Buscando mi récord de pollas en un día (Prólogo).
El reto consistía en follarme a más de 25 tíos entre las 00:00 horas y las 23:59 del Jueves 26 de Julio de 2018. 24 horas para batir un récord. ¿Sería capaz de conseguirlo?
BUSCANDO MI RÉCORD DE POLLAS EN UN DÍA (PRÓLOGO).
Cuando se publique este relato ya habré cumplido los 41 (el 10 de Agosto de 2.018), acumulando 25 años como prostituta, aunque lo que voy a narrar ahora ocurrió unas semanas antes de mi cumpleaños, el Jueves 26 de Julio de 2.018. En todo este tiempo ejerciendo la denominada “profesión más antigua del mundo” hay una pregunta que me han hecho muchos clientes de forma recurrente, y más aún cuando saben de mi larga trayectoria como puta: ¿a cuantos tíos me he follado en mi vida?
Lo cierto es que no lo sé. He tratado de hacer un cálculo aproximado, pero seguramente no refleje la auténtica realidad. Ha habido días en que me he follado a diez y otros tan sólo a dos. En mis primeros tiempos, como puta colegial, no bajaba de ocho o nueve pollas diarias; y recuerdo algunos gloriosos días en que me follé a más de quince.
Cuando hacía la calle, con 17 añitos recién cumplidos, solía superar las diez pollas diarias. La mayoría mamadas. Volvía a casa al amanecer contando el dinero que había recaudado durante la noche, orgullosa y feliz por dedicarme a la prostitución, contándole a mi propia madre (puta también), que me recogía en su coche cada mañana después de nueve o diez horas haciendo la calle, los tíos a los que me había follado o a los que tan sólo había mamado la polla.
En mi época en el cine porno, había días que rodaba hasta tres escenas, con algún “gang-bang” incluido en alguna de ellas, a lo que hay que sumar a los que me follaba en mi vida privada; por lo que había días en que mis agujeros disfrutaban de 14 o 15 pollas. Por el contrario, había muchos días en que no se rodaba ninguna escena, de manera que ahí la cifra bajaba hasta dos o tres polvos diarios.
Sí hay un dato que tengo claro: desde que perdí la virginidad con 16 años, he follado y he mamado al menos una polla todos los días de mi vida sin excepción. Tan baja cifra sólo se ha dado en media docena de ocasiones, en circunstancias especiales, tales como estar enferma o con motivo de viajes transoceánicos a América. Un día, con 17 años, estaba enferma en la cama, con mucha fiebre, pero no podía dejar de pensar en un buen rabo follándome. Le supliqué a mi hermana que trajese a algún hombre a mi habitación para poder sentir una polla dentro de mí. Aquel día, que recuerdo muy borroso por culpa de mi estado febril, convenció a un cliente al que atendía en casa para que se la chupase un rato, me echase un polvo y calmase mis ansias de polla. Y en otro par de ocasiones, por enfermedad, me ha ocurrido algo similar, pero ni tan siquiera en esos momentos me ha faltado un rabo que meterme en la boca, en el coño o en el culo.
Ni siquiera la menstruación ha supuesto nunca un problema para mí. Es más, cuando me baja la regla me pongo más cachonda y excitada de lo normal, de forma que si durante esos días no puedo usar el coño como habitualmente, aún me queda la boca y el culo para follar sin que esos incómodos momentos afecten a mis compromisos profesionales.
En otra ocasión, en un vuelo a Madrid desde Los Ángeles, con escalas en Nueva York y Londres, y con importantes retrasos (más de 15 horas de duración del viaje), recuerdo que no pude contenerme y “asalté” a un tipo en el aseo del avión mientras sobrevolábamos el océano Atlántico. Prácticamente regalé el precio de mis servicios, cobrándole diez Euros por una mamada y una follada por el coño. Pero el caso es que durante estos 25 años he tenido sexo todos los días de mi vida.
En definitiva, y ante la insistencia de muchos de mis clientes (y también lectores de la página que por e-mail me lo preguntan) en saber aproximadamente cuántas pollas han penetrado alguno de mis orificios, decidí ofrecerles una cifra concreta, aplicando al cálculo una media aproximada de 5 pollas diarias, lo que arroja una media anual de 1.825 y un total, tras 25 años en este negocio, de 45.625 pollas.
