla cercana a la playa. Habíamos ido algunas veces a comer. La carne es muy buena, algo que se echa de menos en la zona, y a mi hermana le encanta el bife de chorizo con chimichurri que preparan en local.
“Hola, ¿vos sos el papá de Martita y Cristina? Mi hermano va a hacer un fiesta de cumpleaños y mamá me ha dicho que le gustaría que vinieran tus hijas.”
La miré por primera vez. Con la vida que llevaba, no andaba tonteando con mujeres, y menos con adolescentes. Estaba en esa edad en que se deja de ser niña y se comienza a ser joven. No sé. tendría unos quince o dieciséis años. Pelo castaño, lleno de rizos, ojos entreverados de verde y marrón, naricita respingona, boca jugosa, con dientes preciosos de ratita, que asomaban blancos al sonreír. No era alta, parecía una muñeca con tetas. Me acordé de una frase de un amigo: “Ahora a las chicas, les salen las tetas antes que los dientes” Y a aquella le habían salido. Tenía dos meloncitos deliciosos que se erguían orgullosos bajo una camiseta blanca, con la cara de un tipo extraño.
“¿Te gusta mi musculosa? Es Charly García, un ídolo mío y de mis padres.”- me soltó ante mi mirada arrobada ante aquellas dos montañas tan suculentas. – “es un cantante argentino genial. Sabés, yo nací en Buenos Aires, vine acá con diez años, ahora tengo 16, con lo que soy casi mitad americana y casi mitad española”.
“Es muy bonita, pero yo no conozco a ese cantante. De Argentina, solo conozco a Gardel ,la Sosa, Yupanqui, Guaraní y Palito Ortega que hacía películas en España.”
“Está loco, pero es un genio. Si querés un día te dejo un cd suyo.”
No podía evitarlo, me calentaba su hablar meloso, dulce, con aquel acento, las tetas y el resto, porque la jodida llevaba una faldita azul corta, que sin llegar a ser mini, dejaba ver unas patas acojonantes y encima llevaba zapatillas y calcetinitos cortos. Estaba para comérsela.
“Seguro que las niñas van al cumpleaños de tu hermano.”- y ahí me tiré un lance- “¿Quieres tomarte un café con leche y churros en el bar del paseo , yo lo hago todas las mañanas”
Me contestó con un “vale” y me acompañó a desayunar. El verla comer los churros me ponía a mil, imaginaba que era mi polla la que entraba en aquella boquita jugosa. Tanto que se me puso dura. Y a ella, los pezones cada vez más erectos, que parecían querer romper el algodón de la camiseta. No llevaba sujetador, y se le tenían erguiditos solos sin ninguna ayuda.
Me dio un beso en la mejilla al despedirse, tenía un aliento cálido que hizo que se me erizara la piel.- “Hasta mañana. Me llamo Adriana.”
“Yo, Gerardo.”
“ Bobo, ya lo sé”
Se marchó y no podía separar mis ojos del culito que se contoneaba ante mí.
Aquella noche follé con Maruja como un poseso, pensaba que era a Adriana a la que jodía.
Al día siguiente, allí estaba ella esperando para verme. Las camisetas que usaba era una maravilla, parecía que las iba a reventar, y la faldita, los calcetines blancos y las zapatillas de deporte me ponían a mil. A mi edad, y con mi desgaste, sentía que se me rejuvenecía la pija queriendo levantarse como arma de combate. El desayuno fue una elevación de mi ego. Encima fue ella, la que me pidió la invitara.
Era viernes, podía tocarme descanso, pero estaba excitado así que entré a saco con mi trío lésbico. El sábado pedí espectáculo, sabía lo que quería: un numerito de colegialas. Me complacieron y acabé con las alumnas y la maestra (mi hermana).
La niña me había trastornado, tanto que el domingo salí a correr como si fuera Rocky, la verdad es que su música resonaba en mis oídos haciendo que me sintiera más joven.
