Busca y encontrarás

Dicen que el que busca encuentra, pero nadie dice que vaya a encontrar lo que busca. Mucha ropa, pocas compras y un chulazo con una polla que hará que sea una tarde frustrante, pero redonda. Autor: Swaim (1341073) Email: letterxperience@gmail.com Envío: 02 de Noviembre, 2015 Publicación estimadá

Las casualidades existen, o eso dicen. Y como suelen decir por ahí, las cosas vienen cuando menos te las esperas.

Nervios, hastío, cansancio... lo que viene siendo un día de compras infructuoso. No lo voy a negar: para la moda soy un negado. No me gusta nada comprar ropa, ni pasarme tardes enteras probándome ropa, pero si es cierto que llevaba mucho tiempo sin renovar mi fondo de armario y ya tocaba ir haciendo el esfuerzo, porque, al fin y al cabo, la ropa nueva siempre ayuda a mejorar la imagen.

Tampoco lo voy a negar, con la ropa soy muy selectivo, y no es porque me guste vestir las mejores prendas o ropa de marcas exclusivas, sino porque con la ropa me pasa igual que con los tíos: o me gusta a morir, o no. Así de simple, sin términos medios.

Después de recorrerme todas las tiendas del centro comercial sin encontrar nada que me llamara la atención mínimamente y dar vueltas y vueltas por el centro de la ciudad con el mismo resultado, hastiado y frustrado como estaba, decidí seguir el consejo de un amigo mío:

“Jorge, para tener 22 años eres muy rarito para la ropa. Deberías de comprarte algo un poco más de hoy en día. Si te sirve de algo en las afueras hay unos grandes almacenes que tienen muchísima ropa y no son caros, además la ropa no es la típica que suele haber en las tiendas de siempre, seguro que allí encuentras ropa que te pueda gustar”.

No me quedaba otra, en menos de dos semanas llevaba tres redadas a los centros comerciales y la cosa se estaba poniendo alarmante. Si no encontraba algo que me gustara iba a tener que acabar vistiéndome con un saco de patatas.

Así que, en mi desesperación, así lo hice. Me dirigí a las afueras a probar suerte.

Unos grandes almacenes, parking propio incorporado y todo, se levantaban ante mi mirada atónita. La tienda era inmensa, llena de ropa allá por donde miraras, y mira que había metros y metros cuadrados de tienda... aunque algo desordenada. Parecía que las prendas eran mas heterogéneas, mucha variedad y modelos y diseños que no se suelen encontrar normalmente... quizá menos “fashion”, pero más adecuados a mi estilo. No era la típica tienda de moda, y eso se notaba en los precios... y en la clientela: Inmigrantes, garrulos y canis, chonis, algun que otro gitano... La verdad es que me sentía agusto allí, quizá porque no me sentía observado por como vestía, no como en las tiendas del centro, donde los pijos con pantalones de pitillo y camisas de rayas naranjas mezcladas con verdes y demás modelos extravagantes de hoy en día miraban con aires altivos a un tío de ojos claros y piel pálida que iba vestido con unos vaqueros normaluchos y una chaqueta desgastada.

“Manos a la obra, Jorge, es aquí o en ningún sitio”

Aunque algo cansado, me animé al ver la cantidad de cosas que habían y comencé a motivarme alentado por la posibilidad de encontrar algo que llevarme a casa.

Chaquetas, pantalones, camisas, camisetas... Mucha ropa, pero seguía sin decidirme. Creo que cuando llevas las mismas prendas mucho tiempo al final cualquier cosa te parece que te queda mal, lo que en mi caso era un añadido más a mi quimera con la ropa.

Después de dar cuatro vueltas a la tienda y de probarme muchas prendas, y ya frustrado de nuevo, cuando estaba mirándome al espejo con la ultima “adquisición”, noto como una voz grave resuena detrás mía:

  • Chaval, como sigas probándote ropa no nos vas a dejar nada en los percheros.

Acto seguido, dejo de fijar mi mirada en mi reflejo y veo al dueño de esa voz, del cual no me había percatado hasta ese momento, justo detrás mía, en el reflejo del cristal: No creo que llegara a los 25, me sacaba como una cabeza, con una piel morena por el sol que cubría una cara marcada por dos ojos de color negro azabache, una nariz perfecta, un espeso pelo negro, corto y de punta y todo ello adornado por una sonrisa burlona que coronaba uno de los rostros mas atractivos que he visto en mi vida. Lo que viene siendo todo un ejemplar de cani, pendiente incluido:

  • Ah... ¡Ahh! -logré balbucear al ver semejante imágen – S-Sí.... es que esto es un coñazo. Nada me queda bien. Creo que voy a empezar a pensar en prenderle fuego a la tienda como esto siga así.
  • Esque a tí esta ropa no te pega chaval, creo que lo tuyo son las tiendas del centro.
  • Odio esas tiendas, no hay nada que me guste allí.
  • Enga ya nano, seguro que tienes pasta para ropa mejor que la que hay aquí.

