Buscando soluciones - I

Un lamentable accidente dejó al protagonista de esta historia con una disfunción que le hizo buscar alternativas para su propio placer.

La historia que a continuación os cuento es algo que comenzó hace ya unos años cuando, debido a un accidente de tráfico, perdí temporalmente la movilidad de cintura para abajo. En ese momento yo contaba con 32 años.

Tras la intervención quirúrgica los doctores que me trataban me dieron pocas esperanzas de que algún día recuperase la movilidad completa, pero gracias a mi excelente estado de salud previo y a que siempre me he cuidado bastante la recuperación avanzaba mas rápido de lo previsto, no sin poner de mi parte todo el esfuerzo.

Un mes mas tarde había vuelto a andar con aparente normalidad, aunque en mi trabajo seguía de baja dado que aún no tenía control sobre mis esfínteres, por lo que debía llevar pañales puestos. Poco a poco fui recobrando el control de los mismos y el día que pude salir a la calle sin miedo a orinarme encima fue uno de los días mas felices que recuerdo.

Con todo este panorama, las relaciones sexuales era algo que no me había preocupado, ni a mi ni a mi mujer. Pero una vez recuperado casi por completo comenzamos a esperar ansiosos lo último que me quedaba por recuperar, es decir, el poder tener una erección y así, tener sexo con mi mujer.

Mi mujer era de una educación muy conservadora por lo que las primeras veces que había tratado de masturbarla, y así tener el poco sexo que yo podía, se había mostrado reacia. Poco a poco iba cediendo ya que, supongo, la necesidad la acuciaba. Pero cuando estábamos a la espera de poder tener sexo normal ya se cerró en banda a los juegos que nos traíamos con el pretexto de que faltaba poco para poder hacer el amor.

Pero, desgraciadamente, lo que deseábamos se retrasaba mas de la cuenta, tanto que de nuevo consintió en que nuestro sexo consistiese en masturbarla. Por mi parte, yo me excitaba, y mucho, pero mi pene no respondía en absoluto.

En otro orden de cosas ya había vuelto a mi trabajo y a excepción del tema sexual hacia vida plenamente normal.

Nos pusimos en manos de prestigiosos médicos que tras pruebas, tratamientos y demás poco pudieron hacer, mas que recomendarnos alguna clínica extranjera muy prestigiosa a la cual acudimos. El veredicto fue, desgraciadamente, el mismo.

No me quedaba mas remedio que resignarme y debido a ésto caí en una depresión bastante profunda que me tuvo otras pocas semanas apartado del trabajo. Tanta ausencia hizo que perdiera la confianza de los superiores (yo estaba en un cargo alto) y que no me quedase otra alternativa que irme. Siempre había tenido buenas ideas así que me decidí a crear una empresa por mi cuenta. En todos estos trances estuvo Javier a mi lado, un buen compañero y amigo, que se animó a unirse a mi en la aventura empresarial.

Por suerte, mi nueva empresa iba bien y me absorbía todo mi tiempo y mi mente, con lo que un año después de la depresión no quedaba nada y había asumido, como algo normal que no volvería a tener sexo. En casa, mi mujer lo había asumido también y todo parecía marchar normal, aunque las noches de sexo eran noches de masturbación, sin más. Por mi parte tenía cierto placer en aguantar al máximo las ganas de orinar para en el momento de hacerlo sentir algo que en mi mente, cada vez mas, se asemejaba al orgasmo.

Un día que salí a comer con Javier, mi socio y amigo, bebimos mas de la cuenta y de camino a la empresa íbamos charlando y haciendo chistes sobre mi impotencia. A esas alturas yo lo tenía asumido y Javier era conocedor de todo.

Casi en la puerta, Javier se paró frente a mi y con un semblante serio me dijo:

  • Toño, creo que tengo la solución.

Últimamente estábamos enfrascados en el desarrollo de un producto nuevo y pensé que se refería a eso, pero no sabía exactamente de que parte del proyecto hablaba.

