Buena onda loco
Hasta que llegó la oportunidad en que por primera vez tuve sexo con tres tipos, fue en un auto. Eran unos amigos con los cuales, yo me fumaba de vez en cuando algunos "cuetes", y nos tomábamos unos "copetes".
BUENA ONDA LOCO
Hasta que llegó la oportunidad en que por primera vez tuve sexo con tres tipos, fue en un auto. Eran unos amigos con los cuales, yo me fumaba de vez en cuando algunos "cuetes", y nos tomábamos unos "copetes". Ese día Antonio me había invitado a fumar una yerba muy buena que había conseguido, y fuimos junto a dos de sus amigos, a un mirador solitario de Santiago.
Estuvimos fumando y bromeando largo rato. Uno de ellos al que le decían Tano, sacó de su mochila una botella de pisco, y comenzaron a beber unos tragos. El efecto del trago y la yerba los fue poniendo medios alzados y comenzaron a insinuarme entre bromas, que agarráramos un poquito, nada serio solo unos toquecitos "locos".
Yo aún pensaba que solo estaban bromeando y que no había nada que temer. Luego me comenzaron a pedir que levantara un poco mi falda y que les exhibiera mis piernas, me pareció que se estaban poniendo un poco cargantes y cambie mi actitud, me puse más pesada y más seria, mientras ellos insistían a que les mostrara mis calzones. Me pasaron la botella para que bebiera y según me dijeron para que me animara un poco.
En ese momento una mano se posó sobre mi pierna, pretextando que había observado un insecto peligroso sobre mi muslo. Yo estaba como en un estado de relax, debido a la yerba y al trago, no atine a nada.
Entonces intervino Antonio:
-¡Yo me conformo con tocarte un poquito la conchita!
-¡Me tenís caliente hace tiempo y solo quiero tocártela por encimita!
Ante su fuerte y sucio vocabulario, comencé a sentir miedo, sobre todo, cuando uno de ellos me tomó por la cintura y se cargo en mí; sentí bajo el pantalón su miembro duro, cargándose lascivamente sobre mis piernas.
Lo aparte de mí con un empujón y trate de controlarme, para encontrar una solución al lío en que me había metido. Sentí como me acariciaba por debajo de la pollera, en los muslos hasta que sus dedos llegaron a tocar los bordes de mi calzón. Notaba cada movimiento de su mano entre mis piernas y muy pronto mi falda se levanto lo suficiente para descubrir mis intimidades. En cuanto ellos vieron mis bien torneadas piernas, y mi diminuta tanga, que apenas cubría mi sexualidad, comenzaron a acelerarse, cubriendome de manoseos y toqueteos.
En ese momento, en medio de manoteos y gritos, los detuve defendiendome como pude. Ellos estaban bastante nerviosos y Felipe que llevaba la voz cantante, me dijo:
-¡Pero no te aceleres, nosotros solo queremos calentarnos un ratito!
-¡Tu te desvistes un poquito, y te acariciamos y te miramos un poco, te aseguramos que nadie lo sabrá!
Yo reaccione airada y sorprendida:
-¡Están más locos que yo voy a hacer eso! Les dije muy molesta ante las descaradas propuestas que me hacían. Felipe me dijo:
-¡Pero si no estamos pensando en violarte loca!
-¡Queremos mirarte no más!
-¡Muéstranos un poquito el culo; total un agarroncito no te va a dejar embarazada!
Era claro que ellos no estaban bromeando, trate de controlarme el máximo posible, y me puse muy dura, les repetí que no tenia inconvenientes en mostrarme un poco, siempre que se controlaran. Se disculparon, un poco avergonzados y prometieron portarse bien.
En ese minuto decidí que lo mejor que podía hacer, era beber un trago y simular emborracharme un poquito, y mostrarles un poco de mi cuerpo, así todo esto terminaría rápido y me dejarían tranquila. Les dije que estaba dispuesta siempre y cuando se controlaran y no me lastimaran, si ellos solo me miraban yo no tendría inconvenientes en desnudarme un poquito para que me miraran. Me prometieron por todas las cosas del mundo que solo me mirarían, sin tocarme.
Me aparté un poco de ellos y me acomode en el asiento del auto. Con mucha delicadeza, comencé a subir mi vestido, hasta dejar a la vista de mis excitados acompañantes la totalidad de mis piernas y un poquito de mi calzón, desde donde se divisaban levemente algunos de mis encrespados pendejitos. El trío aplaudía y gritaba:
-¡Eso es así, levántate más el vestido!
