Buenas vecinas, vecinas buenas II
Continuación de Buenas vecinas, vecinas buenas mas vale tarde que nunca. Entre vecinos es normal hacerse favores
Aunque había disfrutado el fin de semana de dos mujeres hermosas, mis vecinas Santi e Io, el domingo no podía haber acabado peor, Santi se había marchado deseando que un rayo me partiese.
El lunes por la mañana me encontré en el rellano con el marido de Santi.
- Soy Esteban, el marido de Santi – me tendió la mano.
- José Antonio – dije, estrechando su mano.
Por la puerta apareció Santi con el hijo
- Lo, se – dijo Esteban - Quería darte las gracias por haberle hecho el favor a mi mujer.
En ese momento pensé que favor seria el de la luz o el de follármela, y creo que no fui el único que lo pensó, pues Santi se puso colorada.
- No fue nada ella me necesitaba. Para que estamos los vecinos, haría lo mismo por cualquier vecino (pensé en Io).
Santi también debió pensarlo pues arrugo la nariz.
- Este es nuestro hijo, se llama como yo – dijo Esteban señalando al niño.
- Mucho gusto en conocerte Esteban... júnior.
- Gracias – dijo chaval.
A todo esto Santi nos miraba, en sus ojos se podía leer el furor.
- ¿Por qué no vienes esta noche a cenar? – dijo Esteban.
- No se.
- Vente así nos conocemos mejor ¿Verdad Santi?
Mire a Santi, pude comprobar un cierto temblor en su cuerpo, y el miedo en sus ojos.
- De acuerdo, a que hora - dije.
- Sobre las nueve te va bien.
- Perfecto. Voy a tener que volver a entrar en casa, se me ha olvidado una cosa.
- Vale, nos vemos esta noche. Estebi vamos que te deje en el cole.
Mientras ellos se iban yo entre en mi piso, unos minutos después llamaron a la puerta era Santi.
- Eres un cabrón, ¿Por qué has aceptado lo de la cena?
- Y por que no, es una cena entre vecinos, si no aceptase podría imaginarse cosas.
Santi dudo, por un momento no sabía que decir ni que hacer.
- Pero lo que sucedió ...
- Se que puedo parecer un gilipollas a veces, pero ten por seguro que soy el primer interesado en que no se sepa nada.
- Perdóname por la escena de anoche.
- No hay nada que perdonar. Los celos son así.
- ¡Pero que dices! Celos de esa...
Salimos al rellano, ella se marcho a su piso y yo baje en el ascensor. En el portal del edificio me encontré con Io y su marido, esta hizo como que no me conocía, él sin embargo si que me saludo.
- Buenos días.
- Buenos días - conteste.
- Eres el nuevo vecino, ¿Me equivoco?
- Me llamo José Antonio, efectivamente soy el nuevo vecino, espero que nos conozcamos mejor – dije mirando a Io, esta se puso roja como unos minutos antes se había puesto Santi y extendí mi mano.
- Mi nombre es Miguel, y esta señorita es mi mujer Io, – dijo estrechándome la mano - es rumana y algo tímida.
- No se preocupe.
- Mira que le digo que se relacione, con la única que habla es con Santi, la vecina que vive enfrente de ti. ¿La conoces?
- Si que la conozco, hace un momento he conocido a la familia.
- Es bueno llevarse bien con los vecinos, siempre te pueden echar una mano.
Sonreí a Io le había echado algo mas que la mano.
- Por ejemplo este miércoles tengo que hacer un viaje, estaré fuera el resto de la semana, si necesita algo los vecinos pueden ayudarla.
- Si necesita algo de mi no se preocupe que se lo daré – pensé en lo bien que lo podríamos pasar esos días.
- Ves, Io, cuando eres amable, tienes tu recompensa, cuando vuelva de viaje deberíamos reunirnos un noche e ir a cenar. He dicho ir a cenar porque hace muchas cosas bien – dijo guiñándome el ojo – pero la cocina no es su fuerte.
- Me gustaría quedarme y seguir hablando pero llego tarde al trabajo.