El lunes fui lavado, duchado y perfumado a llevar a mis hijas a la guardería, pero Adriana no estaba, a Sandro le había llevado su madre. Viéndola comprobé que lo de los genes está basado en la realidad. Estaba buenísima con sus cuarenta y muchos. Eso que dice mi amigo Manolo, que ha viajado mucho, que las argentinas cuando mas viejas más macizas, era verdad. Con vestidito floreado lucía como una hembra apetecible.
“Me ha dicho Adriana, que no tenés problema para que vengan las niñas a la fiesta de mi hijo.”- y me dio un beso en la mejilla, pero era de esos besos que los carga el diablo, porque se pegó a mí, como una lapa a la roca, y en vez de la mejilla, posó sus labios gordezuelos casi en la comisura de mi boca.
La verga respondió alegre, aunque llevaba una vida sexual de mucha actividad, la novedad siempre anima.
Mientras desayunaba, pensé que la madre estaba buena, pero lo de la hija era una cosa extraordinaria. El día transcurrió tranquilo, a la noche en mi sesión de sexo fantaseé con la madre, pero sobre todo con la hija, que pensé tardaría en volver a verla.
Pero no, a la mañana siguiente, allí estaba, llevando a su hermanito. Vestía diferente de sus deliciosas camisetas y falditas cortas, un vestido camisero, azul de tela vaquera, sin mangas, corto, abierto unos pocos botones, dejando ver el profundo canal de sus senos poderosos. Y unas sandalias con un poco de tacón. Parecía una niña tetuda que se disfraza de mujer.
En el desayuno la noté distinta, como ensimismada. Al salir le pregunté:
“Te noto preocupada, ¿te pasa algo?, si quieres puedes contármelo”
“Te importa que te acompañe a tu oficina, lo que quiero decirte, no me parece bien decírtelo en la calle”
Me acompañó a donde trabajo. Es un departamento pequeño, sobre la playa, por las ventanas se ve el mar azul en toda su majestuosidad. Se sentó frente a mí, como lo suelen hacer los clientes. La mesa por medio, apoyó los codos y se sujetó la cabeza con las manos.
“Anda, dime qué te pasa. Te ayudaré en lo que pueda.”
Cuando respiró hondo, pareció que la tela reventaba de la potencia de sus tetas.
“No sé como …: Mejor te lo largo de una vez. Pero no me mires, me da vergüenza.”
Encendí un ducados preparándome a oírla.
“Tengo 16 años, y no he debutado. Todas mis compañeras, ya lo han hecho. Yo, no.
Me he besado. No te voy a mentir me he dado el lote con algún chico, pero no lo he hecho. Y me da miedo. Quiero que mi primera vez sea no un mete y saca, como les ha ocurrido a muchas de mis amigas. Caliente, caliente, te la meto y me corro. He leído en libros que tienen mis viejos, que puede y debe ser otra cosa. Quiero recordar mi primera vez como un placer infinito toda mi vida.”
Paró, tragó saliva, me miró a mis ojos, que no salían de su asombro, y me lo soltó:
“QUIERO DEBUTAR CON VOS”
Me quedé sin palabras, aquel pedazo de bombón quería que yo fuera el primero en follarla. No sé si existe Dios, pero aquello era un milagro.
“Mi vieja dice que debes ser muy bueno cogiendo. Está segura que te lo montas con tu mujer y tu cuñada. Y dice que las ve felices, que sos un pija de arte. Y además muy tierno, por como cuidás a las nenas. Por favor, ayudáme.”
Le había salido el acento argentino y todavía me embelesaba más. El cigarrillo se consumía solo en el cenicero.
“Ayer fui a comprar pastillas para el día de después. Quiero sentirte bien, ser toda tuya. Que me hagás mujer. No se lo voy a decir a nadie. No tengas miedo. Sos muy buena gente y me podés negarte. Sé que te agrado, no me mirés como a una beba , soy toda una mujer que necesita debutar con vos, un artista de la cogida. Un maestro experto.”