-¡Gírate un poquito para mirarte el culo!
-¡Muéstranos las tetitas también!.
Me gire un poquito hacia el lado, dejando que pudieran mirar un poco de mis nalgas, el calzón prácticamente había sido devorado por mi trasero y mis gluteos se habían tragado la prenda, dejando la impresión de estar con el culo al aire. Mientas los observaba como babeaban tratando de apreciar mis intimidades, y escuchaba como sus respiraciones iban agitándose; un extraño calorcito de gustito comenzó a tomar posesión de mi cuerpo; pensé que era debido al licor que había bebido, pero prontamente comprendí que era mi propia calentura la que comenzaba a emerger, ante las excitantes miradas y palabras de mis acompañantes.
Fui abriendo cada vez más mis piernas, dejando que ellos miraran mi conchita apenas cubierta por mi calzoncito. observaba sus rostros y casi sin darme cuenta me comencé a calentar de verdad. Ninguno de ellos se atrevió a palparme siquiera, ni un mínimo agarrón. tantas amenazas y bravatas de un principio se disiparon absolutamente. Comencé a sentirme dueña de la situación y a entrar más en confianza.
Al cabo de algunos minutos en que yo cerraba y abría las piernas y a ratos me giraba y les mostraba un poco el culo. Entonces note que Felipe que estaba sentado adelante en el asiento del acompañante, extrajo su miembro de sus pantalones y dio inicio a una masturbación cada vez más evidente, debido al movimiento de su brazo y a la expresión de su rostro.
Esto definitivamente aceleró mi calentura, y para motivarlo aún más, fui pausadamente bajándome mi prenda interior, fue deslizándose y enrollándose lentamente mientras recorría mis muslos. El silencio era absoluto ellos solo me miraban sin pronunciar una palabra, lo único que se escuchaba eran algunos gemidos de erótica admiración, y el acompasado sonido que Felipe generaba debido a su acalorada masturbación.
En ese momento comencé a desear intensamente que alguno de ellos se me echara encima y me metiera su miembro entre mis lubricados labios vaginales. Realmente me había excitado y mi conchita estaba deseando ser llenada. Indecorosamente abrí mis piernas, los tres pares de ojos se fueron en picada en dirección a mi entrepierna; casi juraría que era la primera vez que veían en vivo una vulva de mujer. Lleve una mano sobre como tapándomela y suavemente comencé a mover uno de mis dedos sobre el canal que dividía mi entrada.
En ese instante Antonio que estaba sentado a mi lado, también se saco el pene de su pantalón y comenzó a correrse la paja. Ver como su erecto miembro se sacudía entre sus dedos, termino por ponerme en un estado de lujuria hasta entonces desconocido para mi. Recogí mis piernas sobre el asiento y separe todo lo que pude mis muslos, dejando los labios de mi vulva y en nacimiento de mis nalgas mucho más a la vista de ellos, luego de masajearme más descaradamente mi vagina, me fui introduciendo mi dedo poco a poco, abriéndome camino y siendo absorbida, cada vez, por un placer mayor, estaba lista para ser penetrada y además a esas alturas ya estaba dispuesta a que me lo hicieran los tres.
En el instante en que iniciaba mis primeros gemidos debido al placer que mi dedo me estaba provocando, observe como los que se habían estado masturbando se limpiaban los resto de semen que habían evacuado producto de su calentura; ambos casi al unísono habían eyaculado y en sus rostros se reflejaba cansancio y un poco de vergüenza.
Al igual como se rompe un vaso, la excitante magia del momento fue rota. Uno de ellos carraspeando, dijo algo así como que era hora de irnos. Yo estaba tan excitada que no pensaba quedarme con las ganas, sobre todo después de lo que había costado llegar a esta situación, así que les dije muy atrevidamente, mientras observaba a Tano aún con su miembro erecto entre sus manos, entonces en un tono muy dominante les dije:
-¡El todavía al igual que yo, tenemos algo pendiente, así que si Uds. se bajan del auto, nosotros lo vamos a terminar!.
Los dos eyaculadores precoces, me miraron con una cara de sorpresa increíble, no podían creer lo que escuchaban. En cambio los ojos de Tano brillaron de tal manera, que con un tono muy autoritario los obligo a salir del auto, en tanto él se pasaba al asiento trasero, muy entusiasmado por lo que sabia iba a acontecer.