Su mirada penetrante y oscura y su morena piel contrastaba con la palidez de mi piel y el azul grisáceo de mis ojos. Por más que intentaba fijar mi mirada en la camiseta que me estaba probando no podía terminar de apartarla de semejante espécimen de hombre, el cual había decidido plantarse detrás mía y no moverse de ahí.

De repente sus amigos, que también estaban en los probadores, llamaron su atención:

  • ¿Jano qué haces con el pijo ese? ¡Ven mira esta chaqueta que he encontrao!

De repente empecé a sentir cierta desconfianza. Si un tío como ese había intentado iniciar conversación conmigo solo podía significar dos cosas: o intentaba ligar, o intentaba robarme, y dada la situación y los personajes todo indicaba que lo más seguro era lo segundo.

Comencé a sentirme intimidado por la situación así que, aprovechando que se había ido, decidí meterme en el probador de nuevo y volver a cambiarme rápidamente para terminar saliendo del probador con las manos vacías y una sensación que iba entre la excitación y el puro miedo.

Salí de los probadores todo lo rápido que pude y comencé a avanzar pasillos y pasillos en busca de la puerta de salida. Necesitaba salir de allí lo antes posible y largarme antes de que quizá decidiera seguirme y sacarme la pasta que llevaba a punta de navaja.

A través de los cristales de la tienda se podía ver que ya había anochecido. ¿Cuanto tiempo llevaba mirando en esa tienda? Los días empezaban a ser demasiado cortos...

Ensimismado en mis pensamientos, justo cuando cruzaba la puerta de salida y por fin iba a tomar una bocanada de aire fresco del exterior...

¡¡¡PIII PIII PIII!!!

La alarma de la tienda comenzó a sonar y lo único que recuerdo de ese instante era mucho sonido, muchas luces y muchos ojos puestos en mí.

Mierda.... Llevaba un pack de calzoncillos en el bolsillo de la chaqueta. Con los nervios los había olvidado sacar.

Lo siguiente fue lo normal en estos casos en una tienda de esas características y con esa clientela: Un guardia de seguridad vino corriendo hacia mí y comenzó a cachearme y a preguntarme si llevaba más cosas encima, que qué había ido a hacer allí, que estaba hasta los cojones de los ladrones como yo... Y yo simplemente estaba paralizado. Jamás en mi vida había pasado por una situación parecida y solo podía mirar alrededor mío y sonrojarme cada vez más y más:

  • ¡Yeh! ¡Pablo tío, no le hagas ná al chaval que viene conmigo!

Esa voz de nuevo...

El semental en cuestión había vuelto enfundado en sus pantalones de chandal negros, su sudadera de colores chillones y su pelo de punta a salvarme el culo:

  • Joder Jano, tío. ¡Pa traerte amigos así mejor déjatelos en tu puto barrio que no me dan mas que trabajo tronco! - Respondió el tipo de seguridad con cierto tono de confianza.
  • No pasa nada tío. Yo se los pago y asunto arreglado, no te preocupes.

Y yo ahí seguía: rojo como un tomate, paralizado por la situación, por los pitos, las luces, el guardia, el chulo del chándal... Esto no podía estar pasándome a mi. ¡TIERRA TRÁGAME!

Y todo pasó ante mí. Y yo pude pagarlos, y pude pedir perdón, pero seguí paralizado. De ese momento solo recuerdo al semental pagándome lo “robado”, echando unas risas con el guarda, unos toques en el hombro amistosos... y como me agarró por debajo del hombro con su mano y me sacó de la tienda prácticamente en volandas.

Ya fuera de la tienda, el frío acuciante del otoño me sirvió para volver en mi mismo, y de paso recordarme que yo también necesitaba respirar y eso.

  • ¿Estás mejor, chaval? - Me preguntó Don Chandal Llamativo mientras me miraba con una expresión entre jocosa y expectante.
  • Si... sí. Sólo necesito un cigarro y relajarme un poco.

