Buena vecindad
2 matrimonios tienen los dormitorios pared con pared y se escuchan varios ruidos de madrugada.
B U E N A V E C I N D A D
A las tantas de la madrugada , suenan unos golpes secos y fuertes en el tabique.
Nos despertamos sobresaltados.
¿Qué ocurre? digo yo.
Creo que les molestan tus ronquidos, me dice mi mujer.
O quizás sean los tuyos que son más fuertes, nena.
Pues que se pongan tapones, no te jode.
El resto de la noche transcurre sin más incidencias.
Al cabo de 2 días se repite el alboroto, con la consiguiente zozobra por nuestra parte.
Seguro que son los ronquidos, dice mi mujer
Pues que trasladen sus esqueletos a otra parte, acabáramos, digo yo.
Me cuesta conciliar el sueño y tengo que levantarme a tomarme un orfidal.
Aun así duermo poco y al día siguiente estoy algo espeso.
Pasa una semana sin más alarmas, por lo que pensamos nos han hecho caso en el plan
(A) o en el plan (B).
Pero nuestro gozo en un pozo.
La octava madrugada resuenan los puñetazos con brío renovado.
¡La hostia! Exclama mi mujer (creo firmemente que mencionar la sagrada forma en su nombre vulgar, en estas circunstancias, es justificable), ¡se repite la fiesta!.
La verdad es que empiezo a sentirme algo importunado por la sonora interrupción y deslizo mis huesos hasta el baño para engullir 2 orfidales.
La noche siguiente al ir a acostarme, paso por el botiquín y me zampo 2 orfidales
de reglamento (hombre prevenido vale por 2).
Esa noche impera la paz, por lo que al levantarme por la mañana, tras 8 horas de reposo en los brazos de Morfeo, me encuentro en mejor forma y desayuno como un
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lobo, pero con cuchillo y tenedor (y el culo sentado).
Los 5 días siguientes hay bandera blanca y duermo como un bebé, por lo que por las noches voy recuperando totalmente las energías perdidas (aparte del efecto sedante de los orfidales de precaución ).
Pero como Dios aprieta, pero no ahoga (aunque lo de que no ahoga tiene detractores, entre los que se encuentra cualquier negrito,desnudo,escuálido y famélico del África Subsahariana, que son innumerables).
Al sucederse 5 noches sin fuego de artillería en la pared dejo confiado la toma previa de los somníferos y me voy a la cama a pelo.
Pues bien, dieron las 4.05 (consulté el despertador) cuando 4 puños coléricos (aunque parecía que había refuerzos) comenzaron a aporrear el tabique con saña.
Por nuestra parte, dimos al unísono un bote que nos situó a menos de 10 cms del techo.
En esta ocasión el concierto se prolongó varios minutos más de lo habitual, lo que provocó que los niños acudieran llorando a nuestro cuarto, asustados.
Tras calmar a los niños (45 minutos) y luchar con la taquicardia los mayores (1 hora),
me arrastré hasta los pastilleros y me administré 3 orfidales de vellón.
Como me había acostado a la una ,solo había dormido 3 horas hasta el bombardeo y como los orfidales no me hicieron efecto hasta las 7, solo pude dormir una hora hasta que sonó el despertador a las 8, por lo que el total de horas efectivas de sueño fueron apenas 4.
Por la mañana estaba hecho unos zorros y anduve todo el día con dolor de cabeza y sopor.
Era un viernes y me dije que había que reaccionar. Me propuse dedicar el fin de semana a cavilar en ello, para ver si le encontraba una solución razonable
El sábado, después de desayunar y echar un vistazo al periódico, me encerré en la salita y comencé a pensar en ello. La primera idea que me vino al instante fue de lo más trivial :¡ ASESINARLES!. Así de fácil. Cómo no se me habría ocurrido antes?.
Podría vestirme de fontanero y cortarles el cogote con un serrucho de vaivén, después de haberlos narcotizado previamente con un pañuelo impregnado en cloroformo
Ahora, que bien pensado se suponía que ellos no estarían esperando a un fontanero, o al menos la probabilidad de que lo esperasen era de 1 contra 10.000.
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Estuve repasando todos los oficios de los que me iba acordando. Finalmente tuve dudas entre el de bombero y el del cobrador del frac, decidiéndome finalmente por el bombero, por milímetros.
