Buscando nuevas experiencias
Con mi recién estrenada soltería, busco nuevos horizontes sexuales. ¿Por qué no probar con un trío?
Hace unas dos semanas que estoy sin pareja. Fue una relación larga de años, de esas que piensas que pueden ser para siempre. Pero no.
Con ella había hablado de todo, incluso sobre sexo. El tema de hacer un trío había salido en varias conversaciones y era una cosa que, antes o después, contaba con hacer con ella. Me daba igual si el invitado era una chica o un chico.
Después de acabar la relación, intentando recuperarme poco a poco, el interés por el sexo vuelve a inundar mi mente. Tengo una cabeza bastante calenturienta, y aprovechando mi soltería, me apetece experimentar, probar algo nuevo.
Tengo muy presente la idea del trío, con lo que, tras sopesarlo unos días, me decido. Quiero hacerlo. Se que tendrá que ser con una pareja heterosexual, es decir, dos chicos y una chica. No me importa, busco experiencias diferentes y alguna vez he fantaseado con algo así.
Busco en una web de contactos, con pocas expectativas sobre lo que me voy a encontrar. Después de un par de horas buscando, llego a un anuncio que parece serio.
Estoy bastante decidido a llamar. Agarro el teléfono y marco el número. Contesta una mujer.
-Hola... -Estoy bastante nervioso y no me salen las palabras.
-¿Dígame? -Responde una dulce voz al otro lado.
-Sí. -Toso, y me arranco. -Llamo por el anuncio en la página de contactos.
-Claro, pero entenderás que nos gustaría antes tomar algo y así conocernos bien los tres.
-Por supuesto, me imaginé que así sería, yo también lo prefiero.
Me da la dirección de un bar del centro. Lo conozco, aunque nunca he entrado.
Quedamos en conocernos allí el viernes por la noche.
Los días pasan despacio, pero al fin llega el momento. Intento ir elegante, para causar buena impresión. Es curioso, porque me imaginé que nos enviaríamos alguna foto para conocernos físicamente, pero ni ella ni yo lo sugerimos. En el anuncio, al menos, decían que respetaban mucho la higiene, cosa que para mí era fundamental.
Entro en el bar y busco una pareja, llego un par de minutos tarde, por culpa del aparcamiento, así que espero que estén allí. Lo único que se de ella es que es que se llama Claudia, es rubia y que llevará unos pantalones de cuero negro. Su marido se llama Juan.
La localizo enseguida. Ambos me miran, son mayores que yo, como suponía. Su marido hace un gesto de aprobación al verme, pero no le veo muy convencido. Supongo que la idea de compartir a su mujer no le hará especial ilusión, pero si estamos en esta situación será porque de alguna manera ha accedido a ello. Claudia me sonríe y se levanta. Nos saludamos con un par de besos. Juan me estrecha la mano mientras me siento.
Hablamos, primero de cosas banales, después de cosas más relacionadas con el sexo, pues al fin y al cabo para ello habíamos quedado y todo hace indicar en que no habrá ningún problema.
Me caen bien ambos, aunque claudia tiene una personalidad arrolladora. Es el centro de la conversación, y yo ya fantaseaba con que más adelante lo sería de un encuentro sexual que esperaba con ganas.
Ella me parece que está muy buena. Es guapa, alegre, tiene una sonrisa muy bonita y unos ojos grises que embelesan a cualquiera. No sabría decir cuantos años tiene, unos 35, quizá 40. Aunque lo que más me gustaba era su melena, era larga, recorría toda su espalda.
Su marido en cambio, parecía mayor que ella, aunque cuidarse mucho físicamente. Me comentan que es profesor. Ella, oficinista. Pienso que en su trabajo debe traer loco a más de uno.
Se miran y se hablan al oído. Diría que están buscando aprobación mutua para seguir adelante. Su marido asiente, y ella me sonríe.
-Nos gustas, así que si te parece bien podemos acabar de tomar las cervezas e ir a nuestra casa. Vivimos aquí al lado, a cinco minutos a pie.
-Perfecto, vosotros a mí también, la verdad. -Digo escuetamente.
-Lo unico, te quería proponer una cosa, no tienes por qué aceptarla.
Dime , seguro que no es para tanto. -Tenía cierta curiosidad.