Pero entonces me surgieron nuevas dudas sobre el cálculo de esa cifra. No todas esas 45.625 pollas me han follado los tres agujeros. Cierto es que hay muy pocas que no haya mamado. Me habrá ocurrido 5 o 6 veces en toda mi vida, con clientes que sólo querían metérmela en el coño, follarme unos minutos y correrse rápidamente dentro de mí. Y sí he mamado muchas pollas que no han catado ninguno de mis otros agujeros. Muchos de mis servicios, sobre todo cuando hacía la calle, se limitaban a una simple mamada. Además, en esa cifra hay muchos clientes habituales, que me habrán follado decenas de veces en estos años.
Por ello, afirmar que 45.625 pollas me han follado tampoco se ciñe a la realidad. Como decía, no todas ellas han estado en mis tres agujeros y muchas tan sólo las he mamado. ¿Cuántas me han follado por el culo? ¿Cuántas por el coño? ¿Dónde se ha corrido cada una de esas pollas? La mayoría lo han hecho en mi boca, pero también lo han hecho sobre mis tetas, en mi culo o en mi chocho. ¿Cómo entonces contabilizar con cierto rigor un número aproximado con que responder a mis clientes y lectores cuando me hacen esa pregunta? Lo cierto es que tanta insistencia me despierta curiosidad por cuantificar una cifra más o menos veraz. Tendría que haber escrito un diario para poder llevar la cuenta exacta. A estas alturas de la vida, debo asumir que es imposible saber con certeza el número de pollas que me han follado alguno de mi agujeros en estos 25 años ejerciendo la prostitución; de forma que ese cálculo de 45.625 es el que más puede acercarse a la realidad, con los márgenes de error antes señalados.
Otra de las preguntas que muchos clientes y seguidores en las redes sociales suelen hacerme es cuántas pollas me han follado en un día. Como he relatado antes, en varias ocasiones me he follado a unos quince tíos el mismo día. En el colegio, con 16 años, me lo solía montar en grupo con algunos chicos de los equipos de fútbol y de baloncesto; pero sólo una vez atendí a más de veinte. Fue con ocasión del final de la temporada de fútbol. El Juvenil A (chicos de 17 y 18 años) había conseguido el ascenso en la última jornada y Don Alfredo, el director del colegio, organizó una de sus fiestecitas en los comedores, con todos los jugadores del equipo y entrenadores. Recuerdo que fue un Sábado por la tarde del mes de Junio, justo después del último día de clase. Mientras todos bebían refrescos (no servían alcohol. Putas sí; pero alcohol, ni una gota. ¡Qué ironía!), tomaban canapés distribuidos en bandejas sobre las mesas y charlaban sobre el éxito de la temporada, irrumpí en la fiesta ataviada únicamente con un minúsculo bikini blanco y unos zapatos de plataforma. A muchos de ellos ya me los había follado durante el curso, en mis servicios diarios a alumnos junto a mi amiga Susi. Fue una tarde inolvidable. Todos me follaron por donde quisieron durante más de tres horas. Algunos repitieron varias veces, mientras el resto contemplaba mis habilidades, con la polla en la mano, meneándosela y esperando su turno para metérmela en cualquiera de mis agujeros. ¡Bufff! Sólo con recordarlo se me humedece el coño. Me encantaba exhibirme delante de todos ellos. Un año antes, era una chica del montón a la que casi ningún chico miraba; pero cuando me transformé en la puta del colegio y comencé a dejarme follar por dinero, acaparé la atención de todos, que en clase me observaban ensimismados, me desnudaban con la mirada cuando pasaba a su lado, cuchicheaban sobre lo que hacía en los aseos y vestuarios del colegio y fantaseaban con reunir el dinero suficiente para poder pasar un rato conmigo. Me encantaba esa sensación. Me sentía importante. Era el centro de atención. No había ninguna otra chica tan popular como yo, tan deseada por todos y tan envidiaba por todas.
