Buscando soluciones - II

Un lamentable accidente dejó al protagonista de esta historia con una disfunción que le hizo buscar alternativas para su propio placer. En esta segunda y última parte, a pesar de todo, prefiere su nueva vida.

En un relato anterior (http://www.todorelatos.com/relato/118630/), conté como fue mi iniciación con una travesti y los motivos que me llevaron a probar el tercer sexo. Diría que no me quedaba otra opción. Para entender este relato debéis leer el anterior.

Después de mi primer encuentro con Koral tardé casi un mes en volver a visitarla. De nuevo salí más que satisfecho y plenamente consciente de que el sexo con una travesti era lo que más me podía hacer disfrutar.

Mi siguiente visita no fue a Koral sino a otra scort, pero la implicación de ella no fue la misma, y decidí que volvería a visitar a Koral la próxima vez.

Las visitas cada vez eran más frecuentes. Al principio una vez cada dos semanas, después pasé a visitarla una vez a la semana hasta que hubo semanas en las que había más de una visita. En concreto, cada vez que mi mujer, Merche, por temas de trabajo tenía que salir de la ciudad.

Las relaciones con mi mujer a nivel sexual ya eran inexistentes pero a nivel afectivo iban cada vez a peor. Las discusiones eran más frecuentes y el tono de ellas más subido. De hecho, llegó un momento en el cual lo único que nos decíamos era poco más que hola y adiós.

En esta situación, alguien menos tradicional ya se hubiera divorciado, pero como conté, mi mujer era muy tradicional al respecto y no veía bien esa solución, por lo que no quedaba más remedio que convivir aparentando ser un feliz matrimonio en ciertas ocasiones. Yo por mi parte no podía tomar la decisión pues su familia tenía bastante dinero invertido en mi empresa y nos podrían hacer la vida imposible a mi socio Javier y a mi.

Como contaba, tanta visita a Koral hizo que cogiera cierta confianza con ella y lo que es más importante, ella conmigo. Aunque le pagaba las visitas, el tiempo que pasábamos juntos era siempre bastante más de lo que el precio marcaba y se solía terminar cuando algún otro cliente la llamaba.

Yo entonces me iba de casa de Koral bastante jodido. Me estaba deslizando peligrosamente por caminos que se apartaban de lo puramente sexual y era consciente de ello, y aún así, no hacía nada por evitarlo.

Un día, invité a Koral a cenar y aceptó. La verdad es que lo pasamos estupendamente ya que tras la cena nos fuimos a bailar a un pub y para rematar la noche, terminé en su casa con su polla en mi culo. Ese fue el primer día que no pagué por follar con ella y quizás eso me envalentonó y la pregunté qué opinaba de mi.

Su respuesta me dejó más bien frío. Si bien me consideraba un amigo, me dejó muy claro que era un cliente más y que con otros varios clientes la relación era como conmigo. Hizo un inciso que me molestó, y es que termino la frase diciendo que con los otros clientes no era exactamente igual que conmigo, ya que ellos si que la follaban, cosa que yo no podía.

A partir de entonces, mis visitas fueron como cliente exclusivamente, o sea, una vez echado el polvo me iba. Busqué mientras otras alternativas y pude probar de todo, alguna chica maravillosa y alguna que era un fiasco.

A una de ellas volví de nuevo a visitarla y de nuevo la experiencia fue buena, tanto como con Koral, a la cual seguía visitando ya con menos frecuencia.

Por fin decidí centrarme en Jeanette, que así se llamaba. De tez morena, 1,75 de altura y ojos claros, cuando estaba desnuda era realmente impresionante. Sus tetas al tacto eran muy suaves (no parecían de silicona) y su polla de 23cm me apasionaba.

De nuevo incrementé, tal y como hice con Koral en tiempos, el ritmo de visitas. Ya me daba igual que mi mujer estuviera o no de viaje, así que tras poco tiempo era asiduo a Jeanette. Eso si, esta vez había tomado precauciones a la hora de considerar algo más allá que el sexo.

Y cuando todo iba de perlas Jeanette me comunicó un día que se iba de la ciudad. Yo me quedé descolocado por completo ya que estaba bastante a gusto con ella. El motivo era puramente económico, ya que con la crisis apenas tenía clientela últimamente y la costaba llegar a final de mes, según me decía.

