Bukkake con cinco camioneros

Y allí, entre camión y camión, me encontraba desnudo y de rodillas delante de cinco hombres con las pollas tiesas listas para ser chupadas

Era una tarde de esas de primavera en las que da gusto salir a pasear por el pueblo pero estaba algo perezoso y sin saber muy bien a donde ir, a parte llevaba un tiempo sin trabajo y no me apetecía salir a tomar nada, cuando de repente, sonó mi móvil. Era mi amigo Francisco.

  • Ei, ¿qué haces cabrón? ¿Ya te estás tocando pensando en rabos?

  • Pues la verdad es que no, pero ahora que lo dices…

  • Mira, que me ha llamado mi jefe y tengo que ir con el camión a Albacete y hacer noche allí, para descargar por la mañana siguiente. ¿Te quieres venir?

No se me podía ofrecer mejor plan para matar el hastío de esa tarde de mayo, a parte, ya sé cómo suelen acabar estos viajecitos. O mejor dicho, ya sé cómo suelen empezar, con yo amarrado al pene de Francisco mientras él conduce. Cómo acaban ya es otra historia, pero la dinámica más o menos siempre va por esa línea. No era la primera vez que le acompañaba, así que no me lo pensé dos veces.

  • ¡Por supuesto que quiero venir!

  • Pues venga, en una hora salimos. Me esperas en el banco que hay a la salida del pueblo, paso con el camión y te recojo. Nos lo pasaremos bien.

  • ¡Sin duda! Hasta ahora.

  • Hasta ahora.

Me duche, me arreglé, me puse un tanga negro que sé que a él le pone mucho y me preparé una mini mochila y me fui para allí. La aventura estaba a punto de empezar.

Cuando llegué Francisco ya estaba allí, me dijo que había salido un poco antes para ver si ya me encontraba, que tenía ganas de una buena mamada. Así que nada más subir a la cabina del camión, tiré la mochila a la cama que hay detrás de las sillas y me abalancé a su entrepierna y le desbroché la cremallera. Me la metí en la boca mientras él no sacaba la vista de la carretera. Tiene un pene de unos 15 centímetros y no muy grueso, me gusta porqué me cabe en la boca sin mucho esfuerzo y se nota que esto a él le da placer. Empecé la felación, tenía precum y olía y sabía ligeramente a pis, hecho que no hacía otra cosa que ponerme más caliente. De vez en cuando quitaba una mano del volante para presionarme la cabeza hacia abajo, para que me la tragase entera y el jadeaba de placer. También me cogía del pelo y era él el que llevaba el ritmo de la mamada. Cada quince minutos más o menos me pedía que parase para que no se corriera, descansaba un momento y vuelta a empezar. Ahora le chupo el capullo, ahora los huevos, después el tronco y me la vuelvo a meter en la boca. Hasta que llegó el momento que no podía más y aparco el camión a un área de servicio. “Quítate la ropa y tira para atrás, que te voy a follar bien follado”. Y eso fue lo que hice, me quité la ropa a trancas y barrancas y pasé a la cama que tiene dentro de la cabina. “Venga, por ahora ya me la has chupado bastante, ponte a cuatro patas que te voy a reventar”. Me puse a cuatro patas, y como ya sabía lo que pasaría me limpié y dilate un poco antes de salir, para que entrara sin problema. Me cogió de la cintura y me la metió de un golpe, empezó con un mete saca de órdago, a un ritmo frenético, yo no podía hacer otra cosa que gozar como un perro en celo. A la penetración la acompaño con unos azotes, que él bien sabe que me ponen cachondo perdido y así me lo decía, “¿te gusta esto eh, puto maricón?”, a lo que yo intentaba responder con un “me encanta” entrecortado por el polvazo que me estaba metiendo. Francisco, al igual que mis otros cuatro o cinco amigos que tiene derecho a carne conmigo, es heterosexual, pero les encanta tener un sumiso para que se la chupe, mearle y follarle el culo cuando les apetezca. Y yo, que esto siempre me viene bien, no les digo que no.

