Buenos amigos 3

Ahora, Julia y Natalia, las dos amigas calientes, por fin solas.

El ruido bronco y televisivo del partido de fútbol era solo un rumor de fondo. Allí, en la cocina, la tarde era luminosa y las dos mujeres se afanaban sonrientes en sus tareas, denostando, medio en broma, medio en serio, a sus novios, que las habían dejado solas frente al peligro que representaba la gran montaña de loza por fregar.

-Serán malos- dijo Julia, mostrando su dentadura blanca y brillante, mientras miraba a Natalia, que le sonreía con igual apertura de labios- Se han puesto a ver la tele y nosotras, a lavar la loza, que para eso somos mujeres. No hay derecho, tendríamos que cantarles las cuarenta.

-Eso es, así se habla, líder de las mujeres oprimidas del mundo- contestó Natalia, mirando ahora, de reojo, la figura de su amiga, que se adivinaba bastante bien debajo del mínimo traje casero que llevaba, de color rojo, y que dejaba a la vista sus piernas desnudas, insinuando además la voluptuosa rotundidad de sus pechos a través de un escote más que holgado. Julia, a su vez, volvió por un instante a sus tareas y luego, rauda, lanzó un vistazo a su amiga, que también llevaba un conjunto bastante corto, un traje de casa azul que mostraba la belleza sin par de sus piernas desnudas, unas piernas largas y bien formadas.

Las dos mujeres suspiraron y sonrieron, una vez más, algo incómodas. Ambas, hacía dos días, habían engañado a sus respectivos novios con el novio de la otra. Y se sentían mal. No solo por haber engañado a sus novios, no solo por haberse engañado entre ellas, que eran amigas desde hacía mucho tiempo, sino por algo más. Y es que las dos se sentían atrapadas por volcánicos sentimientos lésbicos, que ardían incandescentes al verse la una a la otra. Julia fantaseaba con Natalia, imaginándosela desnuda, imaginándosela abierta de piernas, dispuesta a todo. Y lo mismo le ocurría a Natalia, que no dejaba de pensar en los hermosos y grandes pechos de Julia, unos pechos que anhelaba lamer y chupar más que nada en el mundo.

Habían sido dos días fríos y faltos de sexo. No solo por culpa de ellas, sino también por culpa de sus novios, que también estaban algo aturdidos por lo sucedido. El hecho era que no habían tenido nada de sexo y las fantasías sexuales de ambas mujeres estaban alcanzando el punto de ebullición.

-Tengo que poner los platos en el mueble- dijo Julia. Natalia asintió y se estrechó contra la cocina, para dejar pasar a su amiga por detrás, ya que ambas estaban lavando los platos juntas, frente al fregadero. Julia sintió el roce del pelo de Natalia en su rostro, y luego sintió algo más intenso: la presión de su cuerpo contra las nalgas de su amiga, que tenía un gran y precioso trasero, apenas cubierto por el traje que llevaba. Locamente excitada, Julia prolongó adrede el roce, aplastándose virtualmente contra la espalda de Natalia, que ahora, no sólo sentía la presión de Julia en sus nalgas. Y era precisamente esta otra presión, ejercida por los pechos de Julia contra la espalda de Natalia, la que excitaba más a ésta. El tiempo parecía haberse detenido. Las mujeres ni respiraban. Natalia sentía en su espalda el roce tenue y duro de los pezones de Julia, y en sus nalgas, la presión del vientre y los muslos de su amiga.

Al fin, el hechizo se rompió y Julia, temiendo provocar un incidente que no sabría como manejar, se apartó de Natalia y puso, temblorosa, los platos en el mueble elegido. Pero ahora tenía que volver a su posición original y Natalia, vibrante de deseo, esperaba su regreso. Durante el corto paseo de apenas unos metros hasta su puesto en el fregadero, Julia admiró, no solo la erótica belleza de las piernas desnudas de su amiga, sino también su redondeado y gran trasero, escasamente cubierto por la parte baja del traje azul. Y entonces, al trasluz, pudo ver con toda claridad que Natalia estaba desnuda bajo el traje, que solo aquella escasa y torpe tela azul cubría su desnudez. Julia vibró de deseo, pues ella también estaba desnuda bajo el traje. ¿Sería posible llegar a algo, sería posible desnudar a Natalia, besarla en la boca, lamer todo su cuerpo? Julia borró de un plumazo estas pervertidas preguntas de su cerebro e intentó no mirar a su amiga, pero no era posible. Ya había llegado junto a ella y apremiaba pasar al otro lado, no podía quedarse mirándola como una enamorada. Así pues, se dispuso a pasar. Y justo entonces, Natalia se inclinó más hacia fuera, arqueando su espalda y dejando a Julia un espacio ridículo para pasar, lo cual la forzaría a estrujarse contra ella sin duda. Julia lo advirtió y supo que a su amiga le había gustado al anterior roce. Pero no se atrevía a pasar de ahí, a penetrar por el resquicio entrevisto, porque podría equivocarse y echarlo todo a perder. Y empezó a pasar.

Asió con ambas manos la cintura de Natalia y se aplastó contra sus nalgas, mientras se inclinaba hacia delante, estrujando sus pechos contra la espalda de su amiga. Natalia contuvo la respiración, sintiendo el contacto de las manos de Julia, así como el más excitante roce de los pechos de su amiga contra su espalda. Julia se mantuvo un instante delicioso en esta postura. Luego, decidió pasar del todo al otro lado. Pero antes, se permitió un lujo, un atrevimiento: introdujo una de sus manos bajo la tela del traje de Natalia y le acarició el trasero, de un lado a otro, mientras se trasladaba a su puesto junto al fregadero. Fue un roce veloz, casi fantasmal, pero a la vez, perfectamente real e inequívoco. Y Natalia supo, al sentir en sus nalgas desnudas el roce de los dedos de Julia, que estaba irremediablemente perdida.