- Perdona, yo también me tengo que ir.
Salí del edificio y me dirigí al trabajo.
Por la noche a eso de las nueve fui al piso de los vecinos a cenar. Esteban acababa de llegar, Santi vestía con mucha elegancia, y el hijo ya tenia puesto el pijama.
- Acabo de llegar, me voy a duchar y salgo – dijo Esteban.
Se fue para el interior del piso.
- Estebi ya has cenado. Vete a tu cuarto – le dijo a su hijo desde el interior – se educado y da las buenas noches.
- Bien, buenas noches señor – dijo el hijo.
- Buenas noches chaval.
Esteban hijo, siguió los pasos de su padre por el pasillo para irse a dormir. Mientras Santi se me acerco.
- He pensado en lo que dijiste esta mañana – dijo casi susurrando.
- ¿Sobre que?
- Lo que dijiste de los celos, fue una reacción inexplicable, entre nosotros no hay ningún compromiso.
- Cierto no hay ningún compromiso, pero el ser humano es egoísta por naturaleza y no le gusta compartir.
En eso salía Esteban, aun no había entrado a ducharse.
- ¿A quien no le gusta compartir?
Después de la sorpresa inicial.
- Me refería a la raza humana en si.
- Tienes razón – dijo – he salido para decirte que prepares un pica-pica mientras yo salgo.
- Es lo que estaba haciendo – respondió Santi.
Esteban volvió a irse, mientras Santi entro en la cocina, yo la seguí con la mirada.
- ¿Necesitas que te eche una mano? – le dije.
La mirada de Santi fue fulminante.
- No hace falta ya has hecho suficiente... me refiero con venir – se había puesto roja y muy nerviosa.
Volví al salón-comedor a esperar. Poco después volvió Santi, preparo la mesa, mientras lo hacia no le quitaba la vista de encima, y ella lo sabia por eso se ponía mas nerviosa, hasta el punto de casi caerse. Termino de preparar la mesa y saco el tentempié.
Media hora después estábamos cenando, con un buen vino que hizo que se desataran las lenguas, e hiciera que Esteban contase cosas graciosas de Santi, e incluso intimas.
Después de la cena, nos tomamos unos combinados y me despedí del matrimonio.
- Haber si podemos repetirlo otro día – dijo a forma de despedida Esteban.
- Pero la próxima será en mi casa, o en un restaurante.
Aquella noche me acosté pensando en Santi, mi impresión de la primera vez se había reforzado tenia un “ noseque ”.
Fue el miércoles por la noche, cuando llegue al edificio, entre en el portal y desde la puerta de su piso Io me hizo señas para que entrase. Una vez dentro.
- Estaba deseando verte – dijo Santi.
- Ya me ves.
- Recuerdas lo que dijo mi marido el otro día, que tenia que pedir ayuda a los vecinos.
- Si, ¿Necesitas algo? – dije haciéndome el despistado.
- A ti que te parece – dijo girando sobre si misma.
Llevaba una bata de encaje muy corta y casi trasparente, al no llevar sujetador se le veían los pechos.
- Como no digas lo que necesitas, mas claramente.
Se quito la bata quedando desnuda, solo con las bragas.
- Sigo sin saber que necesitas – dije sonriendo.
- Ven – me condujo a la habitación.
Se arrodilló delante mío me desabrocho el pantalón, me saco la polla. Comenzó a acariciarla, desde la punta hasta los testículos, para terminar dándole un par de chupetones. Se levanto, se dirigió a la cama, se tumbo y se quito las bragas.
- Necesito que me folles, será mi recompensa por ser tan buen vecino.
Me desnude, y me deje caer junto a ella. Acaricie sus pechos, chupe sus pezones, mi mano fue descendiendo pasando por su vientre, y llegando a la entrepierna, acaricie sus muslos, le obligué que abriera las piernas para me mis dedos, corazón e índice, se introdujeran en su vagina, mientras que con el pulgar acariciaba su clítoris, sus gemidos iban en aumento, su cuerpo se movía como si tuviera espasmos.
- Métemela, quiero sentirla dentro una vez más.