La verdad que no sabía que decir, de lo acojonado que estaba, pero cuando se levanto de la silla y se arrodilló ante mí, comprendí que si uno es bueno, hay cosas a las que no se puede negar.
La levanté con mimo, se quedó de pie ante mí, estaba más buena que el pan. Y me la iba a follar, el que casi se pone de rodillas para dar gracias al cielo por semejante milagro era yo, pero me contuve, y con voz profesoral sólo pregunté:
“¿Estás segura que quieres que hagamos el amor?”
“ Siiii, … sos un cielo”- se abalanzó sobre mí y me abrazó y me besó entre risas con la alegría de un niño ante un juguete nuevo.- “¿ querés que me desnude?”
“Mira Adriana, si lo vamos a hacer, vamos a hacerlo bien. Para mí es una responsabilidad muy grande. Depende de hoy una gran parte de tu vida, pues el sexo es una componente básica en nuestras vidas. Es verdad que tiene mucho de juego, pero también de sentimientos, de valores, de una actitud ante la existencia. El sexo puede ser maravilloso, pero también una carga en el ser humano…”
Parecía un profesor dando clase, pero mi mente pensaba en cómo la entretenía mientras me tomaba una viagra sin que se diera cuenta.
Me escuchaba con atención, pendiente de mis palabras.
“Vamos a hacerlo en el dormitorio, mira si te gusta. Y mientras te familiarizas con el cuarto, piensa si estás segura del paso que vas a dar”
Tal como salió del salón, que hacía de oficina, abrí el cajón, saqué la píldora azul y me la tragué a la carrera.
“Me ha encantado el departamento, es precioso, un nido de amor. ¿ Querés que me desnude?”
“Sí, pero despacio y para cuando yo te diga.”- con la pastillita tomada, ya podía empezar a jugar, y no me apetecía ponerme a desnudarla, prefería ir viéndola como una aparición divina.- “Suéltate el vestido.”
Sus dedos fueron desabrochando los botones. Con el vestido abierto, ante mis ojos, apareció su ombligo redondo como un laguito en medio de su vientre plano, los melones apenas cubiertos por un sujetador, que como la braguita que cubría su sexo, era de algodón blanco. Un blanco que contrastaba con el color melocotón de su piel.
“Quítate el vestido y da un par de vueltas para que te pueda ver bien.”
Lo hizo y al girar su culito respingón, duro y prieto era el final maravilloso de unas piernas torneadas por un artista.
“¿Estás tranquila? ¿Te encuentras bien? ¿Quieres seguir?”
“Sí, quiero seguir. Y estoy muy nerviosa.”
“¿Nerviosa o caliente?”
“Me estoy excitando. Me pone que me mires.”
“Quítate el sostén”
Tenía el cierre en la espalda y al soltarlo quedo sujeto en sus pechos, con coquetería, mirándome a los ojos se lo quitó.
No podía creer que existieran tetas así. Se caían hacia arriba. Dos maravillas gemelas erguidas, con unas areolas grandes de un sonrosado fuerte y dos pezones erectos del tamaño de una fresa.
“Ven acá”- le ordené en un susurro.
Con el índice fui recorriendo sus montañas, muy despacio, sintiendo el calor de su piel suave que me hacía hervir. Los pezones vibraron con mi toque como cuerdas de guitarra. Después fue la palma de mi mano la que los cubrió con suavidad lujuriosa.
“¿Te gusta?”
“Me encanta, vos me acaricias de una forma…que me pones mala.”
Mis manos fueron descendiendo por su tripilla, jugando con la pequeña hondonada, recuerdo de su cordón umbilical, hasta llegar a las bragas. Acaricié su monte de Venus, notaba a través de la tela el mullido de su vello. Cuando toqué el valle entre sus muslos, sentí la humedad del algodón empapado. Tanteé hasta acomodar dos dedos sobre sus labios de modo que al moverlos rozara su clítoris. Y suavemente la comencé a masturbar.