Las dos sonrieron y se miraron, como ovejas descarriadas. Pero no sabían qué hacer. Julia, de un modo casi inconsciente, se desbrochó los dos botones que cubrían su escote. Al instante, sus grandes pechos saltaron hacia delante y, casi totalmente a la vista, provocaron que los ojos de Natalia se saliesen de sus órbitas. La pobre Natalia, que hacía dos días había actuado casi como una ramera sobrecalentada con el novio de Julia, ahora no sabía qué hacer.

Deseaba, con locura, desnudar a su amiga, allí mismo, y comérsela a besos, pero no sabía como reaccionaría ella, como saldría todo, a pesar de los recientes roces y caricias… ¿Y si no significaba nada, y si quedaba en ridículo? Julia tampoco actuaba, se limitaba a sonreír y a comentar banalidades, mientras se movía más, mucho más de lo necesario para lavar los platos. Natalia la miraba de reojo, centrando su mirada en el escote abierto de su amiga. Pronto, sus más oscuros y locos deseos se cumplieron. Uno de los pechos de Julia se libró de la escasa cobertura del traje y quedó a la vista, desnudo por completo. Natalia se quedó con la boca abierta de par en par, admirando y deseando aquel pecho que se le mostraba en todo su esplendor, coronado por un enorme y duro pezón rugoso y enrojecido.

Julia sabía, evidentemente, que tenia un pecho al aire. Pero fingió no saberlo y siguió como si nada, moviéndose más aún, con más virulencia. Pronto el otro pecho siguió el camino que le había señalado su hermano y salió a ver mundo. Natalia, que aún tenía la boca abierta, la abrió más: ahora, Julia tenía los pechos al aire, unos pechos grandes y hermosos, unos pechos desnudos, enormes, voluptuosos y apetecibles, coronados por un par de grandes pezones hinchados.

Julia se detuvo. Deseaba a Natalia, pero quería que fuera su amiga quien diese el primer paso. No quería ser ella, no quería que Natalia la viese como una lesbiana desbocada. Por eso se había desabrochado el traje, por eso había dejado que sus pechos desnudos saliesen a coger aire. Quería incitar a Natalia a dar el primer paso.

Pero Natalia no se atrevía. Estaba excitada, y era evidente que Julia también lo estaba, y que la estaba llamando, con señales bien claras. Con sus pechos desnudos. Pero no se decidía. Era un paso muy difícil. Julia esperó unos instantes, con los pechos fuera. Luego, al ver que era inútil, se los metió bien adentro otra vez y se abrochó el traje, comentando su estupidez al dejar que se le abriesen los botones.

-No pasa nada, je, je- dijo Natalia, casi sudando- Le pasa a cualquiera, no te preocupes.

Y en ese instante, para corroborar que, por ahora, todo había terminado, los novios de ambas mujeres entraron en la cocina, haciendo un ruido espantoso. Sus risas y sus gritos forzaron a Natalia y a Julia a reír y a gritar también, y pronto pareció que aquel incidente erótico entre las mujeres no había ocurrido. Pero no era así. Las dos lo tenían muy presente, y no habían olvidado ni un segundo de los excitantes y libidinosos momentos que habían pasado en la cocina.

Por la noche, durante la cena, Natalia y Julia se sentaron frente a frente. Entre risas y bromas, entre chanzas y anécdotas, cada una escrutaba a la otra. Natalia, sobre todo, tenía más donde mirar, pues el escote de Julia, que, al igual que ella, no se había cambiado de traje, era tan amplio que podía verle una gran porción de los pechos desnudos. Julia se centraba en el bello rostro de Natalia, en sus ojos, en su boca, en su nariz, deseando que su amiga se levantase con más frecuencia para poder disfrutar viéndole las piernas desnudas. Natalia, interpretando correctamente las miradas de Julia, se levantaba con cualquier pretexto y paseaba ante los ojos ansiosos de su amiga la espléndida figura de sus piernas, sintiéndose excitada al hacerlo.

El momento culminante de la noche tuvo lugar cuándo, en medio de una apasionada conversación que los involucraba a todos, Julia se descalzó, dejando sus sandalias caseras en el suelo y se atrevió a rozar con uno de sus pies la parte superior de un pie de Natalia, que también llevaba unas sandalias de andar por casa. El chispazo de excitación que sintió Natalia fue casi eléctrico. Se detuvo en lo que estaba haciendo y diciendo y , rápidamente, calculó que el roce de otro pie sentido sobre el propio no podía provenir más que de Julia, puesto que tanto Esteban como Carlos calzaban zapatos deportivos y se encontraban, además, alejados en la mesa. Si, era evidente que aquel pie desnudo era de Julia. Y siendo así, se extasió, durante unos inefables segundos, en sentir el contacto de aquellos dedos, de aquella planta, de aquella piel, sobre su propio pie. Luego, el contacto terminó tan rápido como había llegado.

Natalia pensó rápido. Y actuó también con rapidez. Se descalzó y adelantó un pie, buscando las piernas de Julia. Las encontró, tanteó con los dedos extendidos sobre las pantorrillas de su amiga, y, al fin, posó su lindo pie desnudo sobre un pie de Julia. Julia sonrió, y Natalia supo que la sonrisa le iba dirigida. Natalia acarició despacio el pie de su amiga, utilizando para ello la planta del propio y como no, los dedos. Luego, situó el pie bajo la planta del pie de su amiga y, con las uñas, muy bien pintadas de rojo, le hizo un suave masaje, que Julia sintió como un cosquilleo leve y excitante.

Los pies se separaron pronto, temerosas ambas mujeres de ir demasiado lejos y transformar aquel leve pero delicioso tocamiento en algo más intenso que degenerase en una excitación difícil de controlar. La velada, así pues, continuó por su cauce previsible, y, tras un par de horas de comida, conversación y chistes malos, los hombres, con gran disgusto oculto de las mujeres- que esperaban una nueva oportunidad de estar solas en la cocina- se dispusieron a lavar los platos.

