Bultaco

Esa noche no podía dormir recordando lo que mi amigo me había relatado e imaginando la mano de aquel hombre cogiéndome la verga me estremecía. Cuando el sueño me venció las pesadillas se repitieron y la imagen de aquel hombre magreándome me hacía despertar sobresaltado.

Cada vez que salía del instituto pasaba delante del garaje Daytona y me recreaba con las motos que exhibía en su escaparate. Aquella mañana me acompañaba un compañero de clase y emocionados hablamos de las bondades de las motos expuestas.

  • Joder pues yo ya me conformo con la Puch - le decía a Ramiro mi compañero.
  • Ya pero donde esté la Montesa que se quite la Puch. Tiene mucho más potencia y además se puede trucar y la pones en 125 por cuatro duros - se reafirmaba.
  • Puestos a pedir, la Bultaco. ¡Joder esa si que es una moto de la hostia!

Soñaba con aquella Bultaco Lobito. Me veía fardando con ella delante de todas las chicas del insti y se me hacía el culo gasolina. Ya tenía la edad para conducir ciclomotores y mi esperanza era poder comprarme una moto, aunque era consciente que la Lobito estaba muy por encima de mis posibilidades.

  • Como mucho una Mobylette de segunda mano - me decía para mis adentros.

Y es que en aquella época un chaval del instituto no lo tenía fácil para sacarse unos cuartos. Con algún trabajillo ,cumpleaños, pagas y regalos de la familia llegar a ahorrar la cantidad de dinero que mostraba el cartelillo a los pies de la moto era una quimera.

  • Hala vamos, deja ya de babear y vamos un poco al parque - me dijo Ramiro sacándome de mi ensoñación.
  • Joder tio es que haría cualquier cosa por poder tener una moto. Pero no tengo ni para pagar la matrícula. Este verano estuve trabajando pero me pagaron una mierda, con lo cual no se que coño hacer para sacar pasta.
  • Bueno yo se como podrias sacar unos durillos - Me dijo con sonrisa pícara mientras me guiñaba un ojo.
  • ¿Como? - le pregunté ansioso.
  • Si te lo cuento me juras por la vida de tu madre que no se lo dirás a nadie.
  • Si te lo juro. -me apresure a decir
  • Verás, hay un tío que va por el estanque de los patos que le puedes sacar 500 pelas sin mover una mano.
  • ¿Y que tengo que hacer? - le pregunté intrigado.
  • Nada.
  • ¿Como que nada? - le dije extrañado.
  • Es él el que lo hace. - me dijo risueño.
  • ¿Y que hace? - inquerí de forma inmediata.
  • Pues le dejas que te haga una paja y te da 100 duros.
  • Pero tu estas loco o que. ¿Como sabes tu eso?
  • Porque me ha dado quinientas pelas por dejar que me la cascase.

Me quedé mirando a mi amigo con los ojos desorbitados.

  • Pero tu eres maricon o que te pasa. - le dije enojado.
  • ¡ A QUE TE DOY UNA HOSTIA! - me respondió Ramiro sulfurado.
  • Bueno es que…
  • Mira me enteré porque otros compañeros de clase me dijeron que a ellos también les daba pasta por dejar que se la menease. Así que un dia que andaba más seco que una mojama me deje caer por el estanque de los patos y me quede en un banco mirándole. A los pocos minutos se acercó a mí y empezamos a hablar . Me propuso el trabajillo y como yo necesitaba la pasta para llevar a Elvira al cine, a ver si me dejaba tocarle las tetas de una puta vez, le dije que si.
  • ¿Y qué pasó?
  • Pues que nos metimos para lo oscuro tras unos matorrales y me bajó la cremallera me sacó la polla y empezó a cascarmela.
  • ¿Y no hizo más que eso?.
  • Bueno el se sacó la suya y con la otra mano se la meneaba también.
  • ¿Y te gustó?
  • Bueno al principio me daba un poco de vergüenza y de asco. Pero luego se me empezó a empinar.
  • Joder, ¿Con un maricón?.
  • Qué quieres que te diga al fin al cabo una mano es una mano y a quien no le gusta que se la meneen.
  • ¿Y qué pasó?
  • Nada que me la estuvo cascando durante un rato hasta que se corrió.
  • ¿Y tu te corriste?
  • Si yo también me corrí.
  • ¿Y luego?
  • Pues nada me dio quinientas pesetas nos guardamos la polla y cada uno por su lado.
  • ¿Y eso fue todo?
  • Si . Esa noche le toque las tetas a Elvira en el cine.

