Buscando un nuevo destino. Parte 2

Tenía ganas de comerme el mundo, me sentía lleno de pura energía, me sentía inmortal y tenía a la amiga que todos querrían tener.

PARTE 2

-Espera – el chico me llama desde atrás – tengo el coche cerca, te llevo.

Y así fue como acabé en el coche con Jaime, que ese es el nombre de aquel chico. Y podríais pensar que esto sería el inicio de una bonita historia de amor. No fue así, no volví a ver a ese chico durante el verano. Pero tampoco estuve solo, por supuesto. Una mañana, después de pasear a Balto temprano,me vestí y fue cuando conocí a una chica en una cafetería a la que solía bajar.

Yo estaba sentado, mirando no se qué en mi portátil y con un café con leche. Una chica, bastante alta y de pelo castaño oscuro se me acercó y me dijo:

-Perdona, ¿te conozco de algo? Es que me suenas muchísimo.

-Pues... - yo extrañado le respondí – No, no creo la verdad. Llevo aquí unos días, igual si nos hemos cruzado por la calle...

-Oh... Puede ser – y se sentó conmigo - ¿Y cuál es tu nombre? Yo soy Celia – y me dedicó una de las sonrisas más bonitas que jamás he visto.

-Mi nombre es Bruno – y le devolví la sonrisa.

-Pues... Un placer Bruno, y ya que dices que llevas aquí unos días, no conocerás mucha gente, ¿verdad?

-No, no conozco mucha gente por aquí.

-¿Te parece bien si salimos esta tarde? Podría enseñarte algunos sitios guays y presentarte a mis amigos, seguro que les caes genial – parecía casi más entusiasmada que yo, esta chica me iba a caer bien.

Y así fue como llegué a conocer a Celia, la chica con la sonrisa más bonita del mundo; a Rubén, un chico que nunca para; a Dani, un fotógrafo con mucho que contar; y a Sara; una chica con la que siempre podré contar. Os hablaré un poco de cada uno, y os resultará más fácil llegar a ver lo geniales que han llegado a ser.

Celia es la alegría hecha persona. Es capaz de levantar el ánimo cuando nadie más puede, es como esa luz en la oscuridad que hace que recobres la esperanza. Celia es ganas de comerte el mundo . Gracias a ella, mi verano fue lo mejor que he pasado.

Rubén es alguien que siempre tiene algo que hacer. Jamás podrías aburrirte estando con él, siempre sacando planes en los momentos más aburridos y siempre con ideas geniales. Rubén es pura energía .

Dani es una historia con piernas. Siempre con su cámara en la mochila, inmortalizando cada instante y haciéndolo especial. Dani es inmortal . Alguien muy especial en mi historia.

Sara , sin palabras suficientes para describir la bondad y la amistad que he tenido con esta chica. Sara es la amiga que todos querrían tener . Ella estuvo en mis momentos más difíciles en Madrid.

Y esa misma tarde me encontré con Celia a eso de las siete de la tarde, una buena hora ya que no hacía demasiado calor para estar fuera. Al principio no sabía que hacer y a decir verdad, decidí ir por compromiso, porque no tenía manera de avisarle de que no iba a ir y no quería que estuviese esperando para nada. Recorría las calles de Madrid y estaba de los nervios, me daba mucha vergüenza conocer gente nueva, solo pensaba en cosas como “¿Y si no les caigo bien?”. Y eso no ayudaba mucho, pero así soy yo, demasiado tímido. Cuando la vi, se acercó a mi con su gran sonrisa, me dio dos besos y pusimos rumbo a Plaza España. Por el camino me estuvo contando que ella había vivido desde siempre en Madrid, pero el resto no. Dani es de Murcia y lleva viviendo en Madrid dos años, Sara es de Toledo y va a hacer su primer año en Madrid en septiembre y Rubén había estado viviendo en Madrid desde los catorce. Lo que más le gustaba de sus amigos es que todos eran distintos entre ellos y eso es lo que los unía tanto, lo mismo pasa con la edad. Celia tenía 18 años recién cumplidos, Dani estaba a punto de cumplir los 19, Sara cumpliría los 18 en diciembre y Rubén tenía 20 años. Al principio no lo vi tan “especial” como ella lo veía, me recordaba a mi grupo de amigos y no nos considerábamos nada del otro mundo, había diversidad igual. Hasta que los conocí y entonces cobró algo más de sentido, ya lo veréis.