Por contra, mi empresa iba viento en popa, facturando cada día más y haciéndome cada vez más rico. El problema era que mis suegros seguían teniendo parte de ella, por lo que no podía ser del todo libre y divorciarme a riesgo de truncar el éxito de la misma.

Así pues, en un arranque de locura, pregunté a Jeanette cuanto pediría por trabajar para mí en exclusiva. Yo era sabedor de que era de los pocos clientes que tenía y casi con seguridad, el que más la pagaba. La cantidad de dinero que me dijo estaba incluso por debajo de lo que yo tenía pensado. Sólo quedaba saber de qué trabajaría supuestamente.

Como le dije que trabajaría para mí por una cifra algo superior a lo que ella me había dicho se lanzó a besarme. Sus manos abrazaban mi cuello mientras su boca devoraba mi cara y su cuerpo se frotaba contra el mio. Notar sus curvas contra mí hizo que me excitase y en ese momento desease tener sexo con ella, es decir, ser follado.

  • Celebramos tu contrato con un buen polvo? -pregunté.

  • Claro que si -respondió llena de gozo.

En cosa de un minuto estábamos los dos completamente desnudos tumbados sobre la cama besándonos como verdaderos amantes. Mis manos entonces se dirigieron a su herramienta que ya estaba perfectamente empalmada.

  • Dame tu culo, quiero estar dentro de ti ahora mismo -me dijo.

Yo me volteé y dejé mi entrada abierta para ella, que tras apartarse para ponerse un condón se acercó a mí y comenzó a poner su capullo en mi entrada trasera.

A pesar de que no era nuevo en estas lides, normalmente requería un poco de dilatación. Pero esta vez Jeanette quería encularme lo antes posible así que presionando contra mi ano poco a poco fue entrando. Notaba molestias, si, pero las palabras dulces de Jeanette conseguían que me calmase y me abriese mejor.

Tras varios minutos la polla de Jeanette era dueña y señora de mi culo y me estaba comenzando a dar placer. Antes siquiera de que yo tuviera las ya habituales oleadas que me hacían llegar a lo más parecido al orgasmo que había vivido tras el accidente, noté como ella gemía como una gatita al tiempo que se convulsionaba.

La cabrona se estaba corriendo y yo me había quedado a medias, aunque todo se lo perdoné cuando, al salir de mi, fue hacia mí boca y tras un beso de película me dio las gracias.

  • Gracias? por que? -pregunté.

  • Ya sabes, por querer cuidar de mí.

  • Bueno, sólo ha sido una celebración, no?

  • No, no ha sido un polvo más con un cliente. Realmente te he deseado. Te he follado por placer mio.

Yo me quede cariacontecido. La verdad, no sabía de que iba la cosa. Imaginé que el contrato la permitía seguir aquí y no tendría que volver a su ciudad de origen, con los malos recuerdos que, supuse, tendría.

La abracé y ella se acurrucó entre mis brazos. Volvió de nuevo a besarme pero esta vez los besos eran suaves cálidos. Se la notaba contenta y así la dejé estar un rato.

Pero yo aún no había alcanzado los momentos de placer que solía, así que, llamadme egoísta si queréis, pero la pedí que de nuevo me follase, que me follase como si fuera su amante.

  • Claro, mi amor -me dijo- eso es lo que somos, no?

En cierto sentido era verdad, ya que yo la mantendría para mi disfrute.

Con mi boca fui bajando y buscando su polla para ponerla a tono. Pasé mi lengua por su capullo como el que chupa un helado. Bajaba hasta sus huevos metiéndomelos en la boca al tiempo que con mi mano jugueteaba con su polla. Tardó poco en tenerla de nuevo enhiesta.

Jeanette desplazó su cuerpo y se colocó de forma que pudiéramos hacer un 69. Hasta ahora había rehuido que me tocasen mis polla, y menos que me la comiesen, ya que era consciente que no se levantaría y me causaría ansiedad. Pero esta vez la dejé hacer. Mientras yo degustaba su polla ella comenzó a chupar mis huevos. De ahí pasó a mi pene que seguía como muerto y lo metió en su boca. Yo apenas sentía el contacto de su lengua hasta que de pronto comencé a notar como en mi pene estaba pasando algo... Lo que sentía iba más allá del mero contacto. Estaba sintiendo placer!!!.

Yo casi dejé de comer su polla pero ella se dedicó a succionar y lamerme al tiempo que mi pene parecía tomar cierta consistencia.

