Buscando el sobresaliente

Una colegiala que va en búsqueda de que su profesor le suba la nota de un 6 a un 9.

BUSCANDO EL SOBRESALIENTE

Y en uno de esos días donde la nieve se cuajaba en los rincones de la ventana, y cuya presencia inundaba la habitación, recordé una anécdota, caliente, del mismo color que nuestras sábanas y del olor de mi ambientador favorito: frambuesas, moras, fresas...Frutos rojos. En ese día recordé, mientras usted me acaricia la espalda, esos días de colegio no tan lejanos...

-Señor, a mí se me daban muy mal las matemáticas en el colegio. Mire, mire que me tiraba horas y horas estudiando, eh, se me hacían horas muertas. Pero nunca atinaba. Hasta que, mis padres hartos de mis quejas y mis gruñeteos con los numeritos, me advirtieron que como no me saquase un sobresaliente me castigarían.

-Jajaja, pero eso no era todo señor. No les temía a mis padres. Mi profesor era un salido de cuidado y por ello, decidí prepararme e ir a por una notaza de la forma más guarra que hay.

Suplicarle en el despacho.

Me puse el uniforme un poco más provocativo de lo normal, me desabroché los botones de la camisa para que se me vieran los pechos y me alcé la falda de tal forma que, al andar, el fresco del aire se me metía por los dos agujeros y me hacían cosquillas, peleándose el aire exterior con mi cálido aire. Se penetraban.

-Bueno, pues fui al despacho, con mis medias hasta las rodillas, mi uniforme del colegio y mis coletas, como niña buena que soy y que iba a pedirle a mi profesor que me subiera de un 6 a un 9. Llegué y el despacho era inmenso. Muebles de madera clara, los archivadores ruidosos al moverse los cajones estaban descolocados por las esquinas, una mesa verde enorme en el centro con dos sillas para los visitantes y como no, un elegante sillón negro que no hacia conjunto con el resto de la sala.

Pero sí con el dueño de éste. Mi profesor, señor.

Era rubio tirando a castaño, alto y andaba con unos pasos firmes y claros. Se había vestido con un pantalón de esos que se le pegan al culo y le recalcan toda la parte trasera, desde la parte baja de la espalda hasta el comienzo de la pierna. Como usted nota, es algo que me fijé cuando llegué al despacho y vi lo que ya sospechaba en las clases, que mi profesor estaba bastante bueno.

Y que me ponía como una puta cerda.

-Total, llego y me quedo en la puerta embobada hasta que él, sin dignarse en dar media vuelta, me dice que deje de pensar en las musarañas y que entre. Cojo y me siento en la silla, inquieta por el lugar, el sitio, pensando en cuantas veces se habrá tirado a la secretaría del director y pensando en mil perrerías que habrían hecho juntos, follando los dos en esta misma silla donde estoy sentada...Mi pulso se acelera porque al fin me mira.

Me desespera que me mire.¿Lo peor? Él ya lo sabe. Sus ojos no salen de los míos y yo allí me siento expuesta, más que nunca, para que mis ruegos por una nota más alta sean eficaces y él no es capaz de mirarme otra cosa que no sean mis ojos.

Me hace sentirme desnuda con solo mirarme a los ojos y no por cómo voy vestida. Y eso me pone nerviosa:

-¿Qué, Señorita viene usted muy fresca con el día que hace no? Me gustan sus zapatos.

"Y no los has visto" pienso. Mientras, agacho la cabeza y empiezo a decir:

-Profesor, sé que este tiempo yo me he portado mal y no he sabido aprovechar lo máximo de sus clases. Vengo a pedirle que sea benévolo y, por favor, me suba la nota para que mis padres no me castiguen"

Buff, esto no le va a gustar nada. Me encojo de brazos y me junto las tetas. Quizás así, me mire algo más:

-Señorita ¿ahora se preocupa por sus notas después del por culo que ha dado en clase?" Me temo que le tengo que decir que no, no, no...Esto no se arregla tan fácilmente.

Madre mia, sus ojos azules me están calentando el cuerpo y ni siquiera me ha mirado las tetas. Echo la silla hacia atrás, a ver si quiere verme las piernas embutidas en la falda de cuadros, por si quiere ponerse cachondo en un rato. Seductoramente, cruzo las piernas lentamente y le digo:

-Señor, yo solo quería jugar en sus clases y no me di cuenta de la responsabilidad que tenia encima.

Entonces se levanta y me sigue mirando. Ya no puedo esquivar su mirada de ninguna manera. Su barba, sus manos y los nervios del castigo que creo que va a darme y lo muy cachonda que me pone, no ayudan a quitar mis ojos primero de los suyos.