“No te muevas y déjate llevar”
A medida que mis caricias se hacían más rápidas, sus jadeos se entrecortaban más, tenía los ojos cerrados, concentrada en el placer, el temblor de sus senos los hacía aún mas apetitosos.
“Yaaaaaaa……está”- gimió al alcanzar el orgasmo. Aproveché para bajar de un tirón sus bragas empapadas, su sexo rezumaba flujos que olían a hembra gozosa.
Me levanté y la besé. Un beso que comencé tierno, pero que se fue volviendo apasionado a medida que ella se fue integrando, devolviendo el placer que había recibido. Mis manos recorrieron su piel, bajando por la espalda hasta las nalgas, las dejé allí, mientras Adriana se me pegaba juguetona y viciosa. Yo deseaba sentir su cuerpo desnudo contra el mío, pero no quería que notara los estragos de la edad, al fin y al cabo, yo pasaba de los 60, y aunque cuidado, no podía competir con los jovencitos con los que ella andaba. Así que vestido la llevé de la mano al dormitorio, bajé la persiana, lo dejé a oscuras, y encendí cuatro velas.
“Es un rito de iniciación y conviene darle un halo de romance. Acuéstate y cierra los ojos”
Cuando se tumbó en la cama, y la ví expuesta como retablo en una iglesia , creí que me daba algo. Comencé a besarla en la frente, mientras mis labios recorrían su rostro, me fui desnudando, era fácil, cuando llegué a las orejitas sólo me quedaban los calzoncillos, no llevaba calcetines y los mocasines salieron de un golpe.
En sus lóbulos tras besarlos, pasé a lamerlos y mordisquearlos, después el cuello. Adriana gemía, entonces la besé, fue un beso apasionado largo, donde nuestras lenguas se enredaron como serpientes. Al acabar el beso y antes de empezar con sus tetas gloriosas, mi mano buscó su sexo. Estaba chorreando, no mojado, mucho más, parecía un terreno pantanoso, mientras mi boca devoraba su piel, volvi a masturbar.
No podía aguantar más, mi objetivo eran sus montañas gemelas y allí se dirigieron mis ataques. Acaricié, sobé, besé, lamí y mordí aquellas maravillas de la naturaleza. Cuando estaba recreándome en sus pezones enhiestos, la muchacha pasó de los gemidos, al balbuceo entrecortado:
“¡ Que lindo…..que lindo…..dios mío…..no aguanto más…..me vengo….AAYYYY, acabé. Bésame por favor”
La besé con cariño, disimulando mi calentura .
“¿Quieres que sigamos? ¿Estás bien?”
“Estoy en la gloria y como no sigas TE MATO. Sos una maravilla, no creía que se podía gozar tanto”
Me besó riendo como una chiquilla que descubre que el mundo es maravilloso, lleno de alegría y color.
“¿Ahora me vas a coger?. Porque tengo la concha pidiendo tu pija….Pija entra dentro….¿ la oyes?”
“Sí, cariño. Ahora entraremos a matar, como los toreros. Déjate llevar”
Cerró los ojos, parecía querer concentrarse en los placeres que le daba su cuerpo. Yo aproveché y me quité el calzoncillo.
Era hora de preparar al toro para la estocada, así que acaricié sus muslos desnudos y luego mi lengua fue recorriendo el camino de su coño. Mientras lo hacía, me la meneaba con la mano, para tenerla superdura a la hora de meterla hasta las bolas. Sorbí sus jugos más íntimos, lamí sus labios prietos, pequeños, virginales y cuando mi lengua aterrizó en su clítoris erguido, que pedía la más dulce caricia volvió a gemir. Le comí el coño tranquilo, quería que se volviera a correr, cuando lo hizo, seguí lamiendo para que siguiera en clímax, me levanté, y abriendo sus piernas se la metí, iba despacio, disfrutando de la estrechez de su vagina empapada. Mi polla se deslizaba suavemente, no sé cuando rompí su virgo, la tenía hasta dentro.