-Que buenos son- dijo Julia, mirando con ironía a Natalia, cuándo los hombres se hubieron ido a la cocina.

-Si, que buenos- afirmó Natalia, sosteniendo la mirada de Julia. Luego, las dos mujeres gritaron a sus novios, diciéndoles que se iban a tomar el fresco al balcón. No se habían puesto de acuerdo, pero les salió casi al unisono, como si estuvieran mentalmente unidas. Sonriendo, las dos cuarentonas se encaminaron hacia el amplio y refrescante balcón de la casa, que estaba, de modo conveniente, bastante lejos de la cocina.

La noche apenas había empezado y ya un bello telón de estrellas se asomaba en el firmamento. Hacia ellas dirigieron sus miradas las dos mujeres, juntas, acodadas en la balaustrada de piedra, sin dirigirse la palabra. Temblaban de miedo y de emoción, sin saber qué hacer, deseando con todas sus fuerzas que pasara algo, pero a la vez, cada una temiendo ser la primera en comenzar el acercamiento sexual. No se miraron ni una vez, pero de modo instintivo se situaron muy juntas, tanto, que los muslos y los brazos se tocaron. Así permanecieron durante varios minutos, mirando al frente como si las hubieran convertido en estatuas, notando cada una como el pulso se le aceleraba, mientras el contacto con la piel de la otra se hacía cada vez más íntimo y excitante.

Al fin, Julia se atrevió a hablar.

-Parece que no vamos a decir nada sobre lo que ha pasado ahí dentro, en la cena- dijo, mirando ahora a su amiga. Natalia no le devolvió la mirada, sino que, con la vista fija en el cielo nocturno, contestó:

-No, parece que no.- y después de pensárselo, intuyendo que debía decir algo más, añadió- Puede que no estemos preparadas para aceptarlo.

Y, ahora sí, miró a Julia. Los ojos de cada mujer miraron fijamente a los ojos de la otra, y leyeron allí el intenso deseo que las devoraba por dentro.

-¿Aceptarlo?- dijo Julia-¿ El qué?¿Aceptar que durante varios minutos estuvimos frotando nuestros pies la una contra la otra? O tal vez te refieres a lo que ocurrió antes, en la cocina.

-La cocina- murmuró Natalia por lo bajo, sin apartar la mirada de Julia.

-Si, la cocina. Me viste los pechos, y, perdona, pero se te caía la baba, literalmente.- dijo Julia, en tono acusador.

-Es cierto, es cierto- concedió Natalia- pero también lo es que tu no dejas de mirarme las piernas, por no hablar de las miradas de deseo que lanzas a mi culo, que te he visto de reojo y reflejada en los espejos, no creas.

-Tu culo- susurró Julia, con voz pastosa por la excitación.- Tu culo. Es que tienes un culo precioso, y unas piernas tan hermosas, tan bonitas, tan lindas que

No acabó la frase. Natalia la miró con ojos sonrientes.

-¿Ves, Julia? Estamos hablando de ello. Ahora sí. Y tengo que decirte que tienes unas tetas maravillosas. Me encantan tus tetas, de verdad, aunque eso ya lo sabes.

La conversación había subido de tono y las dos mujeres lo estaban advirtiendo, pero no podían detenerse, estaban demasiado excitadas.

-¿De verdad te gustan tanto mis tetas, Natalia?- preguntó Julia, acercándose más aún a su amiga, sintiendo los labios de ésta tan cerca que casi podía tocarlos con los suyos.-Porque a mí, tu culo y tus piernas me vuelven loca.

-Adoro tus tetas, Julia, no dejo de soñar con ellas ni un solo momento. Y hay algo más, algo más…sucio, que debo decirte.

Julia asintió, casi sin respirar. Ahora estaban tan cerca la una de la otra que sus pechos ya se rozaban y podía notar en sus endurecidos pezones el roce de los pezones de Natalia.

-Julia, yo…me masturbo pensando en ti, te imagino desnuda y – Natalia tragó saliva- me corro imaginando que te chupo las tetas y que te como a besos y…oh, Julia, es tan horrible, no sé como me siento, no sé como debo sentirme.

-Natalia, no te preocupes por eso. Yo también me masturbo pensando en ti. Lo hago a todas horas siempre que puedo y estoy sola, me desnudo y me masturbo, imaginándote desnuda, abierta de piernas, mostrándome tu sexo. Te deseo, Natalia.

Julia abrazó a Natalia por el talle, le levantó la parte baja del traje y empezó a tocarle el culo. Las bocas estaban muy cerca. Natalia le metió mano a Julia y también empezó a manosearle el culo. Las bocas se acercaron aún más, un solo milímetro las separaba. Julia cerró los ojos y se preparó para el beso inevitable. Y en ese momento, las voces rudas de sus novios rompieron el hechizo, acompañadas de gruesos y ruidosos pasos que se acercaban.

-¡Vienen para acá!- dijo Julia, separándose de Natalia-Vamos, compongamos una postura un poco más decente que ésta.

Natalia asintió y ambas mujeres dejaron de manosearle el culo a la otra. Luego, se separaron lo más posible y se pusieron de cara al paisaje nocturno, como si estuvieran disfrutando de la velada con una inocente conversación sazonada con algunos sanos cotilleos.

Los hombres llegaron, haciendo ruido. Risas falsas, más chistes malos, más anécdotas. Y entre todo ese mar de mentiras, como islas en el océano, sobresalían las tiernas miradas que Julia y Natalia se dirigían, siempre que podían, aprovechando que no las estaban mirando. La noche se acababa. Era evidente que ahora se esperaba de ellas que, al acostarse con sus novios, fuesen condescendientes y les dejasen iniciar el juego del deseo. Pero por alguna razón, eso no sucedió.