Durante minutos caminamos silenciosos hacia el parque. Cuando llegamos Ramiro se dirigió hacia la zona de los patos. Estaba todo el lugar rodeado de espeso  arbolado y solo la luz de una tenue farola iluminaba pobremente el lugar.

  • Ves aquel hombre sentado en el banco.
  • Si .- le dije
  • Es el de las pajas

Me le quedé mirando. Era un tiarrón grande. Ya lo habia visto mas veces allí pero nunca me imaginé la historia que se traía. Pasaba seguro de los cincuenta y por su aspecto nadie diría que era maricón. Más bien al contrario, tenía pinta de ser muy macho el cabrón.

De repente dirigió la mirada hacia donde nos encontrábamos y nos vio. Saludo a mi amigo con un golpe de cabeza y él respondió a su saludo.

  • ¿Quieres que te lo presente? . me preguntó.
  • No,no que va. - le dije nervioso.
  • Bueno ya sabes donde tienes la hucha - me dijo socarrón.
  • Vamonos de aqui - le dije presuroso.

Mientras caminábamos alejándonos del lugar empecé a interrogar a mi amigo.

  • ¿Y lo has hecho alguna vez más?
  • Si unas cuantas, cada vez que necesito pasta. - me dijo alzando despreocupadamente de hombros.
  • ¿Pero tu no tiene miedo que os pillen? - le dije.
  • Que va. Siempre es de noche y sabe donde esconderse.
  • Ya pero…
  • Se la ha cascado a medio instituto y nunca le han pillado.
  • ¿Y si alguien se va de la lengua?.
  • ¿Y quien va a ser tan gilipollas para acabar con la gallina de los huevos de oro?
  • Y de donde saca tanta pasta
  • Trabajó en la mina hasta que tuvo un accidente  y le ha quedado una buena pensión. No tiene familia ni otros vicios así que se lo gasta todo en menear pollas.
  • Y no quiere más que eso
  • Bueno hay quien dice que algunos se la dejan chupar o se la cascan a él y les da más pasta. Pero yo nunca lo he hecho y tampoco se si lo que cuentan es verdad.
  • ¿Pero no os da asco con un maricón y para encima viejo?.
  • Bueno ya te he dicho que la primera vez si me dio un poco de grima. Pero ahora te la menea, se la menea, se corre, te corres y santas pascuas. Quinientas pelas en le bolsillo.
  • Joder tio eso vale para ti. Yo no podría dejar que ese bujarrón me toque la polla. -le dije con cara de asco.
  • Bueno pues ya sabes lo que te queda ni moto ni pollas, el coche de San Fernando la mitad a pie y la otra andando - apostilló entre risas.

Salimos del parque y nos despedimos para dirigirnos cada uno hacia nuestra casa. En el último momento Ramiro me dijo muy serio.

  • Recuerda que juraste por la vida de tu madre que no se lo contarías a nadie.
  • No te preocupes por mi nadie se ha de enterar - le respondí

Esa noche no podía dormir recordando lo que mi amigo me había relatado e imaginando la mano de aquel hombre cogiendome la verga me estremecía. Cuando el sueño me venció las pesadillas se repitieron y la imagen de aquel hombre magreándome me hacía despertar sobresaltado.

Al día siguiente al salir de clase, delante del escaparate del Daytona, no dejaba de pensar en el dinero que me podía ganar según me había relatado Ramiro.