Tano me recostó en el asiento, y separando mis piernas, me las coloco en sus hombros, me abrí yo misma la vagina con los dedos y él se me monto encima, metiéndomela hasta que su verga desapareció entre los pelos del pubis. Me penetro con profundas e intensas estocadas, hasta que llegado el momento se vio abrumado por la excitación y dejo escapar un terrible torrente de fluidos sumamente espesos. Descargo con violencia y al momento de hacerlo introdujo su miembro tan profundamente que sentí, como la extremidad del pene daba contra mi matriz, mientras me arrojaba su ardiente licor.
Yo estaba muy caliente y con ganas de correrme, pero el polvo que Tano me había pegado había sido tan rápido, que solo había logrado dejarme aún más caliente. Apenas retiro su aún vaporoso y reluciente miembro de mi interior, Antonio se me acerco y me dijo que lo dejara metérmela. Casi no le respondí, cuando él se me había echado encima, ocupo el lugar de Tano y me la metió de un solo empujón, mi vulva recién inundada con la eyaculación anterior recibió sin problemas su endurecido miembro. Me estuvo culeando durante unos intensos momentos, hasta que de pronto exhalando un profundo suspiro, Antonio comenzó a invadir mi vagina con su cremoso semen, sentí la cálida inyección que su herramienta derramaba en chorros espesos y continuos muy adentro de mis entrañas. No resistí más mi calentura y me derrame abundantemente, mezclando nuestros jugos ardientes en el interior de mi matriz.
El tercer tipo no estaba dispuesto a quedarse sin su cuota, y le pidió a Antonio que saliera del auto. Pense que a estas alturas daba lo mismo que me culearan dos o tres. Así que me acomode de lado en el asiento, y deje que él se acomodara detrás mío, él me entreabrió las piernas indecorosamente, mostrando mis rosados e inflamados labios de la vagina, levemente separados y brillantes a causa de los fluidos eróticos. Miguel se coloco exactamente detrás mío y me apoyó su poderoso instrumento en medio de mis nalgas, en tanto sus manos abrían y acariciaban mi empapado trasero.
Mis sólidas y prominentes nalgas despertaron su virilidad furiosamente, él se coloco exactamente detrás mío y me apoyó su poderoso instrumento sobre la concha, entreabriendo mis nalgas con ambas manos, comenzó a acariciar mi apretada, escondida y lubricada entrada vaginal, admirando mi excitante grupa empinada, y con el pene firmemente agarrado con su mano intentaba introducirlo en el lugar deseado.
Poco a poco, con deliberada lentitud, lo hacia avanzar un poco y luego retrocedía, para volver a empujar y avanzar otro tanto, hasta que me lo enterraba haciéndome sentir el roce de sus pelos en mi trasero, luego lo retiraba hasta casi sacarlo, para enseguida volver a penetrarme hasta el fondo, yo lo acompañaba con mi propio ritmo, levantando las caderas, cada vez que él empujaba. El continuo enterrando su miembro en mi vagina, mientras con sus dedos intruseaba mi abertura estimulándola. Metía sus dedos deliciosamente en mi vagina, su mano se refregaba entre los pliegues de mi vagina y sobre mi clítoris, masturbándome.
Se movió adentro mío como un desaforado, yo reaccione, y comencé a mover suavemente mis caderas dejando que él me penetrara con fuerza, me penetro profundamente, comenzando a moverse con fuerza en mi interior, yo estaba a punto de gozar, mientras el continuaba moviéndose en mi interior. Entre caricias e incansables estocadas a mi vagina. El se movía tan intensamente en mi vagina, que más que moverse brincaba dentro de mi empapada vagina.
No se si fue su forma de penetrarme o mi creciente calentura, pero lo cierto es que me corrí dos veces seguidas antes que él acabara en mi concha. Quede totalmente extenuada, y cuando Tano, quiso pegarme otra pasada, los pare en seco y dije que por ahora eso había sido todo y que se quedaran tranquilos.
Parece que los sorprendí, pero el tema fue que ninguno de ellos siguió insistiendo, y me dejaron tranquila. Nos fumamos otro cuete, bebimos algunos traguitos más y regresamos a Santiago.
Jacqueline - Chile