-Levántase señorita-lo hago-¿Lo ve? Ahora estamos al mismo nivel-Descansa sus manos en la mesa y se ríe. Su risa me tranquiliza:

-Se cree que soy tonto, que no sé a lo que viene pero, estás muy equivocada.

-No he dicho que lo sea señor-mis piernas empiezan a temblar, ya no sé si de deseo o de nervios. No voy a salir de aquí como entré.

-Exacto señorita, como usted mismo está pensando, se lo va a tener que ganar. Quítese las bragas.

Lo hago lentamente. Quitarme las bragas no es para tanto. Quiero un 9 y lo voy a conseguir:

-Póngase en la mesa- Se mueve y busca en un archivador grande una regla de un metro entero de madera y la va moviendo de un lado para otro, admirándola, mientras me ordena que no me siente en la mesa, que me comporte y me ponga mirando a la pared.

¿Es que me piensa pegar? Trago saliva.

Me giro y ya no le veo. Sólo oigo mi respiración y el movimiento de la regla en una mano suya a otra.

-Señorita, ¿Qué nota ha sacado?

-Un seis.

-Uy, uy qué poca nota...Una chica tan inteligente como tú con un 6 y viene vestida como una putita colegiala para que le suba la nota...

Me ha dicho putita y, en vez de cabrearme, veo mis bragas abiertas en el suelo opinan igual. Sí, lo soy, pienso:

-Ahora vamos a aprender a contar señorita. Uno por uno, hasta...¿qué nota decía que quería?

No me toca, no sé si me mira. Estoy nerviosa y excitada al mismo tiempo. Vaya armas tiene guardadas el profesor.

-Un 9 quiero, profesor.

-Pues vamos a contar, guarrilla.

Y me da el primer golpe, empujándome hacia delante. Me coge del pelo rápidamente y me vuelve a tirar hacia él.

-Vamos chica, yo ya sé que te has sacado un 6, trabaja algo perra y cuenta conmigo hasta...¿dónde?

-Hasta 9, señor.

Se lo digo firme. No me va a pillar por sorpresa.

Y me da otro golpe.

-¡Uno!

Empiezo a esperar el segundo. La adrenalina me empieza a rebotar en el culo y cuando voy a darme la vuelta

-¡Dos!

No me deja mirarle. Está mirando como sube la falda, segurísimo. Y como le gusta que

-¡Tres!

-¡Cuatro!

¡Dos golpes seguidos! La adrenalina empieza a moverse por mis piernas. Me va doliendo. Me está dejando el culito rojo.

-¡Cinco!

Me empiezo a morder el labio. Me está hasta marcando todo y

-¡Seis!

Lo oígo reírse. Tengo que tener unas vistas impresionantes con el culo marcado por una regla de madera de un metro.

Siento silencio. ¿Ya está?¿No vamos a ir a por el 7?

-Nena, hasta aquí ha sido pan comido ¿verdad? Date la vuelta y arrodíllate.

Al hacerlo, me acuerdo de todos sus muertos al rozarme el culo con mis piernas. Puedo soportarlo, al menos puedo mirarle.

Justo cuando alzo la cara, me coge de la barbilla y me alza el cuello:-Un seis es lo que tienes, puta, por no dejarme dar clase. Si quieres contar más, tienes que hacer algo más.

Me rompe de un tirón la camisa, haciendo que mis pezones se salgan del sujetador negro y todos los botones caigan al suelo. Así sin más, me coge la camisa, me la quita a tirones y me tapa la boca, haciéndome un nudo en la parte trasera de la cabeza.

-Cuentas de pena. Así que, grita más de aquí en adelante o no te daré la nota que quieres.

Me tira de nuevo del pelo, hace que me levante y me da el golpe.

-¡Siete!

Sueno ridicula, pero tengo que intentarlo. Oigo el aire al darle el la vuelta al metro y

-¡Ocho!

Espero inquieta el de nueve. La adrenalina ya se ha disparado por la barriga y va dando vueltas entre ella y mi entrepierna. Entonces, siento como una mano suya me coge la cara y me la pega a la puerta.

-Recibe el 9, como se merece perra.

Entonces sé lo que quiere. Ver por última vez cómo se mueve la falda en toda su totalidad, coño incluído removiendose tras rebotar los golpes. Estiro el culo lo máximo que puedo, tumbando la espalda y alzándolo para que lo vea con mayor precisión.

Y lo chillo, agarrando mis dientes a la camisa empapada.

-¡NUEVE!