Me daba un asco que me moría pero las curvas de aquella máquina me hacían repensarlo una y otra vez.

  • Al fin al cabo medio instituto está ordeñando a ese tipo. O para ser más preciso le estaba sacando la guita dejandose ordeñar - me decía para mis adentros.

Además solo era dejar que te hiciera una paja. A mi solo una vez una chica me había tocado la polla y me había masturbado. Con la excitación de la primera vez me corrí en un pis-pas pero debía de reconocer que era mucho mejor que te la meneasen que no cascartela tu mismo. Pero con un tio... pensaba. Mas al fin y al cabo una mano es una mano como decía Ramiro, me intentaba convencer.

Toda la semana estuve dándole vueltas al asunto. A veces pasaba por el parque de los patos y miraba si estaba el individuo que me señalara mi amigo. No lo encontré nunca. Era viernes noche cuando volví a pasar por el lugar, de repente de entre los matorrales vi salir a un compañero de clase, unos minutos después surgió el hombretón de entre las sombras.

Se percibió de mi presencia y me miró fijamente con ojos lujuriosos y una sonrisa torcida. Azorado di media vuelta y huí del lugar como alma que lleva el diablo.

Durante el fin de semana no dejaba de pensar en la pasta que podía sacar para comprar la Bultaco. A veces me autoconvencia de que no sería para tanto y que podía probar. Minutos más tarde me arrepentía,  no dejaba de pensar la que se montaría si era sorprendido. Quedaría tildado de maricón para toda la vida. Además mi padre me mataría a hostias, estaba seguro. Desechaba pues la idea, pero el ronroneo de la moto en mi cabeza me volvía a envalentonar para llevar a cabo el plan de sacarle la pasta al pajillero del parque de los patos.

La avaricia fue mi primer pecado

Así pues el lunes después de salir del instituto me dirigí a mi casa y tras dejar los libros espere a que oscureciera. Cuando se hizo de noche decidido me encaminé al parque.

No había ni un alma. Me senté en un banco y aguardé en la oscuridad del lugar. Los minutos pasaron lentamente. Ya había transcurrido cerca de una hora cuando ya descorazonado me decidí a abandonar el lugar.

Cuando estaba a punto de levantarme oí una voz ronca que dijo.

  • ¿Qué haces aquí tan solo?

Mire a todos los lados y no vi a nadie. Al fin torcí la cabeza y tras de mí vi una sombra poderosa. Era él.

  • Nada. Estaba esperando a un amigo. - le dije azorado.
  • ¿Te puedo hacer compañía mientras le esperas? - me pregunto el vozarrón.
  • Bueno. Vale - le dije retorciendome nervioso en el banco.

De dos zancadas rodeó el banco y se sentó a mi lado. Olía fuerte, a macho, tabaco y alcohol. No me atrevía a mirarle y clavé los ojos en la casetilla donde dormían los patos.

  • Pues hace un buen rato que le esperas - me dijo rompiendo el silencio.

  • Bueno no tanto.

  • Pues hace casi una hora que te he estado observando aquí sentado. - me dijo con un tono socarrón.
  • Bu.. bueno tal vez. No me he dado cuenta del tiempo que ha pasado. - le contesté mientras le miraba a la cara.

En la penumbra pude observar su fisonomía. La cabeza de `pelo hirsuto y en su faz se vislumbraba su barba sin afeitar pero lo que más resaltaba era el mostachón que adornaba su labio superior.

Sentado como estaba me sacaba la cabeza como poco y eso que yo no era un muchacho bajo en comparación con mis compañeros. Los poderosos hombros delataban bien a las claras cual había sido su oficio. Aquella envergadura solo se podía conseguir picando en la mina.

  • Tu eres amigo de Ramiro ¿Verdad? - me pregunto mientras sus ojos se entrecerraban.
  • Si.
  • A ti es al que le gustan las motos. ¿No es cierto?
  • Si
  • Me ha dicho Raimundo que ahorras para comprarte una, eso está bien. - me dijo palmeandome el muslo.