Las dos parejas se despidieron y se dirigieron a sus respectivas alcobas. Una vez en ellas, tanto Natalia como Julia se desnudaron y acogieron en la cama los cuerpos también desnudos de sus novios. A pesar de estar en habitaciones diferentes, era como si estuvieran juntas. Sus mentes se bloquearon y sólo podían pensar la una en la otra. Aquella noche, no obtendrían el menor placer follando con sus novios. De todos modos, estaban dispuestas al sacrificio, para evitar sospechas.

-¿Qué te ocurre?- preguntó Natalia, sosteniendo entre los dedos de su mano derecha la verga enhiesta de su novio Carlos-¿No quieres…jugar esta noche?

-No, no es nada, no es por ti, es que…simplemente, estoy algo cansado, ha sido un día muy ajetreado y…en realidad, prefiero dormir.

Natalia no podía creerlo. Tanta suerte era increíble. Pero insistió, falsamente disgustada, para evitar la más minima sospecha.

-¿No quieres follar, entonces?La tienes dura, amor.- le dijo, acariciándole con suavidad la polla.

-No, tranquila, descansa.Mañana, seguro, mañana.

-Bueno, buenas noches entonces- dijo Natalia, sin sospechar que en la alcoba de Julia había tenido lugar el mismo incidente. En efecto, una desnuda Julia sostenía también entre los dedos de su mano la verga de su novio.

-¿No tienes ganas de follar, Esteban?-

-No, mejor no. Mañana, tal vez. Anda, ahora duérmete, Julia y descansa tú también.

Julia asintió y se dio la vuelta en la cama. Sonriendo en su interior, convocó la imagen de su deseada Natalia y no le dio importancia al asunto de la falta de ardor sexual de su amante.

Junto a las tranquilas mujeres, los dos hombres suspiraban, aterrados. Ambos sufrían una dura crisis de identidad sexual. Porque los dos estaban pensando, ahora, el uno en el otro. Y no eran pensamientos inocentes.

La mañana era radiante. El Sol lucía en todo su esplendor, y apenas unas nubes se atrevían a contradecir al dueño del cielo. Bajo la apacible sombra de un árbol frondoso, Julia estaba tumbada boca arriba sobre una hamaca. Llevaba un bikini corto- tipo tanga- de color rojo, y unas gafas oscuras. Sus grandes pechos se hallaban en gran parte a la vista, ya que la parte superior del bikini sólo le tapaba, y con dificultades, los pezones y poco más. La parte baja de su cuerpo se ofrecía a la vista, cubierta solo con aquel minúsculo bikini, que, por detrás, consistía en una fina tira de tela que se perdía entre sus nalgas, y por delante, en un estrecho triángulo invertido que insinuaba la frondosidad de su entrepierna. Julia esperaba.

Sonriendo. Confiada. Y temerosa a la vez.

Los hombres se habían ido hacia poco. No volverían hasta la noche y ella y Natalia tenían todo el día para ellas solas. Hoy, lo sabía, era el día. El día de la verdad. Por eso se había puesto su más excitante y minúsculo bikini, por eso se había tendido en la hamaca, por eso estaba esperando.

No tuvo que esperar mucho.

Con un suave taconeo de sus zapatos de corcho, Natalia hizo acto de presencia. También llevaba un bikini, aunque de tipo normal. Era blanco como la nieve y reforzaba la belleza de sus largas y bien formadas piernas desnudas, que parecían brillar con una luz cegadora e hipnótica. Julia se bajó las gafas para admirar el cuerpo de su amiga. No tenía buenas tetas, eso era cierto, eran pequeñas, pero aquellas deliciosas piernas y, sobre todo, aquel culo, que incluso cubierto en gran parte por el bikini aparecía impresionante, merecían un derroche de elogios. Natalia también se bajó las gafas y saludó con una sonrisa a su amiga, mirando sin pudor alguno las grandes y hermosas tetas de Julia, que quedaban casi al descubierto. Luego, se situó junto a su amiga, al lado de una hamaca muy cercana, y antes de tumbarse, le regaló la vista con una visión maravillosa: se volvió de espaldas y se inclinó hacia delante, para buscar un bronceador en la bolsa que llevaba y que había dejado en el suelo. Así, una estupefacta y embobada Julia se derritió de gusto mientras miraba el culo de Natalia, que se dejaba adivinar bajo la tela del bikini, en toda su impresionante belleza. Un instante después, Natalia, cuándo consideró que Julia ya había visto bastante, se tumbó boca arriba sobre la hamaca, descalzándose con un movimiento rápido de sus pies.

-¿Quieres que te unte todo el cuerpo con el bronceador, Natalia?- preguntó Julia, después de algunos minutos tensos y repletos de vibraciones sexuales. Natalia se volvió hacia su amiga, se bajó las gafas oscuras, y, sonriendo, contestó:

-Si, ¿por qué no? Úntame por completo, extiende el bronceador por todo mi cuerpo, Julia.-

Y Julia se levantó, para sentarse junto a su mejor amiga. Con el bronceador en una mano, se entretuvo no obstante acariciando largamente las piernas de Natalia, deteniéndose sobre todo en los pies, a los que hizo objeto de un intenso manoseo, efectuado con suavidad y delicadeza.

-Me gusta sentir tus manos sobre mi cuerpo, Julia- dijo Natalia, con la mirada fija en el cielo azul.

-Y a mí me gusta acariciarte, Natalia.- contestó Julia, llevándose un pie de su amiga muy cerca de la boca. Allí lo sostuvo unos instantes sublimes, durante los cuales aspiró a fondo el olor de aquel deseado pie desnudo, antes de someterlo a unas excitantes caricias realizadas con la punta de los dedos.

-Oh, Julia, Julia- suspiró Natalia, excitada al sentir como su pie era dulcemente acariciado y adorado.

Luego, Julia dejó el pie sobre la tela de la hamaca y, vertiendo un poco de leche bronceadora sobre sus manos, se dispuso a extenderla sobre las piernas de Natalia.

