Buscando explicaciones.
La belleza de tu rostro debe tener alguna causa, aunque me cueste encontrarla.
Creo que incluso gustas a la luna, y es por eso que al verte bajo ella, y todas las curiosas estrellas, vi que tu sonrisa no era la de siempre. Discúlpame si exagero, puesto que no he tenido la suerte de verte más que un par de veces después de que el sol haya acabado su turno, pero cada vez que recuerdo ese fugaz momento acabo pensando que hay algo enigmático en ti. ¿Y si no es la luna? Puede que sea el viento del verano que ya llega, ese que ondeaba tu cabello para dejarme entrever tus sonrientes labios, el que te conceda ese halo de belleza. ¿Y si el viento no es el autor de tu misterioso encanto? Entonces puede que seas tú, y nada más que tú, la culpable de que mis horas de sueño se vean reducidas por ese misterioso enigma del encanto de tu cara. Tendré que esperar hasta haberte visto en más ocasiones, incluso sería interesante tener una perspectiva algo más cercana de tu agraciado rostro, para poder llegar a definir esa belleza única que guardas en tu cuerpo.