Vi que se estaba a punto de correrse cuando aumentó todavía más el ritmo de sus embestidas, así que apreté bien el culo para darle más placer y chillé “síiii, dámelo todo”, y tal que así lo hizo. Noté como se inundaban mis entrañas, mientras el me apretaba con fuerza las caderas hasta el punto de llegarme a rasguñar. Cuando quitó su polla de mi culo fui corriendo a limpiarle los restos de semen que quedaban en ella, mientras, me puse una mano debajo del culo para recoger el semen que iba saliendo de él. Una vez salió todo y con la mano bien llena, me lo puse en la boca y me lo tragué. “Que puto eres, no sé puede ser más maricón”. Pero Francisco ya sabía que sí, que se lo podía ser mucho más porqué lo había visto con sus propios ojos.

Seguimos el camino, sin contar el alto en el camino llevábamos  tres horas y todavía nos faltaban un par más, así que se la chupé varias veces más, pero lo mejor del trayecto estaba aún por ocurrir. Le contactaron por la emisora, un tal Miguel, un camionero que suele hacer la misma ruta que él y se han encontrado varias veces en Albacete. La conversación fue la siguiente:

  • Miguel: Francisco, ¿nos vemos esta noche en Albacete?

  • Francisco: Sí, en un rato estoy allí. ¿Qué tal, cómo va la cosa?

  • Miguel: Pues ya sabes, la vida del camionero, llevo tres días en ruta y metería la polla al primer agujero que encontrase.

Al oír esto me giré hacia Francisco y pudo ver mi sonrisa lasciva en mi cara, con un gesto de su rostro me preguntó lo que yo quería que me preguntase, y le dije que sí mordiéndome el labio inferior.

  • Pues oye, yo sé de un agujero donde puedes meter tu polla tantas veces como quieras. De hecho son dos, y te aseguro que no te arrepentirás, te lo digo por experiencia.

  • ¿De qué me hablas, Francisco?

  • Pues que aquí al lado tengo al maricón de mi amigo Sergio, que le gusta chupar pollas a tutiplén y que se la metan hasta el fondo, y básicamente es lo que ha hecho todo el camino. Chupármela y ofrecerme su culo.

En este punto de la conversación intervine y le dije a Miguel “oye, ¿no tendrás ningún problema por dejártela chupar por un maricón, verdad?”. Él me respondió la típica frase de machito hetero de “mientras yo no te tenga que tocar nada, a mi me da igual”. La idea de que me follasen estos dos me estaba poniendo muchísimo, tanto que no tenía suficiente, así que les pregunté si no conocían a alguien más para unirse a la fiesta. Miguel dijo que preguntaría y me traería un voluntario más, seguro. La cosa pintaba bien.

Así pues, al cabo del rato llegamos a Albacete, aparcamos en el parquin abierto del almacén y lo hicimos justo al lado del camión de Miguel. Nos dijo que dejáramos un poco de espacio entre camión y camión, que sería allí donde pasaría la acción. Bajé del camión al mismo tiempo que Miguel, era un hombre 20 o 25 años mayor que Francisco y yo, debía rondar los 50 y poco. Era un hombre bajito y gordo, con media melena, no era objetivamente guapo pero esa daba lo mismo, a mi lo que me importaba era lo que tenía entre las piernas. “Así que tu eres la putita que nos va a complacer esta noche eh”. “Así es, ya verás lo bien que te lo vas a pasar”. En lo que en ese momento escuchamos un grito y vemos tres hombres que se acercan hacia nosotros. “Estos tres son los otros tres camioneros que te van a dar polla esta noche, me han dicho que no les mola mucho eso de follarse el culo de un hombre, que les apetece un bukkake y llenarte la cara de lefa”. “Por mi estupendo”, respondí. Uno de ellos debía tener la misma edad que Miguel, mientras que los otros dos rondaban los cuarenta. Se presentaron, no me acuerdo ni de sus nombres, a lo que uno de ellos dijo “¿empezamos?”. Y vaya si empezamos.