Ella chillaba de placer, levantó las piernas para que mi penetración fuera más y mas profunda. Mi mete y saca, lento al principio, se fue acelerando. No podía contenerme, y además quería que se diera cuenta que me estaba volviendo loco.
Mis gritos se confundieron con los suyos y solté la leche de vida en su interior.
Me separé con cuidado, quedando tumbado a su lado, no era capaz de reaccionar, había estado en el cielo, y me costaba bajar. Mi angelical pareja también estaba desmadejada. Pasamos unos minutos sin poder ni hablar.
“Me has hecho mujer de una manera muy linda. No pensé que era así. Casi me muero de gusto.”
Y me besó en la boca con una mezcla de mimo y pasión, su manita agarró mi polla morcillona y jugó moviéndola como si fuera una manguera.
“¡ Qué gustito me has dado, leona!. Viéndola así, tranquila, aunque gorda, no entiendo como podía ser como una piedra cuando me la has metido.”
“ Después de hacer el amor, se queda en descanso”
“No sé, hacerlo no lo había hecho, pero si he hecho pajas a algún chico y se la he chupado, y enseguida se les volvía a poner dura.”
“La experiencia es un grado, pero lo años y el uso no perdonan.”- largué a modo de disculpa, porque si me iba a comparar con sus compañeros de 16 años, no había con que darle, yo en esa edad me hacía tres pajas seguidas.
“ A mí, me gusta así, poder descansar después de venirme seis veces. La primera cuando me acariciabas , la segunda en la cama, mientras me chupabas las lolas, la tercera antes de meterla, cuando me comías la concha, y las otras veces mientras me cogías. Lo de comer la concha, me ha parecido una maravilla…..”
“Me alegro que hayas disfrutado, para mí era una responsabilidad…”
Me dejó con la palabra en la boca, miró el reloj, y se levantó, al hacerlo vio los restos de semen y de su sangre.
“¡Qué fuerte!. Tengo que ir al Insti… ¿Me puedo duchar?”
“Ahí está el baño.”
Mientras recogía el testigo de nuestra batalla, la oí canturrear bajo el agua.
Salió vestida, volvía a parecer una niña mujer.
“¿ No te importa que te deje?. Es que llego tarde.”
Me quedé solo, no creía que me podía haber pasado a mí. Me vestí sin ducharme, quería tener en mi piel su olor y bajé al lavadero cercano a borrar las huellas del polvo.
Mi día transcurrió entre nubes, sólo pensaba en ella. Tenía miedo a enfrentarme con Cristian y Maruja. Aproveché que jugaba el Barsa, para escaparme apenas llegaron. Con los amigos en el bar disfruté del partido, algunos comentaron que mi entusiasmo por Messi parecía de argentino, y argentino me sentía por la bragueta.
Me quedé luego echando una partida de mus, cuando llegué con todo la hembrería cenada y acostada, hice como si estuviera un poco borracho y aproveché para quedarme a dormir en el salón, evitando tener que cumplir con mis deberes sexuales. A la mañana siguiente me justifiqué diciendo que no había querido molestarlas.
Llevé a mis hijas al jardín con ardores de adolescente, pero mi lolita no estaba, era su madre la que traía al niño. Me besó pidiendo guerra y cuando las criaturas entraron me dijo que si podíamos tomar un café juntos. Fuimos donde yo iba siempre.
Eva estaba buena, era explosiva, con pinta de folladora nata, y encima como si no quisiera la cosa se había soltado tres botones de la blusa y me estaba dando un espectáculo de tetas para levantar a un muerto, lo que me pasaba es que yo andaba enamorado de su hija. Pese a eso fui afectuoso y cuando se marchó, por como movía el culo, se había quedado convencida que yo pensaba que tenía un buen polvo. Lo tenía, pero a mi me apetecía de verdad su hija veintitantos años mas joven. Un regalo de los dioses a un pobre ateo.