Sin embargo, aunque en un primer momento pensé que el oficio de bombero no tenía rival (por cuanto muy escasas serían las personas que pusiesen objecciones a un bombero que pretendiese entrar en su hogar), por otra parte el ser portador del uniforme del cobrador del frac tenía una eficacia casi mayor a la hora de que el inquilino en cuestión lo arrojase literalmente hacia su recibidor (como en 2 segundos), sabedor de que dicha visita era una atracción de feria gratuita para todos los moradores de la finca y visitantes ocasionales.
Pero al rato me sentí contrariado al reconocer que ir vestido del cobrador del frac levantaría tal conmoción en el edificio, que a la fuerza sería reconocido por algún vecino, por muy bien que me maquillara.
De todas formas lo del asesinato era quizás demasiado drástico. Podía como mal menor cortarles solo los brazos o para minimizarlo más si cabe, unicamente las muñecas (aunque, eso sí, podrían continuar dando patadas o cabezazos)
Pero en cualquier caso habría mucha sangre y pesquisas policiales inmediatas, con la consiguiente ansiedad por mi parte, pues existe el dicho ancestral de que no hay crimen perfecto.
Decidí pues dejar el tema por ese día y confiar en que al día siguiente, domingo, se me aclarasen las ideas.
Pasé el resto del sábado relajado con unos güisquis y películas de la tele y me fui a la cama bastante tarde.
En cuanto puse el pie en el suelo al levantarme me acordé del asunto y después del desayuno y el diario, me volví a encerrar en la salita, presto a estrujarme el caletre.
Lo primero que me planteé es que no debía recurrir a la violencia, que luego se podía volver en mi contra y ser peor el remedio que la enfermedad.
Pero usando métodos pacíficos, como charlar con ellos y tratar de llegar a un acuerdo amistoso me parecía imposible, por cuanto nosotros no íbamos a dejar de roncar y los vecinos, que habían enarbolado el hacha de guerra, no creía que estuvieran como muy entusiasmados en fumarse la pipa de la paz ….... y pelillos a la mar.
Además, curiosamente, no nos conocíamos personalmente, por cuanto vivíamos en portales distintos colindantes de una urbanización de 16 edificios, pero entre las paredes comunes estaba el tabique de ambos dormitorios.
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No obstante mi mujer los conocía de vista, pues ella estaba instalada en la sesentena y tenía aspecto de orangutana enfurecida, e iba disfrazada de diva holywoodiense, pero más sobrecargada de joyerío.
Sin embargo y según los cariñosos comentarios de las mamás y otras mujeres de la urbanización, que charlaban como cotorras mientras los niños jugaban por el jardín, a la interfecta, con seguridad, le habían pasado una apisonadora de asfalto por la cara, probablemente más de una vez, a juzgar por los ojos muy asustados de una chinita rural, la nariz completamente chata y la sonrisa desaparecida en el quirófano.
Contrariamente, el marido, según me dijo mi mujer, era un hombrecillo pequeñito y enclenque, con alzas, que siempre llevaba un sombrero tirolés y estaba frisando los 70 años.
Centrifugando mis neuronas, se me fue ocurriendo, lentamente, un giro total de la cuestión y , poco a poco, comencé a esbozar una sonrisa angelical.
¡UNA CARTA!, eso es lo que debía exactamente hacer. Una carta respetuosa de camaradería, pero siendo firme en el fondo, para hacerles entrar en razón.
Y sin pensármelo dos veces, me instalé delante del ordenador y comencé a teclear.
Estimado convecino,
Aunque no tengo el agrado de conocerlo personalmente, sí que me son familiares sus porrazos durante la madrugada en el tabique que separa nuestros dormitorios, lo cual ha llegado a ser ligeramente molesto.
Como habrá podido observar, durante el mes que llevan Vds. con una actividad frenética contra la pared divisoria, no hemos rechistado en ningún momento, lo cual supongo que debería considerar Vd. como una señal de mansedumbre y espíritu conciliador.
Ahora bien, todo tiene un límite, superado el cual la buena educación deja de funcionar y entra en juego el contraataque, para hacer frente a esta intolerable intromisión en nuestra más privada intimidad, en horas de descanso.
En tal sentido , pongo en su conocimiento, que desde tiempo inmemorial venimos soportando, en completo silencio, sus aguerridos combates amatorios, que superan por mucho cualquier nivel de decibelios autorizados (por las ordenanzas municipales) a la 1 de la madrugada.