  • La solución de qué? -pregunté.

  • De que va a ser? De lo tuyo, picha-floja!

  • De lo mio?? -ahora si que estaba intrigado de verdad.

  • Si, a ver, como te lo digo... -dudó un momento y después continuó-. Los gays se lo pasan pipa recibiendo por detrás, supongo, no?

  • Que quieres decir?? -le pregunté muy serio.

  • No seas malpensado! joder! me refiero a que tu solo o Merche (mi mujer) probéis a ver si así sientes algo.

  • Vamos, ni de coña! Que te has creído?

  • Joder! solo era una idea -dijo con una sonrisa conciliadora.

  • Pues olvidalo. Yo no soy así, tío. -dije cerrando el tema y algo molesto.

Pero a los pocos días me dio por pensar en lo que me había dicho Javier. ¿Y si de esa forma sentía algo? Los gays lo hacen y no parece disgustarles. Por otra parte, si de algo estaba seguro era de que mi mujer no se prestaría a eso jamás. Si me había costado que la masturbase no iba a aceptar jamás que nada ni nadie profanase mi ano.

Al día siguiente en la ducha deslicé un dedo hacia mi ano y lo pasé alrededor del mismo. Sentía vergüenza de mi mismo pero, inesperadamente, comenzó una sensación placentera que me pareció maravillosa después de casi dos años de no tener el mas mínimo placer corporal.

Conforme pasaba el tiempo, durante los días en los que disponía de tiempo para una ducha algo mas larga fui probando primero a meter algo del dedo, después el dedo entero. A un dedo le siguió otro, y a estos dos, otro mas. Era sin duda mi momento de masturbación que, debido a los prejuicios de mi mujer, debía de mantener oculto.

Aprovechaba las ausencias por trabajo de Merche para jugar en casa, y ya fuera de la ducha, con todo aquello que pudiera asemejarse a un pene y cada vez los calibres eran mayores, aunque todo esto sin llegar al grosor de lo que un día fue mi pene.

Pensé entonces en comprar un consolador, pero de descubrirlo mi mujer me hubiera costado la separación.

Las relación con mi mujer iba tensándose cada vez mas. El sexo, tal y como lo teníamos, fue desapareciendo. A veces albergaba la duda de que ella tuviera un amante que le diera lo que yo ya no era capaz y así se lo planteé un día. Ella se ofuscó pero, creo, más por que yo dudase de ella que por otra cosa.

Traté de tranquilizarla dándola a entender que de ser así lo consentiría, pero me achacó que dudase de su integridad.

En fin, que a partir de ese día me quedaba claro que pasaríamos a ser como dos hermanos en casa.

Si ella no buscaba la forma de satisfacerse sexualmente, yo si que lo hacía y seguía jugando regularmente con mi ano a cada viaje de trabajo que ella tenía.

Alguna vez pasó por mi mente el tener sexo con un hombre y sentir un pene de verdad. Por lo que había leído, la diferencia con mis juguetes era importante, pero no me atrevía a dar el paso ya que rechazaba el contacto, mas allá de un apretón de manos, con un hombre.

Un día me llegó al correo electrónico entre varias chorradas procedentes de un grupo de amigos un correo con un juego donde se mostraban fotos de mujeres y se trataba de adivinar cuales lo eran y cuales no. No dí ni una. Las mas bellas, al mirarlas de cuerpo entero, resultaron tener un pene tan largo como el mio o mayor.

Se me encendió una luz!!! Esas mujeres, u hombres o lo que fueran, eran el ser perfecto para mi: Un bello cuerpo de mujer y una polla que me diera placer.

Como un niño travieso que hace lo que no debe, comencé a ver páginas con fotografías de transexuales en internet. Cada día me excitaban mas y fantaseaba, cuando me masturbaba, que su pene era el que tenía dentro de mi.

¿Y por que no hacer realidad esa fantasía?, me dije.