Había soñado durante días con aquel momento y por fin había llegado. Acarició con sus manos húmeda y cremosas la superficie de los muslos blanquísimos de Natalia, dibujando con sus dedos la perfección de aquellas piernas de ensueño, de aquella piel tan suave y tan blanca y esponjosa. Natalia gimió de placer, sin intentar siquiera esconder la excitación que sentía. Julia continuó, extendiendo ahora la leche por las pantorrillas de su amiga, palpándola y hundiendo sus dedos en aquellas carnes blancas, fofas, y tan apetecibles. Al fin, se encontró untando de crema los pies desnudos de Natalia, deteniéndose con delectación en dibujar cada uno de aquellos dedos, decorados con uñas pintadas de rojo brillante. Durante varios minutos, Julia llenó de crema los pies de Natalia, por arriba y por abajo, sin dejar ni un solo milímetro sin estrujar ni acariciar. Natalia gimió con voz queda y tímida varias veces, al sentir como las caricias de Julia se volvían cada vez más y más excitantes.

Julia misma se había abandonado a aquella deliciosa actividad, y , pronto, Natalia, aupada sobre sus codos, con las gafas oscuras bajadas hasta casi resbalar nariz abajo, pudo ver como su amiga, concentrada, tenía la boca abierta y la lengua fuera, jadeando también, como ella, de excitación.

-Creo que ya está- dijo Julia, dejando descansar las piernas desnudas de Natalia.- ahora, el resto de tu cuerpo.

-Si, Julia, sigue, eres muy buena masajista. Me gusta sentir tus dedos sobre mi piel.

Julia no contestó. Natalia se estiró, aún boca arriba, y recibió encima del estómago un chorrito de leche bronceadora. Luego, dejó que aquellas manos embadurnadas extendieran la crema por toda la superficie de su estómago, con movimientos lentos y pausados, que describían suaves círculos por toda aquella carnosa parte de su cuerpo. Los movimientos de Julia eran rítmicos y sin pausa, repitiéndose una y otra vez. Al moverse así, las tetas de la cuarentona se movían también, con un ritmo propio. Y como estaban tan poco cubiertas, pronto uno de los pezones de Julia quedó al descubierto.

Natalia gimió. Y alzó la vista para contemplar a su amiga. Al hacerlo, la vio y abrió la boca, extasiada: Julia tenía un pezón al aire, y, aparentemente sin darse cuenta, continuaba con su labor de masajista, meneándose con tanta fuerza que pronto el otro también seguiría el mismo camino.

Las manos de Julia abrazaron los costados de Natalia, acariciándole las costillas; y mientras lo hacía, el otro pezón saltó también hacia fuera. Con el estómago y los costados de su amiga llenos de crema, Julia buscó otro campo para su actuación. Lo encontró en los hombros desnudos de Natalia y en la parte superior de sus pechos, la que no quedaba cubierta por el bikini. Con renovadas energías, Julia embadurnó ahora toda la parte superior del cuerpo de Natalia, hasta que no quedó nada por masajear.

Las dos mujeres se miraron a los ojos, con las gafas bajadas. Natalia pronto desvió la mirada, atrapada por la belleza de los pezones desnudos de su amiga.

-Natalia- dijo Julia- Date la vuelta, para que pueda terminar de llenarte de crema.

-Oh, si, por supuesto, Julia- dijo Natalia. Y se dio la vuelta, quedando de espaldas a su amiga.

Julia procuró no mirar mucho el amplio trasero de Natalia, el cual, aún cubierto en gran parte por la tela del bikini, era demasiado atractivo como para resistirse mucho tiempo. Así pues, comenzó por la espalda. Allí, trazando círculos de crema una y otra vez, pronto la llenó de bronceador en toda su superficie. Natalia gimió varias veces, excitada por las suaves caricias de Julia sobre su espalda.

Julia se detuvo. Estaba demasiado excitada. Estaba caliente. Demasiado caliente. El brillo de la espalda engrasada de su amiga la cegaba, el calor iba en aumento, y no solo procedía del Sol, sino de su interior ardiente. El cierre posterior de la parte superior del bikini de Natalia captó su atención.

Lo pensó varios minutos.

Luego, sin decir nada, simplemente desabrochó aquel cierre y la tela saltó hacia los lados, dejando la espalda de Natalia totalmente al descubierto.

Silencio.

Natalia no dijo nada. Estaba demasiado excitada como para hacerlo. Solo quería ver adonde la llevaría todo aquello, pero por nada del mundo detendría a Julia. Y Julia, tras comprobar que Natalia no se rebelaba, prosiguió.

Volvió a embadurnar la espalda de su amiga, hasta dejarla rebosante de crema. La visión de la espalda desnuda de Natalia la excitó como no había imaginado nunca; mientras, sus manos llegaron a la base de la espalda, muy cerca del inicio de la amplia curvatura del trasero de su amiga.

¿Lo haría Julia?¿Lo haría?¿Le quitaría la parte baja del bikini, dejándola total y completamente desnuda? Eso es lo que se preguntaba Natalia, sin dejar de gemir en voz muy baja, pero audible, al compás de las caricias cremosas de Julia. Y Julia también se planteaba el interrogante. Si lo hacía, no habría vuelta atrás. Lo del día anterior habían sido palabras, pero lo de hoy era algo más. Algo real y definitivo. A través de la tela blanca del bikini, el hermoso trasero de Natalia, que se dejaba adivinar en toda su esplendida belleza, parecía llamarla con lujuriosa intensidad.

Las manos de Julia prendieron la parte superior de la tela del bikini y, tras un segundo de duda, empujaron hacia abajo. La mitad superior, aproximadamente, del culo de Natalia quedó al descubierto. Y Natalia gimió y miró hacia atrás, bajándose nuevamente las gafas. Julia la miró a su vez, los ojos de ambas se encontraron. Natalia volvió a su postura original y dejó de mirar hacia atrás. Excitada, al comprobar que Natalia parecía aprobar su atrevimiento, Julia continuó. Bajó la prenda un poco más, hasta dejar a la vista unas dos terceras partes de aquel culo que tanto deseaba. Las blandas y carnosas nalgas parecían llamarla con voces imperiosas. Julia, con la boca abierta, jadeando sin saber que lo hacía, tiró nuevamente de la tela hacia abajo, hasta dejar a Natalia con el culo al aire.