Con mucho nerviosismo empecé a buscar mi paquete de tabaco entre los bolsillos de mi chaqueta, con temblores conseguí sacar un pitillo del paquete y ponérmelo en la boca, pero mi mechero no aparecía por ningún lado, hasta que una llama se iluminó delante mía y entonces pude volver a centrar la atención en mi alrededor, y ver como Mr. Chandal se había encendido un cigarro y me ofrecía fuego con su atractiva sonrisa jocosa.

  • Joder con los pijos, también os da por robar en estos sitios. ¿Qué lo haces, por sentir emociones fuertes o qué? ¡Para robar sin que te pillen hay que tener experiencia chavaal! Tienes que estar muy mal de la perola si te crees que así vas a conseguir sacarlos.
  • No soy ningún pijo... A ver, tampoco soy un muerto de hambre. Es sólo que... No recordé que los llevaba metidos en el bolsillo.
  • ¡Jajajaja! ¿¡Y que te ha pasado que te los has olvidado?! Ha sido salir del probador y verte salir escopeteado para la puerta. Pensaba que te había dao cagalera de lo rápido que corrías. - En cierto modo cagalera sí me había dado, pero no por los motivos que el pensaba.

  • Ehhh.. Bueno, sea como sea muchas gracias por lo que has hecho. Sin ti no se que hubiera hecho en ese momento – Bueno, realmente sin él nada de esto hubiera ocurrido.

  • Me llamo Jonathan, pero todos me llaman el Jano – Me dijo con el cigarro en la boca mientras me tendía la mano.
  • Yo me llamo Jorge, gracias por sacarme de ahí. Te debo una, tío.
  • Jejejeje, no es la primera vez que tengo que hacerlo.

El ambiente se relajó un poco mientras terminábamos de fumarnos los cigarros y hablábamos de temas banales: historia del robo, la ropa al por mayor, amistades peligrosas... Hasta que después de unos segundos de silencio un tanto incómodo...:

  • Bueno, ¡Entonces el pijete está en deuda conmigo...! ¿Que podríamos hacer para cobrármela...? - Espetó con una media sonrisa mientras le daba la última calada a su cigarro y me miraba de reojo.

Mierda, mierda, mierda... Estaba claro, se iba a cobrar unos putos calzoncillos baratos con toda la pasta que llevaba encima para ropa... Bueno, el caso es que lo peor ya había pasado, y de todas formas si hubiera querido robarme lo hubiera hecho igualmente. Y aunque él fuera la causa de que todo esto hubiera pasado, supongo que era mejor así a que me pusiera una navaja en el cuello y me lo quitara todo a la fuerza...

  • Vale, vale. Está bien, te daré todo lo que tengo. ¡De todas formas me lo hubiera gastando en cualquier gilipollez antes que en comprarme ropa que era lo que quería...!
  • ¡Eeeyyy! Para el carro, chaval. ¿Quién te ha dicho que quiera sacarte la pasta? Que yo curro y tengo dinero. No me hace falta ir sacándole pasta a pijines indefensos por ahí. - Me espetó jocoso.

Y ahí todos mis esquemas se descompusieron. Lo único que podía hacer era mirarlo con incredulidad y tratar de responder algo coherente, pero no se me ocurría respuesta alguna, salvo...

  • Pues, entonces te debo una tío. Si quieres quédate los calzoncillos y te los pago, aunque creo que no son de tu talla...
  • Me debes una y me la vas a pagar hoy mismo, pijillo – volvió a sonreir de forma burlona, clavándome sus penetrantes ojos.

Mis pulsaciones volvieron a acelerarse. Mi, ya de por sí enrojecida piel debido al frío, volvió a dejarme en evidencia al coger aún más color. ¿Qué cojones quería ese tío de mí y por qué no me lo decía de una vez?

  • Tienes una cara de comepollas que no puedes con ella.

Lo soltó así, en medio del silencio que se había creado en esos segundos desde que dejó de hablar y que me parecía que se habían hecho minutos ante tanta tensión.

  • ¿Que... Qué? Mira tío, una cosa es que me salves el culo y otra que te creas nadie para venir a vacilarme.

Y dicho esto, y cansado por tanta tensión, me di la vuelta y comencé a dirigirme a la puerta de salida del parking. Pero su mano me agarró del brazo y estiró hacia él, haciendo que me diera media vuelta y volviera a clavarme esos ojos negros.