Estaba tan excitado que me coloque entre sus piernas, mi polla sobre su vello púbico, deslizándose hacia abajo, lentamente, acariciando su clítoris y sus labios vaginales antes de entrar dentro de su vagina, Io dio un pequeño grito, mientras empujaba una y otra vez, mordisqueaba sus pezones, ella se tapaba la cabeza con la almohada. No tardamos mucho en corrernos. Permanecí unos minutos sobre ella y me deje caer a un lado.
- Que pensaría tu marido de lo amable que eres con los vecinos.
Sonrió, extendió su brazo por encima de mi pecho.
- La verdad, no lo se. Últimamente me tiene desconcertada.
- ¿Por qué?
- Cuando nos conocimos yo no era precisamente una santa, era joven y me gustaba vivir la vida. Era camarera en un bar musical. El me trato muy bien, me case con el, y nos venimos a vivir aquí.
Hizo una pausa, se acurruco junto a mí.
- Hace unos meses comenzó a decir que echaba de menos a la camarera, que el se había casado conmigo para lucirme.
- Es lógico, cuando se tiene una mujer como tu, se quiere lucir.
- Supongo que si; pero hasta el punto de querer que pareciese una puta. Hace unas semanas fuimos a una fiesta, me hizo ponerme una falda corta y una blusa, sin ropa interior.
Acaricie sus pechos, juguetee con sus pezones.
- ¿Quieres que lo hagamos otra vez? – me pregunto.
- No me importaría; pero tengo hambre.
- Que despistada, espera hago algo de comer, aunque como dijo Miguel no soy buena cocinera.
Se coloco la bata y salió fuera, yo me puse los slip y el pantalón. La seguí hasta la cocina. Desde la cocina se veía el piso de enfrente (al igual que desde el mío se veía el de Santi.
- ¿Quién vive en ese piso?
- Nadie, aunque escuche a Miguel que dentro de un par de semanas tendremos vecinos nuevos. Vete al salón y no molestes – dijo al situarme tras ella, y apretar mi paquete a su trasero.
Salí al comedor-salón y espere a que trajera la cena. Al terminar.
- Te quedaras esta noche.
- Si tú quieres.
- Lo quiero.
Nos fuimos a la habitación, nos desnudamos y comenzamos a acariciarnos, estábamos en plena faena cuando sonó el teléfono.
- Será Miguel.
Descolgó el teléfono.
- Si dígame.
- ...
- Claro cariño que sabía que eras tú, quien va a llamar a estas horas.
- ...
- Estaba cansada y me he metido en la cama.
- ...
- Espera, voy a poner el altavoz del teléfono.
- ...
- Como va haber aquí nadie, es para estar más cómoda sobre la cama.
Io puso el “manos libres”.
- ¿Que llevas puesto?
- Nada, como a ti te gusta.
- Así me gusta, para acaríciate el chichi.
- ¡Miguel!
- Que pasa, estamos solos, yo tengo la polla en la mano.
Sonreí, acaricie el muslo de Io, y su entrepierna.
- Vale.
- Acércate el teléfono para sentirte – dijo Miguel.
Io se acerco el teléfono. Mientras mis dedos seguían acariciando su clítoris, su rajita estaba muy húmeda.
Los gemidos de Io llegaban por el teléfono a Miguel.
- Sigue, putita no pares, quiero sentir como te corres.
Io estaba muy excitada, a punto de correrse, y mi polla estaba muy dura.
- Ya, ya estoy a punto de llegar – dijo Io, jadeando.
Era cierto la humedad de su coño había aumentado considerablemente, su cuerpo se puso tenso, para relajarse de pronto.
- Ya me he corrido – dijo Io.
- Yo también – dijo Miguel – ha sido genial.
Entonces yo me situé entre sus piernas, me cogí la polla y la situé en la entrada de su vagina, un pequeño empujón y a dentro. Io dio un grito
- ¿Qué ha sido eso? – pregunto Miguel.
- Nada, que aun seguía tocándome y ha sido como un segundo orgasmo – dijo Io con voz entrecortada, jadeando nuevamente.
