Buscando compañera (2)

segunda parte del relato en que un chico buscando compañera de piso, y encontró eso y mucho más.

Buscando compañera (2).

Había pasado ya casi dos semanas. Nos comportábamos en casa como si fuésemos una pareja. Follábamos constantemente a cualquier hora que nos encontrásemos en casa. Y en la universidad, cuando nos veíamos, nos dábamos un beso muy rápido, como intentando que nadie nos viese, aunque ya nuestros amigos más íntimos sabían que había surgido algo entre nosotros.

Una noche, después de hacer el amor en mi cama, donde normalmente dormíamos debido a su mayor dimensión, comenzamos a hablar sobre cosas que nos gustaría probar.

Lo que me quedó muy claro de aquella conversación fue que Rocio estaba convencida de que quería probar a hacerlo con una mujer. No es que un trío me desagradara ni nada por el estilo, pero es que no sabía si ella quería que yo interviniese estando ella con otra mujer, o quería estar a solas con otra mujer. Tampoco se lo pregunté.

Pasaron los días, y siempre hablaba de eso cuando terminábamos de hacer el amor. Era increíble como cada vez que lo hacíamos nos sentíamos más atraídos en uno por el otro. Teníamos tal confianza el uno del otro, que incluso llegamos a probar la penetración anal en ella, desvirgándole el culo aunque con algún que otro problemilla que pronto se soluciono con algo de vaselina. Además, consentí que me buscase el punto G, pero solo con un dedo. Creo que todavía lo andamos buscando, pues yo era algo reticente a esas cosas, aunque al principio cediera un poco.

Un buen día, casi ya siendo las vacaciones de Navidad, y después de decidir que ese año ninguno de los dos regresaría a España para pasarlo con sus respectivas familias, me comentó que su amiga Camila no podía ir a España por problemas de dinero, que si no le importaba que se quedase a pasar las navidades con nosotros, para que no estuviese sola en su apartamento. Evidentemente, se me pasaron muchas cosas por la cabeza, como lo del trío, pero no creía que Rocio quisiese hacerlo con una de sus mejores amigas.

Cuando llegaron las vacaciones y los días libres nos dejaban más tiempo para poder follar tranquilamente, Camila se instaló en nuestro apartamento. Cuando yo llegué de casa de mi amigo, el que vivía bajo nosotros, y del que me había ido a despedir, pues volvía a España por Navidades, ambas chicas estaban sentadas en el sofá, bebiéndose unas cervezas y criticando a las chicas de su clase. Se reía y luego me fui a duchar. Como estaba Camila ahora en casa, entonces sí cerré la puerta. Cuando salí del baño, ellas callaron y sonrieron mientras yo pasaba de largo. Algo estaban diciendo que no quisieron que yo oyese.

Por la noche me enteré por Rocio que se trataba de que ésta le estaba contando tanto sus sueños eróticos por realizar como los míos.

Volvieron a mi cabeza los pensamientos del trío o de la pareja lésbica que Rocio quería hacer. Y esta vez sí tuve agallas para preguntarle.

  • Quieres hacerlo con una chica, pero ¿En un trío o en un dúo?
  • Pues la verdad es que no lo sé. Me gustaría probarlo sola, pero también contigo.
  • Y ¿Crees que Camila sería buena para hacerlo? Es una de tus mejores amigas, así que no creo que hubiese problema – mi cara se llenaba de deseo pues desde la primera vez que la vi sentada en un sofá de mi casa, me había atraído su cuerpo, su pelo algo rubio y sus poderosas tetas, que, aunque no grandes, sí lo suficiente para una buena paja turca.
  • No lo sé, pero ¿y si dice que no? Luego no sé cómo se comportará conmigo después de esto.
  • Si quieres, yo se lo dejo caer. Hablo con ella y si dice que no, pues entonces contigo todo normal, ya que le diré que tú no sabes nada de lo que le voy a proponer.

Calló durante un rato, y luego, cerrando los ojos y apoyándose sobre mi hombro, dijo:

  • No sé. Mañana te lo digo.

Seguí viendo la televisión hasta que el sueño pudo más que una peli porno que encontré en un canal público italiano.

Por la mañana, al despertar, Rocio no estaba. Había ido a hacer una compra al supermercado cercano. Camila se había levantado no hacía mucho y estaba en el baño. Justo nos cruzamos cuando yo fui a abrir la puerta de éste. Enrollada en una toalla, se le notaban las protuberancias bajo ésta que marcaban sus senos. Con unos buenos días, nos saludamos y entró en su habitación, bueno, la de Rocio, que ahora ocupaba ella por unos días.