Me desnudé por completo, ellos hicieron lo mismo y antes Francisco prendió una luz de gas que dejó a un lado, y allí, entre camión y camión, me encontraba desnudo y de rodillas delante de cinco hombres con las pollas tiesas listas para ser chupadas. La de mi amigo era la más pequeña de todas, pero las del resto medían veinte centímetros, dos centímetros arriba dos centímetros abajo. Me abalancé primero hacia la de un hombre de los que no sabía el nombre, mientras que con las dos manos pajeaba a los otros dos desconocidos. El felado me puso la mano en la cabeza, y lo que había empezado con un simple apoyo, al poco pasó a ser las dos manos a la cabeza y a obligarme a tragármela entera, a lo que yo respondí encantado haciendo todo el esfuerzo para que cupiera dentro. Después pasé a mamar la polla de otro de los desconocidos, la cual necesitaba que le pasasen un poco de agua, ya que sabía a meados y olía lo que se considera horrible, y digo se considera, porqué a mi ese hedor me pone cachondísimo. Entre ellos me fueron turnando, ahora Francisco, ahora Miguel, ahora sus amigos, mientras hacían comentarios del tipo “la chupas mejor que mi mujer”, vaya perra estás hecha”, “te gustan más las pollas que a un tonto un lápiz” o “te voy a llenar la cara de lefa”, y así fue. El primero en descargar fue Miguel, se notaba que llevaba varios días en ruta y los huevos llenos. Cerré los ojos y conté hasta ocho lechazos que se repartieron por toda mi cara, saqué la lengua y lamí cuanto estaba a mi alcance. Después le toco el turno al primero que se la chupé, abrí la boca de par en par y su corrida fue a parar entre mi boca y mi nariz. Me dio varios pollazos en la lengua y detrás suyo ya esperaba tanda otro de los camioneros, este me hizo girar la cara y se corrió en una de mis mejillas. Notaba como el semen me caía por la mejilla derecha y después vino el otro desconocido, “vamos a igualarlo”, y se corrió en mi mejilla izquierda. Me notaba la cara llena de semen, se me resbalaba por todos lados y todavía faltaba la traca final. Un poco más atrás y como una aparición, allí estaba Francisco, “ven aquí”, me acerqué a él a cuatro patas, con la cara llena de semen y cantoneando el culo para que vieran lo que se perdían esos cuatro de atrás. Se empezó a masturbar y yo abrí la boca, jadeaba cada vez más hasta que una corrida bestial fue directa a mi cara, sin exagerar, nuevo o diez chorros a cada cual más abundante llenaron todo mi rostro. No lo podía creer, no hacía ni dos horas se había vuelto a correr y ahora esto. El resto del grupo alucinaba. Como en el camión, a cuatro patas le limpie los restos de su pene y me arrodillé otra vez delante de esos cinco hombres. Con las dos manos fui cogiendo todo el semen esparcido en mi cara y me lo tragando hasta dejarme la cara limpia. “Que puto eres”, me dijo Miguel. Yo, caliente perdido, al ver ese cuadro, les pedí que me escupieran, y ni cortos ni perezosos empezaron a hacerlo, hasta que Francisco, que me conoce mejor que nadie y sabía lo que en realidad me gustaba, se puso delante de mí y empezó a mearme. Yo abría la boca y dejaba que entrase, a veces me lo tragaba otras veces dejaba que se cayera cuerpo abajo. No tardaron el resto de camioneros a hacer lo mismo, al punto de que llegó un momento que me estaban meando al unísono los cinco a la vez. Cuando terminaron, me fui llevando los restos de meado que pude a la boca y les di las gracias.

Parecía que la noche terminaba aquí, pero se ve que mi cantoneo de culo surtió el efecto deseado, pero eso ya es otra historia. Solo os diré que nadie se fue de allí sin habérmela metido en mi agujerito.