Aquella tarde fui muy feliz porque, además, las clases habían terminado justo el día antes y ya había decidido que no regresaría al curso siguiente. Quería ser puta. Puta de verdad. De las de hacer la calle, subiéndome a coches de desconocidos para hacer mamadas y abrirme de piernas para que cualquiera que pagase el precio estipulado pudiera follarme en el asiento trasero de un coche o en la mugrienta cabina de una camión. A cualquier chica de mi edad, le parecería algo atroz y repugnante. En cambio, yo soñaba con aquella vida. Quería que cada día fuera un reto de superación: más clientes cada noche, más dinero recaudado prostituyéndome, más experiencia para, algún día, poder ser tan buena puta como mi madre y mi hermana lo eran. ¡Las envidiaba tanto! Sólo se dedicaban a estar guapas y a prepararse para atender a la clientela. Recibían a hombres en casa y follaban con ellos en el comedor o en las habitaciones. ¡Cuántas veces durante aquel año supliqué que me dejasen quedarme con ellas para atender a grupos, despedidas de soltero, etc! Las contemplaba mientras se arreglaban frente al espejo, maquilándose y vistiéndose con prendas seductoras. Me gastaba todo el dinero que ganaba como puta en el colegio en prendas como esas: zapatos de plataforma, lencería de encaje, corpiños, medias de rejilla, tangas de cuero, … ¡Quería estar tan guapa como ellas! De pronto, llamaban a la puerta y la casa se llenaba de hombres ansiosos por meter en caliente. Y ahí aparecían ellas, entre elogios y aplausos, como dos trozos de carne ante una jauría de lobos hambrientos. Las contemplaba ensimismada desde el hueco de la escalera, agazapada para no ser descubierta, observando cada detalle. Con qué maestría eran capaces de manejar a siete u ocho tíos a la vez, haciéndoles esperar su turno pese a su impaciencia, atendiendo a todos ellos, chupando pollas de dos en dos, meneándolas al tiempo que eran folladas, cambiando de posición para ofrecer lo mejor de sus cuerpos, recibiendo las pollas de todos ellos en el coño y en el culo y tragando su lefa cuando se corrían. Alguna vez, durante ese año, me dejaron participar con ellas (ver la serie “Tres putas en casa”); pero eso, lejos de calmar mis ansias, lo que hacía era que envidiase más aún ese tipo de vida.
También quería probar a trabajar en un burdel, como hacía mi madre muchas noches. No entré en un puticlub hasta los 17 y sólo conocía las historias que mi madre me había contado: alternar, tomarse una copa con los clientes y tratar de seducirlos o engatusarlos para ir a un reservado a follar. Aquella vida me parecía un sueño. ¡Follar a todas horas! No había nada mejor que eso. Tenía tantas ganas y tanta prisa por vivir así que no podía esperar hasta los 18. Otro año más en el colegio habría sido muy aburrido, a pesar de que Don Alfredo me había proporcionado lo necesario para follar diariamente con alumnos en los propios vestuarios del colegio, protegiéndome de las críticas de la asociación de padres o del propio ideario del centro (no olvidemos que se trataba de un colegio religioso). Se podría decir que me lo había montado bastante bien para tan sólo tener 16 añitos (ver la serie “Carolina, la nueva puta del colegio”), pero aún no me sentía una auténtica puta.
Por eso aquella tarde fue tan especial. Fue la última vez que follé allí. Cerraba una etapa de mi vida que siempre recordaré con cariño y nostalgia. Aprendí mucho follando con los alumnos del colegio, pero no dejaban de ser unos críos de 16 o 17 años que necesitaban desfogarse con la guarrilla de turno que tenían a mano. Antes de mí, había sido mi hermana Alicia. Fui su sustituta cuando ella dejó el colegio. Fue el momento en que comencé a prostituirme y, aunque me pagaban por follar conmigo, lo cierto es que nunca los consideré clientes de verdad.
Pero volviendo a la cuestión del número de pollas que me he follado en un solo día, que me pierdo en mis recuerdos de adolescente puta, aquella tarde fueron unos 25, aunque no los conté. Estaban todos los jugadores, que serían unos 20, más el entrenador, el coordinador de todos los equipos (un tío muy mayor al que sólo le hice una mamada), el bedel y, por supuesto, Don Alfredo, el director del colegio. Sí, calculo que unos 24 o 25.
Después de aquello, y aunque he estado en muchas fiestas con más de treinta o cuarenta invitados, siempre he sido contratada junto a otras putas; de forma que si me follaba a cuatro o cinco ya se podía considerar un éxito. Infinidad de despedidas de soltero, pero nunca superaban los diez o, como mucho, doce integrantes. Si al margen de la despedida en cuestión, atendía a algún cliente más durante ese día, el número podía subir a catorce o quince.