Mientras esperábamos a Rocio para decidir lo que almorzaríamos, Camila y yo hablábamos de los estudios, de su ex novio, que casualmente estaba en mi clase y de muchas más cosas. Sin poder remediarlo, le dije que sabía que Rocio le había contado lo de su sueño sexual. Al principio, y como sabiendo lo que quería proponerle, Camila aparentaba algo nerviosa, pero justo cuando le hice la pregunta se relajó un poco.

  • La verdad es que siempre he pensado en eso yo también. Nunca lo he hecho con una mujer, y no sé si podría.
  • Pero Rocio no sé si querrá hacerlo con una de sus amigas. Esto que te estoy diciendo no lo sabe ella – mentí.
  • Joder, es que no sé. Debería hablarlo con ella. A mí no me importaría, sinceramente, pero no sé si luego nuestra amistad se rompería o no sé, no sé… - contestó como meditando.
  • Bueno, está en tus manos. Si quieres, háblalo con ella y poneos de acuerdo en lo que queréis hacer.

Me retiré hasta mi habitación a ordenarla un poco, cuando oí la puerta del apartamento. Rocio llegaba cargada de bolsas y Camila la ayudaba con ella. Luego hicieron la comida después de que mi chica me saludase con un efusivo beso.

Mientras comimos, notaba como Camila se mostraba pensativa, mientras Rocio le preguntaba que qué le estaba ocurriendo, que estaba muy callada. Siempre decía que no le pasaba nada, pero yo sabía lo que estaba mascullando en su interior.

Me fui a echar una siesta mientras ellas recogían la mesa y luego se tomaban un café hablando de sus cosas. A media tarde, cuando las risas de las chicas me despertaron, fui con ellas. Estaban sentadas muy juntas, riéndose de sus cosas y bebiendo cerveza. el humo de los cigarros había corrido un tupido velo y tuve que abrir las ventanas para que entrase aire y saliese el olor a cigarro de aquella estancia.

En un momento que Camila fue al servicio, Rocio me besó y me contó que Camila había hablado con ella y que estaba dispuesta a hacerlo, por probar, pero que debían jurar ambas que tras eso, nunca se rompería su amistad. Según Rocio, no hubo problemas al jurar, y por eso estaban algo nerviosas y la risa les salía a borbotones desde la boca. Lo que Rocio no sabía era como empezar con todo, pues con un hombre era mucho más fácil.

  • Pues eso mismo. Hazlo como con un hombre. ¿Te acuerdas la primera vez que lo hicimos? – pregunté agarrándola de la mano.
  • Claro. Empezamos hablando de unas cosas y terminamos practicándolas.
  • Pues eso mismo deberías hacer. Así será menos vergonzoso para ambas. – respondí.

En eso, salió Camila del baño. Se había cambiado de ropa allí y ahora, con unos pantalones muy pequeños que apenas tapaban su gran culo se sentó frente a nosotros. Se notaba que no llevaba sujetador, porque unos pezones negros se transparentaban bajo la camiseta azul cielo de asillas.

  • Éste es el momento de dejaros a solas – dije sonriente y volví a mi habitación.

Me quedé escuchando como empezaba Rocio ha hablar de sexo con su amiga, que ahora estaba ocupando el asiento que yo había dejado libre junto a su amiga. Se reían nerviosas, como una niña que sabe que va a ser desvirgada de un momento a otro.

Las oía hablar de sus tetas, de la envidia que suscitaba en Rocio las tetas de su amiga, mayores que las de ella, aunque no mucho. Y Camila envidia la cintura flaca y esbelta de su amiga. Ambas tenían ganas de tener algo de la otra, aunque más bien, tenían ganas de tener entre sus manos lo que se envidiaban la una a la otra.

Asomaba mi cabeza poco a poco para ver la escena. El calentón que surgía de dentro de ambas chicas se veía reflejado en el aire de la estancia, pues el calor emanaba de sus cuerpos a borbotones.

Noté como Rocio me miró sonriente, sin que su amiga se dice cuenta. Entonces se atrevió a poner una mano sobre las tetas de su compañera.

  • De verdad que me encantan. Son grandes, y muy esponjosas – dijo mi chica.

Camila no decía nada, depositando una de sus manos en las de Rocio.

  • De veras que me encantan tus tetas – volvió a decir ésta.

De repente, Rocio tenía atrapadas entre sus manos las dos grandes tetas de Camila. Las estrujaba con la camiseta de por medio, aunque eso no la molestaba.

  • Qué calor hace aquí, ¿no? – dijo Camila levantándose de repente.

Se sacó la camisa de asillas color azul cielo y la dejó sobre la mesa nueva que hacía poco habíamos comprado para reponer la otra que rompimos la primera vez que lo habíamos hecho Rocio y yo, y se sentó de nuevo.