No me lo podía creer. Mi polla, después de tres años parecía responder. Me hubiera gustado verlo pero temía deshacer la magia. De nuevo me comí su polla y ella se aplicaba con más afán a la mía, que lentamente iba tomando forma.

Deslizó uno de sus dedos hacia mi ano y con una leve presión lo introdujo dentro de mí. Sentí, como otras veces, una chispa de placer que como efecto secundario hizo que mi pene, por fin tras años de inactividad, se levantase ya por completo.

Jeanette chupaba como si en ello le fuese la vida y a mí me venían sensaciones casi olvidadas. Agarró mi polla con una de sus manos mientras se deleitaba con mi capullo, o más bien, al revés, ya que tras un par de minutos no pude más y la avisé de que me iba a correr. Ella se metió de un golpe mi polla en su boca y succionaba todo lo fuerte que podía.

De pronto me vino el orgasmo. Dios! cuanto tiempo lo había deseado. Descargué muy poco semen pero Jeanette relamía mi polla como si hubiera sido una corrida enorme.

Se separó un poco de mí para que pudiera ver su cara y con la mejor de sus sonrisas me dijo:

  • Vaya, parece que te has curado, eh?

Yo estaba henchido de satisfacción. Por fin volvía mi hombría, y todo gracias a Jeanette, que como la amante perfecta vino a abrazarme para disfrutar juntos de ese momento.

Miramos al reloj y eran las 8 de la tarde.

  • Te parece si salimos a cenar y hablamos de los términos de tu contrato? -pregunté-

  • Si, me encantaría. Nos duchamos juntos?

En la ducha no dejamos de manosearnos. Por desgracia, mi pene no volvió a ponerse a tono, pero aún así estaba contento. Sabía que si una vez se había empalmado otras veces podría hacerlo.

Salimos y fuimos a un restaurante bastante lujosos y caro. Jeanette vestía con una falda de tubo negra y una blusa rosa que la marcaba perfectamente sus curvas, tanto que al ir desde la entrada hasta nuestra mesa puede comprobar como varios clientes se la comían con los ojos.

Pedimos los platos y la expliqué lo que quería.

  • Mira -dije-, lo que quiero es, como te dije, que dejes de atender a clientes y te dediques a mi. Yo seré el único cliente. Si quieres cambiar de casa (compartía piso con otra scort) yo te ayudaré para pagarla, por eso no te preocupes.

  • Gracias. Si, la verdad es que me sentiría incómoda con los clientes allí. Me recuerdan lo que he sido.

  • Si tu quieres, no tendrás que volver a trabajar en eso.

  • Y que tengo que hacer exactamente? -preguntó- ¿Sólo acostarme contigo?

  • Bueno... había pensado en que si no tienes inconveniente me podrías ayudar cuando me tenga que comprar ropa o cosas por el estilo.

  • Siii! estaré encantada de hacerlo. Pero eso prefiero hacerlo como amiga, no como trabajo.

Me estuvo comentando que antes de su transformación había estudiado para secretaria en su país, y que, de verdad, quería hacer un trabajo, aunque ella y yo supiésemos que parte del contrato era el sexo conmigo, así que quedamos en que sería mi secretaria personal.

Ahora, la cuestión era como comentárselo a mi socio Javier ya que ambos compartíamos secretaria.

Pasaron varios días durante los cuales Jeanette y yo buscamos un apartamento para que se mudase. Tuvo que cambiar de móvil ya que la seguían llamando, sobre todo para preguntar y para cachondearse.

En uno de estos días Jeanette me pidió un favor, y era que si no me importaba que estuviera con un viejo cliente que la había pedido una última cita y le tenía cierto aprecio. Dada su insistencia tuve que aceptar, ya que no quería que estuviera por obligación conmigo y yo no creía sentir nada por ella.

El caso es que el tiempo que estuvo con su cliente en su antigua casa yo lo pasé mal. Me sentía como un cornudo y la verdad, no me gustó la cosa.

Yo, por mi parte, anuncié a Javier que había contratado a una secretaria para mí. El podía utilizar los servicios de Carmen, la secretaria que antes compartíamos. En un principio pareció molestarse pero después, en su despacho me preguntó:

  • No me digas que ya ha vuelto a funcionar... bueno, ya sabes?

  • Pues un día... espera! ¿A tí que coño te importa? -contesté malhumorado.

