Buen Bus
Eran pendejos pero entre los tres me entretuvieron en el viaje.
Hola este es mi primer relato. Yo era una de esas que leía y se reía pensando que esas cosas no ocurrían realmente, hasta hoy.
Hoy estuve visitando a mi hermana y aprovechamos para salir juntas de compras, nos tomamos el colectivo y nos fuimos a la capital.
Hoy es un día bastante caluroso, por eso preferí irme ligera de ropa, con una blusa blanca y sin corpiños, con minifalda liviana y suelta. Además de mencionar que tengo un buen cuerpo, y según me dicen mi culo es apetecible. Igualmente nunca me había ocurrido algo como lo de hoy.
Al volver con la carga de las bolsas no nos percatamos de que se nos había hecho el horario de la salidas de los colegios y las oficinas. Así que esperamos el colectivo, que obviamente estaría repleto de personas.
Al subir, mi hermana fue delante de mí, y yo fui una de las últimas personas en poder subir, detrás mío quedaron sólo tres estudiantes de secundaria de alrededor de los 18 años. Ellos quedaron situados en los escalones de colectivo y afortunadamente yo logré subir bien.
Lo que en un principio no logré discernir es que ellos opinaban igual que yo, afortunadamente logré subir. Estaban disfrutando libremente de un espectáculo totalmente libre. Mi culo había quedado casi a la altura de sus caras y frente a ellos mis desnudas piernas, ni hablar de cómo aprovechaban cada movimiento extraño del colectivo para tratar de hurgar con sus miradas debajo de mi faldita, aprovechando cada ventisca que entraba por las ventanillas. Creo que pudieron observar mas allá de los límites, porque estos pibes si habían puesto como locos y yo no tardaría en notarlo.
En una de esas miradas perdidas que uno da cuando viaja, me di cuenta del espectáCULO que les estaba dando a estos muchachos. Y me dio mucha vergüenza, así que traté como pude, y disimuladamente, de avanzar por el pasillo del micro. Pero ellos no estaban dispuestos a perderse su presa.
Así que me siguieron entre la gente y muy pronto pude sentir que estaban muy cerca mío. Mejor dicho, pegados a mí. Sus vergas estaban durísimas y las sentía apoyadas contra mis nalgas. Dos de ellos me tenían muy bien apoyada, y sentir esas durezas y la respiración intensa en mi nuca, me hicieron olvidar la vergüenza y un calido cosquilleo comenzó a recorrerme y a impedirme seguir huyendo.
Pasó muy poco tiempo hasta que se percataron de esto, ya que comenzaron a valancearce suavemente contra mí y no notaban ninguna resistencia, uno de ellos se animó a más y posó su mano sobre mi cintura y lentamente la fue bajando hasta tener toda una nalga sólo para él.
Yo no podía creer lo que estaba dejando que me hagan, pero había perdido todo el control aún sobre mí. Mis piernas se habían separado invitándoles a más. Pronto los tres se habían sabido acomodar, porque ahora ya había uno de ellos también delante mío.
Ahora las que hurgaban debajo de mi minifalda no eran sus miradas sino sus manos, que acariciaban mis piernas, mi culo y mi concha, con suavidad y disimulo. Hasta que una cosa llevó a la otra. Y sentí que mi tanguita de encajes blanca y a esta altura toda mojada, ya no era impedimento para ninguno de ellos, puesto que me la habían arrancado y secuestrado. Los que estaban mojados entonces eran esos dedos que me recorrían inquietos y curiosos. En esos momentos no pude hacer más que cerrar mis ojos y esforzarme por no jadear frente a tan tremendo orgasmo que sentí. Pero me llenó de orgullo sentir con mis manos que sus pantalones estaban empapados. Y al verlos bajar del colectivo tapaban sus frentes con sus libros, y de entre ellos pude divisar una tira blanca, perteneciente a la tanguita que les había servido de trofeo.