Un día que estaba solo comencé a navegar por páginas de travestis de pago buscando la candidata perfecta para mi estreno y entre varias con un aspecto impresionante elegí a Koral, una travesti brasileña de unos 20 años (eso decía) y con un pene de 20 cm, según decía en el anuncio. Llamé al teléfono que indicaba y quedé en pasarme por el domicilio que me indicó en una hora aproximadamente, ya que prefería darme una ducha previamente en casa y tardaría como media hora en llegar.

Ya en el coche iba poniéndome cada vez mas nervioso hasta que llegué a la puerta de Koral y el cosquilleo en el estómago casi me impedía llamar al portero automático. Me armé de valor y llamé. Koral me indicó su piso y entré. Los dos pisos que subí a pié, por no esperar el ascensor, me dejaron sin resuello, no tanto por subir sino por el estado nervioso en el que estaba. Por fin subí y pude ver su puerta entreabierta. Pasé sin llamar, como me había dicho y nada mas traspasar el umbral giré mi cabeza para ver que detrás de la puerta se escondía Koral, una mujer impresionante, de aproximadamente 1.80 y con un cuerpo de infarto. Llevaba, sobre unas botas de tacón altísimo, una minifalda muy corta y un top ajustado que le hacía unas tetas impactantes. Su cara no no delataba en absoluto lo que se escondía entre sus piernas y de hecho, durante un instante dudé de que tuviera lo que había venido a buscar.

Si bien su edad superaba los 20 años que decía, sus, a ojo, 30 años los llevaba de maravilla.

Me hizo pasar a una habitación pequeña, pero correcta, con demasiados tonos rosados para mi gusto. Me aprisionó contra una pared y su mano se dirigió a mi paquete, sobándolo a placer.

  • ¿Qué es lo que quieres hacer? - me dijo.

Con mas vergüenza que otra cosa le expliqué lo de mi accidente, tratando de excusarme por que no se me pusiera la polla erecta y la dije que iba para hacer de pasivo.

Sin preguntar mas, ella me dijo su tarifa, saqué de mi cartera el dinero que llevaba ya previsto y se marchó de la habitación diciéndome que me desnudara.

Pasado un rato pequeño vino y me regaló una sonrisa que me dio algo de tranquilidad. Me abrazó y buscó mi cuello para besarme. Yo aún seguía rígido así que mientras ella me iba acariciando trataba de calmarme diciéndome que me relajara. Sentía su pecho contra el mio. Sin duda era operado ya que estaba durísimo. Mis manos entonces comenzaron a ponerse en situación y abrazaron su trasero, duro como una roca debido, seguramente, a largas horas en gimnasio.

Subí su falda y pude palpar mejor su suave y blanca piel, que me costaba diferenciar de la de una mujer biológica.

Tras este magreo ella se separó un poco de mi para soltarse su falda, que cayó por gravedad y quitarse el top. Ante mi aparecieron dos preciosas tetas que no tardé en acariciar. Es cierto que la consistencia era demasiado firme, no obstante eran bonitas y sus sonrojados pezones eran tal y como me gustan, chiquitos y puntiagudos.

Me agaché para con mi boca poder lamérselas y en esa posición me mantuve un rato hasta que empece a notar como me empujaba hacia abajo.

Era cierto. Había ido buscando una polla y no me había percatado de que estaba ahí. Me incorporé y mirándola a los ojos llevé mi mano a su paquete, oculto tras un tanga negro. Tenía una buena polla, ya que estando morcillona abultaba lo suficiente como para ser mayor que lo que un día fue la mía. O bien Koral tenía la habilidad de empalmarse a la primera o es que la estaba acariciando bien, porque en poco rato su aparato llenaba el tanga e incluso la punta luchaba por salir.

Con un rápido movimiento se deshizo de su tanga que cayó al suelo y como un resorte se liberó su pedazo de polla. No mentía en el anuncio! Eso medía los 20 cm que decía, si no más, y me apuntaba directamente. Con mi mano fui a cogerla.