Ahora sus tetas estaban frente a la cara de mi chica, que no quitaba ojo de ellas. Las volvió a amasar. Yo no pude verlas pues Camila estaba de espaldas a mí. Pero mi sorpresa, y la de Camila, Rocio se abalanzó muy despacio sobre su amiga y comenzó a chuparle las tetas muy despacio, comenzando a producirse unos pequeños gemidos de placer en el aire por parte de Camila, que se recostaba en el sillón, sin dejar de sujetar la cabeza de mi chica. Mi polla se empalmó, mientras me la tocaba por encima del pantalón.

Rocio hundía su cara en las tetas, apretujándolas, la una contra la otra, como le gustaba que yo hiciese con las de ella cuando se las chupaba. Los gemidos y la respiración de Camila aumentaban progresivamente y la acción de mi mano sobre mi polla también.

Rocio se levantó y se sacó la camiseta y el sujetador. Sus bonitos pechos salieron a la luz y fueron apresados urgentemente por las manos de su amiga. Luego por sus labios, para ser engullidos por la boca de ésta. Le tocaba el turno de los gemidos a mi chica, que disfrutaba de la mamada de sus tetas mientras me miraba fijamente, mordiéndose los labios efusivamente.

No pude más, y me senté sobre una butaca muy pequeña que había a mi lado, moviéndola un poco para no perderme el espectáculo. Me deshice de los pantalones y quedé desnudo, sentado y pajeándome muy despacio viendo el panorama que tenía casi enfrente.

Las manos de Camila se fueron retirando de las tetas de Rocio para ir bajando muy despacio hasta comenzar a desvestirla de cintura para abajo, bajando su faldita de volantes y arrastrando con sus dedos el tanga rosado de una Rocio que estaba siendo llevaba al séptimo cielo por los lametazos de su amiga cuando ésta encontró su sexo. Le abrió bien las piernas y hundió su cabeza entre ellas, para lamer toda la superficie del sexo de mi chica. Mientras, Rocio amasaba sus tetas, esperando que muy pronto un orgasmo le viniese a visitar.

Cuando éste comenzaba a recorrerla por sus adentros, apretó muy fuerte la cabeza de su compañera entre sus piernas, y le pidió que la lamiese más fuerte y más rápido, mientras desde mi sitio veía como la penetraba con un par de dedos previamente chupados por la boca de Camila.

Terminó su orgasmo, que fue muy sacudido, y levantando la cabeza de su amiga, la besó en los labios, mientras con sus manos, deshacía el lazo del pantalón de Camila, intentando bajárselo. Hasta que su amiga no se reincorporó un poco, el pantalón no cedió. Apareció ante mí un coñito también rasurado pero con finos y pequeños labios vaginales, que rápidamente fueron devorados por la boca de Rocio. Tumbada sobre el sillón, Camila se dejaba hacer por su amiga, mientras era el turno de sus jadeos fuertes y sonantes mientras se apretaba sus pechos el uno contra el otro y tiraba bruscamente de sus negros pezones.

No pude remediarlo. Me levanté y sin dejar de pajearme, me puse detrás de Rocio. Me agaché para chuparle un poco su coñito y recoger en mi boca los efluvios que todavía manaban de su interior. Lamí un poco su ano y luego apunté con mi polla a su agujerito vaginal, penetrándola fuertemente, mientras ella no dejaba de lamer el coño de Camila, que respiraba agitadamente, mientras sonreía observando cómo comenzaba a taladrar a su compañera y amiga.

De la excitación que reinaba en mi cuerpo, no aguanté mucho y cuando me iba a correr, saqué mi polla del coño de mi chica y me coloqué al lado de sus cuerpos, sobre las tetas de Camila, pajeándome con violencia, mientras Rocio mamaba el coño de Camila que había alcanzado recientemente el orgasmo y me miraba, al igual que Camila, que seguía frotándose las tetas mirando como comenzaba a escupir chorros de semen sobre su vientre, y Rocio subía para lamerlos directamente de la piel de su amiga, sonriente por el buen trabajo que mi chica le acababa de hacer.

Rocio se desplomó muy sonriente sobre Camila. Yo mientras, me senté sobre la mesa nueva. Esperaba que no se rompiese de nuevo. Ambas chicas estaban muy sonrientes, y para ser su primera cita lésbica, parecía que lo habían pasado muy bien.

Nos fuimos los 3 al baño para asearnos un poco, y comenzar a preparar la cena. Por la noche, esperaba que se pudiese volver a repetir la escena de la tarde, pero cuando Camila se retiró a su habitación, supuse que esa noche me quedaba conformarme con follarme de nuevo a mi chica, porque Rocio estaba muy caliente con solo recordar como su amiga Camila le había comido el coño hasta hacerla correrse con un gran y poderoso placer.

Algún día os contaré como al final pude follarme a Camila, pero esa vez Rocio no estuvo presente.

FIN.