El primer fin de semana que fui contratada por el personaje público (cuyo nombre no puedo desvelar) en su mansión (ver serie “Un trabajito muy especial) follé unas treinta veces, pero repartidas en dos días, así que la media diaria sigue estando por debajo de veinte. También follé con un montón de mujeres. ¡Buffff! Me comí unos cuantos coños deliciosos aquel fin de semana. Y los follé bien follados con mi lengua. E incluso tuve que meterle el puño a la esposa de uno de los invitados a la fiesta, mientras su marido me follaba por el culo. Pero estamos hablando de pollas, así que eso no cuenta.
En el porno he tenido muchas escenas grupales, ya que uno de mis principales reclamos en el mundillo, además de ser tener la consideración de una “girl next door” (o “vecinita”, como podría traducirse al castellano) y de PAWG (“phat ass white girl” - chica blanca con culo gordo), era el realizar dobles penetraciones y gang-bangs. Sin embargo, la mayoría de las escenas era con dos o tres actores. Recuerdo un par de escenas con cinco, para una serie de chicas blancas con negros; y otro gang-bang con siete. Hice un par de bukkakes, pero nunca superando los veinte. En uno, me rodeaban un montón de tíos y yo iba chupando pollas alternativamente a todos ellos durante unos minutos. Después, cogía una copa y uno a uno iban corriéndose sobre ella, me bebía la lefa y enseñaba a cámara la boca para dejar constancia de que me lo había tragado todo. He repasado la escena, que tengo en DVD, y sólo son diez tíos.
El otro bukkake que hice en Estados Unidos fue parecido, con la diferencia de que, una vez que se la había mamado a todos, me tumbaba sobre una plataforma y se iban corriendo sobre mí. En la cara, en los pies, en la tripa, en las tetas, … donde les pillara. También la he repasado para contarlos y son 17. Además, estas escenas de bukkake no las he considerado para hacer mis cálculos porque, aún cuando practicase sexo, lo cierto es que ninguno de los actores llegaba a follarme.
Otras veces que he rondado la veintena de pollas en un solo día han sido en mis visitas a la cárcel. Un cliente habitual, que ya lo fue antes de mi madre, trabaja en un centro penitenciario. Un día, charlando con él después de echarme un polvo, me propuso “colar” mi nombre para los “vis a vis” con los internos. Los presos tienen derecho periódicamente a pasar un rato con sus esposas y novias en un reservado. Hay muchos que no tienen pareja y los propios funcionarios les gestionan (a cambio de un porcentaje del servicio) la contratación de putas, que hacen pasar por sus novias. La propuesta era evidente: cada cierto tiempo agrupaba en un solo día a un montón de presos para esos encuentros y yo me dedicaba a atenderlos, uno detrás de otro. Estuve casi cinco años yendo a la prisión de Navalcarnero dos veces al mes. No sé cuánto les cobrarían a los presos, pero a mí me quedaban 50 Euros por cada uno. Solía sacarme unos 800 o 900 Euros, es decir, entre 16 y 18 tíos diarios. Desde las 11 de la mañana hasta las ocho de la tarde, de media en media hora. Si después de la cárcel tenía algún servicio, podía llegar cerca de la veintena o, alguna vez, superarla. Pero, en resumen, más de veinte pollas el mismo día, con total certeza, sólo en la fiesta con el equipo de fútbol que antes he narrado.
Reflexionando sobre todo esto fue cuando se me ocurrió que podría intentar batir el récord de 25 pollas en su sólo día (polla arriba, polla abajo) que conseguí en la citada fiesta. Me parecía increíble haber alcanzado ese número con 16 añitos y que, después de 25 años en el mundo de la prostitución, nunca hubiera igualado esa cifra. Pensé en otras putas que conocía y cuál sería su número máximo. Seguro que mi hermana tendría una cifra muy superior, ya que en su productora era habitual grabar tres o cuatro escenas grupales el mismo día. Sabía que organizaba fiestas entre los suscriptores de su web, lo grababa todo y luego lo publicaba para rentabilizar al máximo todo lo que hacía. Había visto escenas follando con un montón de aficionados gordinflones y de polla pequeña, que se corrían con apenas dar cuatro empujones en alguno de sus agujeros. Creo que les pedía un certificado médico y una cantidad fija por participar. Seguro que tenía escenas con más de treinta. Decidí salir de dudas y marque su número en mi móvil.