  • No te estoy vacilando pijete. Te digo que a ti te gusta comer pollas y aquí tienes un cimbrel que no te vas a poder comer entero de un bocado – me soltó mientras se pasaba la mano por el paquete y se agarraba lo que ya parecía ser un considerable bulto cuya forma se podía advertir perfectamente a través de la fina tela del pantalón de chándal de tela sintética que llevaba.

Mi cara debía ser un cuadro en ese momento. Lo miré sorprendido y luego no pude evitar mirar ese marcado pollón que agarraba con ganas a través del chándal... y no pude apartar la mirada, y poner aún más cara de asombro.

  • ¿Ves como sí te gustan las pollas? Si ya lo sabía yo. Si es que tengo ojo para los comepollas. Se os nota en la mirada desde kilómetros.
  • ¿Y qué si me gusta comer pollas? ¿Acaso eres tu alguien para decirme lo que me tengo o no me tengo que comer? ¡Bastante he tenido yo con aceptarlo como para que vengas tu ahora a insultarme, cacho garrulo!
  • ¡Eeeyyy pijete! Que yo no me he metido contigo. Tan solo quiero que me pagues, y me vas a comer todo el rabo en este parking porque llevo todo el día currando y no me apetece acabar el día con una puta paja. Chaval, que no te enteras, ¡que a mi me vienes de lujo...!

Y... eso era. Es fácil deducirlo cuando estás leyendo un relato erótico, pero para mi en esa situación era algo increíble, ¡digno de ser guardado en los puestos mas altos de los mejores recuerdos de mi vida!

Entonces... recapacita Jorge. Tienes a todo un espécimen de cani, o garrulo, o como lo quieras llamar, cachondo perdido y que resulta que te ha echado el ojo a tí para desquitarse, ¿¡y ese iba a ser el pago?! ¿Pero quién iba a pagar a quién?

Si hubieran habido fuegos artificiales en ese momento me hubieran venido que ni pintados, pero sea como fuere, con los que yo tenía en mi cabeza creo que era más que suficiente.

  • Está bien. Acepto el trato. Pero esa pichita va a ser poca cosa para mí, la verdad - le dije, lanzándole una mirada desafiante y devolviéndole la sonrisa burlona en un intento de devolverle un poco lo mal que me lo había hecho pasar desde el momento en el que lo vi en el espejo.
  • ¿Que mi polla qué? Te vas a enterar de lo que es un taladro. Vas a estar una semana con la mandíbula desencajada chaval – Me dijo con una sonrisa, como si hubiera captado mi intento de picarlo.

Y cogiéndome del brazo me llevó por el parking hasta una zona donde no daba la luz de las farolas y había dos camiones de la tienda aparcados uno junto al otro.

Una vez entre ambos camiones me empujó hacia abajo, obligándome a agacharme delante de el, y acto seguido me cogió la cabeza y me paso su paquetazo por la cara con ansia mientras jadeaba de gusto, intentando no gemir para evitar sospechas:

  • ¿Esto te parece pequeño, pijín? Tu no te has comido un rabo de estos en tu vida. Esta noche vas a terminar cansado de rabo, maricón – Me decía mientras me agarraba de la cabeza y la pasaba de arriba a abajo por su paquete.

Yo en ese momento solo podía dejarme llevar y sentir su tremenda herramienta pasar por mi cara mientras abría la boca e intentaba metérmela lo que podía a través de la tela del pantalón.

  • No hay nada que más me guste que ver como me la come un pijillo como tú. Da gracias que no tengo condones sino te ibas a ir a casa abierto en canal.
  • Ah, ¿es que también te gusta follarte a maricones, garrulo? - Le solté mientras le agarraba el paquete, como fuera de mi mismo.
  • Hijo de puta, te vas a enterar de lo que es bueno cabrón.

La tensión y el morbo en el ambiente solo podían crecer ante semejante situación, y parecía que no solo por mi parte, porque el Jano ya no pudo soportarlo más y estiró de la goma de su pantalón y calzoncillo para sacar su babeante polla por encima. Debería de medir unos 19 o 20 centímetros fácilmente, y quedaba mirándome directamente, un poco curvada hacia arriba, con muchas venas que la surcaban en toda su extensión:

  • Ahora vas a ver lo que es un rabo de verdad, comepollas.