Me convulsiona de tal manera que me doy contra la puerta sintiendo todos los centímetros escritos en el culo.

Necesitaba decirle algo, sin embargo mi cuerpo estaba recapitulando toda la información e intentando moverse por sí solo. Mi entrepierna se había mojado con una pequeña humedad y se rozaba todo.

Estaba chorreando y Él...Ya lo sabía.

-Mira como disfrutas...y has llegado al 9 con el culo rojo, como tus zapatos. Quítatelos.

La sangre que hace que mi culo parezca un tomate se me sube a la cara y a todo mi ser. El despacho se movía, hasta los dedos de los pies me temblaban y justo cuando creía que había acabado, me sorprende:

-Mírate, llenita de babas...Cómo te gusta ¿eh, zorra? Arrodíllate para mí.

Lo hago y me quita la camisa de la boca y coloca un dedo suyo en mi lengua. Antes de que pueda morderlo, lo saca y lo restriega por el cuello, metiendo otro y bajando por el esternón y los pechos.

-Así me gusta, empapada, rogando tu nota...¿Qué querías?¿Un 5?

-Un nueve...Quiero un 9.

Me quita el sujetador delicadamente hasta que me lo tira al suelo de un manotazo.

-Ahora sí, a cuatro patas coge el sujetador y lo guardas en el archivador. Ni se te ocurra levantarte. Quiero ver como se mueve esa falda mientras te arrastras por mí.

Lo cojo con la boca y le hago caso. A cada paso que doy, el leve roce de un cachete con el otro, me da pequeños calambres. La adrenalina ya se ha subido hasta la raíz de mi cabeza. Mientras voy a cuatro patas, él mientras se sienta en el sillón y se cruza de piernas. Aunque no le vea el rostro, la sola idea de que no me aparta los ojos de mi culo me estalla por dentro. Estoy pringada totalmente de él y eso me gusta.

Lo guardo y me giro. Voy hacia el a 4 patas hasta sus rodillas.

-Bien hecho, perra, Quítame los zapatos. Me molestan.

Intento quitárselos con la mano pero de repente me da con la mano y me obliga a hacerlo con los dientes. Justo cuando pienso que se está pasando el profesor conmigo, me coge la cara y me muerde el labio tan fuerte que suelto un pequeño gemido.

-Así me gusta, que me hagas caso tal y como yo quiero- se levanta y me tira en la mesa, tirando todos los folios, carpetas y bolígrafos. Deja cuidadosamente el ordenador a un lado y, mis bragas aparecen en sus manos y me ata las mías. Me obliga a exhibirle mi sexo mientras él se echa para un lado.

-Vaya con la alumna del 6 que quiere un 9...ahí poniendo perdida mi mesa con sus babas. Quiero ver limpia mi mesa. Hazlo.

Poco a poco vuelvo a la tranquilidad y noto como a cada lametazo que doy en la mesa, más me pone que él me observe desde la parte de atrás. Seguro que se le está levantando la polla.

No he dado ni 10 lametazos cuando me lo encuentro delante de mi, agarrándome con una mano el pecho y con la otra una teta.

-¿Qué nota quieres, putita? ¿Un 4, un 2?

-Maldita sea.

-Quiero un 9-atino a decirle entre susurros.

-Pues, aprende a multiplicar mientras te refuerzo, señorita.

Me coge la teta y me empieza a retorcer entero un pezón. Cuando justo le ha dado la vuelta...

-Uno...

Cuando coge el otro pezón y me hace lo mismo me echo hacia atrás y el me lo estira hacia delante. Un pequeño y excitante tira y afloja.

-Uno por tres ¿Cuántos son, perra?

-Tres, profesor.

Me coge la mano del pelo y me la lleva al otro pecho. Repite la operación, mientras que en su boca sigue estando el pezón dolorido por el mordisco que le ha pegado, suspiro lentamente cuando noto que de nuevo me retuerce el pezón derecho y me muerde el izquierdo.,,

-¿Y tres por...-me da dos mordiscos en el pezón izquierdo... -Dos?

Gimo.

-Seis, señor.

El gusto que me crea por dentro recorre los impulsos nerviosos y veo como empiezo a temblar y como van directos hacia el coño. ¿Cómo puede hacerme sentir así, sucia y deseada al mismo tiempo? Quiero que me muerda más, que me retuerza más.

Mi profesor me lee la mente y me coge el pezón izquierdo con los dedos y el derecho con la boca. Me provoca, me mira, se relame los labios y se ríe de nuevo:

-Bien, ya casi vamos a terminar- me dice aun vestido entero y yo tapada solo por la falda y las medias.