- ¡Carol! – exclamó - ¿Todo bien?
- ¡Hola! – saludé - ¿Te pillo liada?
- No, estoy tranquila – me dijo – Estoy comiendo en un restaurante con un productor.
Pero … ¿puedes hablar? Puedo llamarte después – sugerí por si estaba ocupada.
Puedo hablar. Este es alemán y no entiende ni papa de español – me explicó – Además, se acaba de ir al baño al ver que tenía una llamada. Dime, ¿qué pasa?
Te llamaba para hacerte una pregunta …
¡Dispara!
¿A cuántos tíos te has follado en un solo día? – pregunté, sin más rodeos.
¡Uffff! No sé … - dijo pensativa - ¿Y para qué quieres saber eso?
Es que me lo preguntan algunos clientes y lo cierto es que creo que lo máximo que me he follado ha sido 25. Una vez … en una fiesta del colegio – expliqué - ¡Fíjate tú … toda la vida de puta y mi récord es de cuando tenía 16 años!
A ver … más de 25 seguro que sí. Varias veces – añadió – No sabría decirte un número exacto … - dijo pensativa – … pero yo creo que cuarenta o cincuenta sí que me he follado – concluyó.
¿Tantos? – pregunté asombrada.
Sí, Carol. Piensa que filmo muchos gang-bangs con aficionados suscritos a mi web – me confirmó, tal y como había imaginado – Hay veces que vienen más de treinta. La fiesta no dura más de dos o tres horas … y luego filmo más. A poco que haga otro par de escenas ese día con actores profesionales, súmale … mínimo … diez o doce más – explicó – Ya sabes que en mi productora tengo la regla de que ninguna actriz folla con menos de cuatro tíos en una escena. Y lo normal son siete u ocho
Ya, ya … - dije pensativa – Entiendo. Pero, claro … es que así es fácil. Yo también podrían follarme a 50 así. Me refiero como puta, que hayas tenido que recibir a los clientes o salir a buscarlos haciendo la calle, en un puti-club, en un sex-shop, … ya sabes … – le expliqué – No como actriz con una escena ya preparada de antemano, sino como puta … teniendo que “buscarte la vida” para conseguir clientela.
Ah, bueno … eso es otra cosa – confesó – 50 … así … ¡nunca! Es imposible, creo – añadió, pensativa – Antes de entrar en el porno … a ver … déjame pensar … hubo algún día antes de que tú descubrieses el tema … que con mamá hice doblete de despedidas. Siete u ocho en cada una … más otros cuatro cinco, por lo menos, de alumnos del colegio. Unos veinte … varias veces. ¿Más? No sé … quizás algún Sábado de estos que iba con el equipo de baloncesto después de los partidos – me explicó, haciendo memoria – Ahí solía haber unos diez o doce tíos; más algún grupo que me llevara a casa por la tarde y si salía por la noche a “pescar” tíos por las discotecas … quizás unos 25 alguna vez. Creo que más … no. ¡Nunca¡ – concluyó.
Entonces, 25 no está nada mal, ¿no? – pregunté con voz inocente.
¡Joder, Carol … es una cifra muy considerable! – exclamó – Pero … ¿a qué viene ahora todo esto?
Estaba pensando en intentar superar esa cifra – confesé.
¿Para qué? – preguntó extrañada – ¿Es una apuesta o qué?
No sé … como reto personal – expliqué aún sin saber muy bien qué me movía a intentar algo así.
Te he ofrecido cientos de veces que te vengas a Alemania, que serías la bomba en mis películas – me insistió una vez más – Vente y yo te preparo una super-orgía con los tíos que quieras. 50 … 70 .. ¡100!, si tú quieres –me ofreció – Y así te dejas de tonterías y de retos. Que quieres que te follen 100 tíos … ¡yo te los consigo! Así que si es una cuestión de ego, de ver cuántas pollas te puedes calzar … ya podrías decir orgullosa a todo el mundo que te has cepillado a cien tíos en un solo día – me dijo con tono de adulta responsable que cuida de su hermana pequeña – Baby y yo te haríamos de fluffers – me ofreció – Imagínate, Carol … tú ahí, despatarrada sobre una plataforma rodeada de cien tíos esperando su turno para follarte … y mi hija y yo comiéndoles la polla para mantenerlos empalmados, preparándolos para ti … ¡Uffff! ¡Dime que no sería precioso! – exclamó – ¡Venderíamos DVD´s como churros!