- Cuando quieres que puta eres. Volveré el viernes por la noche. Te quiero.
- Y yo a ti – dijo Io.
- Mañana te vuelvo a llamar y repetimos – dijo Miguel y colgó.
- Ves lo que te digo eso antes no lo hacia, y mucho menos llamarme puta o putita.
Yo no dije nada seguí empujando, tampoco ella esperaba respuesta simplemente coloco sus piernas en mis hombros, haciendo que la penetración fuera mas profunda, y amarrándose las tetas por la base y estrujándoselas. Unos minutos después ella alcanzaba el orgasmo al sentir como mi leche inundaba su vagina. Después de aquello nos relajamos, y terminamos dormidos.
Por la mañana me desperté sobresaltado, a mi lado estaba Io, desnuda, mire el reloj, era tarde, así que me levanté y me vestí rápidamente, me asegure que nadie me veía salir del piso de Io y me fui a mi piso.
Ya en mi piso me metí en la ducha, y me vestí mientras lo hacia mire hacia el piso de Santi, la vi en el salón, ella también me vio, la salude con la mano, ella por el contrario me dio la espalda. Termine de vestirme y me fui al trabajo.
Cuando volví por la noche, llame en el piso de Io. Esta me abrió, llevaba puesta una falda corta y una blusa desabrochados los botones superiores lo que permitía ver sus pechos. Me dejo entrar.
- Así me hizo vestir Miguel para la fiesta.
Recordando lo que me había dicho de cómo iba vestida en la fiesta, metí mi mano por debajo de la falda, comprobando que no llevaba bragas, al rozar mis dedos con el interior de su entrepierna soltó un gemido.
- No seas malo, he preparado algo de comer, lo otro lo dejamos para después.
- Vale.
Le ayude ha preparar la cena, estando en la cocina llamaron a la puerta, vi palidecer a Io, esta se acerco a la puerta y miro por la mirilla.
- Escóndete, es Santi.
No me lo tuvo que repetir, me dirigí a la cocina. Io abrió la puerta.
- Buenas noches.
- Buenas noches – contesto Io.
- Tenemos que hablar.
- ¿De que?
- Del vecino, ¿Puedo entrar?
- Si, perdona.
Sentí como se cerraba la puerta, sabia que Santi estaba dentro, así que tenia que estar en silencio, pero quería escuchar lo que hablaban. Por eso me acerque a la puerta de la cocina.
- ¿Tu dirás?, que tenemos que hablar del vecino – dijo Io.
- Nada solo aclarar alguna cosa, entre el y yo no ha pasado nada.
- Si a follar le llamas “no pasar nada”, entre el y yo tampoco “ha pasado nada”.
- Io que vulgar eres a veces.
- No soy vulgar, simplemente le llamo a las cosas por su nombre. Tu has follado con el, y yo también.
- Hablemos claro, te has portado como una puta.
- Hablando claro, si me he portado como una puta. ¿Y tú?
- Yo... es diferente.
- Lo que tú digas.
- Bueno, lo que quería que hablásemos es que por lo sucedido con el vecino de no deberíamos dejar de ser amigas.
- Estoy de acuerdo contigo; ¿Amigas?
- ¡Amigas!
Se despidieron y Santi se marcho, entonces salí de la cocina.
- La has escuchado.
- Si.
- Volvemos a ser amigas, ¿Cenamos?
Se había acercado a mí, la cogí por la cintura y la bese.
- No quieres que antes de cenar... – dije.
- Me gustaría, pero hemos dicho después, para que tengas mas fuerzas.
- Vale.
Preparamos la mesa y nos pusimos a cenar. Estábamos terminando cuando sonó el teléfono, que estaba justo detrás de mí. Se levanto y se acerco a el y lo descolgó.
- Si cariño, claro que estoy en casa, donde quieres que este.
- ...
- No he salido, estoy terminado de cenar, hace un rato estuvo aquí Santi.
- ...
- Hablar, de cosas de mujeres.
- ...
- Déjame cenar, y después seré tu puta.
- ...