"Me ha quitado el bikini"- pensó Natalia, jadeando de excitación-"Me ha quitado el bikini, me ha dejado desnuda. Esto ya está en marcha y no hay vuelta atrás, es imparable"

Pero en realidad, Julia todavía no le había quitado el bikini a su amiga. La parte baja del mismo aún se arrollaba en torno a los muslos blancos de Natalia. Un tirón suave y constante bastó para que Julia despojase de la última prenda a Natalia, dejándola, ahora si, completamente desnuda.

-¡Oh!- gimió Natalia, mientras pensaba:"Ahora si, ahora sí que estoy totalmente desnuda"

Julia admiró el lechoso culo desnudo de su amiga durante unos instantes. Y Natalia, sin dejar de gemir por lo bajo, aprovechó para incendiar más la situación, abriéndose de piernas, proporcionando así a Julia una excelente panorámica de su sexo, una raja de labios gruesos y sonrosados y prometedores interiores.

Julia, que aún sostenía en una mano la parte baja del bikini de Natalia, aprovechó para olerla a fondo, aspirando los efluvios sexuales que emanaban de aquella tela blanca. Luego, se inclinó hacia delante y sacó de debajo del cuerpo de Natalia la parte superior del bikini. Juntó las dos partes, hizo una bola con ellas y, con una sonrisa, la lanzó lo más lejos posible. Las pequeñas tetas de Natalia se aplastaron contra la tela dura de la hamaca y sus pezones, en plena erección, parecieron clavarse en ella con saña.

Julia apretó el bote de bronceador con fuerza y un potente chorro de lechosa crema salió despedido del mismo, yéndose a estrellar contra las nalgas desnudas de la desnuda Natalia.

-¡Oh!-gimió Natalia, con gracia-¡Que fria está la crema, Julia!

Y Julia le lanzó dos, tres chorros más de leche. Natalia gimió, divertida, y separó aún más las piernas. Ahora, Julia tuvo una perfecta visión del agujero anal de su mejor amiga, y no la desaprovechó: apretó nuevamente el tarro de crema y le disparó un chorro certero.

-¡Ouh!- gimió Natalia, alcanzada en el agujero del culo por el chorro de leche bronceadora.

Julia se deleitó durante varios segundos mirando el hermoso y desnudo culo de Natalia, un culo cubierto por varios chorros de leche bronceadora. Y luego, se aplicó a extender la crema por toda la superficie, carnosa y fofa, de aquellas grandes y deliciosas nalgas.

Durante varios largos y maravillosos minutos, Julia se demoró en aplicar con suavidad y habilidad la crema por toda la extensión del culo de Natalia, hasta dejarlo engrasado por completo. Y mientras duraron las caricias, mientras Julia extendía la crema con las dos manos sobre el culo de Natalia, ésta no cesaba de gemir con suavidad, evidenciando que disfrutaba con ello.

De cuando en cuando, la desnuda Natalia miraba hacia atrás, bajándose las gafas negras, que era lo único que llevaba encima. Julia le sonreía y continuaba con su labor, amasando y estrujando una y otra vez las hermosas nalgas de su amiga. Poco a poco, los dedos de Julia iban avanzando. Pronto abandonaron la superficie del engrasado culo.

Julia se detuvo y Natalia contuvo la respiración.

Un dedo de Julia penetró un poco en el agujero anal de Natalia, arrancándole un delicioso gemido de placer. Luego, el mismo dedo, después de abandonar el oscuro abismo, se deslizó hacia abajo y penetró, hasta la mitad, en el coño abierto y expuesto de la cuarentona.

-Ohh- jadeó Natalia. Estaba tan excitada que pensaba que, si Julia mantenía allí el dedo un par de minutos, no tardaría en correrse. Julia lo mantuvo, pero solo unos segundos, los suficientes para notar la cremosa presencia de los jugos de su amiga inundando su dedo.

Luego sacó el dedo del sexo de su amiga desnuda.

Natalia brillaba al sol, desnuda y engrasada, gimiendo, excitada, con el ardor y el temor bailando en sus ojos.

Y Julia estaba tan cachonda

Tan cachonda que no tardó en quitarse el bikini y en lanzarlo lejos, igual que había hecho con el de su amiga. Desnuda, se mostró en todo su esplendor ante Natalia, que se había dado la vuelta y la contemplaba extasiada desde la hamaca.

-Julia- dijo Natalia, relamiéndose- Julia, quiero untarte todo el cuerpo de bronceador. Ahora me toca a mi.

Julia asintió y se tumbó en otra hamaca, boca arriba, con sus grandes tetas apuntando al cielo. Natalia se levantó y se desplazó despacio hacia la hamaca de Julia, que no dejó de mirarla y admirarla en todo el corto recorrido, fijándose sobre todo en sus bellísimas piernas desnudas, y también, en su frondosa entrepierna, cubierta de un abundante matorral peludo.

Sentada al borde de la hamaca de Julia, Natalia, sonriente y nerviosa, con los pezones en erección, con su cuerpo brillante y engrasado, cogió el tarro de bronceador y se dispuso a embadurnar a su querida amiga. Julia esperaba en silencio, respirando de forma entrecortada, igualmente nerviosa y excitada. Natalia se volvió hacia ella y apretó el tarro de crema: un chorro potente salió disparado del mismo y se estrelló contra las tetas de Julia.

-¡Ough!- gimió Julia, con un jadeo de placer. Natalia le lanzó otro chorro más y otro y otro, todos dirigidos hacia el mismo sitio, hacia las grandes tetas de su amiga. Pronto los pechos de Julia estuvieron chorreando crema broncedora, blanca y viscosa. Natalia dejó la botella en el suelo y situó ambas manos directamente sobre las tetas de Julia.