-Es una cosa que alguna vez le he propuesto a Juan, pero que nunca le ha hecho mucha gracia, sexo anal. Tú, ¿lo harías?
-¡Claro! -Exclamé sin dudar. Lo había hecho varias veces con mi ex, y era una cosa que me ponía bastante. Además la sensación es bastante placentera si consigues que la chica se relaje.
-Genial, entonces. Tengo muchas ganas de probar. Aunque, con cuidado.
Acabamos las cervezas y salimos del local.
Vamos caminando hacia su piso, y me intento fijar más en ella. Es de estatura media, y esos pantalones de cuero le quedan estupendos, le hacen un culo bastante interesante.
-¿Haces deporte, Claudia?
-Sí, aunque no todo lo que quisiera, suelo ir al gimnasio o a correr un par de veces por semana. Juan va más que yo.
Llegamos por fin y subimos por las escaleras. Es un primero. Mejor, porque en el ascensor hubiera habido cierta tensión.
Entramos y ella ofrece algo de beber. Lo rechazo con educación mientras nos dirigimos al salón.
-¿Estás seguro de querer hacerlo? -Me pregunta Claudia.
-Claro. -Yo no se si lanzarme a besar sus labios, es una situación algo extraña.
-Nosotros tenemos muchas ganas. -Sorpresivamente esa afirmación sale de boca de Juan.
-Y yo, de verdad. -Aseguro.
-Vale, tengo una idea. ¿Por qué no me esperáis en la habitación mientras voy al baño? Así, cuando vuelva empezamos con los besos y ya nos arrancamos los tres. -Dice Claudia, sonriente, pero con un deje que hace que me ponga cachondo.
-Perfecto. -Respondemos Juan y yo al unísono.
-En ropa interior, por favor. Quiero ponerme caliente en cuanto entre y os vea.
Entramos en la habitación después de que ella cogiera unas prendas del armario y entrase en el baño. Nos sentamos en la cama en ropa interior, como nos ha pedido. Juan se levanta y se sienta varias veces mientras esperamos.
-Seguro que lo pasamos bien. -Creo que lo dice para intentar animarse. Al menos yo lo interpreto así. Le sonrío.
-Claro que sí, esto es para disfrutar, hay que tomárselo como una experiencia nueva. Yo al menos lo veo así. -Le respondo, tratando de hacer que se sienta más cómodo.
-Te parecerá raro, pero fui yo el que propuso la idea del trío a Claudia. -La verdad es que me parece extraño, sí. -Verás, es que tengo la sensación de que no goza todo lo que debería conmigo. Yo siempre disfruto al máximo pero ella, rara vez se corre, y a veces siento que es mucho más capaz que yo y por eso le propuse el trío. Esto no se lo he dicho con estas palabras, simplemente le dije que era una fantasía que tenía.
-Te entiendo, pero más que por que ella disfrute tiene que apetecerte a ti también. -Le expliqué. -Además, el hacer un trío no tiene porque hacer que disfrute más.
-Claro, eso ya lo se, pero una vez que lo hablamos, se que le pone muy cachonda la idea. Además, a mi me apetece mucho, de veras. Cuando follamos me encanta dominar, y he pensado en esto del trío mucho, créeme, y me apetece mucho que dos hombres la dominemos, seguro que la vuelve loca. Además, tu pareces buen chaval, que eso es importante.
-Vaya, gracias. Tenemos algo en común, también me gusta mucho dominar. -Por primera vez mostramos signos de complicidad. - ¿Hasta donde puedo llegar? -Mi curiosidad sobre ese aspecto era máxima.
-Créeme si te digo que hasta donde puedas, ella es una fiera en la cama. Aun siendo nosotros dos, creo que no vamos a ir sobrados.
Al instante, se abre la puerta del baño y Claudia entra en la habitación.
Estaba bastante apetecible. La miré de abajo hacia arriba. Para tener cerca de 40 años se conservaba mejor que bien. Llevaba unos tacones de aguja bastante altos con soltura mientras se acercaba a nosotros, unas braguitas brasileñas que se perdían entre sus nalgas, y una camiseta de tirantes, bajo la cual se marcaban sus pezones, duros por la excitación. Se había recogido el pelo en una larga coleta y sus labios eran de un color rojo cereza.
Se sentó entre los dos, y al hacerlo miró a su marido. Después me miró a mi. Yo le miraba bastante serio. Mi mano se había posado inconscientemente en su muslo.