  • Joder, Toño, si no supiera lo que te pasa, cantaría mucho que quieres contratar a una amante.

  • Pues no -dije-, ya sabes que no puedo... eso, coño, que no es por eso.

  • Vale, vale... como tú veas -dijo Javier zanjando la conversación.

Me reuní con Carmen para contarle que tendría una compañera. Ella trabajaría con Javier y la nueva compañera trabajaría conmigo, pero tendría que pasar un periodo de aprendizaje y ella podría ayudarla. Conté que era un favor que debía a un viejo amigo, por lo que la contraté a pesar de no tener mucha experiencia.

Carmen puso al día a Jeanette y en unas semanas ya estaba funcionando al 100% y desempeñaba su trabajo perfectamente.

Jeanette se convirtió en acompañante asidua cuando, por motivos de trabajo, debía viajar. Javier a estas alturas ya tenía certeza absoluta que yo me lo estaba haciendo con ella, aunque yo, por los motivos que he expuesto antes debía mantener en secreto todo. Por mi parte, estaba cada vez más acostumbrado a su compañía.

En uno de estos viajes, concretamente a París, ciudad que yo conocía perfectamente pero Jeanette no, nos dedicamos a los típicos recorridos para los turistas y por la noche, ya en el hotel, aunque cansado, mi idea era follar como locos.

  • Es tan romántica esta ciudad, verdad? -dijo Jeanette asomada al balcón de nuestra habitación desde donde, a lo lejos, veíamos la torre Eiffel.

  • Bueno, -contesté- es lo que dicen.

  • Te cuento un sueño? - me preguntó.

  • Dispara...

  • Es solo un sueño, vale? - dijo intentando tranquilizarme.

  • Me gustaría pasar aquí mi noche de bodas.

  • Comooo?? -pregunté exclamando.

Jeanette me abrazó y me dio un beso muy tierno.

  • Ya te digo que es solo un sueño, y en ese sueño, eres tú el que me acompaña en la habitación.

Vamos, que me estaba diciendo que me casase con ella. Me quedé de piedra, paralizado.

  • Tranquilízate, es solo una fantasía que sé que no se puede cumplir -decía mientras su mano se paseaba por mi paquete.

  • Lo que sí que se va a cumplir es el polvo que vamos a echar -prosiguió.

Sus manos paseaban por mi cuerpo que seguía aún paralizado ya que de mi mente no se iba la palabra 'boda'.

Mientras los labios de Jeanette recorrían mi cuello sus manos me iban desabrochando el pantalón dejando mi paquete al aire. Poco a poco fue bajando hasta que su lengua chupeteó mi pene. Sus labios lo envolvieron y su mano sobaba mis testículos llegando en ocasiones a tocar mi ano. Yo seguía paralizado viendo el paisaje urbano de París mientras disfrutaba de la mamada que me estaba proporcionando a mí aun flácida polla.

Jeanette no desesperaba y siguió durante varios minutos succionando mi pene hasta que por fin comenzó a reaccionar aunque tímidamente. Un rato después obtuvo su premio ya que mi erección era casi completa. Aún así, siguió comiéndose mi polla.

  • Quiero que me la metas -me susurró.

Ufff!!! menuda responsabilidad. Hacía poco que había recuperado cierta funcionalidad de mi polla pero nunca aún había intentado taladrar el culo de Jeanette.

  • No sé si podré -respondí.

  • Te la voy a seguir chupando hasta que la tengas de piedra -dijo.

Varios minutos después, la verdad es que la consistencia de mi polla era bastante dura. Jeanette se separó de mí y de un movimiento se subió la falda y bajó su tanga, dejando su culo expuesto para mí.

  • Sin miedo, cariño, no me va a doler -me dijo.

Apunté a su ano y empujé fuerte. De este primer empujón parte de mi polla se enterró en su culo. Otros dos empujones más y la mitad de ella había entrado. Por otra parte percibí cierto dolor de Jeanette, pero si me paraba podía echar a perder la erección.

Sentir mi polla dentro de un agujero tan prieto hizo que me excitase bastante. Me moví entonces alante y atrás varias veces y eso no hacía más que mi excitación creciera. Estaba viviendo algo de lo que casi ni me acordaba y de solo pensar eso se me vino encima el orgasmo. Apenas me había enterado.

Naturalmente estaba satisfecho. Después de tanto tiempo por fin había sido yo el que follaba. Pero... todo había sido tan breve...