Ambas mujeres se miraron a través de los cristales oscuros de sus gafas de sol. Un segundo más tarde, Natalia empezó a extender la crema por toda la superficie de las tetas de Julia, dedicando una especial atención a los grandes y endurecidos pezones de su amiga.

Había derramado tanta crema sobre los pechos de Julia que sus manos se deslizaban con facilidad, resbalando por aquella suave y esponjosa superficie. Excitada, cachonda, Natalia empezó a masajear con fuerza las tetas de Julia; ya no se limitaba a extender la crema, sino que hundía sus manos todo lo que podía en aquellos hermosos melones desnudos, los estrujaba y los exprimía con fuerza, llegando incluso a pellizcar los pezones, duros y tiesos como menhires.

Julia, que se mordía los labios para no estallar en un torrente de gemidos de placer, arqueaba todo su cuerpo, vibrando al contacto de sus tetas con las manos de Natalia.

Y Natalia continuó amasando con fuerza las grandes tetas de Julia, llenándolas por completo de crema, haciéndolas brillar, lustrosas y engrasadas. Durante varios minutos, Natalia no hizo otra cosa que manosear a placer las tetas de su amiga. Y eso tuvo consecuencias.

-¡Aahh!Natalia…Natalia…mmmhhh- gimió Julia, ya completamente excitada- yo…yo…ahhhh…no puedo…más.

Natalia siguió manoseando aquellas tetas de ensueño, y luego, deslizó sus manos hacia abajo y le dio a su amiga un amplio masaje en el estómago y en los costados. A esas alturas, Julia ya estaba tan cachonda que , sin pensarlo siquiera, se abrió de piernas y le mostró a su amiga la rotundidad y hermosura de su sexo desnudo y mojado, unos labios rojos y brillantes, un clítoris visible y en erección, todo ello hinchado y excitante.

-Oh, Julia. Julia, Julia, Julia- susurró Natalia, deslizando sus manos por la cara interior de los muslos blancos de su amiga.

-Natalia, oh, Natalia- gimió Julia, jadeando de placer. Y Natalia, visiblemente cachonda, introdujo uno de sus dedos en el coño abierto y expuesto de su amiga. Pero no se limitó a tentarlo y a rozarlo, sino que lo metió todo, hasta el fondo.

-Aaahh- jadeó Julia, abriéndose más de piernas, ofreciéndose por completo a Natalia, la cual había empezado a juguetear con su dedito dentro del sexo de su amiga. Ya no había por qué dudar, ya no había razón para el disimulo. Sin embargo, Natalia sacó el dedo, mojado y caliente, de entre los pliegues interiores de la vagina de su amiga y, llevándoselo a la boca, lo chupó lentamente, saboreándo cada gota de aquellos deliciosos jugos femeninos. Julia, entónces, se dio la vuelta con picardía y mostró su elegante y pequeño culito a su amiga.

-Hum- dijo Natalia, que notaba como sus propios flujos le mojaban los muslos- tienes un culo muy bonito.

-No es nada comparado con el tuyo, Natalia. Tu si que tienes un culo precioso.- contestó Julia, abriéndose de nuevo de piernas, boca abajo. Su culo, pequeño y redondeado, no era muy sobresaliente, pero tenía cierto estilo, era atractivo. Y Natalia estaba tan cachonda, que la sola visión del culo de Julia bastó para llevarla casi al orgasmo. Consiguió, no obstante, contenerse y, tras extender más crema bronceadora sobre la espalda desnuda de su desnuda amiga, le preguntó:

-¿Se te ocurre algo que pueda hacer yo, Julia, con este culito tuyo?- le dijo, dándole palmaditas en las nalgas.

-No lo sé, Natalia, pero te digo una cosa: somos dos mujeres cuarentonas, desnudas y cachondas, y si no hacemos algo pronto, te aseguro que voy a correrme.

Natalia rio a carcajadas y Julia la imitó. Eran amigas después de todo y se sentían bien la una con la otra, a pesar de los nervios debidos a aquella extraña y excitante situación. Así pues, Natalia procedió a extender una abundante capa de crema blanca y lechosa sobre las nalgas de su amiga, con suavidad y sin prisas, disfrutando del placer que le producía sentir bajo sus dedos aquellas carnes tan deseadas. Pronto el culo de Julia estuvo todo lleno de crema, brillante y engrasado, y Natalia, mirándolo, supo que no podría contenerse más.

Conteniendo la respiración, puso el tubo de crema en el suelo y esperó.

-¿No…no sigues, Natalia?¿Te pasa algo?- preguntó Julia, tan excitada que poco le faltaba para empezar a masturbarse.

-Yo…Julia…no sé…qué hacer ahora- contestó Natalia, verdaderamente turbada. Julia se incorporó y se sentó junto a su amiga.

-Lo sé.- le dijo, sin dejar de mirarla, extasiada ante la belleza de Natalia, perdiéndose en la frescura de aquellos labios hermosos, de aquella nariz tan bonita…- se que es difícil, yo también estoy…rara.

Natalia se quitó las gafas. Julia la imitó y los ojos de ambas se encontraron. Julia avanzó unos centímetros, hasta pegar su cuerpo al cuerpo de Natalia, hasta sentir como las tetas de su amiga se aplastaban contra sus propias y grandes tetas. Luego, ambas se separaron un milímetro. Las dos mujeres estaban engrasadas, sus cuerpos, sobre todo el de Natalia, brillaban al sol, llenos de crema. Julia y Natalia empezaron, a la vez, como obedeciendo a una voz, a jugar con sus tetas, a restregar sus tetas la una contra la otra.

-Ohh-gimieron las dos mujeres. Las tetas de Natalia resbalaban sobre las mojadas tetas de Julia, que la miraba con ojos arrobados y lujuriosos, con la boca abierta y la lengua fuera, babeando un poco. Julia también se meneaba con lascivia y restregaba sus tetas contra las tetas de su amiga. Pronto los pezones de ambas se enzarzaron en una deliciosa disputa, y las mujeres, cachondas, mojadas, excitadas a más no poder, empezaron a abrazarse y a besarse en la boca.