Llegamos a Plaza España y había muchísima gente, pero Celia sabía donde ir. La seguí hasta que llegamos a una zona donde el césped estaba a la sombra de varios árboles y la gente se tumbaba bajo éstos. Allí es donde estaban los tres, sentado bajo un árbol, hablando animadamente entre ellos y yo cada vez más nervioso. Celia lo notó, obviamente.

-¿Estás bien? - rió.

-Si, es solo que me pongo muy nervioso... Soy muy tímido, ¿qué pasa si no les caigo bien?

-¡Que mono eres! – y me abrazó – A ver, quédate tranquilo que no te van a comer, algunos de ellos no se conocen de un año, así que no tienes de que preocuparte porque les caerás genial. Tienes algo especial que hace que en seguida caigas bien a los demás... Al menos a mi – y se volvió a reír.

Cuando me dijo eso, palabra por palabra aún lo recuerdo, me acordé de Elena y una sensación de tristeza y alegría a la vez invadió mi cuerpo, tristeza porque hacía mucho tiempo que no veía a mi mejor amiga, y alegría porque sus palabras me animaron en ese momento. Nos acercamos a ellos y Celia me presentó a ellos.

-¡Hola chicos! - los abraza uno a uno – Mirad, éste es Bruno, el chico de la cafetería. Bruno, éste es Rubén – un chico moreno y con ojos oscuros como el carbón vino a saludarme.

-Un placer Bruno.

-Igualmente.

-Bien, ésta es Sara – una chica bajita de pelo rubio me saludó también.

-Hola Bruno, encantada – se notó en su voz la misma timidez que a mi.

-Lo mismo digo Sara – y le sonreí.

-Y él es Dani, nuestro fotógrafo.

-Un placer Bruno – y tras ésto me hace una foto – para la colección.

-Vaya... Lo mismo digo – la sorpresa en mi voz se notó a kilómetros.

-Tiene una de cada uno cuando nos fuimos conociendo – me explicó Celia.

Después de la presentación nos sentamos y me estuvieron preguntando cosas sobre mí, si estaba viviendo solo, por qué quería pasar un verano entero en Madrid, si estaba a gusto aquí, si no echaba de menos mis amigos y a mi familia... Y la verdad, estuve muy a gusto con ellos. Me sentí como si estuviese con mis amigos por como eran, me recordaban mucho a ellos. También me contaron cosas sobre ellos.

Dani era el fotógrafo del grupo, pero apenas recibía apoyo por parte de su familia porque “eso no te va a dar de comer”. Rubén quería estudiar informática, sin embargo, no podía costearse los estudios y tampoco podía irse a otra ciudad porque sus padres no pueden pagar dos pisos, por lo que de vez en cuando trabajaba y ahorraba lo que podía. Sara, por su parte, todo le iba bien, al menos eso contó esa vez. Celia, ahí donde la veía como la chica más alegre, la pobre lo pasó fatal durante su infancia, por cosas que no se deberían contar en cualquier sitio; lo que importa es que ahora está estudiando lo que más le gusta y de lo que mejor entiende, moda y diseño.

-¿Y tú Bruno?¿Cuál es tu historia? - me preguntó Rubén.

-¿Mi historia? No hay mucho que contar...

-¿Y por qué has venido a Madrid tú solo?