-Estoy muy cachonda. -Acertó a decir Claudia entre suspiros y una risa nerviosa. Juan y yo no sonreíamos, solo mirábamos su cuerpo medio desnudo. Me intenté poner en su lugar, yo estaría muy caliente. Ya lo estaba ahora, y eso que me tocaba compartirla. Al vernos, con nuestras miradas clavándose en su cuerpo, su sonrisa, que tanto me gustaba, cesó. Estaba realmente caliente.
Se besó con su marido, mientras yo esperaba. Quería ir poco a poco y que fuera ella la que diera los pasos para no agobiarla.
Tras ese largo beso, era mi turno. Probé sus carnosos labios, y su mano se posó en mi abultado paquete. Me agarró los huevos con fuerza. Demasiada, diría yo, pero entendía que era normal, tenía que estar nerviosa si era la primera vez que hacía un trío.
Juan , impaciente, ya jugaba con el sexo de Claudia con sus dedos, y ella gemía mientras cada uno de nosotros recorría su largo cuello por su lado. Mi mano seguía recorriendo su suave muslo, y con la otra subía por su espalda lentamente, como si de un soplido se tratase, hasta llegar al inicio de su larga coleta. Entonces, tiré con fuerza, y noté como se le erizaba el vello del brazo, por el que mis labios pasaban. Me agarró los huevos aun más fuerte. Me gustaba que se empezara a sentir así.
Liberó nuestras pollas de los slips, y las miraba alternativamente mientras nos masturbaba. Parecía que estuviera decidiendo cual se llevaría primero a la boca. Su marido le facilitó la decisión, pues se arrodilló ante ella y empezó a lamer su vulva con avidez, retirándole las braguitas primero.
Claudia acariciaba la cabeza de su marido mientras este le practicaba sexo oral y se inclinó hacia mí ligeramente para comerme la polla.
Mientras lo hacía, yo contemplaba la escena que se estaba produciendo ante mí. Juan tampoco perdía detalle cuando podía de lo que me hacía su mujer. Le gustaba lo que veía, pues se masturbaba mientras su lengua se centraba en el clítoris de Claudia.
Me encantaba como ella lo hacía. Gemía mientras la tenía en su boca, y eso me producía cierto placer.
Cada vez estaba más cachondo, me ponía ver la soltura con la que se manejaba Claudia. Si por algo me apetecía hacer un trío con una chica y un chico, era para ver de lo que era capaz ella. De nuevo agarré su larga coleta y manejaba su cabeza a mi antojo. Balanceaba mi pelvis para follarme su boca mientras su marido nos seguía mirando. Lo hacía tan rápido que mi polla se salía y resbalaba por su mejilla. Esa sensación me encantaba.
Juan se levantó. Se colocó junto a mí. Interpreté que me tocaba desempeñar otra tarea y me arrodillé detrás de Claudia, que ya estaba a cuatro patas chupándosela a su marido. No se daba un respiro a sí misma. Yo me dedique a comer su lindo trasero. Me gustaba hacerlo así, aunque me perdía el detalle de ver como Claudia se la comía a Juan, pero ya tendría tiempo de disfrutar con esa imagen.
Mientras tanto me centré exclusivamente en darle placer de todas las maneras que se me ocurrían, mientras escuchaba sus gemidos de aprobación, lo que me animaba a seguir con lo que le tenía que estar resultando una tortura más que placentera.
Primero me centre en lamer la entrada de su vagina, lo hacía con suavidad, no tenía prisa. Pase un dedo por ahí para mojarlo, y jugar con su ano, para ir agrandándolo poco a poco. Tenía pensado pedirle sexo anal más adelante. No habíamos hablado de ello, pero esperaba que aceptase. Lamía su vulva y su ano mientras mi dedo pulgar golpeaba muy suavemente su clítoris.
Sus gemidos crecieron en sonoridad cuando introduje un dedo por su mojada vagina, pero aun más, cuando después de un tiempo dilatando su ano, metí otro dedo por el culo. Lo hacía con delicadeza y notaba como se resistía apretando las nalgas. Jugaba a meterlos y sacarlos al mismo tiempo, intentando seguir el ritmo de ella mientras se la comía a Juan. Comprobé que ambos disfrutaban con la situación, sobre todo Claudia, que quería aún más.