Empieza a hacer círculos en ambos pechos, uno con un dedo y otro con la lengua. Para y me pregunta, ardiéndome ya toda la cara.

-Puta, tres por tres....¿cuánto es?""

Y me tira con los dientes el pezón y con el otro pezón tira hacia delante. Del gusto que me hace sentir, me estiro hacia atrás sintiéndolo todo, gimiendo con fuerza. Quiero mover las manos para agarrarle la cabeza pero no puedo.

-NUEVEEEEE.

Y de repente le veo que me suelta, me coge las piernas y me deja boca arriba, aun con las manos atadas. Mi culo arde de dolor de la torta que me hace dar contra la tabla de la mesa. Me abre de piernas y me veo a mí misma, guarra, deseable, me chorrea el coño por el placer que me ha producido, cómo la falda me tapa el ombligo y mis coletas casi se han deshecho después de tantos tirones, de retorcerme de un lado a otro sintiendo la realidad que el dolor ha convertido en deseo, en sexo puro y me ha hecho sentir a él, a mi profesor que me pone como una puta cerda ordenando dentro de mí.

-Mira qué alumna tan adorable...¿tienes ganas de comer?¿O sigues queriendo que te ponga un 9?

Ahora dice 9. ¿Qué estará tramando ahora? A la mierda el sobresaliente.

-Tengo hambre, profesor.

-¿Y si te doy un 69?

Y

de repente,

lo veo desnudo de cintura para abajo, con la camisa abierta y veo como mueve mi cuerpo hasta que mi cabeza se sale de la mesa para meterme su polla hasta la garganta. A la vez que me folla la boca, me quita la falda, la tira y empieza a mover los dedos alrededor de mi coño pero sin llegar a él. Esto hace que me encienda aún más y le chupe con más fuerza la polla, saboreándola,

Disfrutándola.

A pesar de que mi coño quiere recibir por igual.

Entonces, para y me saca la cabeza de la polla y me dice en el oido:

-Ahora dime, putita-me tira de las coletas -¿Qué quieres ahora?"

[-Corrérme, profesor-le digo, sin pensármelo. A la mierda el 9.

-Mmm...yo a las chicas con un 6 no les dejo que se corran así. Esto es para las de 10. Pero tu has conseguido un 9, así que date la vuelta y exhíbete de nuevo para mi.

¿Qué? Estoy destrozada pero todavía quiero más. Mucho más de él, pero, maldita sea, no tengo un 10.

Me doy la vuelta y ya no le veo. Sigue conmigo, le noto. Se ha quedado quieto, no dice nada. Me quedó pensando qué coñ

-¡Ah, joder!

Me mete la polla en el culo. Mi profesor me penetra de repente el culo tirando de mis manos atadas en mis bragas ya de por sí, apretadas. Siento todos los números que ha pintado el metro de madera en mi culo.

Estoy casi para explotar.

Pero mi profesor, mi señor de mi cuerpo, lentamente, me dice por última vez:

-Puta, te vas a correr cuando te meta la polla tan fuerte que tienes que saber cuál es el número exacto de multiplicar 6 por 9. Ese resultado va a ser el número de golpes que daré para correrme y entonces tu tendrás que correrte a la vez. ¿Te has enterado, zorra?

Maldita, sea. En esos momentos no sabia ya lo que me decia o lo que quería que hiciera. Necesitaba hacerle caso, correrme con él.

-Si lo consigues, tendrás un 9 para ti.

Y empieza dándome muy fuerte. Muy rápido. Cuando llega a diez me dice que quedan 44 dándome una pista. Y sigue...36...28...17...13

10

9

Se me vizcan los ojos, me saltan las lágrimas de aguantarme el orgasmo que me va a explorar cada ápice de mí.

-45

Si no me equivoco, a la de

-8

son 46, ¿no? Cada embiste en el culo me hace irme hacia delante y perder la mitad de la compostura.

-7

Mierda es,

Y se corre en mi culo, tirando de mis coletas con una mano hacia atrás. Y no puedo, tengo que aguantarme porque no ha llegado a 54. Porque 6 por 9 son cincuenta y cuatro. Justo cuando se lo voy a decir me da pequeños pellizcos en el clítoris.

-¡Sigue contando, perra!

Y es lo que hago, darle placer a mi profesor contando los números que me quedan para correrme.

Eso hago para recibir mi orgasmo.

47,48

En el de 49 me tira de los labios. En el de 50 y 51 me pellizca las tetas. Y en los tres restantes, su lengua pasa una única vez.

Exploto.

Me corro.

A la vez que consigo mi 9 en matemáticas, señor.