Buenos Aires - Montevideo.
No creí que lo fuera a ver, pero nos encontramos...
Un viernes, luego de mucho ahorrar, partí para Buenos Aires. Pues nada, lo de siempre, compras, comidas en lugares exclusivos... en fin. Antes de irme, le había mandado un mail a un amigo, que vive allí, pero que cada tanto viene a dar clases a Montevideo. La idea era que me acompañara a pasear por Buenos Aires, y... si pasaba algo, que pasara, si cada vez que nos vemos nos comemos a besos... Como no lo contestó, supuse que mi fin de semana lo pasaría sola. Y así fue.
El domingo, a la vuelta a Montevideo, no lo van a poder creer, ¡me lo encuentro en el barco! Alto, rubio, ojos celestes y madurito, como me gustan. Apenas lo vi, lo saludé, y me senté al lado suyo, cambiándome de lugar. Él ya había prendido su computadora para empezar a trabajar, y apenas vio que me sentaba a su lado, me dijo: "Iba a trabajar, pero si estás vos acá no." Así que nos pusimos a conversar.
Enseguida puse mi cabeza en su hombro. Al mismo tiempo que charlábamos, yo le iba acariciando la cara, tratando de buscarle su boca, me moría por besarlo después de un tiempo sin vernos. Así que de a poquito, de a poquito, lo fui buscando... y lo encontré. Estuvimos un largo rato besándonos, el se quitó el saco, y me tapó mientras tenía mi cabeza en su pecho. Ahí me puse boca arriba e hice que sus manos, que estaban abrazando mi cintura fueran subiendo hasta mis pechos. Los tocó, con cierto pudor, pues estábamos en el medio de un barco, y aunque fuera de noche y estuvieran las luces apagadas, pues, tenía miedo.
"Vas a tener que salir", me dijo. ¿Por qué?, le pregunté. "Porque si no te voy a arrancar toda la ropa." A esa indirecta le contesté: "No tengo problema en que lo hagas", y el dijo, "mmm... me parece que acá no se puede...". "Dale, si vos te conocés este barco mejor que yo, dale...", fue mi respuesta.
Pues allí nos quedamos, en nuestros asientos, yo recostada sobre su pecho. Me miró y me dijo: "Qué linda." "Lo mismo digo, sos muy precioso.", dije.
Con su saco tapándome, comenzó a tocarme otra vez. Yo luchaba para no gemir, para que nadie se diera cuenta. Despacito... Ahí lo miro y le digo: "te quiero porteño, te quiero, ¡te quiero!". No contestó nada, pero ya me lo había dicho en otras oportunidades, sólo que ahora no me lo dice porque no quiere lastimarme; él de todas maneras vive en Buenos Aires, y yo, por más que nos podamos ver cada tanto, vivo en Montevideo. En fin, siempre estoy en un problema con él, pero cuando lo veo... se me va todo, es la única persona en el mundo que con un sólo beso me super excita...
Al fin, llegamos a Colonia, después de que el barco se moviera mucho por el viento y tardáramos en desembarcar. Inmediatamente fuimos hacia el ómnibus que nos llevaría a Montevideo. "¿Vamos juntos?", me dijo, "¡Obvio!" dije sin dudar. Así que encontramos un asiento doble que estaba libre, y nos quedamos ahí.
Esta vez le presté yo mi tapado. Es más largo y disimula mucho más lo que podía pasar debajo de él. Comencé yo, besándolo, deabrochándole la camisa y besándolo cada vez más abajo, hasta que le abrí el pantalón, metí mi mano en su boxer y empecé a masturbarlo. Juro que en ese momento tenía unas ganas de hacerlo ahí, subírmele encima y que me diera con toda su fuerza, pero debíamos disimular.
Lo ayudé a desprenderme mis jeans. Lo que fue eso, cuando su mano entró en mi entrepierna fue maravilloso. Me empezó a masturbar, me excité un montón, y de repente, sus dedos estaban dentro mío. Yo volví a hacer fuerza para no gritar, le apretaba fuerte el brazo, tratando de contenerme. Pero no pude. Abrí mis piernas todo lo que pude, las flexioné y las levanté, y lo dejé jugar un rato largo. No podía más del placer. Cuando estaba por acabar... se le ocurre sacar la mano. Ambos estábamos cansados y debíamos trabajar por la mañana, así que nos acostamos en los asientos y, yo por lo menos, me dormí haciendo cucharita.
Al despertar, me dijo: "Ya llegamos." Así como pude me abroché el pantalón y me bajé del ómnibus. Mientras buscaba un taxi para llegar a casa lo antes posible, se me ocurrió oler mis manos y ahí estaba su olor, el olor de saber que lo había estado tocando. El olor que me recuerda a esa noche de tanto placer.