Era la primera vez en mi vida que tocaba una polla distinta de la mía y en fin, me pareció de un tacto muy agradable. Deslicé mis manos hacia sus testículos y pude manosearlos y al tiempo comprobar que estaba totalmente depilada.

Como hipnotizado fui descendiendo hasta arrodillarme. Su capullo quedó a escasos centímetros de mi boca, la cual abrí para recibir su pene. Deslizaba mi lengua en torno a ese tronco de carne que me estaba comiendo al tiempo que iba profundizando mas aun la mamada hasta que llegué al punto de no poder seguir sin asfixiarme. Me retiré y de nuevo volví a metérmela.

Cuando llegué no estaba en mis planes comerme una polla pero se ve que me metí en el papel sin apenas darme cuenta.

Una de sus manos me acariciaba la cara mientras la otra, tras de mi cabeza me empujaba a comerme mas aún su polla. Ella empezaba a marcarme el ritmo mientras me decía que se la comiese mas.

En un momento me dijo:

  • Abre mas la boca, puta, que me estas dando con los dientes.

Ufff! Verme tratado así hizo que me pusiese muy caliente. Abrí la boca lo que pude y me apliqué a mamar hasta que me dijo que me quería follar.

Me quedé un poco paralizado ya que, aunque era a lo que había venido, me entró un poco de inseguridad. Cuando yo mismo me masturbaba controlaba para no hacerme daño, pero ¿y si Koral no tenía ese cuidado?

  • Con cuidado, por favor, no quiero que me hagas daño -decía mientras me iba poniendo en cuatro, según me había indicado.

  • No te preocupes. Relájate y déjame hacer. Vas a ver como no te duele.

  • Eso espero -dije susurrando.

Se colocó tras de mi y noté como se estaba embadurnando su polla de lubricante. Sentí algo frio en mi ano cuando me lubricó a mi. Un dedo suyo se deslizó dentro de mi ano y me provocó un cosquilleo.

  • Hummm, como te gusta, eh?

  • Si -atiné a contestar-, sigue.

Profundizó un poco mas con el dedo girándolo al tiempo que lo sacaba y metía. Mi impresión era que se sentía mucho mejor que cuando eso mismo me hacía yo, quizás por estar entregado a lo que ella hiciese.

Intentó un segundo dedo que mi ano acogió sin problemas. Ya el movimiento en círculos era descarado y mi dilatación crecía, al tiempo que el placer que iba sintiendo. Un tercer dedo se unió a la fiesta y de nuevo mi culito lo acepto gustoso, con deseo, diría yo.

Koral abría los dedos y los cerraba, como una pinza, para dilatar mi ano. Una de las veces los abrió mas que anteriormente y los mantuvo abiertos. Sentí justo en ese momento como algo empujaba al tiempo que sus dedos se retiraban. Con una de sus uñas me ocasionó una punzada de dolor que fue mitigada por la emoción de sentirme enculado.

Apreté los dientes temiendo un momento de dolor pero por contra pude comprobar como su pene se abría paso dentro de mi con solo ligeras molestias.

  • Ya tienes dentro mi capullo. Te estas portando muy bien -susurró Koral al tiempo que se echaba sobre mi y notaba sus tetas contra mi espalda.

  • Te duele? -preguntó a continuación.

  • No, sigue, sigue.

Muy lentamente Koral fue penetrándome atenta a mis movimientos, esperando no lastimarme.

  • Ya no eres virgen. Tienes mi polla dentro de ti.

Esbocé una sonrisa de triunfo. No había sido doloroso, solo ligeras molestias y sabía, por experiencia (auto-experiencia, diría yo) que a partir de entonces venía el placer.

Pero Koral se demoraba demasiado en moverse. Pregunté que si algo iba mal y me respondió:

  • Que ansiosa estas, putita, espera que tu culo se amolde a mi polla para poder follarte fuerte.