- Vale hasta luego.
Se giro y volvió a la mesa.
- Era Miguel, quiere que volvamos hacer lo de ayer.
Sonreí. Seguimos cenando, al finalizar. Yo seguía sentado en la silla, se me acerco, hizo que me girara quedado frente a ella, metió su pierna derecha entre mis piernas. Se sentó sobre mi pierna derecha, sentí su coño desnudo rozando el pantalón empapándolo. Su rodilla derecha me presionaba el paquete haciendo que mi polla se hinchara cada vez más. Lentamente se fue desabrochando la blusa, hasta el último botón, dejándola caer. Sus pechos quedaron al descubierto, se agarro la teta derecha y me la acerco a boca, mordisquee el pezón y lo chupe, comenzó a gemir.
Se separo de mi, se arrodillo desabrochándome el pantalón, me lo bajo hasta lo tobillos, y seguidamente hizo lo mismo con el slip, mi polla estaba tiesa, Io la miraba como si se tratara de una cobra saliendo de su cesta. La acaricio y se la metió en la boca, cuando estuvo bien lubricada con su saliva, se puso de pie, abriéndose de piernas se acerco a mí, haciendo que mi polla coincidiera con la entrada de su vagina, lentamente se sentó haciendo que la penetración fuese lenta y profunda. Sus tetas las restregaba sobre mi cara. Sus movimientos eran lentos en forma de círculos.
Sonó el teléfono nuevamente, aunque el teléfono estaba cerca se tuvo que levantar, lo descolgó.
- Sí.
- ...
- Ya he terminado de cenar, estaba recogiendo.
- ...
- Yo también estoy muy caliente.
Me termine de quitar los pantalones y el slip, me levante y me acerque a Io, pase las manos por delante de su cintura y le desabroche la falda, haciendo que esta cayera al suelo, quedando totalmente desnuda.
- ...
- Si estoy desnuda.
Me pegue a ella, tanto que casi podía escuchar lo que decía Miguel al otro lado del auricular.
- Me estabas esperando.
- Si pero no estoy sola.
- ¿Queeeeeeé?
Si Miguel se había sorprendido, yo no lo estaba menos. Que me separe de ella.
- ...
- Claro que estoy bromeando, no querías que me comportase como una puta.
- ...
- Con el vecino.
Mi sorpresa iba en aumento.
- ...
- Si con el nuevo, se llama José Antonio.
Me hizo un gesto para que me acercase, lo hice nuevamente, mi polla rozaba su trasero, mis brazos la rodeaban para que mis manos agarrasen sus pechos
- Así que con el nuevo – dijo Miguel- te pone cachonda.
- Si me pone cachonda como una perra.
- ¿Qué estáis haciendo?
- Él esta ahora mismo detrás de mí, siento su polla en mi culo.
- Dile que te la meta por detrás.
Io se giro, me miro y sonrió, se apoyo en el mueble que estaba el teléfono, se agacho ofreciéndome su trasero, se abrió de piernas, metí mi mano por debajo, para acariciarle el coño que lo tenía chorreando
- Si soy tu puta, ¿Te estas poniendo cachondo? Yo lo estoy mucho– dijo jadeando.
- ...
- Cuando vengas se lo propones.
Acerque mi polla a sus labios vaginales. Y lentamente se la fui metiendo.
- ...
- Si me esta follando, su polla entra, que rico.
- ...
- Eso córrete, yo estoy a punto de correrme – efectivamente Io alcanzaba el orgasmo.
- ...
- Dios que polvazo, y aun sigue, no se ha corrido, te dejo.
- ...
- Vale mañana por la noche estas aquí – dijo con cierta dificultad.
- ...
- Y yo a ti.
Colgó el teléfono y seguimos follando, sus jadeos iban en aumento. Unos minutos después el ritmo aumento, ella se dejo caer sobre el mueble, hasta que me corrí, coincidiendo con el segundo orgasmo de Io.
Me separe de ella.
- ¿Que es lo que me tiene que proponer? – le dije.
- No lo has escuchado, ¡Un trío!
- Y a ti te gustaría.