Jeanette se dio cuenta y me abrazó deshaciéndose en halagos hacia mí. Eran mentiras piadosas, ya que si de algo se había sentido era dolor, no la había dado tiempo a más.

  • Ahora me toca a mí -dijo divertida.

Se desnudó e hizo lo mismo conmigo. Cogió mi mano y la llevó a su polla que tras un pequeño masaje comenzó a coger forma. Por mi parte, ya casi me había olvidado del breve polvo y aunque me conjurara a mí mismo que los próximos serían mejores, en ese momento me dispuse a disfrutar de mi otro órgano sexual.

Cuando me agaché para saborear la polla de Jeanete ésta ya estaba completamente enhiesta.

-Hummm -gemía Jeanette- que bien me la chupas!

Esto me animaba a seguir metiéndome su polla más adentro y ella comenzó a moverse hasta que literalmente me estaba follando la boca mientras me sujetaba con ambas manos la cabeza.

Permanecimos así como diez minutos hasta que me pidió que me acostase. Me quería follar, y yo no esperaba otra cosa.

Me tumbé en la cama y situándose ella frente a mí, subió mis piernas a sus hombros y apuntó con su polla a la entrada de mi culo. Presionó levemente y su capullo empezó a abrirse paso en mí. Con movimientos leves, pero constantes, fue introduciéndome más dentro su polla hasta que no cabía más. Esperó como estaba un rato y comenzó a bombearme. Sus movimientos iban aumentando a la par que mi excitación. Mi pene, al que nadie había invitado a la fiesta, comenzó a ponerse a tono.

Ella lo agarró y comenzó a masturbarme al ritmo de sus embestidas.

  • Joder... así, así -gemía yo.

  • Te gusta? Pues a mí ni te cuento -contestaba Jeanette socarrona.

Estuvimos así unos 10 minutos, más o menos hasta que no pude más y estallé en una corrida como jamás había tenido. De veras no recordaba tal cantidad de semen y con tanta fuerza. De hecho los primeros lefazos fueron a parar a la cara de Jeanette que los saboreaba al tiempo que me taladraba con más fuerza aún.

  • Quiero seguir petándote el culo! - exclamaba.

  • Dame fuerte! párteme en dos -gemía yo, que aún estaba excitadísimo.

  • Cabrón -me decía- si aún estas empalmado.

Y era cierto. No sólo me había corrido como nunca, sino que tras correrme seguía con la polla a cien. Jeanette de nuevo la cogió con su mano y siguió masturbándome al ritmo de sus cada vez más fuertes embestidas.

  • Joder... voy a correrme! -exclamó.

  • No, espera, sigue dándome -contesté, consciente de que estaba ante una nueva corrida.

Como pudo aguantó un par de minutos hasta que por fin se corrió entre grandes espasmos. Noté como me bañaba el interior y hasta rebosaba hacia fuera según seguía moviéndose. Yo no esperé más y de nuevo me corrí soltando unos cuantos latigazos de semen, aunque no tan abundantes como antes.

Caímos los dos rendidos fundiéndonos en un abrazo y besos, completamente empapados en sudor y nuestros fluidos.

  • Joder, lo he pasado como nunca - dije.

  • Me crees si te digo que yo también? - contestó Jeanette.

  • Ehhh? - exclame extrañado- En serio lo dices?

  • Me imaginaba viviendo el sueño que te decía y no sé, lo he sentido como nunca.

Yo me quedé callado, no queriendo estropear el momento mágico que supuse que estaría viviendo ella. Por otra parte, aunque tuviera recuperada mi virilidad al 100% no volvería con mi mujer y preferiría disfrutarla con Jeanette.

Al día siguiente tras varias reuniones volvimos a nuestra ciudad.

Un mes después, tras la noticia de que las gestiones en Paris nos abrían lineas de negocio nuevas en las que el capital de la familia de mi mujer nada tenía que ver, pedí el divorcio y me mudé a vivir con Jeanette.

En la familia de Merche (mi ex ya) esto fue un auténtico terremoto del cual nuestra empresa no se salvó, pero como he dicho, nos afectó en poco ya que Javier y yo teníamos previsto este extremo y con las nuevas lineas de producción el porcentaje de mis ex-suegros era ya muy minoritario.

Desde entonces, entre mis amistades ya todos conocen a mi nueva "mujer", aunque sólo yo conozco, y disfruto, su secreto.