  • Siiii, eso, fóllame fuerte.

  • Por que quieres que te folle fuerte?

Me quedé un poco descolocado, pero entendí que era parte del juego.

  • Por que soy una puta viciosa. Fóllame!.

  • Si quieres eso vas a tener polla! - me respondió.

Comenzó en ese momento a moverse. Al principio mas bien lentamente pero fue acelerando sus movimientos poco a poco. El gusto que me estaba dando iba in crescendo y poco costó superar los niveles de placer que yo mismo me había dado cuando me masturbaba. Ella seguía taladrándome el ano y yo comenzaba a gemir como las actrices porno que había visto en alguna película.

Dios mio! Tan olvidado tenía el placer del sexo que me parecía como si nunca lo hubiera sentido. ¿O era un nuevo placer, distinto, lo que estaba sintiendo? Me abandoné a las oleadas de placer que me recorrían todo el cuerpo. Era un muñeco en sus manos, que agarrándose a mi cintura, me empujaban y tiraban hacia su polla.

Realmente, estaba en el cielo siendo zarandeado, sintiéndome tan usado, tan emputecido mientras Koral me dedicaba palabras soeces a mas no poder.

Pasado un rato salió de mi y me hizo tumbarme sobre mi espalda. Cogió mis piernas que puso sobre sus hombros, apuntó su arma hacia mi agujero y de un solo empujón me clavó de nuevo su estaca.

Joder!!! Que placer sentirme tan lleno. Su cara era lujuriosa al máximo. La mía probablemente fuera de estar ido.

Koral de pronto comenzó a masajearme por debajo de mis huevos y me quede sobresaltado al notar un placer que, ese si, recordaba. Ella debió de darse cuenta porque insistió.

  • Ya ves, mi puta, para curarte necesitabas un buen supositorio.

  • Si, pero ahora lo que voy a necesitar siempre son estos supositorios -dije.

  • Ahora tu culo es mio, puta.

De nuevo sus movimientos cobraron velocidad y la follada cogía mayor intensidad. Las oleadas de placer salvaje me venían de nuevo y otra vez yo volvía a gemir, a pedir mas polla, a sentirme tan puta.

Pasados unos minutos Koral me anunció que se iba a correr.

  • Donde quieres que te eche mi leche, putita?

Entre jadeos le dije que no sabía donde era mejor. Sacó su polla de mi culo y se quitó el condón y me indicó que me incorporase.

  • Abre bien la boca, guarra! - me dijo.

Yo no quería que se corriese en mi boca pero aún así abrí la boca como hipnotizado. Inmediatamente metió su polla en mi boca.

  • Vamos, chupa, haz que me corra! Agradéceme haberte estrenado tu culo.

Yo mamaba todo lo que podía hasta que de pronto sacó la polla de mi boca y comenzó a escupir abundantes chorros de semen que me regaron la cara. En ese momento la verdad es que me sentía tan depravado que acerté a darle las gracias por su leche. Inconscientemente saqué la lengua para degustar su corrida y ella se lanzo a lemer también los restos que quedaban. Tras lamerme un poco me dio un beso de tornillo haciéndome degustar su propio semen pasado por su boca.

Me dio después unas toallas para limpiarme la cara y ella, a su vez, se limpió la suya.

Ya sentados en la cama, mas tranquilos, con una voz muy dulce me preguntó por que tal lo había pasado. No hace falta que diga que me deshice en halagos hacia ella.

Pero, como todo lo bueno en la vida, se acababa mi tiempo y debía volver a mi realidad. A mi triste realidad de impotente. Y lo peor de todo es que no podía compartir con nadie mi experiencia, de la cual me sentía mas que satisfecho, pero... era algo que en mi entorno nadie entendería.

Quedé con Koral que volvería a verla. Mi situación económica es bastante desahogada y mi mujer pasaba días fuera de casa, así que, por que no darme ese gusto?