Y yo tampoco pude más. Comencé lamiendo lentamente el pellejo sin llegar a retirarlo, mientras la agarraba con mi mano sintiendo grosor y su suave tacto, disfrutando de ese liquido preseminal que inundaba mis fosas nasales, metiendo la lengua y saboreando cada gota. La mezcla del olor entre sudor y orina era intensa pero muy agradable. Me estaba poniendo a mil y no aguanté más y me la metí entera de una vez:

  • ¡¡Oooohh!! Si, joder. Come rabo, cabrón. - Dijo, agarrándome la cabeza y haciendo que entrara aún más de lo que yo me había podido meter, llegando casi a rozar con la nariz el vello pubico, con lo que podía aspirar aún más ese olor a tío sudado que tanto me pone.

Yo comencé a tener arcadas y a ponerme aún más rojo de lo que había podido estar en toda esa tarde, a causa de que el muy cabrón no me dejaba sacármela para respirar:

  • Es pequeña, ¿eh? ¿Te parece pequeña? ¡Vengaa..! ¡Di...! ¿No puedes responder capullo...? ¿Te parece pequeña..? ¡Responde comepollas...!

Y yo intentaba decir “no”, pero era imposible con semejante herramienta en la boca, la mandíbula desencajada y la polla casi en el esófago:

  • N...-OHH! OHHH! - Era todo lo que alcanzaba a decir.

Y para suerte mía – y la de mis pulmones – me soltó por fin, y volví a respirar, soltando babas mientras trataba de recomponerme y coger aire:

  • Ahora sigue saludando al taladro que solo acabas de empezar.

Y aún sin haberme recompuesto del todo comencé a chupar de nuevo con más calma. Con la mano retiré el pellejo hacia atrás y dejé al descubierto un glande gordo y ancho, que estaba rodeado de un material viscoso y blanquecino y con un olor fuerte y penetrante.

Miré hacia arriba y pude ver una mueca de vergüenza en su cara, que no había dejado su media sonrisa de lado.

  • Ostia, tío. Lo siento. Es que llevo todo el día currando y he venido aquí directam- OOHHH!!! Diosss, si, chupa. Cometelo todo!

No dejé que acabara la frase, me metí el glande entero y comencé a relamer todo ese material pastoso que había acumulado. Lamí y lamí y lo dejé todo limpio. Un sabor fuerte y ácido. Me encantaba poder comerme todo eso, y a el por lo que parecía le encantaba que yo lo hiciera porque me agarró de la cabeza y comenzó a marcar el ritmo de la mamada mientras me lanzaba toda clase de palabros:

  • ¡Siii....! Comete todo el requesón.
  • Chupa cabrón, déjala reluciente.
  • Dios como la comes, me la vas a dejar en carne viva.
  • Come rabo, trágatela entera.

Y con cada frase yo me ponía más cachondo, y el también porque seguía agarrandome de la cabeza y moviéndola a lo largo de su polla a su gusto mientras yo intentaba no sollozar ni gemir del gusto y el hacia lo propio en forma de susurros y gemidos huecos.

Así estuvimos un buen rato... yo agarrado a la tela de su pantalón y aguantando la cadencia cada vez más rápida de los movimientos de mi cabeza agarrada por sus manos, chupando su polla con ansia y dándole todo el placer que podía con mi boca, hasta que no pude más y me la saqué de la boca.

  • ¡Qué! ¿Ya te has cansado, pijete? - Me soltó riéndose con sorna.

Y sin decir nada le bajé los pantalones hasta las pantorillas, dejando al descubierto dos grandes cojones rodeados por una gran mata de vello púbico. Y levantando su enorme polla pasé a comérselos con ansia.

  • ¡Ooohh! Dios. Puto tragón. También tienes para mis pelotas, ¿eh?

Y diciendo esto arqueó la piernas un poco más para ponerlos a mi disposición y agarrándome la cabeza con una mano mientras le comía los cojones, con la otra comenzó a pajearse.

Primero me metí uno en la boca, lo lamí con ganas. Luego pasé al otro, sin dejar de lado lamer bien sus ingles mientras me embriagaba con el olor que desprendían.

Al final conseguí metérmelos en la boca a la vez, cosa que fué dificil, mientras el gemía en susurros como un poseso y me seguía soltando toda clase de burradas llevado por el placer mientras seguía pajeándose:

  • Venga, comeme las pelotas, son tuyas. Lamelas, dejalas relucientes. Aahhhh ¡¡Joderrr!!

Me agarró de la cabeza otra vez y, sin miramientos y llevado por el momento, me la ensartó entera de un solo movimiento. Entonces comenzó a follarme literalmente la boca de forma enérgica y ruda. Sus caderas se movían cada vez más rápido y yo solo atinaba a agarrarme a sus peludos muslos mientras dejaba que me llenara la boca de polla a su antojo:

  • Ahora ya sabes lo que es un buen taladro. - Me decia mientras me seguia follando la boca con fuerza.