Aparte la pierna azorado.

  • ¿Y qué moto te gusta? - me preguntó retirando la mano.
  • Una Bultaco. Una Bultaco Lobito. - le respondí raudo.
  • Yo podría ayudarte a conseguir esa Bultaco. - me dijo acercando su boca a mi oído.
  • ¿Como?
  • Si me dejas que te toque el bultaco, lobito- me dijo en un susurro insinuante.

Y acompañó sus palabras a sus actos. Senti una manaza sobándome el paquete. Me estremecí ante tan veloz avance. Le cogí la mano y intente retirarla de mi sexo.

  • Creo que tu sabes bien cómo puedes sacar pasta. Se que te ha puesto al corriente Ramiro de mis gustos. Y cuando te vi esta semana rondando por aquí me imaginé a por lo que venias. Hoy con tu larga espera me los has confirmado.
  • Bueno yo….- intente explicarme.
  • Quinientas pesetas si me dejas que te la menee.- me dijo mientras seguía acariciándome la entrepierna.

Se me estaba poniendo dura con sus caricias, no lo pude evitar.

  • Ya veo que te gusta lo que te hago. ¿Que te decides?
  • Vale - le dije
  • Pues vamos a un sitio más discreto. Sigueme a cierta distancia.

Se levantó y comenzó a caminar dirigiéndose a el hueco de los arbustos que rodeaban el recinto de los patos. Tras unos instantes le segui.

El alto seto formaba un recinto amurallado profusamente iluminado por la luz de una farola. La altura del vallado vegetal impedía ser vistos desde el exterior del recóndito lugar. En el centro me esperaba el grandullón.

  • Ven acércate lobito. - me dijo en un susurro.

Temeroso me encaminé hasta llegar a su lado. Me cogió por el mentón y me hizo mirarle a los ojos. Un fulgor de deseo les hacian chispear.

  • No te pongas nervioso. Ya veras como lo pasamos bien tu y yo.  Al fin y al cabo solo es una paja. ¿Acaso tu no te la meneas? - me dijo con una sonrisa de medio lado.
  • Si, pero nunca….
  • Nunca te la tocado nadie.
  • No. Digo si, una chica. Pero un hombre nunca - le dije sonrojandome.
  • Es igual chaval, todas las manos son iguales.
  • Eso me dijo Ramiro - le conteste sonriendo nerviosamente.

Me empezó a sobar el paquete mientras me miraba lujuriosamente.

  • Parece que tienes un buen bultaco aquí entre las `piernas. Déjame ver.

Y sin más demora me desabotono el pantalón y bajó con suavidad la cremallera de la bragueta. Luego su mano se deslizó por la cinturilla de mi calzoncillo y la sentí sobre mi piel. No se si la frialdad de su mano o la impresión de tener aquel tiazo tocándome mis partes produjo que mi polla que estaba morcillona se desinflase.

  • Vaya parece que se te ha mustiado la pirula. Déjame a ver si la despertamos.

Y con prontitud tiro de mis pantalones dejándolos a media pierna.

  • Pero que tenemos aqui. Que hermosura. Aun flácida parece que tienes una buena polla. Tan suave y tan larga. Déjame que te caliente un poco.

Comenzó a frotarme con la palma todo mi sexo que poco a poco fue empalmandose. Entonces la agarró cerrando sus dedos sobre el tronco y empezó a descapullarme lentamente.

  • Pues si que tienes buen rabo - decía mientras mi polla se endurecía en su mano.
  • La mejor polla de toda tu quinta te lo aseguro. Vas a hacer gozar a muchas mujeres - me dijo con sonrisa de medio lado.
  • O hombres- añadió guiñandome un ojo.

Empezó entonces a menearmela con suavidad mientras con la otra mano me acariciaba los huevos. Retiraba por completo la piel del prepucio para después cubrir de nuevo mi capullo con ella. A veces se detenía y con el pulgar me frotaba levemente el frenillo para luego dirigirlo al agujerillo por donde un líquido cristalino manaba. Lo recogía con el pulgar y se lo llevaba a la boca paladeando con fruición.