Suena de puta madre, Alicia … y te lo agradezco un montón – dije con tono sincero – Pero ya sabes que el porno es agua pasada en mi vida, que quiero ser lo que soy: puta – expliqué, como había hecho tantas y tantas veces antes cuando me ofrecía salir en sus grabaciones – Creo que lo voy a intentar por mi cuenta. No pierdo nada – concluí.
¡Qué puta manía de separar ambas cosas, Carol! – me regañó. Habíamos tenido ese debate decenas de veces. Quería mucho a mi hermana, pero siempre terminábamos discutiendo por lo mismo. Yo tenía una visión de la prostitución mucho más “purista” que ella. Para mí, las actrices porno no son putas: son actrices. Follan por dinero y son unas guarras … y bla, bla, bla; pero no existe la relación directa con el cliente, con el putero que acude a la prostituta para follar a cambio de un precio. Es una relación comercial totalmente distinta. No existe el concepto de “servicio prestado”. Las actrices cobran por escena en función de un caché determinado y de los actos sexuales que practiquen en esa escena en concreto. El cliente es el espectador, que paga por ver follar a una actriz, no por follar con ella. Se lo había explicado muchas veces, pero no quería entenderlo – Entonces, según tú … ¿yo no soy una puta sólo porque hago porno?
Alicia, no voy a discutir contigo – atajé viendo que mi hermana subía el tono del debate – Ya sabes lo que pienso y no voy a cambiar de opinión – concluí, zanjando el tema.
Vale – dijo resignada - Hagamos una cosa, hermanita – me dijo con voz pícara. Cuando hablaba así era porque se le había ocurrido alguna “maldad” – Voy a hacer una apuesta contigo: si consigues follarte a más de 25 tíos en 24 horas, te preparo una fiesta con un montón de actores con pollas riquísimas y con actrices espectaculares, para que te pegues un festín inolvidable para celebrar tus 25 años de puta. Además, el mes que viene es tu cumpleaños. Así celebraríamos tu récord y tu cumple al mismo tiempo – me propuso – Pero si n o lo consigues, te vienes para Alemania, te preparo un encuentro con los suscriptores de mi web y montamos una escena para pulverizar el récord -me propuso – Eso sí, me dejas que lo grabe todo para hacer un DVD y venderlo en mi web – me propuso - ¿Qué te parece?
Eh … no sé, no sé – dudé. No estaba interesada en volver al porno, pero mi hermana me lo ponía tan fácil que salía ganado sí o sí. Además, a priori me parecía muy factible el conseguir el reto. Si me entregaba en cuerpo y alma a buscar clientes durante 24 horas seguidas … estamos hablando de una polla por hora … ¡era fácil! - ¡Vale, acepto! – exclamé – Te mantendré informada de qué día pienso intentarlo. ¡Cuídate! ¡Besitos! – me despedí.
También lo consulte a Susi. Me confirmó que ella nunca había superado la veintena. Le conté lo que iba a intentar hacer y, como siempre, me apoyó y prometió ayudarme en lo que pudiera. Siempre tan entregada y servicial. ¡Cómo la quiero!
Así que, decidida ha realizar el intento de récord, sólo quedaba buscar un hueco en mi agenda para conseguir batirlo. Eso sí, esta vez haría un cálculo exhaustivo, con descripción exacta de cada servicio, contabilizando pajas, mamadas, folladas, enculadas, corridas, dobles penetraciones, dinero recaudado, etc. Todo al detalle. Además, tenía el incentivo de la apuesta con mi hermana que, sólo por ello, bien valía la pena intentarlo.
Finalmente, y tras semanas posponiendo el inicio de mi nueva “travesura”, y al observar unas fechas algo descargadas de citas en mi agenda, decidí llevarlo a cabo el 26 Julio de este año 2.018. El reto consistía en follarme a más de 25 tíos entre las 00:00 horas y las 23:59. 24 horas para batir el récord. ¿Sería capaz de conseguirlo?
Continuará …