El ritmo era frenético. Por momentos pausaba un poco el ritmo mientras me la sacaba casi hasta el glande y me la metía entera de golpe y me miraba a los ojos llevado por la lujuria para pasar a taladrarme la boca de forma más rápida mientras estiraba la cabeza hacia arriba, dejando ver todos los músculos marcados de su cuello que asomaban por su sudadera.

A mi por aquel momento ya me saltaban las lagrimas, no se si del placer o del esfuezo, y solo deseaba que no acabara nunca con aquella tortura.

Pasado un rato, y ya con un ritmo muy fuerte, me miró a los ojos fijamente:

  • Ahora me voy a correr y te vas a beber toda la leche. Te vas a tragar todo el biberón y no vas a dejar ni una gota, ¿de acuerdo?

Yo asentí aún con su polla en la boca y me soltó la cabeza para pasar a agarrarse la polla y a pajearse con fuerza. Me obligo con su otra mano a realizarle otra pasada por esos cojones que le colgaban y después de otro rato así comenzó a aumentar la frecuencia de sus gemidos, lo que me avisaba de que estaba a punto de correrse.

Finalmente colocó la punta de su polla a unos centímetros de mi boca y, agarrádome fuerte la cabeza por la frente para que no la alejara, comenzó a pajearse más rápido:

  • ¡Oohh! Ahi va. Traga cabrón. ¡No te dejes nadaaa...!

Y comenzó a correrse, soltando varios trallazos de semen que intenté cazar al vuelo con los escasos movimientos que su mano me dejaba hacer, mientras me miraba con su cara desencajada y yo intentaba cazarlos al vuelo. Los tres primeros fueron a parar directamente a mi boca, pero los siguientes acabaron en mis labios, barbilla y alguno llego a mi nariz mientras intentaba cazar la máxima cantidad de semen que podía tratando de tragar para que no se me acumulara en mi boca.

Poco a poco terminó de correrse y comenzó a pasarme la polla por los restos de semen que había en mi cara mientras me regañaba entre agitado y cachondo:

  • Te había dicho que no te dejaras ni una gota, pijito. Ahora me toca dártelo con cuchara.

Y diciendo esto me pasaba el glande recogiendo los restos y haciendo que se los chupara para tragármelos, hasta que me dejó la cara limpia de semen. Después pasé entonces a terminar de limpiarle la polla con mi boca, mientras el se apoyaba contra el camión y se dejaba hacer.

Después de eso la atmósfera cambió y se tornó un poco incómoda. Yo me quité mi chaqueta y me dediqué a pasarme el forro interior por la cara en un intento de quitarme los restos que hubieran podido quedar y no parecer un muñeco de cera desecho de camino a casa:

  • Ha estado de puta madre. No solo la comida. Me has puesto a cien, chaval.

En ese momento su móvil comenzó a vibrar:

  • ¡Eyy, Nano! ¿Dónde estáis? Ah, no he visto los whasap . Si. Nos hemos ido un rato fuera y luego me he vuelto a mi casa. Estoy paseando el perro. Luego te cuento. Venga, ahora iré p'allá. Enga Nano. Tahora.

  • Mis colegas, que se han ido hace un rato. Me han perdido en la tienda y como mi colega el securata les ha dicho que me ha visto salir se han largao, jejeje – Me dijo un poco avergonzado.

  • Bueno. Entonces deuda saldada, ¿no?
  • Si tio, más que saldada. Pero espera un momento.

Rebuscó en los bolsillos de su sudadera y sacó un rotulador permanente de uno de los bolsillos. Cogió el paquete de calzoncillos de otro y en la etiqueta de cartón que los rodeaba apuntó algo.

  • Bueno nano. Si te apetece repetir otro día, avísame.

Y, acercándose a mi oído y susurrándome, me dijo:

  • Eres el pijin que más cerdo me ha puesto, cabrón.

Y diciendo esto se alejó con paso chulesco mientras miraba a ambos lados del parking intentando disimular. Yo me quedé ahí en la oscuridad, entre esos dos camiones, tratando de analizar todo lo que había pasado y en como una frustrante tarde compras se había transformado en una de las mejores tardes de mi vida. La paja que me iba a hacer en casa iba a ser monumental.

Cuando miré el paquete de calzoncillos, ahí estaba su teléfono apuntado.

Estaba claro que esto había que repetirlo...