Por un momento pensé en decirles que fui porque me gustaba la ciudad, o porque me apetecía cambiar de aires, pero opté por contarles la verdadera razón por la que había decidido ir a Madrid yo solo; ya sabéis, el agobio con mis amigos, los estudios y el tema de saber que es lo que quiero... Desde ese momento, todos me apoyaron y me ayudarían en todo lo que pudiesen. El resto de la tarde la pasamos dando vueltas por algunos sitios de Madrid a los que les gustaba ir, hasta que se hizo tarde y era hora de volver a casa. Me acompañaron, por lo que les invité a subir y a cenar. Pedimos algo para cenar y eso se convertiría en algo que haríamos casi cada noche, una noche en casa de uno, la siguiente en casa de la otra... Y lo que hacíamos era cenar, y seguir riéndonos de las cosas que habían pasado esa tarde, como cuando un pájaro le dejó un regalo especial a Rubén en el pelo y tuvo que volver a su casa a lavárselo, ese día cenamos en su casa.

Los días iban pasando con normalidad, por las mañanas iba con Balto a pasear, por las tardes quedaba con Celia, Rubén, Sara y Dani y por las noches estaba con ellos, bajaba al centro o me quedaba en casa viendo alguna película.

Todo iba bien, pero empezaba a echar de menos a mis viejos amigos, a mi familia, todo lo que había dejado atrás. Intentaba disimularlo, pero más de una vez me notaron ausente, triste o distraído. Empecé a llamar casi a diario a mis amigos y a mis padres, quienes también se dieron cuenta de que algo no estaba bien. Así que un día, sin avisar, se presentaron en mi piso. Mi madre me llamó por teléfono:

-Buenos días mi vida, ¿cómo estás hoy?

-Hola mamá, pues por ahora estoy bien, ¿y vosotros?

-Esperando

-¿A qué? - dije extrañado.

-A que nos abras la puerta.

Y recuerdo que en ese momento pensé que me estaban tomando el pelo y no reaccioné, me quedé pensando en si ir a ver si es verdad que estaban abajo esperando o recriminarle que no bromeara sabiendo que estaba pasando unos malos días porque estaba lejos. Así que cogí mis llaves, me calcé y bajé, en pijama todavía, mientras por el teléfono le decía cosas como “más vale que no estés bromeando”, llegué abajo y vi dos siluetas a través de la puerta del portal, corriendo fui a abrirla. Y me caí. Tropecé y me caí, pero me levanté y abrí la puerta. Y efectivamente estaban mis padres y mi hermano esperando abajo a que les abriera la puerta. Me derrumbé y los abracé lo más fuerte que pude, no me creía que estuviesen conmigo. Subimos a mi piso y estuvimos un rato hablando de como estaban yendo las cosas, les hablé de mis amigos, de lo bien que me lo pasaba con ellos cuando quedábamos, de lo que solía hacer cuando no estaba con ellos, de lo nervioso que estaba los primeros días y de como estaba éstos últimos. Por lo que me contaron ellos, todo iba bien por allí, todos me echaban de menos pero no podían venir porque trabajaban o porque no estaban en la ciudad, pero con ellos conmigo me servía por esa vez. Me duché, me vestí y bajamos los cuatro a comer fuera, estuvimos por Gran Vía, por Callao, por la Plaza del Sol. Ese día me hizo sentirme genial, de verdad lo necesitaba. Hasta que llegó la noche y se tuvieron que ir, pero ahora estaba muchísimo mejor que días atrás. Esa misma noche Dani vino a mi casa.

-Bruno tengo algo que decirte, ya que esta tarde no has podido venir, pues vengo a decírtelo ahora.

-Vale, ¿te quedas a cenar?

-Está bien, bueno lo que venía a decirte es que me han pedido que haga una sesión de fotos para exponerla, han visto mis fotos en la página web y les ha gustado.

-¡Dani, eso es genial! Me alegro muchísimo por ti.

-Y quiero que tú salgas en mis fotos – dijo sonriéndome.

-¡¿Cómo?! Si yo no salgo bien en ninguna foto – me reí.

-Eso no es verdad Bruno, siempre sales genial... Sales... muy guapo, porque...tú eres muy guapo, ¿lo sabías?