Se besaron en la boca una y otra vez, enroscando las lenguas y gimiendo de placer, con los cuerpos fundidos en un abrazo de amor largo y mojado. Los duros pezones de Julia se frotaron contra los de Natalia, también endurecidos y tiesos. Los gemidos dejaron paso a largos jadeos, y las bocas, llenas de saliva, se besaron sin cesar durante mucho tiempo. Ya no había prolegómenos, ya no había fingimiento, ni miedo, ni pesar. Natalia empujó con suavidad a Julia hacia atrás, hasta hacerla descansar de nuevo sobre la hamaca, boca arriba. Julia se abrió de piernas del todo, mostrándole a su amiga el camino.

-Chúpame, por favor- le suplicó Julia a Natalia- chúpame, chúpame, lo necesito…Después, te lo chuparé yo a ti, mi amor.

Natalia sonrió y asintió. A pesar de que ella misma estaba tan cachonda que no podía aguantar más, decidió hacerle el favor a su amiga y chupárselo. Además, el coño de Julia la atraía, era hermoso, sonrosado y con unos labios gruesos y muy abiertos, con aquella vulva invitadora

Natalia introdujo su cabeza entre los muslos de Julia, sacó la lengua y le dio unos lametones al coño de su querida amiga. El olor a coño, a sexo mojado, era embriagador. Natalia pronto dejó los lametones y pasó a penetrar con su lengua dentro del sexo de su mejor amiga, lamiéndolo por dentro, chupándolo, sorbiéndolo con ruido atronador, alcanzando el clítoris e iniciando una danza en torno al mismo. Una danza con su lengua, lamiendo y estrujando el botoncito en erección, siempre con la nariz llena del penetrante olor salado del coño de Julia.

-¡Aahh!- gimió Julia, temblando de placer. El momento había llegado, el momento del abandono, del placer total, sin barreras, el momento deseado en cientos de noches oscuras, plenas de obscenas y lésbicas fantasías sexuales con Natalia. Ahora, no se trataba de una fantasía. Realmente, allí estaban las dos, desnudas, y realmente, Natalia le estaba chupando el coño. Y el orgasmo, potente, estalló en la vagina de Julia como un torrente inabarcable- Me corro.¡Me coorro!¡Natalia, Natalia, Nataliaaaaa!

Los jugos inundaron la boca y la garganta de Natalia, llenándola con su cremosidad y con su olor especial. Y no solo la boca. También la cara de la delgada y esbelta cuarentona recibió su parte de crema, de leche olorosa y caliente, recién salida del horno del placer.

Julia, satisfecha, emitió un sonoro resoplido y sonrió, continuando abierta de piernas. Natalia, mojada, cachonda, con el bajo vientre ardiéndole como una hoguera inextinguible, reptó por la hamaca, hasta situarse sentada sobre su amiga, con el coño directamente sobre su cara.

-Chúpame, Julia, chúpame tú ahora, por favor- le suplicó a Julia.

Y ésta asintió y sacó la lengua, metiéndola de golpe dentro del sexo abierto de Natalia.

-¡Oh, si, Julia, Julia, amor mío, sigue así!- gimió Natalia, sintiendo que el horno se le encendía más y más, que la lengua de Julia aventaba el fuego y lo hacía más poderoso.

Y Julia, excitada de nuevo, oliendo a fondo el olor a sexo mojado de su mejor amiga, lamió y lamió durante varios minutos, y luego, chupó y mordió, poseyendo son su lengua y con su boca la totalidad del coño de Natalia, saboreándolo, degustándolo y casi masticándolo. Natalia se meneaba, jadeando, lanzando gemidos de placer, restregando su coño sobre la cara de Julia, que chupaba y chupaba sin parar, mojándose, empapándose con la salvaje cremosidad de su amiga de toda la vida.

-Oh, Julia, si, si…me corro…me corro- musitó Natalia, corriéndose, dejando que el torrente de leche brotara de su sexo e inundara la cara y la boca de Julia, que lo recibió de buena gana, tragándolo y saboreándolo con furia.

Después del orgasmo, Natalia se derrumbó, satisfecha y jadeante, sobre el cuerpo de Julia, para después, incorporarse y tumbarse a su lado, acostándose junto a ella, de costado, pues no cabían en la hamaca de otro modo.

Durante varios minutos, ambas mujeres se miraron la una a la otra y se besaron, una y otra vez; besos en la boca, besos de pasión, intercalados entre sonrisas y caricias de amor. Los pechos se aplastaron contra los pechos, las piernas contra las piernas. La una sentía en su vientre el calor profundo del vientre de la otra. Se abrazaron con ternura infinita y se acariciaron, mientras se musitaban palabras de amor.

-Te quiero- le susurró Natalia a Julia en la oreja- Sabía que te deseaba, pero no que te quería . Y ahora lo sé. Te quiero.

-Yo también te quiero, Natalia. Llenaste mis noches vacías, te imaginé miles de veces, desnuda, entre mis brazos. Y cuándo en mi mente calenturienta terminábamos de hacer el amor, siempre te decía que te quería. Y ahora lo estoy haciendo, en el mundo real. Te quiero. Y te deseo. Y quiero follar contigo.

Un largo beso de amor fue la respuesta de Natalia a las palabras de Julia.

-Yo también quiero follar contigo, Julia.- contestó.-¿Quieres que vayamos arriba, y lo hagamos en una cama?

-No, no quiero romper este momento, es mágico, es especial. Hagámoslo aquí mismo, en el suelo. Hace calor, estará caliente. Caliente como nosotras.

Las mujeres sonrieron. Las desnudas cuarentonas resbalaron hasta llegar al suelo, entre risas y gemidos. Y se besaron una vez más, preparadas para continuar amándose, sin trabas, sin mentiras, sin miedos.