  • Dios que manjar. No hay golosina más dulce. - me decía mientras me miraba con una expresión golosa en su rostro.

Luego incrementaba el ritmo y me masturbaba con brio. Cuando creia que podria derramarme cesaba su meneo y me estrujaba los huevos con saña consiguiendo que la eyaculación no se produjese.

  • Te gusta como te lo hago - me preguntó solícito.
  • Siii - le dije entre jadeos.
  • Pues espera un poco que yo también necesito hacerme una paja.

Y dicho y hecho, se desató el cinturón, desabotonó el pantalón y tras bajar la cremallera se sacó calzoncillos y pantalón a una hasta las rodillas.

Me quedé mirándole la entrepierna con asombro. ¡Tenía una polla enorme! Debajo de una espesa pelambrera, se veía aquel cipote que como un poste se inclinaba iniesto. Debajo, dos poderosos cojones oscuros y poblados de vello colgaban poderosos. Todo su tronco estaba surcado por abultadas venas de tono azulado. Y coronando semejante herramienta una mota grande como una manzana, de un rojo agranatado, desde cuyo extremo fluía un hilo transparente que se descolgaba hacia el suelo.

Se la agarró con una mano y la descapulló por completo empezando a masturbarse mientras me miraba sin pestañear a los ojos. Yo no podía cerrar la boca al ver semejante trabuco que la manaza del minero apenas abarcaba.

  • Ven. Acércate. Déjame que te haga una paja. -

Me aproximé a él y deje que su mano agarrase mi verga que comenzó a masturbar de forma inmediata. Él jadeaba, yo jadeaba y de nuestros rabos se desprendía con abundancia un líquido que manaba incesante y que goloso recogía de vez en vez para lamerlo con su lengua.

Sentía como mi polla se hinchaba y las primeras señales de un orgasmo inminente se aproximaban.

  • Me voy a correr - le dije jadeante.
  • Espera un segundo - me conminó mientras aceleraba el ritmo de su masturbación.

Yo increíblemente excitado, tanto por los goces que me procuraban su mano como por la imagen de aquel tiarron cascandose con saña semejante cipote, estaba alcanzando el clímax y sin poder aguantarme más me comencé a correr en su mano.

  • Ay ay que gusto - dije entre jadeos mientras mi polla descargaba en su mano incontables trallazos de mi leche adolescente.

Todo mi cuerpo se cimbreaba con aquel orgasmo como ninguno que antes hubiese disfrutado. Cuando cesé de derramar mi esencia se llevó la mano a la cara y lamio toda la corrida que en ella había depositado segundos antes.

Yo le miraba extasiado mientras el frenético seguía machacandosela con ahínco. De repente gruño ruidosamente y de aquel pollon salió un chorro que saltó más de medio metro cayendo en el suelo. Tras el primer disparo, una cantidad de espesa y blanquecina leche fue fluyendo de su polla embadurnando todo su capullo, hinchado y palpitante que no cesaba de eyacular. Mi polla morcillona palpito con su orgasmo.

Luego tras serenarse sacó un pañuelo y acercándose a mí me limpio la polla con mimo para luego hacer lo  mismo con su mano y su propio rabo. Se subió los pantalones, metió una mano en el bolsillo y tras sacar un billete me lo tendió.

  • Toma lo pactado. Ya sabes donde me tienes si quieres más. - me dijo guiñandome un ojo

  • Vale - le dije sonriendo mientras me abrochaba los pantalones.

  • Espera unos minutos y luego sales tu. ¿Vale muchacho?

Y se alejó perdiéndose por el oculto hueco del seto. Miré el billete que tenía en la mano, una gota de líquido blanquecino brillaba sobre el papel, tras dudarlo, de un lametón lo limpié con la lengua

El sonido de la Bultaco resonó en mi cabeza.