-Métemela ya, vamos.
-¿Puedo hacerlo yo primero? -Suplica Juan.
-¿Por qué no los dos? -Sugiero yo.
Claudia me mira, con dudas.
-Yo prefiero que ahora vayáis de uno en uno, más adelante quizás... -Sentencia.
Se gira para que su marido la penetre, y su boca vuelve a estar delante de mi polla. Juan la embiste con una ansiedad visible, y Claudia vuelve a gemir, ahora más profundamente, mientras me lame el glande cuando el placer se lo permite.
Juan y yo alternamos nuestras posiciones. Para darle más morbo a la situación, mientras Juan la penetra suave pero decidido, sujeta los brazos de Claudia y los coloca en sus espalda, apresándola. Entiendo lo que se propone, pues acto seguido tomo la larga coleta de su mujer y acerco su cabeza contra mi, para que mi polla entre más aun en su boca. Mientras eso sucede, Juan embiste a su mujer con más violencia. Ella está indefensa y sus gemidos son apenas aplacados por mi miembro.
Ella apenas hace ademán de defenderse. Pasa un rato y la saliva acumulada rebosa en su boca y un hilo cae sobre la cama. Juan la penetra hasta el fondo y se queda parado, después de que Claudia comience a temblar, aun con mi polla en su boca. Me pregunto cómo saldrá de ahí. Acto seguido se corre como si de una fuente se tratase. La retiro de su boca y la saliva gotea sobre la cama. Los tres nos miramos. Yo no puedo estar más cachondo.
-Ahora si que os quiero a la vez. -Dice mientras se limpia la saliva de la cara con el reverso de la mano. Dios, como me pone eso. Mientras tanto, me masturbo.
Después, agarro el bote de lubricante de la mesa y dejo caer una generosa cantidad sobre su culo. Juan esta tumbado y Claudia le cabalga, esperando que yo complete su deseo. Mientras tanto yo, arrodillado tras ella, estimulo su ano con un dedo, lo meto y después pruebo poco a poco a meter mi polla por ese estrecho agujero. Noto una gran presión y ella gime más.
-Despacio, ¿vale?
-Tranquila. -Intento calmarla.
Vamos poco a poco, Juan y yo nos movemos, con ella entre ambos, siendo doblemente penetrada. Me encanta lo que siento. Estoy muy cachondo y vuelvo a agarrar esa coleta que tanto me pone. Por momentos siento que me corro, pero aflojo el ritmo y esas ganas de explotar se me pasan.
Los gemidos de Claudia son ensordecedores, yo diría que incluso de dolor, pero aquí nadie se detiene, es más, ella también se mueve, y entrelaza sus manos con las de su marido.
Un nuevo orgasmo invade el cuerpo de Claudia.
-¡Dios, como sigamos así me voy a correr! -Exclama Juan. Pero ella no se detiene, las cabalgadas no cesan, y el parece que va a claudicar, entre quejidos.
Yo también aguanto a duras penas y lo hago saber.
Claudia me hace a un lado y hace que Juan salga de ella. Se tumba bocarriba en la cama y nos pide que nos arrodillemos cada uno aun lado. Estamos a la altura de sus tetas. Intuyo lo que se propone.
Nos la machaca duramente. Para hacérselo a los dos al mismo tiempo se desenvuelve bastante bien. Juan, ahora sí, termina por correrse. Mucho. Su leche cae sobre las tetas de Claudia, que no me da tregua mientras su marido se relaja. Solo tardo unos segundos en seguir sus pasos, para descanso de Claudia, que cesa de masturbarnos para centrarse en comernos la polla alternativamente.
Juan y yo, más aliviados, nos deleitamos contemplando como nos limpia las pollas con su lengua y sus labios. Cuando acaba, nos tumbamos los 3, exhaustos, en la cama. Cierro los ojos, disfrutando del relax del orgasmo, y oigo como ellos hablan. Parecen satisfechos.
Claudia se gira hacia mi.
-¿Qué tal te lo has pasado? -Me pregunta.
-Uff, genial, Claudia, de verdad, ha sido un placer.
Miro a su marido, con complicidad. Tenía razón, su mujer era una fiera en la cama.
Claudia y yo nos besamos un rato y Juan se acerca a ella y posa sus labios en su cuello. Parece que nos animamos a repetir. Yo, encantado.