Pensar en la hija y en la madre hizo que anduviera caliente todo el día, así que no quedé con los amigotes, a todos les debían haber leído la cartilla la noche anterior, y me fui por mis hermanitas viciosillas.
Acostadas y dormidas las niñas, se las veía con ganas de folleteo, así que las dije:
“Nenas, hoy os jodo a las dos, como dos perritas putas que sois.”
No hizo falta decir más, se empelotaron, me desnudaron, me la tocaron, me la chuparon, y se pusieron a cuatro patas delante de mi verga endurecida de deseo.
Metí un dedo en sus coños, estaban mojados, dispuestos, así que pregunté:
“¿Quién la primera? Mi zorra esposa o la golfa madre de mis hijas”
“Entre hermanas no hay peleas. La que gane a los chinos” Y dicho y hecho, sacaron dedos y ganó Maruja.
“Estoy dispuesta, sementalote”
Puse las manos en sus nalgas y como si estuviera guiado por un imán, le enterré la polla en su sexo lujurioso. Fueron 10 embestidas, la saqué y acudí a satisfacer a Cristina, otras 1º, de diez en diez estuve jodiendo hasta que noté que no podía aguantar más, había dado mas de doscientos mete y saca.
“Me voy a correr”- saqué la polla del coño de Maruja, se giraron de modo que quedé apuntando a sus rostros ansiosos. Ellas se masturbaban mientras yo me daba los últimos toques y les soltaba la leche en la cara. Se besaron, lamiendo mi semen, pajeándose hasta acabar.
A la mañana siguiente no la esperaba, pero allí estaba, con su faldita corta y una camiseta negra de escándalo, porque de escándalo eran sus tetas que parecían querer romper el algodón. Me dio un beso ligero en los labios en cuanto los niños entraron en el jardín, y me propuso.
“Desayunamos y luego vamos donde el otro día. Tengo mucho que contarte y además quiero repetir. Creo que me vas a hacer una viciosa.”
El café con churros fue un aviso de lo que vendría, reía, coqueteaba, y me ponía cachondo perdido. Procuré disimular no corriendo hacia el apartamento, pero cuando llegamos la besé. Se pegó como una lapa a la roca, sentía su cuerpo sensual acoplado en el mío.
“¿Prefieres que primero cojamos o qué te cuente un montón de cosas?”
Lo que me pudiera contar me importaba un bledo y lo de follarla era una necesidad imperiosa, pero uno sabe lo que debe hacer en cada momento, así que contesté lo adecuado:
“Ponte cómoda y cuéntame.” Me senté en mi silla de trabajo, ella se quitó la falda, el sujetador y se quedó con la camiseta y las bragas, los pezones se marcaban enhiestos en la tela, sin viagra se me había puesto dura.
“Empiezo por vos. Mi mamá quiere coger con vos, y papá con tu mujer o tu hermana, así que este sábado cuando vayas al cumpleaños de mi hermano, os van a proponer que os tomes una copa, mientras los niños duermen en casa. A mi me toca cuidarlos, por eso me he enterado, les espié cuando lo planeaban. Así que te vas a coger a la madre y a la hija. Quiero que se la metas bien metida, no tendré celos…..Sos un hombre que hay que compartir, sos demasiado bueno en la cama y quiero que mamá sepa lo que es bueno….”
“No sé.me parece un poco duro, y no sé si Cristina lo querrá hacer con tu padre….Las mujeres sois libres…”
“Las van a poner algo en la bebida para que se pongan calientes y sólo quieran coger..”
Pensé que a las golfas de mi mujer y mi cuñada como les dieran algo para ponerlas cachondas iban a matar al pobre hombre pero ese no era mi problema, el mío era quitarle la camiseta a Adriana y follarla.
“Ahora tengo que confesarte otra cosa, pero no te enfadarás conmigo, ¿verdad?”
“¿Por qué me voy a enfadar?¿ Qué cosa terrible has hecho?”