No obstante déjeme decirle que para una pareja de su edad es altamente encomiable el frenesí que le ponen al asunto, máxime teniendo en cuenta las antagónicas
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constituciones físicas de los 2 miembros de su tálamo nupcial, según me han comentado fuentes de toda solvencia.
La verdad es que los comentarios que se intercambian entre jadeos y gritos, tales como :¡ Qué dura la tienes!, ¡Qué mojada estás!, ¡ Pareces un chaval de 25 años!, ¡Qué cachonda estás!, Y un largo etcétera, que para qué cansarlo, máxime cuando Vd. es uno de los 2 protagonistas de la función radiada y se sabe perfectamente su papel en el escenario.
Y no solo la calidad del ayuntamiento carnal, sino la cantidad, pues es rara la semana en que no tenemos al menos 3 funciones de al menos 1 hora. Con sus prolegómenos, , Allegro molto troppo, Crescendo sostenido, Trombón de pistones y Traca final que se convierte en premiada MASCLETÁ.(*)
No quiero engañarle, por lo que le confieso que en más de una ocasión me hubiera gustado echarles un vistazo durante la refriega, para lo cual se me había ocurrido practicar un agujero en la pared y así tener una privilegiada posición para contemplar el espectáculo. Incluso practiqué , a modo de prueba, en otro tabique de mi casa con un taladro que disimulé con un tapón de corcho pintado del mismo color que la habitación y el resultado fue muy positivo.
En otras ocasiones pensé que aquello no parecía real y que tal vez se tratase de grabaciones realizadas como 40 años atrás, que nos las retransmitían a menudo para que, alucinados, lo propagásemos a diestro y siniestro por la vecindad, para que sabedores de sus edades y fisonomías, se hicieran Vds. más famosos que Manolete.
Por nuestra parte, que tenemos como 20 años menos que Vds. desarrollamos una actividad amatoria incomparablemente menor que la suya y siempre calladitos.
Aunque la cosa tiene su miga, porque mi esposa que en la clasificación mundial de mujeres ardientes ocupa algo así como el antepenúltimo lugar, superando solo a una sin brazos ni piernas y a otra que se desplaza sobre una tabla, ya que solo posee los miembros hasta la rabadilla.
En ocasiones especiales y muy distanciadas entre sí, mi mujer desde su lado del colchón solicita mi presencia encima suyo para darnos un revolcón, lo cual he de agradecérselo a Vds. por entero, nobleza obliga.
Este último párrafo me ha desviado de mi camino, pero ya retorno sin tardanza.
Como el tiempo es oro y ni Vd. ni yo tenemos ganas de desperdiciarlo, voy a ser muy breve.
Para evitar a partir de ahora las sesiones operísticas frecuentes, que nos ponen de los nervios, le ruego que atienda estas dos sencillas recomendaciones.
1ª) Al comenzar el intercambio de fluidos, coloque en la boca de su santa esposa un estropajo de los métalicos, que deberá permanecer en tal orificio hasta que se haya relajado totalmente, finalizado el acto (e incluso 10 minutos de prórroga por si se producen espasmos postcoitales).
2ª) Por lo que a Vd. respecta, le ruego que no balancee los muelles del colchón porque producen unos chirridos muy molestos, que se abstenga de efectuar el salto del tigre y como favor muy especial le pido encarecidamente que finalmente EYACULE EN SILENCIO.
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Muy atentamente,
Su vecino de tabique
Al cabo de dos días, mi mujer pasó casualmente por el portal de los vecinos y observó que unos operarios estaban introduciendo en el mismo varios pallets de paneles de corcho, de unos 10 cms de grosor.
Tío Eulogio
Mayo 2020
() MASCLETÁ: dícese de una cuerda de petardos muy potentes y sonoros que se disparan en todo el Levante español, siendo muy famosas las que concurren en las fiestas mayores de Valencia (LAS FALLAS).*
Como anécdota curiosa, acompañé en una ocasión a unos clientes Norteamericanos a presenciar LA MASCLETÁ de la plaza del Ayuntamiento, que es teóricamente la más ruidosa de la ciudad.
Una semana más tarde me llamó uno de ellos,desde Nueva York,diciéndome que todavía tenían los oídos tapados.