Buscando un burrito
Dulce se obsesionó con un inoportuno comentario mío sobre los atributos sexuales de un compañero de trabajo, ella me pidió un intercambio de parejas al que yo me negué
Siempre que vamos de compras volvemos un poco excitados, nos gusta mirar, tocar y sobre todo observar a los dependientes y las dependientas que por lo general son jóvenes y atractivos. A veces uno tontea con el consentimiento del otro, por ejemplo, ella un día le pidió a un vendedor unas minifaldas muy sexis que se probó con sugerentes movimientos. Yo me reía al ver la cara del pobre joven. Ella se llama Dulce, como es ella cuando quiere aunque, yo la veo más picante que otra cosa. Rubia, guapa, sexi y con buenas curvas. Yo soy de mediana estatura pelo rizado i cuerpo fibrado.
Ya hace años que los fines de semana jugamos a tenis los cuatro compañeros de trabajo, yo juego de pareja con José, un joven con el pelo engominado y muy negro, al que no le faltan admiradoras y más de una pretendienta. Casado con Isa, una morena no muy alta con unos impresionantes ojos que parecen de miel. Mi esposa e Isa son muy amigas desde pequeñas y seguro que se cuentan todas las intimidades. Muchos sábados salimos los cuatro juntos a un restaurante cercano, se come bien, pero lo que más me gusta es la impresionante camarera, Mikaela, una morenaza rumana que sin operarse ha conseguido que fantasee con ella en más de una ocasión. Vive cerca de mi casa, lleva aquí varios años, un amigo de mis padres le había alquilado el piso, que yo conocía muy bien, ya que, iba a jugar allí de pequeño.
Volvimos a casa un poco ebrios los dos y nos quitamos la ropa, nos sentamos en el sofá, yo no llevaba nada y ella un tanguita de tul negro con encajes pequeños que dejaban ver los labios al detalle, sin pelillos ella, yo me los afeito en vacaciones, cuando no me ven mis amigos, yo le comentaba lo agitado del día, partido, salir de compras… y
–Escucha, esta mañana en las duchas Vicente ha dicho en voz alta, José , nos haces quedar mal a todos, le conté a mi mujer, los cuatro que nos estábamos secando, en bolas como no, yo mire sus partes y sí, nos la doblaba en tamaño , no es que yo no esté contento con mi miembro pero algunos nacen con estrella. Y José es uno de ellos.
Yo le quité el tanguita, le chupé los pezones y acercaba mi mano suavemente hacia su concha acariciando su vientre, aún en el sofá, mi mujer me lo masajeó y al cabo de un minuto me preguntó, así lo tiene José flácido, yo la miré mosqueado y le dije un poco más grande de coña, cuando ya estaba casi empalmado con sus manoseos maliciosos, le confirme que el tamaño de su miembro flácido era parecido al mío semierecto. Ella se quedó convencida.
– Pues sí que estará contenta Isa con lo que tiene entre las piernas y debajo de la nariz bromeó Dulce. Hablamos poco más, hasta que practicamos el sesenta y nueve. Ahí me paso el enfado. Me sacó la poca mala leche de la conversación.
En la cena del sábado siguiente, los cuatro otra vez, Dulce sacó el tema del sexo, de la calidad y la cantidad, para ponerla más alterada Isa dijo que ella estaba más que satisfecha con José. I le pregunto con ironía, qué tu no. Los dos nos ruborizamos. La conversación se puso más caliente nombrando ciertos locales de intercambios de parejas y Dulce dijo que no eran necesarios profesionales para divertirse e insinuó entre risas, que los cuatro podríamos juntarnos. El que cambió de color otra vez fui yo y le dije muy en serio que no desvariase, que los dos habíamos sido muy fieles. O al menos yo. Se rieron los tres de mí. Él se levantó al baño y al cabo de un instante Dulce hizo lo mismo dejándonos a Isa i a mí solos.
– Pues parece que les va bastante bien a los dueños de los locales, me soltó, yo le rebatí que puede ser un peligro para la salud estar con alguien que no conoces.
– Si quieres me presento, bromeó, se me estaba insinuando, habíamos bebido bastante, yo que veía peligrar mi matrimonio le solté un tajante
– Vale la pena que lo dejes. En ese momento regresaron los dos del baño.
Yo creía que las dos amigas se habían contado todas las intimidades pero Isa le había ocultado hasta la fecha lo satisfecha que estaba con José, seguramente, para no menospreciarme.
Ella estuvo unos días machacándome con la idea de hacer un intercambio, al final yo me mosqueé con ella, nos gritamos, ella me pellizcó como siempre y ya no me ha insinuado nada más.
Las dos se juntan todas las semanas en casa de Isa, toman café, hablan, se van de compras o nos ponen a parir, casi seguro que sí.