“Ayer lo hice con un amigo quería comparar. Me pareció una mierda después de hacerlo contigo. Sos mi maestro, mi profesor de sexo..¿Quieres darme otra lección?”
Pensé que estaba rodeado de putas, que todas no pensaban mas que en follar, y en medio yo. Decía que era su maestro. La iba a enseñar más de lo que ella pudiera aprender.
“Con que ¿quieres que te enseñe?”
“Quiero ser tu putita y que me des mucho gustito”
Estoy haciendo castillos en la arena con mis hijas, el final de agosto ha dejado las playas casi vacías entre semana. Mi vida ha entrado en una rutina placentera. La reunión con los padres de Adriana fue un éxito. Su padre, Juan se folló a mi mujer y mi cuñada, que al tomar una droga erotizante lo dejaron para el arrastre, pero con complejo de supermacho. La madre, Eva, era una puta total, la cogí como decía ella bien cogida, el coñito, el culo y acabé en su boca, cuando limpió la mierda que me había quedado en la polla al sodomizarla.
La fuerza de reemplazo, Juan, venía a casa de vez en cuando, a joder con mis chicas. En una de esas cuando coincidieron mi hermana y su mujer; mi Martita inició a Eva en el culto de Lesbos. La argentina le tomó afición y ahora también juega con mi mujer y mi cuñada. Total que hay un menage a seis, donde puedo descansar, follo cuando me apetece, con la que me apetece y no tengo que ocuparme mas que de mi propio placer. Sólo soy un semental pero sin obligaciones sexuales.
Adriana es otra cosa, se ha ido haciendo una experta en la cama, cada día disfruto más follándola. Con ella lo montó tres días en semana, son los mejores polvos de mi vida. Para que nadie sospeche, se ha echado un noviete formal. Sólo le hace pajas, por lo menos eso dice, si hace otra cosa, a mi no me importa. Encima, su padre es un millonetis, que tiene una pasta gansa en negro, lo sé bien porque he intervenido en alguna operación inmobiliaria con él.
Veo venir a Adriana con Sandro, Arturito , su novio, y una señora en los treinta y pocos, pelirroja, espectacular. Me la presentan es la madrastra del novio de la argentina, Incolaza, le dicen Nico, se sientan en la arena con nosotros. Aprovecho que hay quien me cuide a las niñas y me largo al agua a darme un chapuzón. Adriana corre hacia el mar y se zambulle, nadando hasta acercárseme.
“Tené cuidado, que esa golfa te quiere coger. He visto como te miraba.”
“No seas tonta, son fantasías tuyas.”
“Bueno, ya veremos, pero que no te canse que me tienes que romper el orto. Por ahí, no lo hemos hecho y quiero que me enseñes.”
Pese a la frescura del agua, se me endurece la polla, el darle por ese culito tan prieto debe ser una maravilla.
“¿ Te parece que aprovechemos el domingo por la mañana?. Los niños pueden quedarse con las madres.”
“Siiiii. ¿ me dolerá un poquito?”
“Seguro, pero voy a salir que pueden sospechar algo.”
“Dile a Arturito, que venga”
Cuando su novio corre a bañarse con mi ninfa. Nico me mira despacio, valorando lo que ve.
“¿ Me puedes dar crema en la espalda?: las pelirrojas tenemos la piel muy delicada”
Mientras la extiendo en mis manos. La mujer se quita la parte alta del bikini, quedando con las tetas al aire. Son dos peras con unos pezones erectos, que piden caricias. Su piel es suave, un placer al tacto, entre el sobeteo y el pensar que el domingo voy a dar por culo a Adriana, mi polla se pone un poco gorda, lo suficiente para marcar paquete.
La mujer me mira a la altura de mi alegría, sonríe y me dice con sonrisa lasciva:
“Algún día podemos quedar a tomar un café”
Un lector me pidió la continuación de las historias de mis relatos 98 y 99. A ti, Jubilado va dedicado este relato.