- Mucho, pero sabiendo como es, lo ha dicho para provocarme.
Comencé a vestirme.
- Te vas a marchar.
- Será lo mejor, mañana no quiero llegar tarde al trabajo como esta mañana.
- Como quieras, pero mañana ya estará aquí Miguel.
- Lo sé, pero que se le va hacer, otra vez será.
Ya me había vestido, antes de salir mire si había alguien, me gire, allí estaba Io desnuda, me pase la lengua por los labios, ella sonrió.
- Será mejor que te pongas algo, no te vayas a poner malita.
Io soltó una carcajada. Me fui escaleras arriba.
Una vez en casa me di una buena ducha, cuando salí estuve tentado en volver a bajar al piso de Io, pero era cierto que no podía volver a llegar tarde al trabajo. Así que me fui a dormir, pero no pensé en Io sino en Santi, y que había hecho las paces con Io.
Por la mañana, me cruce en el rellano con Esteban y su hijo.
- Buenos días, vecino.
- Buenos días.
- Tienes algo que hacer este fin de semana.
No dije nada, me calle espere que él dijese algo.
- Esta tarde me voy a cazar, me llevo al niño. Era por si te apetecería venir con nosotros.
- No gracias, este fin de semana terminare de colocar cosas.
- Pues nada otra vez será.
Me marche a trabajar como era viernes, no me quedaba por la tarde así que a eso de las cuatro ya estaba en mi piso, en la entrada me encontré con Miguel el marido de Io.
- Buenas tardes, José Antonio ¿Verdad? – dijo Miguel
- Si, tú eras Miguel.
- Correcto, que tal se ha portado mi mujer.
Aquello me sorprendió, que le habría contado Io, aunque la experiencia me decía que lo mejor era hacerme el tonto.
- Como, que dices – dije.
- Me refiero si se ha portado como una buena vecina.
Recordé nuestra conversación cuando nos conocimos, y por supuesto la telefónica con Io.
- Pues no lo sé porque paro poco por aquí.
Llamo a su puerta mientras yo seguí hacia arriba, abrió Io me vio subir, actuó besando a Miguel y dándole a bienvenida.
- Nos vemos – dijo Miguel, saludándome con la mano, mientras besaba a Io.
- Sí, nos vemos.
Estaba, abriendo la puerta, cuando de la de enfrente salió Esteban y su hijo, y en la puerta se quedo Santi. Recordé que me dijeron que iban de caza.
- Buenas tardes, vecino.
- Buenas tardes, ya se van de caza.
- Si.
- La climatología no parece muy favorable.
Estaba nublado, y parecía que iba a llover en cualquier momento.
- Por aquí, pero donde vamos está despejado.
- Pues que tengáis una buena caza.
Esteban sonrió, entonces el hijo comenzó a bajar las escaleras.
- Última oportunidad, para venirte.
Santi nos miraba.
- La caza es una escusa para reunirnos los amigos con los niños, a Santi no le gusta – dijo Esteban voz baja.
- Cariño, llegareis tarde – dijo Santi.
- O.K. le he dicho al vecino que si necesitas algo, lo que sea te eche una mano ¿Verdad?
Yo asentí con la cabeza. Y entre en mi piso. Me puse ropa cómoda, me deje caer en el sofá, me quede dormido. Cuando me desperté eran las siete de la tarde, y estaba lloviznando. Salí al rellano y me acerque a la puerta de Santi, dude un segundo y llame al timbre. Unos segundos después abría Santi.
- A eres tu, ¿Qué quieres?
- Venia a hacer las paces. Pero ahora que te tengo delante...
- ¿Qué?
- No te imaginas lo que me gustaría hacer.
- Otra vez no, aun me estoy arrepintiendo de haberlo hecho contigo.
- No me digas que no te gusto.
- Sí, bueno no, no se. Pero de lo que estoy segura es...
Estaba muy cerca, así que la cogí por la cintura y la bese. No opuso resistencia mas bien acepto la caricia, y de pronto se separo.
- ¿Que te has creído? – y me cerro la puerta en las narices.