Con un hasta la noche cariño y un beso se despide de mí y va a ver a su amiga o al menos eso creía yo, lo cierto es que este miércoles regresó más tarde de lo normal y no había comprado nada.
Yo ya estaba un poco inquieto por su tardanza, ese día se duchó, cenamos y yo me acosté bastante pronto, ella se quedó viendo una película mientras que yo la esperaba ansioso, cuando llegó yo aún estaba despierto , esperándola, no quiso hacer el amor conmigo porque se le había adelantado la regla y me compensó con una fantástica mamadita. Dormí como un niño.
El sábado por la mañana en el partido, los compañeros se interesaron por la salud de la suegra de José, yo me sorprendí al no saber nada del tema, la habían operado de apendicitis hacía cinco días. Me extrañó que Dulce no me lo contara, con lo amigas que son. No es que quiera pensar mal pero, al pasar los días y al volverle a bajar la regla, se confirmó mi sospecha. Dulce se había acostado con José el miércoles y llegó la muy guarra dolorida por el trabucazo que éste le metió. Por eso sangró un poco y estuvo reacia en mantener relaciones unos cuantos días.
Yo le solté alguna indirecta que otra y ella se mosqueó conmigo y como venganza quedó con unas amigas para salir esa noche, yo que no quería ser menos y quedé con los solteros de mi cuadrilla, fuimos al restaurante de siempre y yo, por supuesto a ver a Mikaela.
Ella se acercó a mí para tomar nota, era al único que conocía.
– ¿Qué quieren cenar, ya lo saben? Nos preguntó amablemente, yo la mire, le miré el escote y le dije –Lo que yo quiero no lo puedo decir aquí, ella sonrió y nos tomó la nota. Ya hacía tiempo que no nos juntábamos, nos reímos un rato recordando aventuritas de cuando éramos chavales, todos bebimos más de la cuenta.
Me levanté a pagar la cuenta y en el platito había un papelito doblado que yo cogí con disimulo.
Si quieres postres te espero a las 2 en mi casa
Mikaela
A la una de la noche terminó su trabajo y salió con una tal Nayma, pero ella se lo ha cambiado a Mari, una polonesa, me parece, no muy alta, flaquita, con el pelo rubio y corto. En otras circunstancias yo no me lo hubiera ni planteado, pero estaba un poco depre y bebido, así que me despedí de mis amigos con la excusa de que estaba mareado, luego me acerque a su piso, toqué el timbre, Mikaela me abrió , al entrar vi a las dos en el hall, con unos saltos de cama de tul fino y transparente con ribete de encaje a tono, Mikaela de color negro que dejaban entrever sus ansiados pechos y Mari lo llevaba de color rojo, mostrando así su delgado cuerpo, las dos llevaban tanguitas a juego con su color. Mikaela me cogió del cuello con firmeza y me pasó la lengua por los labios.
Me obligó a desnudarme rápidamente, las dos me miraban y se reían, yo así lo hice. Me llevaron a la cama, yo estaba sorprendido y excitado, queremos jugar contigo dijo Mari y ella me ató a la cama con unas cuerdas blancas de macramé y se sentó la flaca encima de mi cara; de frente me pidió que le lamiese el chumino, me costaba respirar, pero ella insistía en que le metiese la lengua, que hiciera círculos, chupa, chupa…decía hasta que quedó satisfecha, mientras me la meneaba muy despacio, retiraba el prepucio al máximo para luego volver a cubrir el glande , muy lentamente pero con firmeza, casi me da algo. Luego se sentó Mikaela encima de mi cara dándome la espalda, notaba su peso, su sexo, su olor, su humedad y me obligó a lamerle también la concha. Con un ya sabes lo que tienes que hacer. Mientras que me embriagaba con sus jugos, Mari montó encima de mi pene erecto, Mikaela se giró y las dos se miraron una frente la otra, rozando los pechos con los de su compañera, me corrí dentro de ella, yo no quería, o hubiera querido hacerlo dentro.
Mikaela llegó al final y se retiró; fue cuando Mari me obligó a que me bebiese mis propios fluidos al tiempo que Mikaela se bañaba. Yo no lo deseaba pero me tapaba la nariz para que abriese la boca. Me dejaron atado a la cama mientras que las dos se bañaban y yo recordaba la película Una Habitación en Roma.
Estamos buscando un macho a quien dominar y que nos de placer, quieres ser tú el que elijamos, piensa bien la oferta. Echaron la ropa mía a la escalera y me desataron, suerte que a las cinco del mañana no pasan vecinos. Lo de hoy no ha sido nada para lo que te espera…
Meditaré dejar a mi esposa o acostarme en secreto con dos bisexuales con tendencia al bondage…
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